Sueños

La Huésped (The Host)
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CAPÍTULO 4: SUEÑOS

 

   Estaba demasiado oscuro como para que hiciera tanto calor o hacía demasiado calor como para estar tan oscuro. Una de las dos cosas estaba fuera de lugar.

   

   Me acuclillé en la oscuridad detrás de la débil protección de un achaparrado arbusto de gobernadora, sudando toda el agua que me quedaba en el cuerpo. Habían pasado quince minutos desde que el coche salió del garaje. No se veía dentro ninguna luz. La puerta corredera estaba abierta cinco centímetros, dejando que el humidificador hiciera su trabajo. Podía imaginarme la sensación de humedad, el aire frío que soplaba a través de la cortina y que me habría gustado que llegara hasta mi emplazamiento.

 

   El estómago me rugió y apreté los músculos abdominales para intentar sofocar el ruido. Reinaba un silencio tan absoluto que podía oírse fácilmente cualquier sonido.

 

   Me moría de hambre.

 

   Pero había otra necesidad que era aún mayor, otro estómago hambriento escondido y bien seguro allá en la negrura, esperando a solas en la tosca cueva que era nuestro hogar temporal, un lugar pequeño, rodeado por contornos recortados de piedra volcánica. ¿Qué haría él si yo no regresaba?

 

   Sentía toda la presión de la maternidad, aunque carecía por completo del conocimiento que aporta la experiencia. Me sentía odiosamente impotente. ¡Jamie tenía hambre!

 

   No había ninguna otra casa cercana a ésta. Había estado vigilando cuando el sol aún irradiaba su calor candente en el cielo y tampoco creía que hubiera perro.

 

   Las pantorrillas acalambradas me dolieron cuando me levanté de mi postura en cuclillas con la cintura doblada, intentando que no se me viera detrás del arbusto. La senda de entrada dibujaba en el suelo una estela como de arena suave, un camino pálido a la luz de las estrellas. No se percibía ruido alguno de tráfico en la carretera.

 

   Esos monstruos con el aspecto de una encantadora pareja al comienzo de la cincuentena se darían perfectamente cuenta cuando volvieran, como yo muy bien sabía. Y también averiguarían exactamente lo que soy yo, de modo que comenzarían la búsqueda de inmediato.

 

   Necesitaba estar lejos cuando llegara ese momento. Albergaba la esperanza de que hubieran salido a pasar la noche en la ciudad, porque me parecía que debía de ser viernes. Mantenían nuestros hábitos con tal perfección que apenas podía verse ninguna diferencia. Así fue como habían conseguido ganar al principio.

 

   La verja alrededor del patio apenas me llegaba a la cintura. La salté con facilidad, sin hacer ruido. Tuve que andar con cuidado para no dejar huellas al pisar la gravilla del patio y me dirigí hacia la parte enlosada.

 

   Las persianas estaban subidas. La luminosidad de las estrellas bastaba para ver que no había movimiento alguno en las habitaciones. Esta pareja llevaba una vida espartana y me sentí agradecida por ello, aunque eso hacía mucho más difícil esconderse. Claro que si tenía que llegar a ese extremo sería demasiado tarde de todos modos.

 

   Abrí la puerta mosquitero primero y luego la de cristal. Ambas se deslizaron en silencio. Puse los pies con cuidado en las baldosas, aunque por una simple costumbre, ya que nadie me esperaba aquí.

 

   El aire frío me supo a cielo.

 

   Tenía la cocina a mi izquierda, donde relumbraban las encimeras de granito.

 

   Desprendí la bolsa de lona de mi hombro y empecé por el frigorífico. Sentí algo de nerviosismo cuando al abrir la puerta se encendió la luz, pero encontré el botón y lo apreté con el dedo. Me quedé a ciegas y, como no tenía tiempo para dejar que mis ojos se adaptaran de nuevo, funcioné por pura intuición. Había leche, pedazos de queso y otros restos en un cuenco de plástico. Esperaba que fuese aquella cosa de arroz con pollo que les había visto cocinar por la mañana y que con suerte podríamos comernos esa misma noche. Zumo, una bolsa de manzanas. Zanahorias enanas. Éstas aguantarían bien hasta la mañana.

 

   Me apresuré hacia la despensa, necesitaba vituallas que se conservaran el máximo tiempo posible. Allí podía ver mucho mejor, por lo que recogí cuanto pude llevarme. Mmm, chocolate, patatas fritas con sabores. Me moría por abrir allí mismo la bolsa, pero apreté los dientes e ignoré el retortijón de mi estómago vacío.

 

   La bolsa se llenó muy pronto hasta arriba. Esto sólo nos duraría una semana, incluso si comíamos con moderación, y no tenía ganas precisamente de andar con miramientos, más bien lo que sentía eran deseos de atiborrarme de comida. Me llené los bolsillos con barritas de cereales.

 

   Una cosa más.

 

   Me dirigí apresuradamente hacia el fregadero y rellené la cantimplora. Entonces puse la cabeza debajo del grifo y bebí directamente de él. El agua hacía ruidos extraños cuando caía en mi estómago vacío.

 

   Ahora que había terminado el trabajo empezó a entrarme el pánico. Quería estar ya fuera de allí, la civilización era mortal para mí. Mientras salía iba mirando al suelo, preocupada por no tropezar con la bolsa tan pesada que acarreaba, y ése fue el motivo por el cual no vi la silueta oscura de la figura en el patio hasta que no puse la mano en la puerta.

