cap 7

Taeny

Mi cuello se agarrotó. El dolor me atravesó mientras lentamente me enderezaba y parpadeé alejando el sueño de mis ojos. Me froté los brazos, tratando de quitar el entumecimiento. —Auch.

 

 

Tiffany retiró una mano del volante y la extendió para frotar mi nuca cuidadosamente. — ¿Estás bien?

 

 

—Sí. Debí haber dormido muy mal. —Me enderecé en el asiento, echando un vistazo a nuestro alrededor, tratando de no disfrutar demasiado el masaje de cuello. Porque por supuesto ella era muy bueno con sus manos. La y Señorita Dedos Mágicos masajeó mis músculos de la espalda en un cierto orden y con aparente poco esfuerzo.

 

 

No se podía esperar que resistiera demasiado. Imposible. Así que en su lugar gemí audiblemente y dejé que continuara haciéndolo.

 

 

Hallarme apenas despierta era mi única excusa.

 

 

El sol apenas se ponía. Los árboles altos y sombríos se apresuraban en el exterior. Tratando de salir de Los Ángeles, quedamos atrapados en un atasco de tráfico del tipo que esta chica de Lima, Ohio nunca había visto. A pesar de mis buenas intenciones, no hablamos. Nos detuvimos y conseguimos comida y gasolina. El resto del tiempo, Johnny Cash se reprodujo en el estéreo y practiqué pláticas en mi cabeza. Ninguna palabra salió de mi boca. Por alguna razón, era reacia a poner fin a nuestra aventura e ir por mi cuenta. No tenía nada que ver con comportarse como una adulta y todo que ver con lo cómoda que me empecé a sentir con tiffany.

 

 

El silencio no era incómodo. Era tranquilo. Refrescante incluso, haciendo que valiera la pena el drama de ayer. Estar con ella en la carretera... había algo liberador al respecto. Alrededor de las dos de la mañana, me quedé dormida.

 

 

—tiffany, ¿dónde estamos?

 

 

Me dio una mirada de reojo, con la mano aun masajeando mis músculos. —Bueno...

 

 

Una señal pasó rápidamente afuera. — ¿Vamos a Florida?

 

 

—Ahí es donde está mi casa —dijo—. Deja de tensarte.

 

 

— ¿Florida?

 

 

—Sí. ¿Qué tienes en contra de Florida, eh? ¿Tuviste un mal momento en un festival musical?

 

 

—No. —Di marcha atrás, rápido, no queriendo parecer desagradecida—. Solamente es una sorpresa. No me di cuenta que estábamos, mmm... en Florida. Está bien.

 

 

Tiffany suspiró y salió de la carretera. El polvo flotó y piedras golpearon el Jeep. (Ryder no estaría contento.) Se giró para enfrentarme, apoyando un codo en la parte superior del asiento del pasajero, encajonándome.

 

 

—Háblame, cariño —dijo.

 

 

Abrí la boca y deje salir todo. —Tengo un plan. Tengo algo de dinero guardado. Pensaba ir a un lugar tranquilo por un par de semanas hasta que esto se calmara. No tienes que exponerte de esta manera. Sólo necesito sacar mis cosas de la mansión y estaré fuera de tu camino.

 

 

—Está bien. —Asintió—. Bueno, ya nos encontramos aquí y me gustaría ir a comprobar mi casa por un par de días. Así que, ¿por qué no vienes conmigo? Solo como amigas. No es gran cosa. Hoy es viernes, los abogados dijeron que nos enviarían los nuevos documentos el lunes. Los firmaremos. Tengo un show la noche del martes en Los Ángeles. Si lo deseas puedes esconderte en la casa por un par de semanas, hasta que las cosas se calmen. ¿Suena como un plan? Pasamos el fin de semana juntas y luego podemos ir por caminos separados. Todo solucionado.

 

 

Sonaba como una idea sólida. Pero aun así, deliberé durante un segundo. Al parecer, fue un segundo de más.

 

 

— ¿Te preocupa pasar el fin de semana conmigo o algo así? ¿Soy tan aterradora? —Su mirada sostuvo la mía, nuestras caras a casi un centímetro de distancia. Su cabello rubio caía sobre su rostro perfecto. Por un momento casi olvidé respirar. No me moví. No podía. Fuera, una motocicleta pasó rugiendo y luego todo quedó en silencio de nuevo.

