Capitulo XXII

Tras el telon de pino

Taeyeon aguardó pacientemente en la sala de conferencias a que fuesen entrando los encargados y sus ayudantes. Nerviosa, bebió un sorbo de la botella de agua que le había traído la señora Willis y sonrió gentilmente a la mujer. La secretaria de su padre estaba sentada muy erguida a su lado, con su bloc y su bolígrafo, dispuesta a tomar nota de todo, tal como le había indicado Taeyeon. Encendió el portátil, alegrándose de que existiese acceso inalámbrico a la red.

No conocía personalmente a nadie, pero Greg le había proporcionado una contraseña que le permitía acceder a la red: no tenía restricciones, de modo que pudo entrar en todos los archivos, incluyendo los de personal. Algunas de las fotos eran claramente antiguas, pero no le costó poner nombre a los rostros que iban entrando en la sala. De pronto vio aparecer a Ron Peterson con su ayudante, David Jiménez, y le hizo un discreto gesto de reconocimiento a Greg, sentado frente a ella.

A continuación, se inclinó hacia un lado y le susurró a la señora Willis:

—¿Están todos aquí?

—De contabilidad sólo hay dos. ¿Esperabas que viniesen todos los del departamento?

—No.

Taeyeon miró a Minho. Cuando el abogado se disponía a tomar la palabra, ella se puso en pie.

—Gracias a todos por venir —dijo, pasando la vista por toda la sala para afrontar las miradas de curiosidad de los presentes—. Me llamo Kim Taeyeon. Como supongo que ya todos saben a estas alturas, desde el fallecimiento de mi padre soy la única dueña de Industrias Kim.

Algunos asintieron, pero los demás se limitaron a mirarla fijamente, sin reflejar emoción alguna.

Taeyeon comenzó a pasear alrededor de la mesa de reunión, preguntándose cómo abordar aquello. Soltar de pronto que Greg era el nuevo jefe no sería muy apropiado. Más fácil, sí, pero no apropiado. No: debía argumentar su decisión.

—Obviamente, no tengo ninguna experiencia en empresas madereras —dijo, hundiendo las manos en los bolsillos para intentar calmar su nerviosismo—. Según me han dicho, era mi padre el que tomaba todas las decisiones referentes a la empresa. Así pues, vamos a necesitar...

—Discúlpeme, señorita Kim. Permita que le ahorre tal vez un poco de tiempo. Soy Ron Peterson, el encargado de planta más antiguo.

Había sido incluso demasiado fácil. Taeyeon se sintió orgullosa de sí misma por haber conseguido reprimir la sonrisa. Le hizo un gesto de mudo asentimiento, cediéndole el protagonismo.

—Hemos estado hablando entre nosotros sobre la situación creada, y ya me he reunido con Minho para discutirlo.

Taeyeon miró de reojo a Minho, preguntándose por qué no la había informado de aquello.

—He trabajado con su padre durante más de veinte años. ¡Caray, si hasta la recuerdo a usted cuando no era más que una adolescente! —añadió con una risita—. Creo que todos estamos de acuerdo en que soy el único de los presentes lo suficientemente cualificado para hacerse cargo de la gestión de la empresa.

—¿Es eso cierto? —preguntó Taeyeon, reanudando su paseo alrededor de la mesa—. Usted se encarga de los tableros de aglomerado, ¿no es así?

—Sí, señorita. Así ha sido, desde el principio.

—¿Y sin embargo le parece estar cualificado para encargarse de todas las plantas?

—Bueno, obviamente, al llevar aquí veinte años, uno acaba aprendiendo un poco de todo.

—Entiendo. Entonces, si por ejemplo le pregunto cuántos contratos de postes de creosota tenemos pendientes, ¿lo sabría usted?

El hombre miró hacia Mark Edwards.

—Bueno, tendría que preguntárselo a Mark.

—Greg, ¿cuántos contratos hay pendientes?

—Dos.

—¿Y son...?

—La oficina regional de teléfonos de Dallas está aceptando ofertas de postes de creosota, y también hemos hecho una oferta a Home Warehouse para suplir postes a una zona que incluye seis estados.

—Gracias.

Taeyeon volvió hacia su sillón y tomó asiento.

—La señora Willis me dice que mi padre estaba planeando poner en funcionamiento una nueva planta. Señor Peterson, ¿le importaría informar a todos sobre el tema?