 

   Le oí mascullar una maldición al mismo tiempo que se me escapaba de la boca un estúpido grito de miedo. Me abalancé hacia la puerta de la entrada, esperando que no tuviera los cerrojos echados o al menos que no fueran difíciles de abrir.

 

   Pero no pude dar ni dos pasos antes de que unas rudas manos endurecidas me agarraran por los hombros y me apretaran contra su cuerpo. Era demasiado grande y demasiado fuerte para ser una mujer.

 

   La voz de tono grave demostró que no me equivocaba.

 

   —Un sonido y morirás —me amenazó bruscamente.

 

   Me quedé horrorizada cuando sentí un filo agudo y muy fino presionándome la piel bajo la mandíbula.

 

   No entendía nada. Ni siquiera había tenido una oportunidad. ¿Quién era este monstruo? Nunca había oído hablar de ninguno que rompiera las reglas de este modo.

 

   Respondí de la única manera que podía.

 

   —Hágalo —escupí entre los dientes—. Máteme de una vez. ¡No quiero convertirme en un asqueroso parásito!

 

   Esperé al cuchillo y me dolió el corazón. Cada latido tenía nombre propio: Jamie, Jamie, Jamie.

 

   ¿Qué le iba a ocurrir ahora?

 

   —Muy lista —masculló el hombre, y no sonó como si estuviera hablando conmigo—. Debes de ser una buscadora. Y eso significa una trampa. ¿Cómo lo han averiguado?

 

   El acero desapareció de mi garganta, pero fue reemplazado por una mano tan dura como el hierro. Apenas podía respirar bajo su garra.

 

   —¿Dónde están los demás? —me preguntó, apretando más.

 

   —¡Sólo estoy yo! —respondí con voz rasposa. No podía llevarles hasta Jamie. ¿Qué iba a hacer si yo no regresaba? ¡Jamie tenía hambre!

 

   Le enterré el codo en las tripas, algo que duele de verdad, pero sus músculos abdominales eran duros como el acero, tanto como su mano, lo cual era muy extraño. Esos músculos eran producto de una vida dura o de la obsesión, y los parásitos no padecían ninguna de esas dos cosas.

 

   Ni siquiera pestañeó ante el golpe. Desesperada, le hundí el talón en el empeine. Esto le pilló con la guardia baja y se tambaleó. Me solté de un tirón, pero me agarró de la bolsa, atrayéndome de nuevo hacia su cuerpo. Me atenazó de nuevo el cuello con las manos.

 

   —Qué batalladora para ser una ladrona de cuerpos amante de la paz, ¿no?

 

   Sus palabras no tenían sentido.

 

   Siempre había pensado que los extraterrestres eran todos iguales, aunque era de suponer que también tuvieran sus extraños trabajos después de todo.

 

   Me retorcí y le arañé intentando romper su presa. Le alcancé en el brazo con las uñas, pero eso únicamente sirvió para que intensificara la presión sobre mi garganta.

 

   —Te voy a matar, despreciable ladrona de cuerpos. No estoy de broma.

 

   —¡Hazlo entonces!

 

   Repentinamente jadeó y me pregunté si alguno de mis golpes había conseguido alcanzarle.

 

   Me soltó el brazo y me agarró del pelo. Eso debía de ser: iba a cortarme la garganta ya. Me preparé para sentir el filo del cuchillo...

 

   Sin embargo, la fuerza con la que me agarraba se aflojó y entonces empezó a rebuscar torpemente en la parte de atrás de mi cuello con unas manos rudas pero cálidas sobre mi piel.

 

   —Imposible —musitó.

 

   Dejé de sentir su mano sobre el cuello y luego algo impactó en el suelo con un golpe sordo.

 

   ¿Había dejado caer el cuchillo?

 

   Intenté pensar en una forma de hacerme con él. Quizá si me deslizaba hacia abajo... La mano que aferraba mi pelo no era lo suficientemente fuerte como para que no pudiera soltarme. Creía haber oído dónde había caído.

 

   Me dio la vuelta con brusquedad. Sonó un clic y una luz me cegó el ojo izquierdo. Jadeé y automáticamente intenté retorcerme para alejarme de él. Me tiró de nuevo del pelo y la luz se deslizó al ojo derecho.

 

   —No me lo puedo creer —susurró él—. Todavía eres humana.

 

   Me agarró la cabeza entre las dos manos y, antes de que pudiera apartarme, apretó con fuerza sus labios contra los míos.

 

   Me quedé helada durante un segundo.

 

   Nadie me había besado en la vida.

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Comments

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Aapark #1
Amazing
LlamaAmerica #2
Chapter 19: Jajajaja simpático?? Xd buenoooo por lo menos ya le habla no? XD
LlamaAmerica #3
Chapter 18: Wooow tanto tiempo!!! Gracias por el cap!!! Uffff pobre jamie y pobre de mi Tae :'(
shinee763 #4
no puedo esperar!!
LlamaAmerica #5
Chapter 16: Uhhhhhhhh me quedare con la intriga jajajjaa
LlamaAmerica #6
Chapter 15: Ahhhhh cuanto tiempo esperando espero actualices prontooooooo!!!
LlamaAmerica #7
Chapter 14: Haaaaaaaaaaaaaaaay hasta que me pude poner al corriente con esta historia ojalá actualices pronto *-*
LyndaM #8
Chapter 6: Omo, primero dios todo estara bien, animo te esperaremos
LlamaAmerica #9
Chapter 5: Haaaaaaaay joder Tae están ashjakska jajajaja sigueeee!!!!
saine1993
#10
Chapter 3: no e leído el libro pero si vi la película y es una de mis favoritas que bien que la adaptes me encantan actualiza pronto