La visita

La Huésped (The Host)
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Capítulo 17 - La visita

 

     Lo primero que me golpeó fue el calor, similar a una muralla de vapor: un aire denso y húmedo me envolvió y me empapó la piel. Se me abrió automáticamente la boca mientras intentaba respirar en aquel aire que se había vuelto de pronto más espeso. El olor era ahora más fuerte y tenía ese regusto metálico que se pegaba a la garganta y que le daba ese sabor tan peculiar al agua.

 

   El murmullo de voces bajas y altas parecía venir de todas partes, haciendo eco contra las paredes. Entrecerré los ojos con ansiedad para observar a través de aquella nube remolinante de humedad, intentando descubrir la procedencia de dichas voces. Había allí tanta luz que el techo devolvía un resplandor cegador, aunque a menos altura que en la habitación grande, e iluminaba el vapor creando una cortina reluciente que casi me cegaba. Luché por enfocar bien y me aferré a la mano de Jeb, aterrorizada.

 

   Me sorprendió que nuestra entrada no hubiera causado ninguna reacción en aquel murmullo extrañamente fluido. Quizá se debía a que aún no nos habían visto.

 

   —Es un poco pequeño —comentó Jeb en tono de excusa, abanicando el vapor frente a su rostro. Su voz sonaba relajada, en su habitual tono tranquilo, aunque lo suficientemente alta como para que me sobresaltara. Hablaba como si no tuviéramos a nadie alrededor y el barboteo continuó, indiferente a su voz—. No es que me queje —continuó él—. Habría muerto más de una vez desde el mismo primer día que me quedé atrapado aquí en las cuevas si este lugar no hubiera existido. Y ahora no podríamos tener ninguna intimidad sin él. Todos necesitamos un lugar donde escondernos, ¿no?

 

   Me dio un codazo leve, en plan confidencial. —Es muy conveniente tal y como está. No lo habría diseñado mejor si lo hubiera modelado yo mismo con plastilina.

 

   Se echó a reír y su risa despejó parcialmente la neblina, con lo que pude ver la habitación por primera vez.

 

   Dos regatos atravesaban aquel espacio húmedo cubierto por una alta cúpula. Ése era el origen de la cháchara que me había llenado los oídos, el gorgoteo del agua sobre la purpúrea roca volcánica. Jeb había hablado como si estuviéramos solos y realmente era como nos encontrábamos.

  

   Era en realidad un solo río, y una corriente más pequeña, que estaba más cercana, un arroyuelo somero plateado por la luz que venía desde la pared más lejana, discurría por un pequeño canal de piedra en constante peligro de verse rebasado. Un murmullo femenino de altos tonos ronroneaba entre sus dulces ondas.

 

   El gorgoteo bajo, como de tonos masculinos, procedía del río, como lo hacían las espesas nubes de vapor que se alzaban a través de los agujeros abiertos en la pared más lejana. El río era de color negro, e iba sumergido bajo el piso de la caverna, mostrándose en las aperturas que se abrían a lo largo de la habitación. Los agujeros parecían oscuros y peligrosos, con la corriente apenas visible mientras fluía con fuerza hacia un destino desconocido. El agua parecía hervir a fuego lento, tales eran el calor y el vapor que producía. Su sonido era como el del agua en ebullición.

 

   Desde el techo colgaban unas cuantas estalactitas finas y largas que caían hacia las estalagmitas que se alzaban debajo. Tres de ellas se habían encontrado, formando delgados pilares negros entre las dos

corrientes de agua.

 

   —Ve con cuidado por aquí —comentó Jeb—. El agua caliente de este manantial lleva mucha fuerza como te caigas ahí, estás perdida. Ya ha ocurrido una vez.

 

   Ladeó la cabeza recordando, con el rostro serio.

 

   Los rápidos remolinos negros del río subterráneo me parecieron repentinamente horribles. Me imaginé a merced de aquella corriente abrasadora y me estremecí.

 

   Jeb me puso la mano suavemente sobre el hombro.

 

   —No te preocupes. Simplemente pon atención en dónde pisas y todo irá bien. Ahora —dijo mientras señalaba hacia el extremo más lejano de la caverna, donde la corriente más somera se introducía en la cueva oscura—, la primera gruta que tienes allí detrás es el baño. Hemos cavado el suelo para hacer un estupendo tubo bien profundo. Hay un horario para bañarse, y la intimidad no suele ser un problema, ya que está oscuro como el carbón ahí dentro. La habitación es cálida y encantadora y está muy cerca de la corriente, pero el agua no quema como en el manantial. Hay una cueva justo después de ésta, a través de una grieta. La hemos ampliado hasta alcanzar un buen tamaño. Esa habitación es lo más lejos que llega la corriente, porque a partir de allí se introduce bajo tierra. Por eso es por lo que usamos ese sitio como letrina. Es apropiado e higiénico. —Su voz había adquirido un tono complaciente, como si hubiera que otorgarle a él el mérito de lo que al fin y al cabo era simplemente una creación de la naturaleza. Bueno, había descubierto y mejorado el lugar, y supongo que eso justificaba algo del orgullo que sentía—. No nos gusta malgastar baterías, ya que la mayoría conocemos el lugar de memoria, pero como es tu primera vez, puedes encontrar el camino con esto.

