Capitulo XVII

Tras el telon de pino

Tiffany sostenía la carta en una mano y una taza de café en la otra, mientras las palabras se iban  volviendo borrosas ante sus ojos. Alzó la vista hacia Taeyeon y volvió enseguida a bajarla hacia la carta, hasta finalizar su lectura.

—No... no sé qué decir —dijo Tiffany dejando la taza de café a un lado para enjugarse los ojos. —¿Cómo te sientes? —añadió, alzando la vista hacia su amiga.

Taeyeon se encogió de hombros. Había tenido toda la noche para pensarlo, pero la culpabilidad que sentía no había aminorado.

—No tienes por qué sentirte culpable,Taeyeon. Él sabía dónde estabas. ¡Joder, incluso viajó hasta Los Angeles! Podría haberte visto si hubiera querido.

—Lo sé, pero creo que sabía que yo no quería que lo hiciese.

—¿Y te sientes culpable porque no querías que él intentase verte?

—Ya sé que es una estupidez.

Tiffany asintió. No sabía qué podría decir para que su amiga se sintiese mejor. Taeyeon tendría que hacer las paces consigo misma, aunque Tiffany odiaba ver cómo se estaba castigando por algo que estaba fuera de su control. Su madre lo había echado todo a rodar quince años atrás, y Taeyeon lo aceptó en lugar de combatirlo.Tiffany tendió la mano por encima de la mesa para estrechar cariñosamente la de su amiga.

—Nada de esto es culpa tuya, Taeyeon. No eras más que una cría. No tuviste más remedio que aceptar lo ocurrido y seguir adelante.

Taeyeon contempló sus manos entrelazadas. Sin pensarlo siquiera, su dedo pulgar acarició ligeramente la suave piel de su amiga. Notó que la mano de Tiffany se tensaba. Alzó la vista y miró a los ojos que tenía frente a sí. Carraspeó y apartó la mano, comprendiendo por fin lo que acababa de hacer.

—¿Qué has planeado hacer hoy? —preguntó Tiffany.

Al mismo tiempo que hablaba, cruzó las manos sobre el regazo, rozando con los dedos la zona que Taeyeon había acariciado. Había sido extraño, pero bonito. Taeyeon y ella siempre habían sido muy cariñosas la una con la otra. De repente recordó un momento, en su época del instituto, en el que notó que su corazón se desbocaba al tocar a su amiga, tal como le había ocurrido ahora. Fue en una de las escasísimas ocasiones en que habían salido los cuatro juntos, ellas y sus novios. Eddie los llevó a los billares del pueblo, un lugar al que ninguna de ellas quería ir.

—No sé jugar al billar,Taeyeon, ya lo sabes.

—Es fácil, yo te enseñaré.

Tiffany alzó la vista, temerosa de que Eddie interviniese en la conversación, pero este prendió un cigarrillo y volvió a la barra para beber a hurtadillas un poco de cerveza del vaso de sus amigos mayores de edad. Kyle estaba sentado muy tieso en un taburete cercano a la mesa de billar, mirando a su alrededor muy nervioso.

—Creo que a Kyle no le gusta este sitio —susurró Tiffany.

—No me extraña, estamos en el paraíso de los paletos.

—Podríamos irnos —sugirió Tiffany.

—Por desgracia hemos venido en el coche de tu novio, y creo que aquí se siente a sus anchas.

Taeyeon escogió un taco de billar y lo alzó para comprobar que estaba bien recto antes de rodarlo sobre la mesa.

—Este valdrá —dijo, entregándoselo a Tiffany antes de coger otro—. Kyle, ¿quieres jugar?

El muchacho negó con un gesto.

—Miraré solamente.

Taeyeon cogió el cubo de tiza azul y frotó la punta de su taco. Acto seguido se acercó a Tiffany.

—Toma, frota la punta. Eso evita que resbale al golpear la bola.

Tiffany observó detenidamente cómo Taeyeon colocaba todas las bolas en un molde con forma de triángulo, una a una.

—¿Qué es eso?

Taeyeon se encogió de hombros.