El encargado carraspeó y miró a los demás con nerviosismo.

—Bueno, señorita Kim, el caso es que ninguno de nosotros estaba al corriente... no sabíamos nada de esa nueva planta.

—¿Quiere decir que mi padre no lo informó de ello?

—No.

—¿Lleva usted aquí veinte años, desea ocuparse de la dirección de esta compañía, y sin embargo no conocía esos planes de futuro?

—Estoy seguro de que, si sólo la señora Willis los conocía, será porque apenas estaban en fase preliminar.

—Greg, ¿por qué no informas a todos de lo que pensaba hacer mi padre en la nueva planta?

—Su deseo era producir alimento para el ganado —dijo Greg, desatando la carcajada general.

—¿Alimento para el ganado? Vamos, Greg, somos una empresa maderera —se mofó Peterson—. Estoy seguro de que Haehyo no pensaba diversificar tanto sus negocios.

—Bueno, Ron, actualmente ya vendemos a una empresa canadiense que fabrica alimento para el ganado —intervino David Jiménez, su ayudante.

—¿Qué es lo que les vendemos?

—Serrín y viruta —aclaró Greg.

Taeyeon comprobó, agradablemente sorprendida, que David Jiménez no solamente sabía de esas ventas, sino que estaba dispuesto a contradecir a su jefe.

—¿Desde cuándo las vacas comen viruta? —quiso saber Peterson, volviendo a suscitar la carcajada de los que estaban a su alrededor.

Greg y Taeyeon intercambiaron miradas, y ella hizo un gesto de asentimiento.

—Con ella fabrican melaza, Ron —aclaró Greg.

Taeyeon alzó una mano.

—Dejemos un momento el tema del alimento para ganado, ¿de acuerdo?

Se quedó un momento mirando fijamente el monitor de su portátil, preguntándose qué tema debería sacar primero a colación. Tal vez sería mejor comenzar por el más delicado.

—Me gustaría hablarles de los presupuestos. Según creo entender, cada planta recibe un presupuesto para su funcionamiento, que queda bajo el control de su respectivo encargado, incluyendo los salarios, ¿correcto?

Alzó la vista y vio que varios asentían, pero poco más.

—Señor Peterson, dado que se ha postulado usted como portavoz del grupo, explíqueme cómo se fijan los salarios.

—¿Qué quiere decir?

—¿Existe una escala, ajustable según el coste de la vida, basada en la antigüedad? ¿Funciona algún sistema que premie los méritos? Creo que lo que en realidad quiero saber es cómo se deciden las subidas de sueldo.

—Bueno, en realidad no existe ninguna escala ajustable. Cada turno tiene sus supervisores. En mi área, yo me baso en los informes de mis supervisores para decidir los posibles aumentos. Supongo que en las demás áreas sucede lo mismo.

—Aglomerado, contrachapado, cartón piedra, creosota y el aserradero: cinco plantas. El área de Heechul, el aserradero, es la que paga los mayores salarios. La de aglomerado, del señor Peterson, tiene los más bajos. Y cuando digo los más bajos no estoy hablando de la dirección de la planta, sino de los empleados a los que se les paga por horas.

Taeyeon sacó uno de los informes de Greg.

—Por ejemplo, Jesús Hernández. Lleva en la empresa casi diez años. En ese tiempo ha tenido exactamente tres subidas de sueldo. Y sin embargo, si se comprueba su ficha, no se ha quejado nunca de nada y nunca ha sido expedientado. De hecho, en esos diez años tan sólo ha faltado seis días al trabajo.

Taeyeon alzó la vista y miró fijamente a Ron Peterson.

—Señor Peterson, ¿podría decirme por qué este empleado sigue ganando menos de diez dólares la hora?

—No; tendría que comprobar su ficha y hablar con el supervisor de su turno. Tal vez sucede simplemente que nunca ha sido recomendado para una subida de sueldo.

—Tiene usted otro empleado a sus órdenes, Steven Yates. Lleva aquí cuatro años. Ha tenido tres subidas de sueldo, y además ha sido trasladado al turno de día. Veo en este informe que el señor Hernández ha estado solicitando el turno de día desde hace cinco años, y sin embargo sigue trabajando por las noches. ¿Puede usted explicármelo?

—De nuevo he de decirle que no puedo hacerlo sin hablar con los supervisores, señorita Kim.

