Deshidratada

La Huésped (The Host)
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Capítulo 11 - Deshidratada

 

   —¡Vale! ¡Tenías razón, tenías razón! —admití en voz alta a pesar de que no había nadie a mi alrededor para escucharme.

 

   Tiffany no me estaba echando en cara nada con un «ya te lo había dicho». Al menos no con tantas palabras. Sin embargo, podía sentir el peso de la acusación en su silencio. No sentí deseo alguno de abandonar el coche, aunque me era de poca utilidad ahora. Cuando se acabó la gasolina, lo dejé avanzar aprovechando la inercia hasta que llegamos a un descenso en picado en un estrecho desfiladero, una marcada hondonada en el terreno causada por un arroyo horadado por las últimas grandes lluvias. Miré hacia fuera por los cristales del parabrisas hacia la vasta llanura vacía y sentí cómo el estómago se me retorcía de pánico.

 

   «Debemos irnos, Wanderer. Lo único que va a pasar es que hará más calor».

 

   Había gastado algo más de un cuarto del depósito de gasolina porque quería llegar justo hasta la misma base del segundo punto de referencia por pura cabezonería, pero entonces me encontré con que la tercera referencia apenas era visible desde esa distancia y que debíamos dar la vuelta y recorrer el camino inverso. No cabía duda de que habríamos ido mucho más lejos a través de aquel cauce arenoso, y hubiéramos llegado mucho más cerca de nuestro próximo objetivo. Gracias a mí, íbamos a tener que seguir el viaje a pie a partir de ese momento.

 

   Lentamente, cogí las botellas de agua de una en una y me las cargué en la espalda. Añadí las barritas de cereales con la misma lentitud. Mientras tanto, Tiffany me aguijoneaba para que me diera prisa. Su impaciencia me impedía pensar, y era difícil concentrarse en nada, como, por ejemplo, en lo que nos ocurriría a partir de entonces.

 

   «Vamos, vamos, vamos», entonaba ella mientras yo me arrastraba, rígida y torpe, fuera del coche.

 

   Sentí un dolor punzante en la espalda cuando me erguí. Después de haber dormido retorcida la última noche, estaba dolorida, y no por el peso del paquete, que no me pareció tanto cuando mis hombros se acostumbraron a llevarlo.

 

   «Ahora cubre el coche», me instruyó ella, plantando imágenes en mi cabeza de mí misma arrancando ramas espinosas de las gobernadoras que tenía al lado y las cinacinas y colocándolas sobre el techo plateado del automóvil.

 

   «¿Por qué?».

 

   Su tono implicaba que yo era bastante estúpida por no comprenderlo a la primera: «De ese modo nadie podrá encontrarnos».

 

   «¿Y qué pasa si yo quiero que nos encuentren? ¿Y qué pasa si no hay nada aquí fuera más que calor y polvo? ¡No hay otra forma de volver a casa!».

 

   «¿A casa?», inquirió ella, arrojándome a la cara imágenes desagradables, como el apartamento vacío de San Diego, la expresión más detestable de la buscadora, el punto que marcaba Tucson en el mapa..., y enseguida una rápida visión, mucho más feliz, del cañón rojo que se le escapó por accidente. «¿A qué casa?».

 

   Ignoré su advertencia y le di la espalda al coche. Ya había ido demasiado lejos y no iba a abandonar toda esperanza de regreso. Quizá alguien encontrara el vehículo y después me hallara a mí. Podía explicar con facilidad y sinceridad lo que estaba haciendo allí a cualquier rescatador: me había perdido

 

   Había perdido mi camino y el control de mí misma..., y el de mi mente.

 

   Me dejé llevar al principio, dejando que mi cuerpo se acompasara al ritmo natural de largas zancadas más propio de Tiffany. No era la forma en la que caminaba por las aceras que había entre la universidad y mi casa, y no era mi paso en absoluto, pero se ajustaba bien al accidentado terreno que recorría en ese momento, y me hacía avanzar suavemente hacia delante con una velocidad que me sorprendió hasta que me habitué.

 

   «¿Qué habría pasado si no hubiera venido hasta aquí?», me pregunté mientras me internaba más en el desolado desierto. ¿Y si el sanador Fords hubiera estado todavía en Chicago? ¿Y si aquel camino no nos llevaba junto a ellos?

 

   Era esta urgencia, este señuelo, el pensamiento de que Taeyeon y Jamie podían estar realmente allí, en algún sitio de este lugar vacío, lo que hacía imposible que me resistiera a ese plan sin sentido.