—Es para colocarlas en orden, más o menos. Bueno, ya vale —dijo, tirando al aire la bola blanca para recogerla en el acto—. Esta es la blanca, y se utiliza para romper.

Tiffany volvió a mirar hacia la barra, y pudo ver a Eddie Ray bebiéndose una cerveza de un trago. Al momento miró a Taeyeon con gesto de culpabilidad.

—No te preocupes por él, he tomado sus llaves —contestó esta mostrando un llavero.

Tiffany abrió los ojos de par en par.

—¡Se enfadará muchísimo, Taeyeon!

—Pues qué bien. No tengo la menor intención de permitir que nos lleve a casa.

Taeyeon se inclinó hacia delante con la mirada puesta en la mesa, deslizando el taco entre los dedos hacia delante y hacia atrás. Acto seguido, lo echó un poco más hacia atrás y golpeó con fuerza la bola blanca, desparramando el colorido surtido de bolas por toda la mesa.

—Buen golpe —dijo Kyle.

—¿Seguro que no quieres jugar? —insistió Taeyeon.

—No gracias, prefiero mirar.

Tiffany observó la mesa de billar.

—Y ahora, ¿qué?

—Bueno, como nadie ha metido bola al romper, el juego está abierto: puedes escoger las de un solo color o las de rayas. Pero no la bola ocho. Esa es el chico malo, y va de última — dijo Taeyeon alzando las cejas con gesto burlón.

A continuación señaló una bola azul, cercana a la tronera de la esquina más alejada:

—La bola dos es la más fácil —añadió.

—Nunca he hecho esto antes.

Taeyeon la atrajo hacia sí.

—Yo te enseñaré.

Se colocó tras ella, apoyó las manos en sus caderas y la movió hacia un ángulo de la mesa.

—Mira bien la bola, Tiffany —añadió.

Tiffany notó que se le nublaba la vista al sentir a Taeyeon contra su cuerpo, rozándole las nalgas con las caderas mientras sus brazos la envolvían para colocarla en posición, las manos sobre las de ella.

—Fíjate bien en la bola —le susurró al oído.

Tiffany apenas notó que su brazo se deslizaba hacia atrás. Sin embargo, sí fue plenamente consciente del cálido cuerpo que se apretaba contra el suyo, y de los pequeños pechos que se aplastaban contra su espalda. Se relajó completamente, dejando que Taeyeon tomase el mando.

El taco se movió en sus manos y la bola dos, tras salir disparada hacia la tronera de la esquina, desapareció de la vista. Ella siguió inmóvil.

—Buen tiro —volvió a susurrar Taeyeon en su oído.

Tiffany apenas pudo advertir otra cosa que el desbocado latido de su corazón. Dio media vuelta, sus ojos se clavaron en los de Taeyeon y quedó atónita ante lo que vio en ellos. Taeyeon se apartó, dejándole sitio.

—Tienes un talento natural —le dijo Taeyeon.

Tiffany asintió.

—Hagámoslo de nuevo.

Tiffany pestañeó, volviendo al presente, y procuró atender a lo que estaba diciendo Taeyeon:

—Tengo que llamar a Hara para contarle lo que ocurre, y después le enviaré por e-mail las correcciones, antes de que le dé un ataque al corazón. Y también tengo que ir a hacer la compra al supermercado, o nos moriremos de hambre —añadió con una sonrisa.

—¡Bien! Eso quiere decir que esta noche cocinarás para mí.

—Sí, cocinaré yo, ya que tú no sabes.

 —¿Ves? Tiene sus ventajas.

—Ya veo, ya.

Tiffany se puso en pie, llevando su taza vacía.

—He de darme prisa. Procura no meterte en líos hoy.

—Me portaré bien —murmuró Taeyeon, con los ojos clavados en la silueta de Tiffany, que se alejaba, contemplando el movimiento de sus caderas bajo los pantalones caqui.

«¡Maldita sea, Taeyeon, eres peor que un hombre!»

Después de la tercera taza de café y de haber echado un último vistazo a las correcciones, Taeyeon cogió por fin el móvil para llamar a Hara. Ya no podía aplazarlo más.