 

 

¿Era aterradora? Ella era tan y como no tenía ni idea….

 

 

—No. —Mentí, sonando burlona por si acaso.

 

 

A parecer no me creyó. —Escucha, lo siento por actuar como una cretina en Los Ángeles.

 

 

—Está bien, de verdad, tiffany. Esta situación consternaría enormemente a cualquiera.

 

 

—Dime algo —dijo en voz baja—. Recordaste conseguir el tatuaje. ¿Has recordado alguna otra cosa?

 

 

Revivir mi faceta de ebria posiblemente conflictiva no era algo que quisiera hacer. No con ella. Ni con nadie. Pagaba las consecuencias teniendo mi vida patas arriba y esparcida por el internet. Ridículo, dado que nada en mi pasado fue incluso un poco sórdido. Bueno, aparte del asiento trasero del coche de los padres de Elaine. — ¿Esto siquiera importa? Quiero decir, ¿no es un poco tarde para tener esta conversación?

 

 

—Supongo que sí. —Se movió a su asiento y puso una mano en el volante—. ¿Necesitas estirar las piernas o algo?

 

 

—Un baño sería genial.

 

 

—No te preocupes.

 

 

Regresamos a la carretera y el silencio siguió durante varios minutos. Apagó el estéreo en algún momento mientras yo dormía. El silencio era incómodo ahora y todo por mi culpa. La culpa apestaba a primera hora de la mañana. Probablemente no mejoraría al avanzar el día, pero por primera vez, sin siquiera una gota de cafeína para fortalecerme, fue horrible. Fue amable conmigo, tratando de hablar, y la desanimé.

 

 

—La mayor parte de la noche es todavía borrosa —dije.

 

 

Levantó un par de dedos del volante en una pequeña ola. La cual fue la suma total de su respuesta.

 

 

Tomé una respiración profunda, fortaleciéndome para ir más allá. —Recuerdo preparar tragos a medianoche. Después de eso, es confuso. Recuerdo el sonido de la aguja en el salón de tatuajes, ambas reíamos, pero eso es todo. Nunca he perdido la memoria en mi vida. Da miedo.

 

 

—Sí —dijo en voz baja.

 

 

— ¿Cómo nos conocimos?

 

 

Exhaló con fuerza. —Ah, un grupo de amigos y amigas y yo íbamos a ir a otro club. Una de las chicas no miraba por dónde iba, tropezó con una camarera. Al parecer la camarera era nueva o algo y dejó caer su bandeja. Por suerte, fueron sólo un par de botellas de cerveza vacías.

 

 

— ¿Cómo participé?

 

 

Me lanzó una mirada, apartando sus ojos de la carretera por un momento. —Algunas de ellas comenzaron a gritarle a la camarera, diciéndole que harían que la despidieran. Tú sólo te abalanzaste y les pateaste el trasero.

 

 

— ¿Lo hice?

 

 

—Oh, sí. —Se lamió los labios, elevando la esquina de su boca—. Les dijiste que eran malas, pretenciosas, ricas idiotas que deberían mirar por donde caminaban. Ayudaste a la chica a recoger las botellas de cerveza y luego insultaste a mis amigas un poco más. Fue increíblemente clásico, en realidad. No recuerdo todo lo que dijiste. Tienes bastante creatividad con los insultos por cierto.

 

 

—Eh. ¿Y te gusté por eso?

 

 

Cerró la boca y no dijo nada. Todo un amplio mundo de nada. Nada podría en realidad cubrir mucho terreno cuando pones mucho esfuerzo en ello.

 

 

— ¿Qué pasó después? —pregunté.

 

 

—Seguridad se acercó para echarte. No es como si fueran a discutir con las niñas ricas.

 

 

—No, supongo que no.

 

 

—Te veías tan aterrorizada así que te saqué de allí.

 

 

— ¿Dejaste a tus amigas por mí? —La observé con asombro.

 

 

Encogió un hombro. Como si eso no significara nada.

 

 

— ¿Entonces qué?

 

 

—Salimos y tomamos una copa en otro bar.

 

 

—Me sorprende que cargaras conmigo. —Aturdida era más exacto.

 

 

— ¿Por qué no lo haría? —preguntó—. Me trataste como a una persona normal. Solo hablamos sobre cosas cotidianas. No trataste de sacar nada de mí. No actuaste como si fuera alguien tan diferente. Cuando me mirabas se sentía...

