Tiffany colgó el teléfono, furiosa consigo misma por haber sido tan brusca con Taeyeon. No era culpa suya: Taeyeon no había hecho nada malo. Había sido ella la que prácticamente la asaltó en el vestíbulo la noche anterior, quien tomó la iniciativa, quien se la llevó al dormitorio. De ser por Taeyeon, nunca habrían cruzado la línea que separaba a las amigas de las amantes.

«¡Amantes!»

Sólo de pensarlo, Tiffany sintió que le fallaban las piernas, y tuvo que aferrarse a la encimera del mostrador para no caerse mientras las imágenes de cada beso y cada caricia se sucedían sin pausa en su cabeza. Cerró los ojos. Todavía podía sentir la boca de Taeyeon sobre su piel, seguía notando el sabor y el aroma de Taeyeon, como cuando su propia boca le recorría el cuerpo.

¡Amantes, sí!

—¡TIffany! ¿Te encuentras bien?

Tiffany parpadeó varias veces y se encontró cara a cara con Rene Wells. ¿Qué podría haber ocurrido para que Rene Wells se rebajase a entrar a su humilde tienda? ¡Si ni siquiera era Navidad!

—Hola, Rene —saludó Tiffany enderezándose—. Estoy perfectamente. ¿Qué te trae por aquí?

—¿Qué pasa, es que no puedo venir a comprar a tu preciosa tiendecita?

Tiffany negó con un gesto.

—No sueles hacerlo.

Rene tuvo la decencia de ruborizarse, aunque lo disimuló bastante bien con una encantadora sonrisa.

—Ayer estuvimos hablando de ti —dijo—. Mi familia política nos invitó a almorzar, después del oficio dominical. También estaban Minho y Amanda Lee.

—Ah, muy bien —murmuró educadamente Tiffany.

—Comentaron que Kim Taeyeon se aloja en tu casa. Por supuesto, sabíamos que estaba en el pueblo, por lo del funeral y todo eso —dijo Rene haciendo un gesto con la mano—. Se dice que aparece mencionada en el testamento de su padre. ¿Puedes creer el descaro que tienen algunas, atreviéndose a volver al pueblo para exigir la fortuna familiar después de la vergüenza que hizo pasar a su pobre madre?

Tiffany abrió la boca para defender a Taeyeon, pero desistió al momento: no tenía por qué dar a Rene explicación alguna. Ya se enteraría de todo muy pronto.

—Oye, Tiffany, ¿tú crees que es bueno que se aloje en tu casa?

—¿Cómo que bueno?

—Ya hay rumores por todo el pueblo.

—¿Qué rumores?

—De que ustedes dos son más que amigas, no sé si me entiendes.

Tiffany se echó a reír.

—Claro que te entiendo, Rene. Lo que me pregunto es por qué habrás sentido la necesidad de venir hasta aquí a contármelo.

—No hago más que preocuparme por tu bienestar, Tiffany.

—Ambas sabemos que eso es una gilipollez, Rene —contestó Tiffany con su mejor sonrisa—. No somos amigas, ni tampoco tenemos la misma vida social. De hecho, apenas frecuentas mi establecimiento.

Tiffany rodeó el mostrador y se colocó frente a Rene.

—Lo que supongo es que quieres conseguir cotilleos frescos. Pero ¿sabes qué, Rene? Nada de esto es asunto tuyo. Así que, ¿qué tal si vuelves al club de campo y les dices que has fallado en tu misión?

Rene dio un paso atrás y se llevó la mano al pecho.

—¡Tiffany, no puedo creer que me estés hablando de esta manera! —exclamó, y a continuación bajó la voz—. Creo recordar que fue gracias a un préstamo de nuestro banco como conseguiste comenzar este... negocio, ¿no es así?

Tiffany sonrió. ¡Oh, apenas podía esperar a que Rene averiguase que era Taeyeon quien controlaba ahora el banco!

—Sí, así fue. Aunque no recuerdo que tu nombre estuviese escrito en ninguna parte de mi solicitud de préstamo.

