Capitulo XX

Tras el telon de pino

Ya eran más de las cuatro cuando por fin Taeyeon llegó al barrio de Tiffany. Estaba completamente saturada de datos. La señora Willis le había contado muchísimas cosas, recordándole de nuevo que lo hablado en el despacho de su padre no saldría de allí. Aun así, se había quedado atónita al enterarse del bajo salario que recibía Greg, sobre todo en comparación con el que recibían los encargados de planta.

Sin embargo, ahora no tenía tiempo para pensar en todo ello. Ya no le quedaba ropa limpia; lo primero que hizo al entrar en la casa fue ponerse manos a la obra con la colada. Se quitó la ropa, quedando completamente desnuda, e introdujo la ropa en la lavadora. Dudó si añadir la ropa de Tiffany, pero después pensó que no sería educado dejarla allí. Escogió las prendas de color de la cesta y las añadió a las suyas. La ropa blanca... bueno, podía espera, ya que pensó que Tiffany la mataría si supiese que había estado rebuscando entre su ropa interior.

Se tomó un tiempo para leer su correo electrónico, complacida de enterarse de que a Hara le había encantado el primer borrador que le había enviado.

—Estupendo; a ver si así me deja en paz durante una temporada —murmuró para sí.

Contestó a su correo, contándole a Hara que no podría regresar hasta la semana siguiente como muy pronto. No dio detalles, convencida de que Hara se tranquilizaría ahora que ya tenía el borrador.

Después de darse una ducha rápida se puso un chándal y aguardó pacientemente a que la secadora acabase su trabajo. Los vaqueros tardaron siglos en secarse, y llegó a preguntarse si no tendría más remedio que ir en chándal a casa de Amie. No era una forma muy presentable de hablar de negocios con Greg.

Seguía paseando de un lado al otro del lavadero cuando Tiffany llegó a casa. Taeyeon asomó la cabeza en cuanto la oyó entrar en la cocina.

—¡Hola!

—¡Hola, chica! —Contestó Tiffany, mirándola de arriba abajo, para después desviar la vista hacia la cocina—. ¿Qué es eso que no huelo?

—Pizza —dijo Taeyeon sonriendo.

—¿Pizza? Creí que estabas intentando acumular puntos.

—Ah, yo creí que te encantaba la pizza.

—Claro que sí, sólo era una broma. Me ha llamado Amie, y creo que tenemos una cita para esta noche.

—No te importa, ¿verdad?

—Por supuesto que no.

—También he hecho la colada.

—Te estás volviendo toda una ama de su casa, ¿eh?

—Muy graciosa. No creas que no se me ha pasado por la cabeza robarte uno de tus vaqueros.

—Menos mal que tu eres más bajita que yo —dijo Tiffany dejando el bolso sobre la encimera; a continuación, se volvió de nuevo hacia su amiga—. ¿Te has molestado al menos en incluir mi ropa? Odio hacer la colada.

—Pues sí. Me preocupa un poco ese jerseicito que te pusiste hace unos días. No era para lavar en seco, ¿verdad?

—No, eso no, pero no se debe meter en la secadora.

—¡Oh, mierda!

Taeyeon salió disparada hacia el lavadero, abrió la secadora y buscó por entre los vaqueros hasta localizar y sacar el jersey.

—¡Maldita sea! —murmuró, escondiéndolo tras la espalda antes de gritar—: ¿Era uno de tus favoritos?

—¿Por qué, le ha pasado algo? —preguntó Tiffany, corriendo hacia ella.

Taeyeon se lo mostró:

—Ahora puede que le sirva a Lee Ann.

Tiffany esbozó una sonrisa y por fin estalló en carcajadas.

—Oh, Taeyeon. Hay cosas que no cambian nunca, ¿eh?

—No sé de lo que me hablas.

—Claro que lo sabes. Dudo que mi madre te lo haya perdonado todavía.

—Eso no fue culpa mía. Dijo que lavase toda la ropa blanca, y ese jersey era blanco.

—Ese jersey...

—Lo sé, lo sé, lo había tejido a mano tu bisabuela hace mil años.

Tiffany se inclinó hacia ella.

—Yo odiaba ese jersey —dijo en voz baja—. Y tampoco me gustaba demasiado éste.