 

 

— ¿Qué?

 

 

Se aclaró la garganta. —No lo sé. No importa.

 

 

—Sí, lo sabes. Y si importa.

 

 

Tiffany gimió.

 

— ¿Por favor?

 

—Maldita sea —murmuró, moviéndose en el asiento del conductor luciendo incómoda—. Se sintió verdadero, ¿de acuerdo? Se sentía bien. No sé de qué otra manera explicarlo.

 

 

Me senté en silencio, asombrada por un momento. —Esa es una buena manera de explicarlo.

 

 

De repente, se puso decididamente sonriente. —Además, nunca me hicieron una proposición tan caliente como la tuya.

 

 

—Sí. Bueno, detente ahora. —Cubrí mi cara con las manos y se río.

 

 

—Relájate —dijo—. Fuiste muy dulce.

 

 

— ¿Dulce?

 

 

—Dulce no es una mala cosa.

 

 

Estacionó el Jeep en una estación de gasolina, deteniéndose frente a una bomba.

 

 

—Mírame.

 

 

Bajé mis dedos.

 

 

Tiffany me devolvió la mirada, su hermoso rostro sonriente. —Dijiste que pensabas que era una chica muy agradable. Y sería genial si pudiéramos ir a tu habitación y tener intimidad, pasar el rato por un tiempo, si tal vez eso era algo en lo que yo estaría interesada hacer.

 

 

—Ja. Tengo todos los movimientos —me reí. Puede que haya tenido conversaciones más embarazosas en mi vida. Sin embargo, lo dudo. Oh, buen Dios, el pensar en mí probando mi suave rutina de seducción en tiffany. Ella quien tenía fanáticas y modelos glamorosas arrojándosele básicamente a diario. Si tuviera suficiente espacio bajo el asiento del coche, me escondería ahí—. ¿Qué dijiste?

 

 

— ¿Qué crees que te dije? —Sin apartar la mirada de mí abrió la guantera y sacó una gorra de béisbol—. Parece que los baños se encuentran a un costado.

 

 

—Esto es tan humillante. ¿Por qué no lo olvidaste también?

 

 

Sólo me miró. La sonrisa desapareció. Durante un largo momento sostuvo mi mirada cautiva, sin sonreír. El aire en el coche pareció descender unos diez grados.

 

 

—Volveré enseguida —le dije, mis dedos nerviosamente tratando de quitar el cinturón de seguridad.

 

 

—Por supuesto.

 

 

Finalmente logré desabrochar la estúpida cosa, el corazón galopando dentro de mi pecho. La conversación se volvió extrañamente pesada hacia el final. Me tomó por sorpresa. Sabiendo que me apoyó en Las Vegas, que me eligió por sobre sus amigas... cambió las cosas. Y me hizo preguntarme qué otra cosa necesitaba saber acerca de esa noche.

 

 

—Espera. —Rebuscó entre la colección de gafas de sol, sacó un par tipo aviador de diseño y me las entregó—. Eres famosa ahora también, ¿recuerdas?

 

 

—Mi trasero lo es.

 

 

Ella casi sonrió. Se ajustó la gorra en la cabeza y apoyó un brazo en el volante. El tatuaje de mi nombre estaba visiblemente notorio en su muñeca, en toda su gloria. Era de color rosa en los bordes y algunas de las letras tenían pequeñas costras en ellas. Yo no era la única marcada de manera permanente por esto.

 

 

—Nos vemos en un rato —dijo.

 

 

—De acuerdo. —Abrí la puerta y lentamente salí del coche. Tropezar y aterrizar sobre mi trasero delante de ella debía ser evitado a toda costa.

 

 

Hice mis necesidades y luego lavé mis manos. La chica en el espejo del baño lucía unos ojos desorbitados y algo más. Eché agua en mi rostro e hice un poco de control de daños en mi cabello. Que broma. Esta aventura deshizo cada uno de los intentos por mantener el control. Yo, mi vida, todo parecía estar en constante cambio. Eso no debería sentirse tan extrañamente bien como lo hacía.