 

   «No estoy segura —admitió Tiffany—. Creo que al menos debía intentarlo, pero tenía miedo mientras las otras almas estaban cerca. Estoy asustada. Confío en ti, pero sé que puedes matarlos a los dos».

 

   Ambas nos estremecimos ante tal pensamiento.

 

   «Pero estamos aquí, tan cerca... Me parecía que al menos debía intentarlo. Por favor...», y de repente ella empezó a suplicarme, a rogarme, sin ningún rastro de resentimiento en sus pensamientos: «Por favor, no uses esto para hacerles daño, por favor».

 

   «No quiero hacerlo... No sé si podría hacerles daño. Preferiría...».

 

   ¿Qué? ¿Morir yo en su lugar? ¿Eso por no llevar unos cuantos humanos descarriados a la buscadora?

 

   Otra vez nos estremecimos ante tal pensamiento, y mi repulsión ante esa idea la reconfortó, y a mí me asustó más de lo que la calmó a ella.

 

   Tiffany sugirió que nos olvidáramos del plano camino ceniciento cuando el cauce empezó a girar mucho hacia el norte. Ella se decantaba a favor del camino directo hacia el tercer punto de referencia, el espolón de roca oriental que parecía señalar hacia el cielo sin nubes como si se tratara de un dedo.

 

   A mí no me apetecía dejar el cauce seco por la misma razón que me había resistido a abandonar el coche: porque podía seguir todo el camino de vuelta a lo largo de él hasta la carretera sin asfaltar y desde allí a la autopista. Eran kilómetros y kilómetros y me llevaría días enteros recorrerlos, pero si me salía del cauce me quedaría totalmente a la deriva.

 

   «Ten fe, Wanderer. Encontraremos al tío Jeb o él nos encontrará a nosotras».

   «Si todavía es tá vivo —apostillé suspirando mientras abandonaba aquel precario camino para dirigirme hacia un grupo de ralos matorrales, de los muchos que crecían con idéntico aspecto en cualquier dirección que miraras—. La fe no es un concepto familiar para mí. No sé a qué me comprometo con ella».

 

   «¿Confianza entonces?».

 

   «¿En quién? ¿En ti?». Me eché a reír. El aire caliente me quemó la garganta cuando inspiré.

 

   «Simplemente piensa —replicó ella, cambiando de tema—. Quizá les veamos cuando llegue la noche».

 

   El anhelo vehemente procedía de las dos a la vez; la imagen de sus rostros, un hombre, un niño, venían de los recuerdos de las dos. Y cuando comenzamos a caminar más rápido no estaba segura de que estuviera realmente al mando de la situación.

 

   Después hizo más y más calor, y luego aún más. Rompí a sudar con fuerza: el pelo empapado se me adhirió al cráneo y la camiseta de color amarillo claro se me pegó al cuerpo de un modo muy desagradable. Por la tarde, rachas abrasadoras de viento me empujaron, arrojándome arena a la cara. El aire seco evaporó la transpiración, convirtió mi pelo en una cáscara de polvo e hizo aletear la camisa, apartándola de mi cuerpo. Yo me movía tan rígidamente como si fuera un cartón cubierto de sal seca, pero continué andando a pesar de todo.

   Bebía agua con más frecuencia de la aconsejada por Tiffany, que me concedía de mala gana cada trago, recordándome que al día siguiente la necesitaría mucho más, pero ya le había concedido tantas cosas ese día que no estaba de humor para escucharla. Bebí cuando tuve sed, que era la mayor parte del tiempo.

 

   Mis piernas se movían hacia delante sin que las impulsara ningún pensamiento por mi parte. El sonido rítmico y crujiente de mis pasos era como una música de fondo, baja y tediosa. No había nada que ver; un arbusto retorcido de aspecto quebradizo era exactamente igual que cualquier otro. La monotonía me sumió en una especie de ensoñación, y sólo era realmente consciente de la silueta de las montañas recortada contra el cielo pálido y decolorado. Comprobaba su forma cada pocos pasos, aunque la conocía ya tan bien que podría haberla dibujado con los ojos cerrados.

 

   El paisaje parecía haberse quedado congelado en una foto fija. Constantemente volvía la cabeza a mi alrededor buscando el cuarto punto de referencia, como si la perspectiva fuera a cambiar de algún modo desde el paso anterior. Éste era un gran pico en forma de cúpula al que le faltaba un trozo curvado que parecían haber extraído de uno de sus lados y que Tiffany no me había mostrado hasta esa misma mañana. Esperaba que ésta fuera la última pista, porque me sentía afortunada con haber llegado ya hasta aquí, pero tenía la sensación de que Tiffany se estaba reservando más datos y que el final de nuestro viaje estaba tan lejos que sería casi imposible llegar a él.