—Lo siento muchísimo.

—No te preocupes. Y tienes razón, a Lee Ann le encantará —dijo Tiffany, y se lo llevó hacia su dormitorio.

Cuando Tiffany regresó, Taeyeon estaba tirada en el sofá, con los ojos cerrados, vestida con unos desteñidos vaqueros y una camiseta de manga larga. Tiffany se quedó contemplándola un buen rato, recorriendo con la mirada aquellas piernas, la cintura y por fin su rostro. Se la veía cómoda y relajada... y también agotada. Se preguntó si tendría problemas para dormirse.

 Taeyeon no había dicho nada.

—¿Qué estás mirando? —murmuró Taeyeon.

No había abierto los ojos, pero sí que había notado la presencia de Tiffany.

—Te estoy mirando a ti, por supuesto.

—¿Y? —preguntó Taeyeon, al tiempo que volvía la cabeza hacia ella y sonreía.

—Y... me preguntaba si te cuesta dormir. Pareces cansada.

Taeyeon se incorporó en el sofá.

—No, duermo estupendamente. No estaba durmiendo, sólo meditando.

—Ah. ¿Quieres hablarlo?

—Sí que quiero, pero no tenemos tiempo. Tal vez después de que haya podido hablar con Greg para aclarar unas cuantas cosas, me sienta algo mejor, porque ahora mismo estoy completamente abrumada.

—¿Qué tal con tu tío Heechul?

—La verdad es que se ha portado muy bien, y creo que ha sido sincero conmigo. Creo que, si yo estuviese en su lugar, estaría algo amargada, pero él parece conforme con el actual estado de cosas.

—¿De modo que no tiene ninguna alianza con tu madre?

—No. De hecho, ella llamó mientras yo estaba allí, y él le contestó de forma bastante brusca.

—Entonces, ¿qué será lo próximo?

—El viernes me reuniré con todo el personal de las oficinas. Greg se encarga de arreglarlo todo. Quiero saber qué opina la gente de mi presencia allí, por ejemplo.

Entonces Taeyeon se mesó los cabellos.

—¡Oh, Tiffany! El instinto me dice que lo venda todo y continúe con mi vida de siempre, pero hay algo que me dice que no lo haga. Y no sé lo que es.

Tiffany se sentó a su lado, rodeándole los hombros con el brazo.

—Tal vez sea que estás sinceramente preocupada por el bienestar de los trabajadores, y de pronto te sientas responsable de ellos.

—Sí, eso es parte del problema. ¿Te he contado que mi padre legó un millón de dólares a la leal población de Pine Springs?

—¡No me digas! ¿Estás de broma?

—No. Se supone que ha de destinarse al parque de la ciudad y a construir una nueva biblioteca.

—Así que algo bueno ha resultado de todo esto —dijo Tiffany sonriendo.

—Pues sí. Estoy segura de que eso ha hecho que le dé un ataque a mi madre pero, conociéndola, procurará llevarse todo el mérito.

—Aunque ambas sabemos que a ella nunca se le habría ocurrido hacer tal cosa.

—Exacto.

—En fin, tal vez deberías darle tiempo a todo eso, Taeyeon. Duerme, deja que se aposente.

—Seguramente tienes razón —dijo Taeyeon enderezándose, al tiempo que advertía que Tiffany se separaba de ella—. Deberíamos irnos ya. Seguro que mis vaqueros ya están secos.

—Ve a comprobarlo. Yo iré encargando la pizza.

—No olvides a los peques —le recordó Taeyeon.

—No. A ellos les gustan los palitos de queso —contestó Tiffany.

A continuación se puso en pie y ayudó a Taeyeon a levantarse.

—Anda, ve a atender tu colada —añadió.

Treinta minutos después, llegaban a la pizzería. Tiffany contempló a Taeyeon mientras entraba en el establecimiento, alta y erguida.

Una vez más pensó en lo atractiva que era. Ahora llevaba el pelo rubio un poco más corto y oscuro que cuando ambas iban al instituto, pero no había gran diferencia, tan sólo era un peinado distinto. Pero seguía teniendo una figura atlética, en forma, y bronceada. Tiffany supuso que, al vivir en California, una no tiene que preocuparse por perder el bronceado en los meses de invierno.