 

 

Cuando volví, ella se encontraba de pie junto al Jeep, firmando un autógrafo a un par de chicos, uno de los cuales se hallaba ocupado haciendo una entusiasta actuación con una guitarra de aire. Tiffany se echó a reír y le dio una palmada en la espalda, hablaron durante un par de minutos más. Tiff era amable, graciosa. Continuó sonriendo, charlando con ellos hasta que vio que me acercaba. —Gracias, chicos. Si pudieran mantener esto en secreto durante un par de días se los agradecería ¿eh? Necesitamos un descanso de tanto alboroto.

 

 

—No te preocupes. —Uno de los chicos se dio la vuelta y me sonrió—. Felicidades. Eres más guapa en persona que en las fotos.

 

 

—Gracias. —Los saludé con la mano, sin saber muy bien qué hacer.

 

 

Tiffany me guiñó un ojo y abrió la puerta del copiloto para que subiera.

 

 

El otro hombre sacó un teléfono celular y comenzó a tomar fotos. Tiffany lo ignoró y corrió hacia el otro lado del vehículo. No habló hasta que estuvimos de vuelta en el camino.

 

 

—Ya no estamos lejos —dijo—. ¿Todavía vamos a Florida?

 

 

—Por supuesto.

 

 

—Genial.

 

 

Escuchar a tiffany hablar sobre nuestro primer encuentro dio un nuevo giro a las cosas. Esa conversación despertó mi curiosidad. El hecho de que me eligió de algún modo esa noche... No creo que esa posibilidad se me ocurriera antes. Pensé que habíamos dejado que tanto tequila nos embotara el pensamiento y de alguna manera caímos en este lío juntas. Estaba equivocada. Había más en la historia. Mucho más. La renuencia de tiffany para responder a ciertas preguntas me hizo pensar.

 

 

Quería respuestas. Pero tenía que ir con cuidado.

 

 

— ¿Siempre es así para ti? —le pregunté—. ¿Ser reconocida? ¿Teniendo gente acercándose a ti todo el tiempo?

 

 

—Ellos están bien. Los locos son una preocupación, pero lo controlas. Es parte de mi trabajo. A la gente le gusta la música, así que...

 

 

Un mal presentimiento se deslizó a través de mí. —Me dijiste quien eras esa noche, ¿verdad?

 

 

—Sí, por supuesto que sí. —Me dio una mirada sarcástica, juntando sus cejas.

 

 

Mi mal presentimiento se marchó, sólo para ser reemplazado por la vergüenza. —Lo siento.

 

 

—San, quería que supieras quien era yo. Dijiste que realmente te gustaba, pero no estabas interesada en mi banda. —Jugó con el equipo de música, con otra media sonrisa en su rostro. Pronto una canción de rock que no conocía sonó tranquilamente por los altavoces—. Te sentiste muy mal por eso, en realidad. Te disculpaste una y otra vez. Insististe en comprarme una hamburguesa y una malteada para compensarlo.

 

 

—Prefiero el country.

 

 

—Créeme, lo sé. Y deja de pedir disculpas. Tienes permitido que te guste lo que te dé la gana.

 

 

— ¿Fue una buena hamburguesa y una buena malteada?

 

 

Me dio un encogimiento de un solo hombro. —Estuvo bien.

 

 

—Ojalá recordara.

 

 

Resopló. —Siempre hay una primera vez.

 

 

No sé qué se apoderó de mí. Tal vez sólo quería ver si podía hacerla sonreír. Con una rodilla debajo de mí me quité una de las correas del cinturón de seguridad, me levanté y le di un beso rápido en la mejilla. Un ataque sorpresa. Su piel era cálida y suave contra mis labios. Ella tenía algo que me atraía tanto y me hacía desear abrazarla.

 

 

— ¿Por qué fue eso? —Me preguntó, lanzándome una mirada con el rabillo de sus ojos.

 

 

—Por sacarme de Lima, Ohio y de Los Ángeles. Por hablar conmigo esa noche. —Me encogí de hombros, actuando como si no tuviera importancia—. Por muchas cosas.

 

 

Una pequeña línea apareció sobre el puente de su nariz. Cuando habló, su voz era brusca. —Correcto. No hay problema.

 

 

Su boca se quedó cerrada y llevó su mano a la mejilla, tocando donde yo había estado. El ceño fruncido y miradas de reojo continuaron durante bastante tiempo. Cada una de ellas me hizo pensar un poco más sobre si tiffany Hwang se hallaba tan asustada de mí como yo de ella. Esta reacción fue incluso mejor que una sonrisa.