—¿Dónde demonios estás? —quiso saber Hara.

—Sigo aquí. De hecho, estoy a punto de enviarte el borrador final.

—¿Puedes trabajar ahí? Quiero decir que, si crees que no está listo, no me lo envíes. Podemos atrasar un poco la entrega.

—No, no, está acabado, listo para enviar.

Hizo una pausa antes de continuar:

—Algunas cosas... En fin, ha habido unas cuantas novedades, y tengo que ocuparme de un par de detalles. Mañana me reuniré con mi abogado, y entonces veré si puedo regresar en unos días.

—¿Tu abogado? ¿David ha volado hasta ahí?

—No, mi abogado de aquí.

—¿Por qué tienes un abogado ahí, Taeyeon? ¿Qué sucede?

—Bueno, al parecer soy propietaria de una empresa maderera y de varias firmas asociadas.

—¿Una empresa maderera? ¿El aserradero de tu padre?

—Algo así. Soy dueña en parte de él, a menos que mi madre impugne el testamento. Mi padre tenía también otra empresa. Yo era la copropietaria desde hace diez años, y ahora que él ha muerto es solo mía.

Al otro lado de la línea se hizo el silencio.

—¿Por qué no me lo habías contado?

—Porque acabo de enterarme.

—¿Eres propietaria de una compañía maderera? ¿Cómo es posible? ¡Tú odias todo eso!

—Sí. Qué ironía, ¿verdad?

—No entiendo nada de nada,Taeyeon. Lo único que quiero saber es cuándo piensas regresar.

—El jueves te doy un toque y te cuento mis planes.

—Está bien. Y ahora, ¿necesitas que te haga algún recado o algo así? Sé que cuando te fuiste pensabas faltar tan sólo un par de días.

—No, no es necesario. Llama si quieres a Christopher. Creo que este era el fin de semana que iba a venir a visitarme.

—Por supuesto. Bueno, mantenme informada, por favor. Y vuelve pronto. Cheryl está planeando hacer una cena para dentro de quince días, y cuenta con que asistas.

—Claro.

Sin embargo, sólo pensar en una de las cenas de Cheryl era suficiente para hacer que Taeyeon desease quedarse en Pine Springs. Le gustaban mucho las informales barbacoas que preparaba Hara, pero las de Cheryl solían ser cenas de etiqueta, con invitados con los que Taeyeon tenía muy poco en común. Y, por supuesto, no faltaba la única soltera que Cheryl invitaba invariablemente para hacer compañía a Taeyeon. Claro que debía admitir que en más de una ocasión se había aprovechado de ello, porque a veces era duro volver a casa sola. Algunas veces.

A pesar de todo lo que había sucedido Taeyeon se sentía relajada, en cierto modo, de modo que, para evitar pensar en la inminente lectura del testamento, arrastró un sillón hasta el sol y se sentó en la terraza de Tiffany.

Su portátil zumbaba mientras ella trabajaba en la nueva novela que acababa de comenzar. Sorprendentemente consiguió concentrarse, y antes de que pudiese darse cuenta de ello era más del mediodía. Se puso en pie, hizo estiramientos de cuello y espalda y se lo llevó todo al interior de la casa. Seguía teniendo que ir al supermercado, y como no tuviese cuidado acabaría trabajando toda la tarde.

Compró lo suficiente para llenar la nevera y la casi vacía despensa de Tiffany durante varios días, cenas y desayunos incluidos. Tal vez al día siguiente se levantaría temprano y le daría una sorpresa.

—En cuanto te descuides acabarás preparándole también el almuerzo —murmuró.

—¿Cómo dice?

Taeyeon se ruborizó al ver los ojos de la cajera fijos en ella.

—Perdone, estaba hablando conmigo misma.

Una vez recogido todo, su mirada se iluminó al ver las botellas de vino. Seguía dándole vueltas a varias ideas para la novela. Debería trabajar, y la verdad era que trabajaba mucho mejor con una copa de vino. Pero estaba en Pine Springs, y eran las tres y media de la tarde. Además, sabía que a Tiffany no le haría gracia. Joder, no tenía nada de raro: su ex marido era un borracho maltratador. Se decidió por un té helado, añadiéndole una exagerada cantidad de azúcar antes de darse por satisfecha.

