Capitulo I

Tras el telon de pino

 

Taeyeon no hizo el menor caso al persistente timbre del teléfono, aunque una vez más se preguntó por qué narices no se levantaba a apagar el maldito aparato, sencillamente. Detuvo su trabajo y se quedó mirando fijamente las palabras que acababa de escribir, mientras tamborileaba con los dedos sobre el teclado sin darse cuenta. Un momento después sonó el móvil. Echó un vistazo a la pantalla para ver quién era y lo cerró de golpe

—¡Por Dios, Hara, intento trabajar! —murmuró.

Sin embargo, ya había perdido la concentración. Se echó hacia atrás en su asiento, cruzando los brazos tras la nuca, antes de quitarse las gafas y frotarse los ojos lentamente. Llevaba trabajando desde las siete de la mañana, descansando tan sólo una vez para volver a llenar la taza de café. Estaba en racha, y había aprendido a aprovechar esos momentos; se había pasado demasiados días allí sentada, luchando por plasmar sus pensamientos con la coherencia necesaria para formar frases. Se puso en pie, tiró sobre la mesa las gafas de esbelta montura y tomó el móvil. Mientras abría la nevera fue marcando el número de Hara.

—Soy yo.

Olisqueó el zumo de naranja. Hacía cuatro días que había caducado, pero llenó el vaso de todas formas.

— ¿Dónde demonios estabas? —quiso saber Hara.

—Aquí, trabajando. Tal como me dijiste hace dos días, tengo «una fecha de entrega que cumplir» —dijo Taeyeon, imitando su tono.

 —¡Llevo horas llamándote!

—Lo sé. No he querido descolgar.

El zumo de naranja estaba agrio. Lo tiró y miró hacia la cafetera.

 —Un tipo ha estado intentando localizarte. Dijo que era por una emergencia familiar.

Taeyeon se detuvo, volviendo a dejar la cafetera sobre el calentador eléctrico sin mirarla siquiera.

— ¿Familiar? ¿De qué familia?

—Supuse que la tuya, pero ni siquiera sabía que tuvieses familia.

—No la tengo —murmuró Taeyeon.

Se irritó consigo misma al notar cómo se apoderaba de ella el nerviosismo, cómo comenzaba a circular la adrenalina, acelerando los latidos de su corazón. Respiró hondo.

— ¿Cómo se llamaba ese hombre?

Aguardó mientras escuchaba a su agente revolviendo entre los papeles del escritorio.

— Lee Minho.

Taeyeon se apoyó en la encimera mientras los ojos se le cerraban de golpe.

—¡Papi!

—Estoy aquí, cariño.

Taeyeon se quedó en el umbral de la puerta del despacho de su padre, mirando fijamente al desconocido que estaba sentada en uno de los grandes sillones de cuero, justo enfrente de su papá.

—¿Dónde te has dejado dos zapatos, jovencita?

Taeyeon se miró los sucios y descalzos pies, y sonrió.

—He estado jugando afuera, papi.

—Ya puedes lavarte bien antes de que regrese tu madre, o tendremos que oírla —le advirtió él.

—Vale. Pero antes, ¿puedo ir con la bici hasta la ciudad? Todavía es temprano. Quiero ir a casa de Fany.

—Está bien, pero ten cuidado.

Taeyeon volvió a mirar hacia el desconocido.

—¿Quién es?

—Es mi nuevo abogado, Taeyeon. Te presento al señor Minho.

—¿Lo conoces? —preguntó Hara, haciéndola volver al presente.

—Sí, lo conozco. Dame su número —contestó mientras se dirigía hacia el escritorio.

Después de farfullar una despedida colgó el teléfono y comenzó a recorrer la sala de un lado a otro, deteniéndose de vez en cuando para contemplar las vistas de la bahía de Monterrey desde su ventana. La niebla se había disipado, dando paso a un radiante sol que intentaba ahuyentar el frío, aunque no consiguió hacer que Taeyeon dejase de estremecerse. No pensaba llamarlo, fuesen cuales fuesen las noticias que tuviese que darle. Seguramente tendrían que ver con sus padres, pero le daba igual. De hecho, la idea misma de que Lee Minho hubiese intentado localizarla le parecía sorprendente. Después de todo, ya habían pasado... quince años.

«¡Quince años!» dijo para sí, moviendo lentamente la cabeza de un lado a otro. Toda una eternidad. Ni siquiera era capaz de recordar la última vez que había pensado en ellos. ¡Y Tiffany! Dios, hacía tantísimo tiempo que no pensaba siquiera en Tiffany... Y sin embargo recordó enseguida la carita sonriente de su amiga de la infancia, su mejor amiga. Su amistad con Tiffany fue otra víctima de la guerra que sus padres desencadenaron sobre ella, por supuesto. Aunque había sido una guerra muy breve. Y ganaron ellos.                                                                                                

Se dirigió rápidamente a la cocina y tomó una copa de vino del estante. Eran sólo las dos, pero ya no escribiría más ese día; de eso se había ocupado ya Lee Minho. Sacó de la nevera la botella de chardonnay que había abierto la noche anterior. Al lado estaba la cena que no se había molestado en comer. Tras tomar el primer sorbo, su estómago le recordó que tampoco había desayunado.