 

 

 

***

 

 

 

La casa de madera y piedra se levantaba entre los árboles, asentada en el borde de un acantilado. El lugar era impresionante en un nivel completamente diferente a la mansión en Los Ángeles. Por debajo, el mar lucía espectacular.

 

 

Tiffany salió del coche y se acercó a la casa, jugando con un juego de llaves que sacó de su bolsillo. A continuación, abrió la puerta principal, luego se detuvo para marcar los números en el sistema de seguridad.

 

 

— ¿Vienes? —gritó.

 

 

Me demoré al lado del coche, mirando hacia la magnífica casa. Ella y yo solas. Adentro. Mmm. Las olas rompían en las rocas cercanas. Juro que podía oír el oleaje de un acompañamiento orquestal no muy lejos en la distancia. El lugar era decididamente atmosférico. Y ese ambiente era puro romance.

 

 

— ¿Cuál es el problema? —tiffany regresó por el camino de piedra hacia mí.

 

 

—Nada... Yo solo...

 

 

—Bueno. —No se detuvo. No supe lo que pasaba hasta que me encontré colgando boca abajo sobre su hombro como la manguera de un bombero.

 

 

—Por Dios….. ¡tiffany!

 

 

—Relájate.

 

 

— ¡Vas a dejarme caer!

 

 

—No te dejare caer. Deja de retorcerte —dijo, su brazo presionando contra la parte posterior de mis piernas—. Ten un poco de confianza.

 

 

— ¿Qué estás haciendo? —Pasé mis manos contra el trasero de sus jeans.

 

 

—Es tradicional llevar cargando a la novia a través del umbral.

 

 

—No así.

 

 

Me acarició el trasero, especialmente el lugar donde tenía su nombre tatuado. — ¿Por qué quieres que empecemos a ser convencionales ahora, eh?

 

 

—Pensé que estábamos siendo amigas.

 

 

—Esto es amistoso. Probablemente deberías dejar de agarrar mi trasero, o podría tener una idea equivocada de nosotras. Sobre todo después de ese beso en el coche.

 

 

—No estoy agarrando tu trasero —me quejé y dejé de usar su trasero para sostenerme. Como si fuera culpa mía que la posición en que me había puesto, no me dejó otra alternativa más que aferrarme a su firme trasero.

 

 

—Por favor, estás completamente sobre mí.

 

 

Me reí a mi pesar. —Me pusiste sobre tu hombro, tiffany. Por supuesto que estoy completamente sobre ti.

 

 

Subimos los escalones, luego pasamos por el amplio patio de madera y entramos a la casa. Tenía pisos de madera de un rico color café y cajas de mudanza, montones y montones de cajas de mudanza. No pude ver mucho más.

 

 

—Esto podría ser un problema —dijo.

 

 

— ¿Qué cosa? —pregunté, todavía boca abajo, mi cabello obstruía mi vista.

 

 

—Espera. —Con cuidado, me enderezó, poniéndome de pie en el suelo. Toda la sangre dejando mi cabeza me hizo tambalear. Me agarró por los codos, sosteniéndome en posición vertical.

 

 

— ¿Estás bien? —me preguntó.

 

 

—Sí. ¿Cuál es el problema?

 

 

—Pensé que habría más muebles —dijo.

 

 

— ¿Nunca has estado aquí antes?

 

 

—He estado ocupada.

 

 

Además de las cajas, había más cajas. Se encontraban por todas partes. Nos paramos en una gran sala central con una gran chimenea de piedra, situada en la pared del fondo. Podrías asar una vaca entera en ella sí quisieras. Escaleras llevaban a un segundo piso hacia arriba y hacia otro nivel inferior a éste. Una cocina comedor se hallaba después. El lugar era enteramente, del suelo al techo, de cristal, líneas de troncos lisos o piedra gris. La mezcla perfecta de técnicas de diseños antiguos y nuevos. Era impresionante. Y entonces me di cuenta que todos los lugares en donde ella vivía debían ser así.

 

 

Me pregunté qué pensaría del apartamento de jessica y mío, pequeño y desaliñado. Un pensamiento tonto. Como si ella alguna vez lo fuera a ver.

 

 

—Por lo menos consiguieron un refrigerador. —Abrió una de las grandes puertas de acero inoxidable. Cada centímetro de espacio en el interior fue llenado con alimentos y bebidas—. Excelente.