 

   Jeb sacó una linterna del bolsillo y me la ofreció. En ese momento recordé cuando me encontró en el desierto medio muerta, porque me había alumbrado con ella y se había dado cuenta de lo que era yo. No sabía por qué ese recuerdo me ponía tan triste.

 

   —No concibas ideas locas sobre si el río te puede llevar fuera de aquí ni nada parecido. Una vez que el agua desciende bajo tierra, ya no vuelve a emerger —me advirtió.

 

   Como parecía esperar algún acuse de recibo de esa advertencia, asentí una sola vez. Cogí la linterna lentamente de su mano, teniendo cuidado de no hacer movimientos bruscos que pudieran sobresaltarle. Teniendo en cuenta lo respetado que parecía ser dentro de esta comunidad oculta, era de suponer que Jeb era perfectamente capaz de defenderse si se sentía amenazado.

 

   Me sonrió para darme ánimos.

 

   Seguí sus instrucciones con rapidez y el sonido del agua corriente no hacía que mi incomodidad fuera fácil de soportar. Me resultaba extraño estar fuera de su vista. ¿Y qué ocurriría si había alguien encerrado en aquellas cuevas, suponiendo que hubiera ido allí por casualidad? ¿Escucharía Jeb la lucha por encima del rumor del agua?

 

   Paseé la linterna por todo el baño, buscando algún signo de una emboscada. Las extrañas sombras fluctuantes que esto provocó no me resultaron tranquilizadoras, pero no encontré motivo para mis miedos. El tubo de Jeb tenía más el tamaño de una pequeña piscina, tan negra como la tinta. Bajo la superficie una persona podría ser invisible durante tanto tiempo como pudiera contener el aliento. Me apresuré a través de la estrecha grieta hacia la parte de atrás de la habitación para escapar de mis elucubraciones. Lejos de Jeb, me sentía casi abrumada por el pánico y no podía respirar con normalidad. Apenas podía oír nada debido al sonido que producían mis arterias latiendo detrás de mis orejas. Fui más corriendo que andando cuando rehíce el camino hacia la cueva donde se encontraban los ríos.

 

   Allí volví a encontrarme con Jeb, que estaba todavía en la misma postura, solo, como un bálsamo para mis nervios destrozados. Se me fueron calmando tanto la respiración como los latidos. Cómo podia ser un consuelo para mí este humano loco era algo que escapaba a mi comprensión. Supuse que se debería a que atravesábamos lo que Tiffany había llamado «tiempos desesperados».

 

   —No está tan mal, ¿eh? —me preguntó exhibiendo una mueca orgullosa en el rostro.

 

   Asentí una sola vez de nuevo y le devolví la linterna.

 

   —Estas cuevas son un gran regalo —me contó mientras comenzábamos el camino de regreso hacia el oscuro pasaje—. No podríamos sobrevivir en un grupo tan grande si no fuera por ellas. A Magnolia y Sunny les iba realmente bien, sorprendentemente bien, allí en Chicago, pero al ser dos forzaron demasiado su suerte. Es una maravilla vivir de nuevo en comunidad. Hace que me sienta humano de verdad.

 

   Me cogió del codo una vez más mientras subíamos las toscas escaleras.

 

   —Siento mucho las... incomodidades del sitio donde te hemos metido, pero era el más seguro que se me ocurrió. Me sorprende que esos chicos te encontraran tan rápido. —Jeb suspiró—. Bueno, Kyle está... muy motivado, pero imagino que no tienen mala intención en el fondo. Y lo mejor que podrían hacer es acostumbrarse a la idea de cómo son las cosas ahora. Quizá podamos encontrarte algo más agradable dentro de un tiempo. Pensaré en ello... Mientras estés conmigo, por lo menos, no tienes por qué meterte en ese pequeño agujero. Puedes sentarte junto a mí en el pasillo si lo prefieres, aunque con Taeyeon... —Su voz se desvaneció.

 

   Escuché maravillada sus intentos de disculparse. Era mucha más amabilidad de la que hubiera podido esperar, y un trato más compasivo de lo que pensaba que sería capaz su especie de dar a un enemigo. Palmeé ligeramente, con indecisión, la mano que me sujetaba el codo, intentando transmitirle que le había comprendido y que no le causaría problemas. Estaba completamente segura de que Taeyeon prefería tenerme fuera de su vista.

 

   Jeb no tuvo ningún problema en comprender mi comunicación sin palabras.

 

   —Eres una buena chica —me dijo—. Saldremos de ésta de alguna manera. Doc sería mejor que se concentrara en curar a los humanos. Tú eres mucho más interesante viva, según mi opinión.