 

   Me zampé las barritas de cereales a lo largo de la tarde, sin darme cuenta hasta que fue demasiado tarde de que ya me había comido la última.

 

   Cuando se puso el sol, la oscuridad cayó con la misma velocidad que el día anterior. Tiffany estaba preparada, y había buscado ya un lugar donde pasar la noche.

 

   «Aquí —me dijo—; hemos de colocarnos lo más lejos que podamos de las choyas, por si te das la vuelta durmiendo».

 

   Le eché una mirada de refilón al cactus achaparrado que todavía se distinguía en la luz decreciente; era bastante gordo y sus espinas del color del hueso parecían pelos. Me estremecí. «¿Quieres que duerma ahí, en el suelo? ¿Aquí mismo?».                       

 

   «¿Se te ocurre otra idea? —Ella sintió mi pánico y suavizó el tono de su voz, como si me compadeciera—: Mira, es mucho mejor que el coche, al menos está llano, y hace demasiado calor para que a ningún bicho le atraiga el calor de tu cuerpo y...».

 

   —¿Bichos? —pregunté en voz alta—. ¿Bichos?

 

   Hubo una visión fugaz, muy desagradable, de insectos de aspecto letal y serpientes enrolladas en sus recuerdos.

 

   «No te preocupes». Ella intentó tranquilizarme mientras yo me ponía de puntillas, procurando mantenerme lejos de cualquier cosa que pudiera estar escondida en la arena, mientras mis ojos buscaban afanosos en la oscuridad algún sitio por donde escapar. «Nada te va a molestar a menos que tú le molestes primero. Después de todo, tú eres más grande que ninguna otra criatura que pueda haber por aquí».

 

   Otro fogonazo en el recuerdo, esta vez de un carroñero canino de tamaño medio, un coyote, revoloteó por sus pensamientos.

 

   —Perfecto —gemí, acuclillándome sobre mis piernas, aunque seguía atemorizada por la tierra negra que había debajo de mí—. Asesinada por perros salvajes. ¿Quién hubiera podido pensar que esto terminaría de una forma tan... trivial? Qué decepcionante. Si al menos fuera la bestia con garras del Planeta de las Nieblas... habría alguna dignidad en acabar a manos de una criatura como ésa.

 

   El tono de la respuesta de Tiffany hizo que me la imaginara poniendo los ojos en blanco: «Deja de comportarte como un bebé. Nadie te va a comer. Así que acuéstate y descansa un poco. Mañana será más duro que hoy».

 

   —Gracias por las buenas noticias —gruñí. Se estaba volviendo una tirana. Me hacía pensar en el refrán humano que dice: «Dale la mano y te cogerá el brazo», pero estaba mucho más cansada de lo que creía y, apenas me había acomodado a regañadientes en el suelo, me resultó imposible no desplomarme sobre el suelo polvoriento y pedregoso y cerrar los ojos.

 

   Parecía que apenas habían transcurrido unos minutos cuando irrumpió un amanecer de un brillo deslumbrante y tan caluroso que enseguida rompí a sudar. Estaba cubierta de polvo y grava cuando me desperté; se me había quedado el brazo derecho atrapado debajo del cuerpo y había perdido toda sensibilidad. Lo sacudí para deshacerme del hormigueo y después alargué la mano para coger algo de agua. Tiffany no estaba de acuerdo, pero la ignoré. Busqué la botella medio vacía de la que h

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Comments

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Aapark #1
Amazing
LlamaAmerica #2
Chapter 19: Jajajaja simpático?? Xd buenoooo por lo menos ya le habla no? XD
LlamaAmerica #3
Chapter 18: Wooow tanto tiempo!!! Gracias por el cap!!! Uffff pobre jamie y pobre de mi Tae :'(
shinee763 #4
no puedo esperar!!
LlamaAmerica #5
Chapter 16: Uhhhhhhhh me quedare con la intriga jajajjaa
LlamaAmerica #6
Chapter 15: Ahhhhh cuanto tiempo esperando espero actualices prontooooooo!!!
LlamaAmerica #7
Chapter 14: Haaaaaaaaaaaaaaaay hasta que me pude poner al corriente con esta historia ojalá actualices pronto *-*
LyndaM #8
Chapter 6: Omo, primero dios todo estara bien, animo te esperaremos
LlamaAmerica #9
Chapter 5: Haaaaaaaay joder Tae están ashjakska jajajaja sigueeee!!!!
saine1993
#10
Chapter 3: no e leído el libro pero si vi la película y es una de mis favoritas que bien que la adaptes me encantan actualiza pronto