 

 

— ¿Quiénes son “ellos”?

 

 

—Ah, las personas que cuidan el lugar por mí. Amigos míos. Solían cuidarla para el propietario anterior, también. Los llamé, pidiéndoles que organizaran algunas cosas para nosotras. —Sacó una cerveza Corona y abrió la tapa—. Salud.

 

 

Sonreí desconcertada. — ¿Para desayunar?

 

 

—He permanecido despierta durante dos días. Quiero una cerveza y después una cama. Ojala, espero que pensaran en conseguir una cama. —Con una cerveza en la mano, deambuló a través del salón y subió las escaleras. La seguí con curiosidad.

 

 

Abrió una puerta de habitación tras otra. Había cuatro en total y cada una tenía su propio cuarto de baño porque claramente la gente genial y rica no podía compartir. En la última puerta, al final del pasillo se detuvo y dejó caer sus hombros con alivio. —Malditas gracias por eso.

 

 

Una enorme cama hecha con sábanas blancas y limpias esperaba dentro. Y otro par de cajas.

 

 

— ¿Qué pasa con todas las cajas? —pregunté—. ¿Ellos sólo consiguieron una cama?

 

 

—A veces compro cosas en mis viajes. Algunas veces la gente me regala cosas. He enviado todo aquí en los últimos años. Echa un vistazo si quieres. Y sí, sólo hay una cama. —Tomó otro trago de la cerveza—. ¿Crees que estoy hecha de dinero?

 

 

Resoplé una carcajada. —Lo dice la chica que consiguió abrir Cartier para que yo pudiera elegir un anillo.

 

 

— ¿Te acuerdas de eso? —Sonrió tras la botella de cerveza.

 

 

—No, sólo lo asumí dada la hora de la noche que tuvo que ser. —Me acerqué a la pared con las ventanas. Tenía una vista increíble.

 

 

—Trataste de elegir un diminuto anillo de mierda. No lo podía creer. —Me miró fijamente, pero su mirada era distante.

 

 

—Le lancé el anillo a los abogados.

 

 

Se estremeció y se miró los zapatos. —Sí, lo sé.

 

 

—Lo siento. Simplemente me enfadaron bastante.

 

 

—Los abogados hacen eso. —Tomó otro trago de cerveza—. Ryder dijo que le lanzaste un golpe.

 

 

—Fallé.

 

 

—Probablemente fue lo mejor. Es un idiota, pero tiene buenas intenciones.

 

 

—Sí, fue muy amable conmigo. —Crucé mis brazos y eché un vistazo al resto de su gran dormitorio, caminando hacia el baño. El jacuzzi habría hecho que Ryder se acurrucara de vergüenza. El lugar era suntuoso. Una vez más el sentimiento de no pertenencia, de no encajar con la decoración, me golpeó duro.

 

 

—Ese es un gran ceño,taeyeon—dijo.

 

 

Intenté una sonrisa. —Todavía trato de entender las cosas. Quiero decir, ¿es por eso que te casaste en Las Vegas? ¿Porque eres infeliz? Y aparte de Ryder ¿estás rodeada de idiotas?

 

 

—Vaya. —Dejó caer su cabeza hacia atrás—. ¿Tenemos que seguir hablando de esa noche?

 

 

—Sólo estoy tratando de entender.

 

 

—No —dijo—. No fue eso, ¿de acuerdo?

 

 

—Entonces, ¿qué?

 

 

—Nos encontrábamos en Las Vegas, tae. Las tonterías pasan.

 

 

Cerré mi boca.

 

 

—No quiero decir... —Pasó una mano por su cara—. Lo siento. Mira, no pienses que solo porque bebimos y estuvimos de fiesta fue la única razón por la que pasó. Por lo que pasó lo de nosotras. No quiero que pienses eso.

 

 

Me hallaba agitada. Parecía que esa era la única respuesta apropiada. —Pero eso es lo que creo. Eso es exactamente lo que pienso. Esa es la única manera de que todo esto encaje en mi cabeza. Cuando una chica como yo despierta casada con una rubia tan y como tú, ¿qué otra posibilidad puede ella pensar? Dios, tiffany, mírate. Eres hermosa, rica y exitosa. Tu hermano tenía razón, esto no tiene sentido.

 

 

Ella se giró para enfrentarme, con su rostro tenso. —No hagas eso. No te rebajes a ti misma de esa manera.