Sí, estaba en racha. Los dedos volaban sobre el teclado, y su mente estaba completamente despejada. Hara estaría muy satisfecha. Sin embargo, a las cinco se obligó a sí misma a detenerse. Odiaba tener que interrumpir su trabajo, pero deseaba comenzar a preparar la cena antes de que Tiffany regresase.

Mientras preparaba los muslos de pollo abrió por fin la botella de vino. Poco antes había estado rebuscando por entre la magra colección de cedés de Tiffany, decidiéndose por fin por algo familiar, una de las primeras grabaciones de Bruce Springsteen. Iba de un lado a otro de la cocina, disponiéndolo todo para la cena, mientras el Boss resonaba en el equipo de música. No era nada demasiado elaborado, pero tampoco era pizza: espárragos frescos que pensaba hacer al vapor, un caldoso arroz silvestre con apio, y el pollo. Sencillo pero elegante. Rebuscó por los cajones hasta encontrar manteles individuales y servilletas. Le dio la impresión de que Tiffany apenas los utilizaba. Puso la mesa, y añadió un par de candelabros del salón como centro.

—No está mal.

Entonces se le ocurrió que tal vez Tiffany creería que era una especie de cena romántica, para seducirla: velas, vino... «¡Dios, vas a aterrorizar a la pobre chiquilla!» Entonces se miró a sí misma: vaqueros y camiseta, prendas muy poco apropiadas para una cena galante. Se encogió de hombros. Tal vez debería quitar las velas.

Pero ya no tuvo tiempo. Oyó subir la puerta del garaje, y a continuación se abrió la de la cocina.

—¿Taeyeon?

Sonrió, escuchando atentamente los movimientos de Tiffany por toda la cocina.

—¡Dios mío, qué bien huele!

Taeyeon entró por fin y se apoyó en la encimera, mientras Tiffany abría la puerta del horno para echar un vistazo. No pudo evitar que sus ojos recorriesen el cuerpo de su amiga mientras se inclinaba. «Como un tío, ya te digo.»

—¡Menuda cocinera estás hecha!

Entonces descubrió la copa de vino, todavía medio llena, y alzó la ceja.

—¿Has empezado sin mí?

—Hace un momento. ¿Quieres una?

—Sí, por favor.

Tiffany se acercó, y se detuvo junto a su amiga. Y entonces, para asombro de Taeyeon, se inclinó y le dio un beso en la mejilla.

—Gracias por hacer la cena.

Taeyeon notó que la sangre se le agolpaba en el rostro.

—Es lo mínimo que puedo hacer, ya que tú me ofreces un lugar donde alojarme.

—Ah, pero lo hago con mucho gusto —dijo Tiffany, al tiempo que se apartaba—. Deja que me cambie de ropa.

Taeyeon fue a por su copa de vino en cuanto Tiffany salió de la estancia. «¡Imbécil!», se insultó a sí misma.

—¡Caray, qué bonita está la mesa! —gritó Tiffany, para hacerse oír por encima de la música.

Taeyeon fue hasta la sala para bajar el volumen. Sí, la mesa estaba muy linda, sin nada de perifollos. Joder, si ni siquiera había tenido que encender las velas. Movió la cabeza de un lado a otro: Tiffany era su amiga. Tenía que superar aquel estúpido enamoramiento. La verdad era que lo que debería hacer era contárselo a Tiffany, para echar unas risas con ella. Sin embargo, dudaba que a su amiga le pareciese cómico. Lo más probable era que se sintiese responsable de todo, de que Taeyeon se hubiese marchado, de que la hubiese abandonado... Y encima se preguntaría por qué no se lo había dicho antes, cuando todavía podían haberlo hablado y superado. En fin, tal como ya le había dicho, había tenido miedo. ¡Joder, todavía lo tenía! Sin embargo, ahora que había madurado comprendía que Tiffany nunca habría dejado de ser su amiga, y tampoco si se lo decía ahora. Podrían superarlo, y seguir adelante.