Apenas se dio cuenta de que estaba imaginándose a Taeyeon morena de cuerpo entero. «Pero ¿qué estás haciendo?» No tenía ni la menor idea. Lo único que sabía era que le encantaba estar junto a Taeyeon. Siempre había sido así. Estar con su amiga la hacía sentirse completamente a gusto. Era algo que no podía explicar, y de hecho tampoco le apetecía explicárselo. No quería analizar nada, tan sólo disfrutar de esos días con Taeyeon, mientras durasen. Y después, bueno...

Su mirada volvió a clavarse en Taeyeon cuando ésta regresó al vehículo, con tres cajas de pizza apiladas entre los brazos. Su amiga se detuvo, ladeando la cabeza al ver la mirada de Tiffany desde la ventanilla, y ésta se dio cuenta de que había dejado de respirar.

En ese momento, Taeyeon le envió un sutil guiño cómplice, rompiendo el hechizo. Tiffany se echó hacia el asiento del copiloto y le abrió la portezuela.

—¡Huele bien! Tal vez deberíamos probar un poco ahora, para asegurarnos.

—Amie te matará —dijo Tiffany sujetándole las cajas.

—Amie dicta demasiadas normas.

—Eso es cierto.

Tiffany se volvió hacia Taeyeon, contemplando su perfil en la penumbra.

—Supongo que querrás hablar a solas con Greg.

Taeyeon giró al momento la cabeza y la miró a los ojos.

—Sí, bueno, no te importa, ¿no? No es que intente ocultarles nada a ninguna de las dos, sino...

—Lo sé, Taeyeon. Tan sólo me preguntaba si debería mantener ocupados a Amie y los niños. Ya sabes lo fisgona que es.

—Bueno, al contrario de la mayoría de los hombres que he conocido últimamente, creo que Greg le contará a Amie todo lo que yo tenga que decirle, de todas formas. Lo que ocurre es que preferiría hablar con él sin interrupciones.

—Lo comprendo. Sacaré algún juego de mesa, para jugar con Amie y los niños.

—Gracias, Tiffany.

Taeyeon tendió la mano sin pensarlo siquiera hasta encontrar la de Tiffany. La apretó cariñosamente, notando que su amiga le devolvía el gesto.

Taeyeon se relajó mientras conducía a través de las desiertas calles. Unos minutos después, se desvió de la avenida principal y estacionaron en la entrada de la casa, junto a la camioneta de Greg. Al momento se encendió automáticamente el foco del garaje.

—No hay forma de pasar desapercibido, ¿eh? ¿Qué manía le ha entrado a todo el mundo de poner luces con sensor de movimiento?

—No sé si te habrás dado cuenta, pero hay pocas farolas en la calle, y alejadas unas de otras.

Taeyeon asintió.

—Tienes razón, no me había fijado.

—Además, estoy segura de que las luces van conectadas a algún tipo de alarma. Ya verás cómo Lee Ann nos estará esperando en la puerta.

En efecto allí estaba, sujetando la puerta abierta mientras Amie le gritaba desde la cocina que la cerrase, porque entraban bichos.

Taeyeon y Tiffany se sonrieron la una a la otra.

—Sabes lo mucho que quiero yo a tu hermana, ¿verdad?

—¿Y quién no?

Amie fue a recibirlas a la puerta, intentando que Lee Ann y Denny no se escabullesen fuera.

—Menos mal, me estaban volviendo loca. No sólo estaban deseando comer pizza, sino que también querían que llegasen por fin la tía Tiffany y esa mujer tan guapa —dijo Amie.

Tiffany se echó a reír, volviéndose hacia Taeyeon.

—¡Ya tienes un club de fans!

—¡Estupendo! —contestó ella arrastrando la voz.

Taeyeon se quedó viendo cómo Tiffany alzaba a Lee Ann en brazos para abrazarla, repitiendo inmediatamente el gesto con el pequeño Denny. Los dos gemelos ya estaban sentados a la mesa en sus sillitas altas. El niño se llamaba... ¿Harrison? Maldita sea, no lograba recordarlo. Pero la niña era Emily, ¿no? Taeyeon tiró de la manga a Tiffany.

—¿Qué pasa?

—¿Eran Harrison y Emily? —preguntó señalándolos.

Tiffany sonrió.