—Dudo que hubiesen aprobado tu préstamo de no haber sido porque fuimos juntas al colegio, Tiffany. Tal vez deberías recordarlo —concluyó, y, dando media vuelta, salió a toda prisa de la tienda.

La sonrisa de Tiffany se convirtió en carcajada. ¡Dios, Rene no tenía ni la menor idea sobre cómo funcionaba el mundo! Sin embargo, la sonrisa se esfumó en cuanto recordó a Taeyeon. ¡Había sido tan brusca con ella, tan distante...! Y todo porque se sentía... ¿Cómo, avergonzada? ¿Avergonzada por haber hecho el amor con ella tan concienzudamente?

Ya no estaba nada segura de cuál era el motivo por el que había huido de Taeyeon aquella mañana. ¿La culpa? Podía enumerar mil excusas, y una de ellas era lo que pensaría la gente del pueblo, su familia, sus amigos. Era lo que más odiaba del hecho de vivir en un pueblo: todos lo sabían todo de los demás. Y aquello era algo que dudaba que pudiesen mantener en secreto. Qué demonios, seguro que Rene Wells estaba ya contándole a sus amigas del club de campo la visita que acababa de hacerle.

Taeyeon sacó rápidamente el móvil al oírlo sonar, esperando que fuese Tiffany. Pero fue Greg quien la saludó.

—¿Estás ocupada?

Taeyeon miró hacia su portátil, en el que centelleaba el salvapantallas.

—No, sólo estaba haciendo unas correcciones —mintió—. ¿Qué pasa?

—Pues que acaba de venir por aquí el señor Lee, y me ha dicho que te irás muy pronto. ¿Es cierto eso?

Taeyeon comenzó a hacer girar las gafas que tenía en la mano, al tiempo que asentía.

—Sí, Greg, muy pronto, aunque todavía no estoy segura de la fecha. De hecho, pensaba llamarte hoy para saber si hay algo que quieras tratar conmigo antes de que me vaya.

Greg se echó a reír.

—¡Hay raíles de cosas que querría tratar contigo! Pero he estado echando un vistazo a esa lista de deseos tuya que me enviaste. La mayoría son prestaciones para los empleados y cosas parecidas. Si estás segura de querer poner en marcha todas esas medidas, puedo hablar con la señora Scott y que te presente un esquema de las fases de implantación.

—Sí, creo que las prestaciones que ofrecemos a nuestros empleados son vergonzosamente escasas. Algunas de las que quiero implantar son sencillas y baratas, mientras que otras comprendo que nos restarán beneficios. Pero es algo que me parece necesario hacer. Creo que a la larga nos hará ser más productivos.

—Estoy de acuerdo. Me pondré a ello de inmediato.

Taeyeon se quedó en silencio un momento, recordando la forma en que se había ido Tiffany aquella mañana. Bien mirado, tal vez sería mejor marcharse ya. No tenía sentido prolongar lo inevitable.

—¿Qué tal si vas adelantando ya algo hoy mismo, Greg? Tal vez podríamos discutirlo esta noche y, si me parece que estamos en la misma onda, puede que decida irme mañana.

—Claro, no hay problema —contestó Greg; carraspeó un poco e hizo una pausa antes de añadir—: ¿Sabe Tiffany que piensas marcharte?

—No —dijo ella, e hizo también una pausa—. Pero no será ninguna sorpresa, Greg.

Arrojó las gafas sobre la mesa antes de continuar:

—Iré yo hasta tu casa. ¿Te viene bien que nos reunamos allí al salir del trabajo?

—Perfecto.

Taeyeon se pasó el resto del día haciendo la colada y buscando un vuelo de regreso. Calculó que, si salía lo bastante temprano, podía estar en Dallas al mediodía, de modo que reservó un vuelo que salía para San Francisco a las dos en punto. Envió un breve correo electrónico a Hara para asegurarse de que alguien la iría a recoger. Incluso le prometió regresar con ella y quedarse unos días de visita. Sería mejor eso que quedarse sola en su casa, donde no habría nada con que distraerse.