—Entonces, ¿me está diciendo que son los supervisores los que fijan los salarios y no usted?

—No, claro que no. Soy yo el que fija los salarios.

—¿También fija usted el salario de David Jiménez, su ayudante?

—Por supuesto.

Taeyeon respiró hondo y a continuación se encogió de hombros.

—Tal vez este no es el lugar adecuado para traer esto a colación, pero, dado que no tengo el menor conocimiento sobre el tema, ¡qué demonios! —exclamó, mirando a Minho antes de continuar—. El problema que tengo, señor Peterson, es que esta empresa tiene un gran desequilibrio entre lo que cobran los directivos y lo que reciben los empleados base. Usted, por ejemplo, cobra cerca de doscientos mil, entre el sueldo y los incentivos, mientras que su ayudante no llega a cuarenta. El señor Edwards, en cambio —añadió, mirando hacia el otro extremo de la sala—, cobra la mitad que usted, y su ayudante sobrepasa los cincuenta mil.

—Llevo veinte años en la empresa, mientras que Mark no lleva más que unos diez.

—Doce, señor Peterson —replicó Taeyeon sacando otro informe—. Espero que no piense que me estoy cebando en usted; tan sólo lo estoy utilizando como ejemplo. Sin embargo, tengo un problema con sus tiempos.

—¿Mis tiempos?

Ron Peterson se aflojó con gesto nervioso la corbata y desabrochó el botón superior de la camisa.

—Verá, es posible supervisar la cantidad de tiempo que cada empleado pasa conectado a la intranet. Eso nos da una idea aproximada de quién está trabajando y... en fin, de quién no lo está. Su media es de unas diez horas... a la semana, señor Peterson. La media de David es de casi cincuenta. También indica que su correo electrónico está desviado al de David, lo cual me indica que básicamente es él quien hace su trabajo.

Fue uno de aquellos momentos de los que Taeyeon había oído hablar tan a menudo, sin haberlos experimentado nunca: podía oírse el vuelo de una mosca.

—Pero eso podemos hablarlo más tarde, señor Peterson, en privado.

—Aguarde un momentito, damisela. ¿Qué le hace pensar que puede usted entrar aquí y hablarnos de esa manera?

Taeyeon se quedó mirándolo, atónita.

—¿Cómo dice? ¿Damisela? —dijo poniéndose lentamente en pie—. Señor Peterson, por si se ha perdido el principio de esta reunión, le recuerdo que soy la dueña de esta empresa. ¡Su jefa! Le sugiero que cierre la boca.

Volvió a recorrer la sala con la vista, sorprendiéndose al ver que nadie había reparado en el temblor de sus manos. Las hundió rápidamente en los bolsillos.

—¿Alguien más desea expresar su opinión antes de continuar?

Los únicos que se atrevieron a sostenerle la mirada fueron David Jiménez, Greg y su tío; sus ojos expresaban el respeto que sentían hacia ella.

—Muy bien.

Taeyeon movió ligeramente el ratón inalámbrico, dando paso a una nueva imagen en la pantalla. Su lista de deseos, como la había llamado la noche anterior. Tal vez demasiado ambiciosa, pero pensaba exponerla allí de todos modos.

—Hay unos cuantos cambios que querría ver aplicados lo más pronto posible. Señora Scott, me gustaría que diseñase usted una escala salarial ajustable, basada en la antigüedad. Deseo instaurar una subida general anual, basada en el aumento del coste de la vida. También quiero que se reserve una cantidad para aumentos de sueldo por méritos, que serán los únicos que decidan los supervisores —concluyó, mirando a la directora de personal—. ¿Alguna pregunta?

—No, señora.

—Bien. Una vez esté esto establecido y nos hayamos puesto de acuerdo, quiero que los salarios se ajusten de acuerdo a esa tabla. También quiero que alguien se encargue del caso de Jesús Hernández, porque, francamente, me tiene consternada.

—Por supuesto.

—También quiero ajustar los salarios de los encargados de planta. No hay ninguna razón que justifique que un encargado cobre el doble que otro, sobre todo cuando estamos hablando de cantidades de seis cifras —dijo mirando intencionadamente a Ron Peterson—. Algunos de ustedes han de contar con una reducción salarial.

El aludido dio una fuerte palmada sobre la mesa, sobresaltando a los que estaban a su alrededor.