—Emma.

—Ah, sí, Emma.

—Cálmate.

—Ya estoy calmada.

—No tienes por qué saber sus nombres. La verdad es que apenas saben hablar.

—No quiero que Amie la tome conmigo por no saber cómo se llaman.

—¿Qué están murmurando ustedes dos? —quiso saber Amie.

—Nada —contestaron a coro.

—Ya, ya. Seguro que nada bueno.

—Hola, chicas. No las había oído entrar —dijo Greg, quien parecía recién salido de la ducha.

—Acabamos de llegar.

—Muy bien. ¿Quieren una cerveza? —preguntó él.

—Tengo té —anunció Amie desde lejos.

Tiffany hizo una mueca de desesperación.

—Yo tomaré cerveza.

—Yo también.

Colocaron las cajas de pizza abiertas sobre la mesa y cada uno se sirvió a placer. Los dos niños mayores se lanzaron al momento a por los palitos de queso. Taeyeon se recostó en su asiento, observándolo todo. ¡Todos parecían tan felices, tan satisfechos...! Era increíble cómo Amie había conseguido reproducir el hogar de sus padres. Sus hijos tenían muchísima suerte.

Tiffany notó la pensativa expresión del rostro de Taeyeon. De pronto, ésta se volvió y la miró: sin previo aviso, Tiffany se vio sorprendida por el anhelo infinito que rebosaban aquellos ojos. Taeyeon sostuvo la mirada y, una vez más, Tiffany se dio cuenta de que se había quedado sin aliento.

De pronto, todo lo que había en la estancia se desvaneció, y Taeyeon quedó ensordecida por los latidos de su propio corazón. En ese momento, al igual que tantos años atrás, sentía un deseo casi insoportable de cruzar la distancia que las separaba. Era una necesidad tan imperiosa, tan profunda que le causaba un dolor físico. Sin embargo, al igual que entonces, apartó de su amiga la vista, agradeciendo que su pulso no temblase al ir a coger una ración de pizza. Era increíble como con sólo una mirada de sus ojos pudiese regresar el intenso deseo que había sentido siendo una adolescente.

Taeyeon se acomodó en la silla de jardín, junto a Greg, mientras las voces de Tiffany, Amie y los niños resonaban, atenuadas por la distancia.

—Siento no tener un despacho u otro sitio más apropiado para hablar —se disculpó Greg.

—Precisamente estaba pensando que estar aquí fuera sentados, en una noche tan agradable, es muchísimo mejor que cualquier despacho, Greg —contestó Taeyeon, que carraspeó un poco antes de continuar—. También sé que mi padre te tenía escandalosamente mal remunerado, de modo que no esperaba que pudieses permitirte un despacho.

Greg apartó la vista.

—No llevaba más que ocho años en la empresa. No puedo quejarme.

Taeyeon se inclinó hacia él.

—La señora Willis me ha dicho que mi padre confiaba por completo en ti.

—Intenté no decepcionarlo. La verdad que era un hombre con el que se podía trabajar a gusto.

—Como sabes, estoy completamente desbordada con todo esto —contestó ella—. Y la decisión sobre si vender la empresa o quedármela depende de la gente que mi padre contrató para gestionarla. Tanto tú como la señora Willis me han contado que todos los encargados de planta son de lo mejorcito, pero que necesitan a alguien que los dirija. Y desde luego yo no me veo capaz de hacerlo.

Taeyeon cruzó las piernas, mirando a Greg hasta que por fin él le devolvió la mirada.

—Creo... me parece que tú eres el más apropiado para esa tarea, Greg.

—¡¿Yo?!

—Sí. Ante todo, porque eres la única persona de aquí en la que confío. ¡Bueno, qué demonios, eres el único que conozco!

—¡Pero Taeyeon, no llevo en la empresa más que ocho años! ¡No van a aceptar que les dé órdenes! Algunos de los encargados de planta llevan años y años con tu padre, y creen...bueno... no importa.

—Ya han decidido entre ellos quién se hará cargo, ¿no? —aventuró Taeyeon.

—Han estado haciendo cábalas. Dan por hecho que el señor Lee nombrará a alguien, provisionalmente.

—La verdad es que no he hablado de esto con el señor Lee.