La fecha de entrega estaba cada vez más cercana, pero ese no era el motivo por el que trabajaba sin detenerse a comer siquiera, sino simplemente porque estaba en racha. Desde hacía dos días las palabras surgían con facilidad, llenando página tras página. Esperaba acabar el primer borrador en tres semanas y sin embargo ya lo tenía listo, aunque no se lo había dicho a Hara, porque cuando adelantaba trabajo ella tenía la costumbre de acortarle los plazos. Por eso pensaba esperar al último día para enviárselo. No, en lo que estaba trabajando ahora era en una novela completamente nueva, de la que Hara no sabía nada. No le gustaba compartir los primeros esbozos de un nuevo libro hasta tener las tres cuartas partes ya terminadas. Le había ocurrido demasiadas veces el tener planteada ya media historia y descubrir que no se sostenía. Acababa descartándola, pero entonces se encontraba con que Hara no dejaba de insistirle para que terminase un libro que ya no le interesaba en absoluto.

Volvió hacia el escritorio y se quedó mirando el papel en el que había garabateado el número de teléfono de Lee Minho. Tal vez debería llamarlo para enterarse de lo que ocurría. Salió a la espaciosa terraza y se quedó mirando las impresionantes vistas de la bahía de Monterrey. El helado viento se había calmado un poco, pero aquel día de inicios de primavera seguía siendo frío. A lo lejos se veían las montañas de Santa Cruz, que solían estar ocultas a causa de la niebla. Para cuando contestaron a su llamada, estaba tranquila y relajada.

— Lee Minho. ¿En qué puedo ayudarle?

Tragó saliva.

—Señor Minho, soy Kim Taeyeon. Me han dicho que está intentando localizarme.

—Taeyeon, gracias por llamar. ¿Cómo te ha ido en todo este tiempo?

Taeyeon se quedó un momento en silencio, mientras recorría la bahía con la mirada.

—Bien, muy bien. ¿Qué puedo hacer por usted? —preguntó sin rodeos.

—Tengo malas noticias que darte sobre tu padre, Taeyeon.

—Señor Lee, hace quince años que no sé nada de mi padre. No empiece lo que quiera anunciarme diciendo que son malas noticias. ¿Por qué no me dice simplemente que tiene noticias que darme sobre mi padre?

Al otro lado del teléfono se hizo una pausa, y después se oyó un ahogado carraspeo.

—Por supuesto, tiene usted razón. Lo siento, señorita Kim: su padre murió ayer, en un accidente de coche. Su madre está grave, aunque se espera que pueda recuperarse. Está en el hospital. Tiene fracturas en la cadera, en ambas piernas y en la espalda. Las costillas rotas le han perforado un pulmón, y esa es la herida más grave de todas.

Taeyeon se quedó inmóvil, con la vista fija en las lejanas montañas de Santa Cruz. Analizó lo que estaba escuchando y se dio cuenta de que no sentía pena, ni remordimiento alguno por ello. Ambos habían desaparecido de su vida desde hacía más de quince años. Tiempo atrás había llorado a su familia perdida, pero ahora ya no tenía nada más que ofrecerles.

—Entiendo —dijo haciendo una pausa antes de continuar—. Señor Lee, me pregunto por qué ha creído necesario compartir conmigo esta información. Estoy segura de que está usted al corriente de que mis padres me expulsaron de su vida hace ya bastante tiempo.

—El deseo de su padre era que me pusiese en contacto con usted. No hago más que cumplir sus órdenes.

—Entiendo —repitió ella—. Muy bien, pues gracias por la información. Buenos días.                                                                        

Antes de que le diese tiempo a colgar el teléfono, oyó que él intentaba decirle algo:

—¡Aguarde! Esperaba poder convencerla de que viniese a Pine Springs. Su tío Heechul está ocupándose de todo, dado que su madre está en el hospital, pero creo que debería asistir usted al funeral —dijo atropelladamente.

—¿Y por qué se le ocurre pensar eso? Señor Lee, mis padres me metieron en un autobús cuando tenía diecisiete años y me enviaron fuera de la ciudad. Desde entonces no he vuelto a saber de ellos. No pienso asistir a ningún funeral.

—De verdad que creo que le interesa a usted estar aquí, señorita Kim. Si no viene en persona, tal vez pueda enviar a su abogado.

—¿Mi abogado?

—Señorita Kim, seguramente no es usted consciente de la cantidad de negocios que poseía su padre. No puedo revelarle el contenido de su testamento, que obviamente todavía no ha sido leído, pero le recomiendo encarecidamente que venga usted a Pine Springs, señorita Kim.

Taeyeon cerró los ojos y se frotó suavemente la frente con los dedos, intentando ahuyentar la inminente jaqueca. «¿Ir a Pine Springs?» Negó con un gesto. Había jurado que nunca volvería a poner los pies en aquel lugar.

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Comments

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Karen-14213
#1
Chapter 35: Fue so cute!!!
Thiabel2128
#2
Chapter 35: awwwwwwww :3
LlamaAmerica #3
Encantada con tu histora! :)
gaby_tomala
#4
..por favorrrr ... epilogoo sii??
tiffany0108 #5
Chapter 35: Me encanto el fic, disfrute de cada capitulo
LectoraLemon #6
Chapter 35: Estuvo muy buena esta historia :).. pase toda la madrugada leyendo este hermoso fic .... Gracias <3
gaby_tomala
#7
x favorrrrrrrrrr!!! epilogooooo :)
geral53 #8
Chapter 35: Epilogo :c por fi(?)
mamurayamaken #9
Chapter 35: ........really?
no puedo creerlo
todavía lo intento procesar
loveable11 #10
Chapter 35: ....tan corto el final ?? epilogo ¡¡ ¡¡:3