—¿En qué piensas?

Taeyeon se dio cuenta de que seguía allí, con la vista fija en la mesa y la mente ida.

—Yo... bueno, pensaba que tal vez... ya sabes, las velas y el vino... Pensaba si creerías que intentaba... seducirte.

«¡Mierda!»

—¿Y es así? —preguntó Tiffany con voz serena.

Taeyeon abrió los ojos de par en par.

—¡No, por supuesto que no!

Tiffany se limitó a sonreír, apretando cariñosamente el brazo de su amiga al pasar. Regresó con las dos copas de vino y le dio la suya a Taeyeon.

—¿Has escrito algo hoy?

—La verdad es que sí. Ha sido un día productivo.

—¿Puedo verlo?

—Eh... No —contestó Taeyeon, mirándola fijamente.

—¿No?

Taeyeon negó con un gesto.

—Puedes leer el esquema de la novela, si quieres. Es bastante largo. Pero los capítulos que ya he escrito, no.

—¿Dejas alguna vez que alguien los lea antes de que estén acabados?

—Con el primer libro, sí. Christopher lo iba leyendo conforme escribía, y después Hara. Aprendí la lección. No puedo escribir a voluntad, y ellos esperaban que produjese páginas como si fueran salchichas, todos los días. Así que ahora ya no lo permito.

—¿Qué se siente al escribir algo sabiendo que una vez publicado lo leerán miles de personas?

—No me lo planteo así. Cuando estoy escribiendo en realidad lo hago para mí. No dudo respecto a las palabras que elijo, temiendo ofender a alguien si empleo una palabra en lugar de otra. No pienso en la reacción de nadie: me limito a tejer una historia coherente.

Tiffany se la llevó hacia la sala.

—Disfruté mucho con todos tus libros. Tu descripción del Sur y de sus pueblecitos está muy lograda. Me sorprendió. Has estado fuera durante tantos años... No puedo creer que mientras vivías aquí estuvieses recogiendo tanta información y guardándotela dentro.

Tiffany se tumbó cómodamente en el sofá y Taeyeon la imitó. Ambas apoyaron los pies sobre la mesita de centro.

—Te sorprendería saber la cantidad de cosas que recuerdo. Una gran parte consistía simplemente en escuchar atentamente en la cafetería. Los viejecitos solían ir por allí y contar historias, ¿recuerdas? O bien se sentaban con su pareja de hace cincuenta años y hablaban siempre de lo mismo, una y otra vez. Sabían exactamente cuáles iban a ser las respuestas del otro, y en qué momento se reirían por una frase.

Taeyeon sonrió al pensar en una pareja en particular. No recordaba sus nombres, pero él iba siempre vestido con mono de trabajo y camisa de franela, sin importar la época del año que fuese. Ella solía llevar pantalones de cintura elástica, y Taeyeon recordaba que algunos de los clientes hablaban de ella como si hubiese cometido un horrible crimen.

—¿Recuerdas a aquellos viejecitos, el tipo que iba siempre vestido con mono de trabajo?

—Ah, sí, el señor y la señora Arnold.

—Esos mismos. No conseguía recordar el apellido —contestó Taeyeon —. Pues eso. ¿Recuerdas que se sentaban allí y comenzaban a charlar, y ella fingía sorprenderse por algo que él había dicho, y que tanto tú como yo le habíamos oído repetir la semana anterior y quince días atrás?

—Ah, sí. Cuando él murió llevaban casados sesenta y dos años. ¡Sesenta y dos años, Taeyeon! Seguramente ella ni podía recordar una época de su vida en la que él no estuviese a su lado.

—Ya habrá muerto, ¿no?

—Sí. No tardó ni un año en seguirlo. Fue muy triste. Su único hijo había fallecido en Vietnam, y el único familiar que le quedaba vivía en Crockett. Cuando él murió intentaron internarla en una residencia, pero ella se negó. Quería quedarse aquí, donde habían vivido juntos durante tantos años. Y se las arreglaba bien, aunque las damas de la iglesia solían ir por allí para asegurarse de que comía bien, limpiar y hacerle la colada. Pero fue apagándose, ¿sabes? Como si ya no quisiese vivir sin su marido.