Taeyeon se removió incómoda en su silla, preguntándose por qué demonios no vendía de una vez la maldita empresa y se largaba de allí.

—Tú mismo dijiste que los encargados eran expertos cada uno en su propia planta, pero que ninguno podía manejar toda la empresa. La señora Willis me dice que tú eras su mano derecha. ¿Acaso no es cierto?

—Desde hace más o menos un año me dio más responsabilidades, sí. Como ya te dije, me ocupaba tanto de las compras como de las ventas. Me hizo saber cuál era su esquema general de negocio, y sus objetivos. Pero, Taeyeon —añadió inclinándose hacia ella—, desde luego no me parece que me estuviese entrenando para nada en concreto.

—¿Por qué no? Eres joven y brillante, y no te has anquilosado en un puesto de encargado de alguna de las plantas, lo cual limitaría tu conocimiento general de la empresa.

—Tengo apenas treinta años, Taeyeon; la mayoría de los encargados tienen más de cincuenta. El señor Peterson tiene sesenta y uno. Lleva trabajando para tu padre, en distintos puestos, más de veinte años.

Taeyeon sonrió.

—Precisamente por eso no confío en que sea el apropiado.

Se quedó un momento observando a Greg antes de continuar

—¿Cuántos de ellos saben lo de ese alimento para ganado del que me hablaste?

—Probablemente ninguno —dijo Greg, negando con un gesto—. Cada vez que tu padre deseaba aventurarse a hacer algo nuevo, nunca lo anunciaba hasta que todo estuviese listo para empezar. Supongo que el señor Lee sí lo sabía.

—A mí me parece que tú le ayudaste a idearlo todo, Greg. ¿Tengo razón?

—Trabajé en ello con él, sí.

—Así que, si quisiésemos seguir adelante con su último objetivo, ¿crees que serías capaz de hacerlo?

Ambos se miraron a los ojos.

—Creo que sí. Bueno, si tuviese...

—¿La autoridad para tomar decisiones, y el carisma para hacerte obedecer?

Taeyeon se puso en pie y comenzó a pasear de un lado a otro del pequeño patio empedrado.

—Greg, si me dices que no quieres hacerlo, lo entenderé. Pero ahora mismo eres lo único que tengo. No quiero confiar este negocio a nadie más. Creo que tú puedes hacer un magnífico trabajo.

Greg se puso también en pie y fue hacia el jardín, encarándose con Taeyeon.

—Me gustaría decir que voy a intentarlo, pero los demás harán todo lo posible por obstaculizarlo, los conozco bien.

—¿Y cómo podrán evitarlo? Ellos no son los que mandan.

—Tal vez deberías hablarlo antes con el señor Lee. Puede que ya tenga algo pensado.

Taeyeon esbozó una sonrisa.

—Él tampoco es el jefe.

Greg hundió las manos en los bolsillos.

—Veo que estás decidida.

—Toda esta situación me resulta apabullante, Greg, y no quiero dejar que me controle — dijo saliendo del empedrado para ir hacia él, en el jardín—. De modo que, para que todo siga funcionando hasta que pueda examinarlo detenidamente y decida qué es lo que voy a hacer, quiero que tú te pongas al mando. Y no soy ninguna tonta, Greg, ya sé que aquí todo ha de hacerse según la rancia tradición sureña y que no te lo pondrán nada fácil. Pero haré que Minho les deje claro que desde ahora todo tiene que pasar por ti, igual que antes pasaba todo por mi padre.

—Está bien, si crees que puedo hacerlo me esforzaré al máximo.

—Muy bien. Y ahora, ¿qué posibilidades tengo de lograr acceder al sistema informático de la empresa?

—Considerando que yo soy el que controla la red, yo diría que bastantes —dijo Greg con una sonrisa.

—Mañana por la mañana me gustaría acceder y fisgonear un poco: archivos de personal, nóminas, ese tipo de cosas.

—¿Desde casa?

—Sí. ¿Podrías llamarme mañana por la mañana y darme un cursillo acelerado?

—Claro que sí.

Taeyeon posó la mano sobre su hombro y lo apretó afectuosamente.

—Esta es una buena oportunidad para ti, Greg. Creo que lo harás magníficamente bien.

—¿Por qué estará mi marido paseándose de un lado a otro del jardín? —le susurró Amie a Tiffany.