—¡No puede hacer eso! Minho, díselo. ¡Tengo un contrato!

—Señor Peterson, mi padre no ha firmado ningún contrato con usted en los últimos seis años, según su ficha personal.

—Escúcheme bien: no puede usted venir aquí y hacer esto. ¡Nos iremos todos de aquí! Y después, ¿qué le quedará? Esta empresa se hundirá sin nosotros.

Esta vez, Taeyeon permitió que una sonrisa le asomase al rostro.

—Señor Peterson, señor Edwards, y cualquiera que piense que no podrá trabajar en estas condiciones, por favor, esta es su oportunidad —anunció señalando la puerta.

Peterson se puso en pie y miró a los demás.

—¿Y bien? ¡Vámonos!

—Yo no me voy a ninguna parte, Ron.

El encargado de planta se inclinó hacia el que había hablado.

—Pero ¿es que no lo ves? ¡No puede hacer funcionar este lugar sin nosotros!

Taeyeon se volvió hacia la señora Willis.

—¿Tenemos servicio de seguridad? —le susurró.

La mujer asintió.

—Señor Peterson, siéntese.

—¡No! ¡Váyase a la mierda! ¡Renuncio!

Taeyeon dejó escapar un hondo suspiro. Sí, estaba siendo demasiado fácil.

—Muy bien. Por favor —añadió dirigiéndose a la señora Willis—, llame a seguridad y dígales que acompañen al señor Peterson hasta la puerta. Pueden ir con él hasta su despacho, por si tiene que recoger sus efectos personales.

—¡No necesito ningún jodido escolta!

—Créame, es por el bien de la empresa, no por el suyo —dijo, dejando de prestarle atención al momento—. Señor Jiménez, parece haber un puesto vacante de encargado. ¿Le interesa?

—¡Lo lamentará! —tronó Ron Peterson mientras la diminuta señora Willis lo asía del brazo para conducirlo fuera de la sala—. ¡No tiene a nadie que pueda hacerse cargo de esta empresa!

Cuando por fin la puerta se cerró de golpe, Taeyeon miró a los otros, aguardando a que todos se volviesen hacia ella.

—Detesto llevar peso muerto. Ron Peterson recibía su salario, pero a cambio apenas aportaba nada a la empresa. Aquí nadie es indispensable —dijo mirando de refilón a Lee Minho.

Volvió a echar un vistazo a su lista de deseos. De repente se sentía muy cansada.

—Hay unas cuantas cosas más que me gustaría cambiar, pero las dejaré para discutirlas con el nuevo presidente —dijo, y carraspeó a continuación—. Sin embargo, hay un cambio que quiero ver realizado de inmediato, de modo que hagan el favor de transmitírselo a todos. Señora Scott, ¿le importaría enviar un correo electrónico? Odio la etiqueta en el vestir: desde ahora queda abolida.

Taeyeon sonrió al oír las risitas nerviosas que había provocado su frase.

—Vamos, chicos, arriba esos ánimos. No voy a despedir a nadie —dijo, siendo recompensada con sonrisas más relajadas.

—Señora Kim, permítame que le recuerde que ha hablado usted de un nuevo presidente —dijo Lee Minho—. Sin embargo, nunca ha existido ese cargo en la empresa.

—Bueno, me pareció que presidente era la palabra más adecuada. Tenemos directores de personal y de contabilidad. Tenemos encargados en las plantas. He pensado que necesitamos un presidente que esté sobre todos ellos. Y, hablando de eso —dijo poniéndose en pie—, volvamos a lo que importa.

Taeyeon cerró su portátil y se enderezó de nuevo antes de anunciar:

—Greg De Luque es el nuevo presidente de Industrias Kim. Si alguien tiene algo que objetar o necesita alguna aclaración, Greg les facilitará mi dirección de correo electrónico. Les pido que por favor le brinden su apoyo —concluyó, y a continuación se volvió hacia Minho—. Señor Lee, ¿podríamos hablar un momento?

Taeyeon posó cuidadosamente el portátil sobre el escritorio de su padre y se volvió hacia Lee Minho.

—¿Y bien?

—Tu padre estaría muy orgulloso de la forma en que has llegado y tomado el control de la situación.

—Minho, ¿por qué no me dijiste que ya habías hablado con Ron Peterson sobre quién sería el nuevo jefe?