—¿Te has preguntado alguna vez si tendrás esa misma suerte, un amor profundo y duradero con el que sólo la muerte pueda acabar?

Tiffany se encogió de hombros.

—No lo sé. Espero tener algún día ese tipo de unión con alguien. Antes pensaba... Cerró los ojos. «¡No sigas por ahí!»

—¿Qué?

—Nada, no era nada —contestó carraspeando—. ¿Y qué hay de ti?

—Ah, no sé, Tiffany. Ya sabes que tú fuiste la única persona de la que me he sentido cercana. Cuando éramos jóvenes creía que podía leerte los pensamientos, y tú a mí los míos —admitió mirándola a los ojos—. Y no éramos más que amigas. No sé si encontraré algo así en una pareja. Obviamente, hasta ahora no me ha sucedido.

Tiffany sostuvo su mirada. Taeyeon acababa de decir lo que Tiffany había temido expresar. Ella era la única persona a la que se había sentido unida. Se preguntó qué habría ocurrido si Taeyeon se hubiese quedado en el pueblo, y si habrían intimado más aún. ¿Se habrían hecho amantes? Sorprendentemente, la idea no le parecía nada inquietante.

Taeyeon se puso en pie y cogió la vacía copa de Tiffany.

—He de poner al fuego los espárragos.

De pronto se detuvo y añadió:

—Te gustan los espárragos, ¿no?

—Sí, aunque dudo que vayas a freírlos en grasa de cerdo hasta que apenas quede nada de ellos —dijo Tiffany sonriendo.

—Por favor, no me digas que es así como los cocina tu madre. ¡Sería un pecado!

—Mi madre lo fríe todo en grasa de cerdo, ¿o no lo recuerdas?

—Sí que lo recuerdo, y no es que lo haya echado mucho de menos, aunque las judías verdes que me sirvió ayer estaban muy sabrosas —gritó Taeyeon desde la cocina.

Tiffany se abrazó a sí misma, radiante de alegría por tener de nuevo a Taeyeon a su lado. No se había sentido tan feliz desde... en fin, desde que Taeyeon se había marchado. Pero pronto volvería a irse, se advirtió a sí misma. Seguía pareciéndole increíble la existencia de aquella... aquella conexión entre ambas. Dudaba mucho de poder encontrar algo parecido con otra persona. Y desde luego estaba segura de que nunca lo encontraría con un hombre. Su marido, por ejemplo: ni siquiera le gustaba como amigo, ¿cómo se le había ocurrido casarse con él? Y si no hubiese resultado ser un completo gilipollas, ¿seguirían casados? ¿Tendrían ya hijos? ¡Dios, sólo de pensarlo le dolía el alma! Tal vez debería estar agradecida de que la maltratase; al menos así tuvo un motivo para divorciarse de él. ¿Y si hubiese resultado ser un buen hombre? Pero claro, eso no era justo: si hubiese sido un buen hombre lo habría querido.

Dio media vuelta y pudo ver que Taeyeon regresaba a la estancia con las copas de vino llenas de nuevo. Era una mujer muy hermosa. Claro que siempre había sido atractiva, admitió para sí misma. Con ese aspecto tan deslumbrante habia atraído a una buena cantidad de chicos en el instituto, pero Taeyeon nunca les hacía el menor caso. Tan sólo a Kyle. Claro que Tiffany sabía ahora que había sido porque Taeyeon era lesbiana y no le interesaban los chicos. A Kyle se lo habían impuesto.

Y después resultó que también a Kyle habían impuesto a Taeyeon.

—No tardará mucho. ¿Tienes hambre?

—Sí. Hoy no he almorzado.

—¿Por qué?

—La señora Cartwright hoy no ha venido a trabajar, no se sentía bien.

—No sabía que tuvieses ayuda durante la semana —comentó Taeyeon.

Volvió a sentarse en el sofá, le entregó a Tiffany su copa y añadió:

—¿Cuántos empleados tienes?