Tiffany se inclinó por encima de Lee Ann para tirar el dado mientras echaba un vistazo por la ventana, donde se veían dos sombras sobre el césped.

—Supongo que están hablando de negocios.

—Sí, pero ¿de qué? Cuando volvió a casa estaba muy evasivo.

—Mamá, te toca —anunció Lee Ann dándole un codazo.

—Perdona —contestó, para después dirigirse a Tiffany—. Tú sabes algo, ¿verdad?

Tiffany se encogió de hombros.

—Yo no soy quién para decirlo, Amie.

—¿Qué quieres decir con eso? ¡Soy tu hermana!

Tiffany se limitó a quedarse mirándola.

—Ah, sí. Olvidaba que Taeyeon siempre ha estado por encima de mí.

—No es eso —contestó Tiffany—. Es que no sé hasta qué punto quiere que se haga público todavía. Además, estoy segura de que Greg te pondrá al corriente.

—¿Hacerse público? ¡Yo no soy exactamente alguien de fuera! —insistió Amie.

Tiffany enarcó las cejas.

—¡Pero si tú cotilleas más que una gallina vieja, Amie!

—¿Qué es cotillear, mami?

Tiffany sonrió, divertida, mientras aguardaba la respuesta de su hermana. Amie le sacó la lengua antes de contestar a su hija.

—Cotillear es algo que aprenderás cuando llegues al instituto. Hasta entonces no tienes por qué marearte tu linda cabecita pensando en eso.

Tiffany movió la cabeza de un lado a otro con reproche.

—No cuela, Amie.

—¿Qué es colar, tía?

—¿De verdad piensas que Greg podrá manejarlo todo? —le preguntó Tiffany de regreso a casa.

—No lo sé. ¿Tú qué crees?

—Es inteligentísimo, de eso estoy segura. Y sé, por lo que dice Amie, que al menos en este último año tu padre lo implicaba cada vez más en el negocio. Pero Taeyeon, ¡hacer que se encargue de todo...!

 —Por lo que todos me han dicho, el proceso de fabricación está sólidamente establecido y funciona solo. Únicamente hay que tomar algunas decisiones en cuanto a compras y ventas, de lo cual se encargaba mi padre. Según he sabido, Greg se ocupaba de ello en su lugar. De modo que sí, creo que seguramente Greg sabrá arreglárselas mejor que cualquiera de los encargados de planta. Y no me importa confesarte que todo esto me trae de cabeza, Tiffany —

concluyó Taeyeon con un hondo suspiro.

—Seguro que impone bastante.

—¡Acojona un huevo, más bien! —rio Taeyeon —. Regresé al pueblo para un funeral al que no quería asistir. Nunca me habría imaginado que fuese a dejarme su negocio en herencia. ¿En qué estaría pensando ese hombre, Tiffany?

—Bueno... a juzgar por la carta que te dejó, intentaba compensarte de alguna manera.

—¿Sabes? Si no me hubiese dejado esa maldita carta, en la que decía que no quería que Madeline heredase el negocio, lo habría vendido todo y seguiría con mi vida. ¡Joder, por mí se lo daría a otro! ¡No quiero su dinero! ¡No lo necesito para nada!

Tiffany le apretó cariñosamente el muslo.

— Taeyeon, no dejes que todo esto te vuelva loca. Sé perfectamente que es abrumador, pero debes tomártelo con calma.

—Me siento como si estuviese en medio de un sueño o algo así, ¿sabes? —dijo Taeyeon, cubriendo la mano de Tiffany con la suya y apretándola con fuerza contra el muslo—. Me limito a intentar aceptarlo tal como viene.

Los ojos de Tiffany se quedaron clavados en sus manos unidas. Notó una extrañísima sensación que le recorría el cuerpo de arriba abajo. Percibía la calidez de la mano de Taeyeon sobre la suya. Extendió los dedos, apretando suavemente el muslo de su amiga, y notó que la pierna de Taeyeon se estremecía ligeramente. Alzó la vista y escrutó el perfil de su amiga, que seguía conduciendo. En ese momento, Taeyeon volvió el rostro y la miró a los ojos. En el breve instante en que sus miradas se encontraron, Tiffany se quedó sin respiración.