—Lo siento. Por tus primeros comentarios di por sentado que no estabas preparada para tomar decisiones sobre la empresa.

—¿Cuándo te reuniste con Peterson?

Minho se removió, inquieto, y por fin se colocó tras uno de los asientos destinados a las visitas, aferrando el respaldo como en busca de apoyo.

—Taeyeon, si piensas que me mueve algún fin oculto, te aseguro que no es así. Ron Peterson habló conmigo el mismo día del accidente de tu padre. Por supuesto, él no tenía ni idea de lo tuyo. Simplemente, estaba ofreciendo sus servicios. Volví a hablar con él ayer, y le dije que pensaba recomendarte que él tomase el mando.

—¿Por qué Peterson? ¿Simplemente porque lleva aquí veinte años?

—Sí, sobre todo por eso.

Taeyeon tomó asiento y le hizo un gesto a Minho para que la imitase.

—¿Estabas al tanto de las diferencias salariales, Minho?

—Conozco los salarios de todos los encargados de planta, si es eso lo que quieres saber.

—¿Fue mi padre el que decidió sus salarios?

—Al principio, sí.

Taeyeon se inclinó hacia él.

—¡No estarás diciéndome que ellos mismos se subían el sueldo aprovechando que manejaban sus propios presupuestos!

—Hasta cierto punto, sí. Tu padre se reservaba la aprobación final. No era que pudiesen fijarlo todo a su antojo.

—¿Sabías también que Ron Peterson apenas trabajaba?

—Sabía que había delegado muchas de sus responsabilidades en David.

—Y, sin embargo, David nunca recibió una compensación contante y sonante por ello —dijo Taeyeon mirando fijamente a Minho, al tiempo que apoyaba los codos sobre la mesa—. Ron Peterson amenazó con dimitir porque creyó que yo nunca lo aceptaría. Dio por hecho que tú te asegurarías de ello. ¿No es así, Minho?

—Sí, supongo que sí.

—En mi opinión, David Jiménez es mucho más valioso para la empresa que Ron Peterson. No quiero que se le permita regresar a ella bajo ninguna circunstancia. ¿Estás de acuerdo?

—Yo no soy más que tu asesor legal, Taeyeon. Como ya te dije, tu padre tomaba todas las decisiones, y raras veces me consultaba.

—Entonces, ¿tú tampoco sabías nada de sus planes de levantar una nueva planta?

—No.

—¿Me estás diciendo que la señora Willis y Greg De Luque eran las únicas personas en las que confiaba?

—Desde luego, a Greg le confiaba muchas tareas.

—Eso me han dicho.

Taeyeon se puso en pie y miró hacia las naves industriales.

—¿Cómo crees que van a tratar a Greg?

—Es una persona que cae bien en general. Es muy brillante. También ocurre que apenas lleva unos años aquí.

Taeyeon giró sobre sí misma.

—Confío en Greg. Sé que tomará las decisiones más adecuadas. Me gustaría que dejases claro a todos que ahora es él quien está al mando —dijo, y añadió después de una pausa—: Y si esta mañana les he parecido una cabrona engreída, mis disculpas. Más que nada ha sido por el nerviosismo.

—Sí, seguro que se habrá pronunciado ese epíteto en la sala. Además, los has aterrorizado por completo. No dudo de que escucharán atentamente lo que Greg tenga que decirles, porque tu amistad con los Hwang no es ningún secreto.

—Sí; por eso confío en él.

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Comments

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Karen-14213
#1
Chapter 35: Fue so cute!!!
Thiabel2128
#2
Chapter 35: awwwwwwww :3
LlamaAmerica #3
Encantada con tu histora! :)
gaby_tomala
#4
..por favorrrr ... epilogoo sii??
tiffany0108 #5
Chapter 35: Me encanto el fic, disfrute de cada capitulo
LectoraLemon #6
Chapter 35: Estuvo muy buena esta historia :).. pase toda la madrugada leyendo este hermoso fic .... Gracias <3
gaby_tomala
#7
x favorrrrrrrrrr!!! epilogooooo :)
geral53 #8
Chapter 35: Epilogo :c por fi(?)
mamurayamaken #9
Chapter 35: ........really?
no puedo creerlo
todavía lo intento procesar
loveable11 #10
Chapter 35: ....tan corto el final ?? epilogo ¡¡ ¡¡:3