—Sólo esas dos. La señora Cartwright ha estado conmigo desde que abrí la tienda. Dependo muchísimo de ella. Acaba de quedarse viuda, y no le importa trabajar los sábados, de modo que suelo tener el fin de semana libre. Frannie está a punto de acabar el instituto y piensa irse a estudiar fuera, así que supongo que después del verano tendré que buscar a alguien.

—Te encanta vivir aquí, ¿verdad?

Tiffany se encogió de hombros.

—Es mi hogar, donde he vivido siempre.

—Y estás a gusto.

—Sí, supongo que sí. Quiero decir que he terminado cogiéndole cariño a esta casa. Al menos es algo mío. Y gano lo suficiente para vivir bien.

—¿Pero?

—¿Pero? Oh, qué se yo —suspiró Tiffany—. Creo que debería haber algo más. Soy feliz, sí, bastante feliz. Pero, dentro de unos años, ¿seguirá bastándome con eso?

—Sólo tienes treinta y tres años. Eres demasiado joven para ser una vieja solterona —se burló Taeyeon.

—La verdad es que no me veo casada de nuevo. Mi primer matrimonio fue un desastre, pero no se trata sólo de eso. Es que no consigo imaginarme casada.

—¿Pero sí viviendo sola?

—La verdad es que tengo miedo de que Amie envíe a Lee Ann a hacerme compañía, que envejezcamos juntas y que ella acabe enviándome a un asilo.

—¿Lo dices en serio?

—¿Por qué crees que la mimo tanto?

—Conocerás a alguien, ya verás.

—¿Tú crees? Conozco prácticamente a todo el pueblo, y créeme, no hay nadie con quien desee vivir. Y ya sabes que no es probable que se mude aquí ningún forastero. No, creo que mi destino es vivir sola. Tuve una oportunidad, y fracasé.

—Pues entonces los hombres de esta ciudad no saben lo que se pierden. Eres guapísima, inteligente, ¡joder, si hasta tienes tu propio negocio! ¡Eres un buen partido!

—Pero tal vez yo no quiera que nadie me elija.

—¿Pruebas una sola vez y ya te das por vencida?

—No es sólo eso, Taeyeon. Aquel día, mientras pronunciábamos nuestros votos en la iglesia, ya supe que aquello no estaba bien, que no era eso lo que yo quería. Pero no vi que hubiese ninguna alternativa. Era una jovencita que trabajaba en un café. ¿Qué futuro me esperaba?

—¡Y mírate ahora!

—Sí, toda una triunfadora —dijo Tiffany secamente, incapaz de ocultar el sarcasmo de su voz.

—Sí que lo eres, Tiffany. Podrías haberte hundido, y sin embargo comenzaste un negocio, compraste una casa: has sobrevivido.

—Sí, he sobrevivido —repitió Tiffany, tendiendo la mano para tomar la de su amiga—. Al principio no creí poder hacerlo. Me sentía completamente humillada. No era tanto por lo que la gente murmuraba. En realidad me compadecían, ¿cómo iba a ser de otro modo? Pero me había decepcionado a mí misma, por las decisiones y las elecciones que había tomado. Me parecía que todo lo que hacía estaba mal. Cuando abrí el negocio pensé: ¿también esto está mal? ¿Será otro error?

—Pero no lo fue.

—No. Fue lo mejor que pude haber hecho. Así tuve algo en lo que concentrar mis energías, algo por lo que luchar. Resultó todo un acierto. Y estoy feliz, ¿sabes?

Taeyeon vio la duda reflejada en los ojos de su amiga, y se preguntó qué ocurría, de qué se arrepentía. De su matrimonio, por supuesto, pero, ¿de qué más? ¿Era arrogancia por su parte creer que tal vez Tiffany lamentaba su perdida amistad, que su marcha la había afectado de algún modo?

Taeyeon se inclinó hacia ella.

—¿Vamos a comer?

—Vale. Creí que nunca lo dirías.

Ambas se pusieron en pie, muy cerca la una de la otra. Cuando se miraron a los ojos, Tiffany sonrió y abrazó a su amiga.