—Perdona —murmuró Taeyeon al tiempo que soltaba la mano de Tiffany y pensaba

«¿Qué estás haciendo?»

Tiffany carraspeó.

—¿Que perdone qué?

Taeyeon movió la cabeza de un lado a otro, maldiciendo el estúpido enamoramiento adolescente del que no conseguía librarse. Aunque no todo era culpa suya: Tiffany estaba demasiado cariñosa, la toqueteaba demasiado, y Taeyeon no era inmune a sus caricias; nunca lo había sido.

Tiffany se dio cuenta de que su mano seguía posada sobre el muslo de Taeyeon. La apartó de allí, pero sólo para pasar a rodear con los dedos el antebrazo de la conductora.

—¿Crees que te tengo miedo, Taeyeon, porque me has tocado? ¿Es eso?

Taeyeon se encogió de hombros.

—A veces las mujeres heterouales se sienten incómodas cuando...

—Siempre nos hemos tocado sin problemas, Taeyeon.

Siempre, sí. Y en la última época había sido una verdadera tortura. Taeyeon recordaba una noche en concreto, un viernes por la noche. El partido de rugby era en otro pueblo, y Tiffany había decidido que no quería ir. Eddie Ray pensaba llevar a unos cuantos amigos, y Tiffany no deseaba viajar con ellos. De modo que Taeyeon también se había quedado. Hicieron palomitas y vieron la tele mientras esquivaban los intentos de Amie de fastidiarles la fiesta.

—¡A ver si se creen que no puedo oler las palomitas! —gritó Amie al otro lado de la puerta—. ¡Déjenme entrar!

—¡Largo de ahí, renacuaja! —contestó Taeyeon al mismo volumen—. ¡Estamos hablando!

—¡Tengo casi trece años, deja de llamarme renacuaja!

Tiffany se echó a reír y le dio un codazo a su amiga.

—¿Sabes que sólo grita así cuando estás tú aquí?

—Seguramente porque son las únicas veces que le cierras con llave la puerta de tu cuarto.

—¡Amie, para ya! Taeyeon llevaba casi un mes sin venir a casa. Nos gustaría tener algo de intimidad, si no te parece mal.

—¡Amie, déjalas en paz! —gritó la señora Hwang desde el vestíbulo.

—Ya la has liado, mamá te ha oído —dijo Tiffany.

—¿Al menos podrían darme unas pocas palomitas?

Tiffany miró a Taeyeon, expectante. Su amiga cogió un último puñado de su cuenco y se lo ofreció a Amie.

—Aquí tienes, renacuaja, puedes quedarte con el resto de las mías.

Amie le arrebató el cuenco de las manos, sonriendo de oreja a oreja.

—Gracias, Taeyeon.

Tiffany cerró de un portazo y echó la llave. A continuación se sentó en la cama, junto a Taeyeon, colocando su cuenco de palomitas entre las dos para así poder compartirlas.

—Está loquita por ti, ya lo ves —dijo.

—¿Cómo no estarlo? —contestó Taeyeon, sonriente.

Taeyeon cerró los ojos un momento, mientras Tiffany se recostaba sobre las almohadas y sus hombros se rozaban. El sentido común le decía que debería apartarse para que eso no sucediese, pero no conseguía obligar a su cuerpo a moverse. ¡Era una sensación tan maravillosa...!

—Me alegro de que hayas decidido no ir al partido, Taeyeon. Hace siglos que no te quedabas a dormir. Lo echaba de menos —dijo Tiffany, al tiempo que posaba suavemente la mano sobre la cadera de su amiga.

Taeyeon consiguió reprimir un gemido, pero la mano sobre su cadera estaba caliente, le quemaba la piel. Carraspeó, aunque su voz seguía siendo ronca cuando habló

—Yo también lo echaba de menos, Tiffany.

Su amiga apartó las palomitas y se colocó de costado, mirando a Taeyeon. A ésta le pareció que su corazón iba a estallar en cualquier momento. Estaba completamente segura de que Tiffany podía oír sus descontrolados latidos. Mantuvo los ojos clavados en la televisión, temiendo incluso mirar a su amiga, tendida a su lado.

—¿Crees que ya somos demasiado mayores para esto?

Taeyeon se atrevió a mirarla un momento para luego preguntar. —¿Demasiado mayores para qué? 