 

   Nuestros cuerpos estaban tan cerca que creo que percibió mi estremecimiento.

 

   —No te preocupes. Doc no te va a molestar más.

 

   No podía dejar de temblar, ya que Jeb sólo podía prometer algo en lo que se refería al momento presente. No había garantías de que Taeyeon no decidiera que mi secreto era más importante que proteger el cuerpo de Tiffany. Yo sabía que un destino como ése me haría desear que Ian hubiera tenido éxito la noche anterior. Tragué saliva, sintiendo los moretones que parecían alinearse por las paredes internas dela garganta hacia abajo.

 

«Nunca sabrás cuánto tiempo te queda en realidad», me había dicho Tiffany hacía ya muchos días, cuando mi mundo aún estaba bajo control. Sus palabras reverberaban en mi cabeza cuando entramos de nuevo en la gran habitación, la plaza principal de la comunidad humana de Jeb. Estaba llena, como la primera noche, y todo el mundo volvió a mirarnos con aquellos ojos llameantes de ira y llenos de sentimientos de traición cuando le miraban a él,y con la muerte pintada en ellos cuando me miraban a mí.

 

Mantuve la mirada baja, fija en la roca que tenía bajo los pies. Pude ver vez por el rabillo del ojo que Jeb había empuñado su arma otra vez.

Era sólo cuestión de tiempo, la verdad. Podía sentirse en la atmósfera de odio y miedo circundante de la que Jeb no podría protegerme durante mucho tiempo.

 

   Fue un verdadero alivio volver a pasar por aquella estrecha grieta para avanzar por el oscuro laberinto tortuoso hasta llegar a mi estrecho escondrijo, donde, al menos, esperaba poder estar sola.

 

  Detrás de mí escuché un furioso siseo haciendo eco en la caverna grande, como el de un nido de serpientes acosadas. El sonido me hizo desear que Jeb atravesara el laberinto a paso más vivo. Se echó a reír entre dientes. Cuanto más tiempo pasaba con él más extraño me parecía. Su sentido del humor me confundía tanto como sus motivaciones.

 

   —Algunas veces la vida aquí se hace un poco tediosa, ya sabes —me susurró, o quizá hablaba para sus adentros. Con Jeb era difícil saberlo—. Quizá cuando dejen de estar hasta la coronilla de mí se den cuenta de la cantidad de emociones intensas que les suministro.

 

   Nuestro camino continuó a través de la oscuridad, retorciéndose como una serpiente. Nada me era familiar, así que supuse que había escogido otra ruta distinta para confundirme. Ésta parecía más larga que la otra, pero al final pude ver la tenue luz azulada de la lámpara que brillaba al dar la vuelta a la siguiente curva.

 

   Me preparé de nuevo, preguntándome si Taeyeon estaría allí ya. Si era así, sabía que estaría enfadado. Estaba segura de que no le habría parecido bien que Jeb me llevara a explorar el lugar, sin importarle lo necesario que esto fuera. Tan pronto como giramos la curva, pude ver una figura recostada contra el muro junto a la lámpara; proyectaba una larga sombra en nuestra dirección, aunque obviamente no era Taeyeon.

 

   Mi mano se cerró alrededor del brazo de Jeb en un espasmo automático de miedo. Y entonces fue cuando realmente miré hacia la figura que nos aguardaba. Era más pequeña que yo, razón por la que había sabido que no era Taeyeon, y delgada. Pequeña, pero alta a la vez, y demasiado enjuta y nervuda. Incluso a la luz tenue de la lámpara azul, pude ver que tenía la piel teñida de un oscuro bronceado por el sol y que su sedoso pelo negro le caía ahora despeinado hasta la barbilla.

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Comments

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Aapark #1
Amazing
LlamaAmerica #2
Chapter 19: Jajajaja simpático?? Xd buenoooo por lo menos ya le habla no? XD
LlamaAmerica #3
Chapter 18: Wooow tanto tiempo!!! Gracias por el cap!!! Uffff pobre jamie y pobre de mi Tae :'(
shinee763 #4
no puedo esperar!!
LlamaAmerica #5
Chapter 16: Uhhhhhhhh me quedare con la intriga jajajjaa
LlamaAmerica #6
Chapter 15: Ahhhhh cuanto tiempo esperando espero actualices prontooooooo!!!
LlamaAmerica #7
Chapter 14: Haaaaaaaaaaaaaaaay hasta que me pude poner al corriente con esta historia ojalá actualices pronto *-*
LyndaM #8
Chapter 6: Omo, primero dios todo estara bien, animo te esperaremos
LlamaAmerica #9
Chapter 5: Haaaaaaaay joder Tae están ashjakska jajajaja sigueeee!!!!
saine1993
#10
Chapter 3: no e leído el libro pero si vi la película y es una de mis favoritas que bien que la adaptes me encantan actualiza pronto