—Gracias por hablar conmigo. Nunca consigo expresar ante nadie lo que siento, porque no lo entenderían.

Taeyeon la rodeó con sus brazos un segundo y en seguida se apartó, temerosa de que su cuerpo la traicionase.

—Sabes que siempre puedes contar conmigo, Tiffany.

—Lo sé, siempre lo he sabido.

Acto seguido, Tiffany fue hacia el equipo de música.

—¿Quieres que ponga más música?

—Claro, elige tú.

Se sirvieron en la cocina y llevaron los platos hasta el comedor. Taeyeon volvió a por el vino. Su cuerpo se movía al ritmo del alegre disco de jazz que Tiffany había escogido. Vio que las velas estaban encendidas y sonrió a Tiffany, alzando la copa hacia ella.

—Muy bonita.

—Gracias, sí que lo está.

Durante la cena, la conversación fue más relajada. Taeyeon le habló a Tiffany sobre sus libros, su apartamento y el puñado de amigos que tenía en California.

—No creo que debas comprarte una casa en las colinas —dijo Tiffany al final—. ¿Tienes idea de la cantidad de veces que has hablado de la bahía, el océano y el sonido de las olas? Me parece que todo eso te gusta más de lo que tú piensas.

—Cuando estaba en Los Ángeles vivía en el centro, rodeada de cemento y de edificios, de modo que el mudarme a Monterrey y disfrutar de la vista sobre la bahía es para mí como irme a vivir al campo. Y le he cogido cariño. Además, cuando me apetece salir de allí siempre puedo ir a visitar a Hara.

—¿Vas mucho a su casa?

—Seguramente más de lo que le gustaría a Cheryl. Subo algunos fines de semana, y a menudo me quedo a dormir el sábado por la noche. Echo de menos el espacio, ¿sabes? Ellas tienen un terreno de casi cuatro mil metros cuadrados, al lado del bosque de secuoyas. Es precioso.

—Me alegro de que no te hayas convertido en una chica de ciudad. Mírate, sigues completamente a tus anchas en vaqueros.

—Durante mucho tiempo intenté olvidar mi procedencia, ¿sabes? Quería integrarme allí. Hara y yo somos amigas, la verdad es que buenas amigas, pero ella no sabe nada de mi pasado. Nunca le he contado de dónde venía, y ellas tampoco me lo preguntaron.

—¿Por qué no hicieron preguntas?

Taeyeon se encogió de hombros.

—Podría decirte que tal vez porque no les importaba lo suficiente, pero no es eso. Creo que entendieron que, si hubiese querido contárselo, lo habría hecho. Ninguna de ellas tiene mucho trato con sus familias, y tampoco hablan de ello, así que no fue difícil.

—Y tú, ¿de verdad te has hecho a la idea de que no tienes familia?

—Sí. Desde luego no me acordaba mucho de ellos.

—¿Y nosotros? ¿Tampoco pensabas en nosotros?

—En ti sí pensaba,Tiffany. Pensaba mucho. Nunca te he olvidado.

—Me alegro —dijo Tiffany sonriendo desde su lado de la mesa—, porque yo tampoco te había olvidado.

 

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Comments

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Karen-14213
#1
Chapter 35: Fue so cute!!!
Thiabel2128
#2
Chapter 35: awwwwwwww :3
LlamaAmerica #3
Encantada con tu histora! :)
gaby_tomala
#4
..por favorrrr ... epilogoo sii??
tiffany0108 #5
Chapter 35: Me encanto el fic, disfrute de cada capitulo
LectoraLemon #6
Chapter 35: Estuvo muy buena esta historia :).. pase toda la madrugada leyendo este hermoso fic .... Gracias <3
gaby_tomala
#7
x favorrrrrrrrrr!!! epilogooooo :)
geral53 #8
Chapter 35: Epilogo :c por fi(?)
mamurayamaken #9
Chapter 35: ........really?
no puedo creerlo
todavía lo intento procesar
loveable11 #10
Chapter 35: ....tan corto el final ?? epilogo ¡¡ ¡¡:3