 

—Para dormir la una en casa de la otra. Ya tenemos diecisiete años.

Taeyeon tragó saliva, angustiada.

—¿Crees que no deberíamos dormir en la misma cama? ¿Eso te molesta?

—¡No! Por supuesto que no. Me encanta dormir contigo, Taeyeon. Especialmente en días como hoy, que hace tanto frío.

—¿Por qué cuando hace frío? —se atrevió a preguntar Taeyeon.

—Por la forma en que te me arrimas.

—¿Cómo? ¡Yo no me arrimo! —protestó Taeyeon.

—Sí que lo haces. Cuando me envuelves entre tus brazos y te acurrucas junto a mí eres como mi calefacción personal.

Aquella vez, Taeyeon no pudo reprimir el gemido que escapó de su garganta. Echó la cabeza hacia atrás, mirando al techo. ¡Oh, Dios mío, la abrazas cuando duermes!, pensó.

—¿Qué ocurre?

Taeyeon se volvió hacia ella, mirando a sus ojos que tan cerca estaban de los suyos, unos ojos llenos de amor y confianza, y supo que se le iban a hacer eternas las horas que faltaban hasta que cayese la noche.

—A mí también me encanta dormir contigo.

—¿Te encuentras bien?

Taeyeon se volvió hacia su amiga, regresando al presente.

—Sí, perdona.

Tiffany sonrió.

—Te has pasado de calle.

—Oh, mierda. Lo siento —dijo Taeyeon, y giró en la siguiente manzana—. Estaba...

—¿Pensando en otra cosa?

—Sí.

—¿Y en qué?

Taeyeon movió la cabeza de un lado a otro, desenfadadamente.

—Nada, estaba recordando cosas de cuando éramos niñas.

Tiffany volvió a frotarle cariñosamente el brazo.

—¿Hay algo que te preocupe, Taeyeon? Quiero decir, aparte del testamento y todo eso.

—No, ¿por qué?

—No, era por... por si necesitabas hablarlo. Ya sabes que podemos hablarlo todo.

—¿Qué es lo que te ha hecho pensar en eso?

—Tienes la misma expresión pintada en el rostro que solías tener cuando estábamos en el instituto. Pero por entonces no hablabas de ello, ¿verdad? Tenías miedo de hablarlo conmigo. Por eso te digo que, si hay algo de lo que quieres hablar, por favor, no tengas miedo de hacerlo.

«¡Oh, Tiffany, si tú supieras...!» Pero Taeyeon negó con un gesto, al tiempo que aminoraba la marcha, pues se aproximaban ya a la entrada de la casa de Tiffany.

—Estoy bien, Tiffany, en serio.

Sin embargo, más tarde, mientras estaba tendida en la cama con los ojos abiertos, Taeyeon se preguntó si no sería mejor confesarle a Tiffany la verdad.

—Decirle ¿qué? —susurró.

«¿Decirle que sigues estúpidamente enamorada de ella, como una adolescente?»

Rodó sobre sí misma y comenzó a darle puñetazos a la almohada. Aquello era lo que menos necesitaba en esos momentos. No tenía necesidad alguna de... sentir lo que sentía. ¡Lo que tenía que hacer era enderezar el negocio, decidir qué iba a hacer con él, y después salir como un cohete de Pine Springs, Texas!

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Comments

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Karen-14213
#1
Chapter 35: Fue so cute!!!
Thiabel2128
#2
Chapter 35: awwwwwwww :3
LlamaAmerica #3
Encantada con tu histora! :)
gaby_tomala
#4
..por favorrrr ... epilogoo sii??
tiffany0108 #5
Chapter 35: Me encanto el fic, disfrute de cada capitulo
LectoraLemon #6
Chapter 35: Estuvo muy buena esta historia :).. pase toda la madrugada leyendo este hermoso fic .... Gracias <3
gaby_tomala
#7
x favorrrrrrrrrr!!! epilogooooo :)
geral53 #8
Chapter 35: Epilogo :c por fi(?)
mamurayamaken #9
Chapter 35: ........really?
no puedo creerlo
todavía lo intento procesar
loveable11 #10
Chapter 35: ....tan corto el final ?? epilogo ¡¡ ¡¡:3