 

 

Sólo suspiré.

 

 

—Lo digo en serio. No tienes que darle importancia a lo que ese idiota dijo, ¿entendido? Tú eres más que nada.

 

 

—Entonces cuéntame algo. Dime de que trató esa noche para nosotras.

 

 

Abrió la boca, y luego la cerró. —No. No quiero profundizar todo, ya sabes, el agua bajo el puente o lo que sea. Es sólo que no quiero que pienses que toda la noche fue un frenesí alimentado por el alcohol, eso es todo. Honestamente, ni siquiera parecía que hubieras bebido tanto.

 

 

—tiffany, estás ocultándomelo. Vamos. No es justo que tú recuerdes y yo no.

 

 

—No —dijo, su voz dura, fría, de una forma que no la escuché antes. Ella se inclinó sobre mí, con la mandíbula apretada—. No es justo que yo lo recuerde y tú no, tayeon.

 

 

No sabía qué decir.

 

 

—Voy a salir. —Fiel a su palabra, se apresuró por la puerta. Sus pesados pasos resonaron a lo largo del pasillo y escaleras abajo. Me quedé mirándola.

 

 

 

***

 

 

 

Le di un tiempo para calmarse y luego la seguí a la playa. La luz de la mañana era cegadora, cielo claro y azul todo el camino. Era hermoso. El aire salado del mar aclaró un poco mi cabeza.

 

 

Las palabras de tiffany plantearon más preguntas que respuestas. Esa enigmática noche consumía mis pensamientos. Llegué a dos conclusiones. Ambas me preocupaban. La primera era que la noche en Las Vegas era especial para ella. Mi impertinencia o el trivializar la experiencia la molestaba. La segunda era, sospechaba, que esa noche ella no estuvo tan borracha. Sonaba como si supiera exactamente lo que hacía. En cuyo caso, ¿cómo diablos debió sentirse a la mañana siguiente? La rechacé a ella y a nuestro matrimonio completamente. Debió sentirse decepcionada y humillada.

 

 

Hubo buenas razones para mi comportamiento. He sido increíblemente desconsiderada. No conocía a tiffany entonces. Pero estaba empezando ahora. Y cuanto más hablábamos, más me gustaba.

 

 

Tiffany se hallaba sentada en las rocas con una cerveza en la mano, mirando al mar. Un viento fresco del océano sacudía su pelo largo. La tela de su camiseta dibujaba firmemente sus pechos. Tenía las rodillas flexionadas con un brazo alrededor de ellas. La hacía parecer más joven de lo que era, más vulnerable.

 

 

—Hola —le dije, en cuclillas junto a ella.

 

 

—Hola. —Con los ojos entrecerrados contra el sol, me miró, con rostro cauteloso.

 

 

—Lo siento por presionarte.

 

 

Ella asintió, miró hacia el agua. —Está bien.

 

 

—No quise molestarte.

 

 

—No te preocupes por eso.

 

 

— ¿Seguimos siendo amigas?

 

 

Ella dejó escapar una carcajada. —Por supuesto, además de ser esposas.

 

 

Me senté a su lado, tratando de averiguar qué decir, que podría arreglar las cosas entre nosotras. Nada de lo que podía pensar en decir iba a compensar lo de Las Vegas. Necesitaba más tiempo con ella. El tic tac del reloj de los papeles de la anulación se hacía más fuerte a cada minuto. Me ponía nerviosa, pensando que nuestro tiempo juntas sería corto. Que en breve todo terminaría y no volvería a verla o hablar con ella de nuevo. Que no llegaría a armar el rompecabezas que éramos. Mi piel se puso como de gallina por algo más que el viento.

 

 

—Tienes frío —dijo, pasando un brazo alrededor de mis hombros, acercándome más a ella.

 

 

Y me acerqué, felizmente. —Gracias.

 

 

Dejó la botella de cerveza, envolviendo ambos brazos a mí alrededor. —Probablemente deberíamos entrar.

 

 

—En un rato. —Mis pulgares frotaron mis dedos, jugueteando—. Gracias por traerme aquí. Es un lugar encantador.

 

 

—Mmm.

 

 

—tiffany, de verdad, lo siento mucho.

 

 

—Oye. —Puso un dedo bajo mi barbilla, levantándola. La ira y el dolor habían desaparecido, reemplazados por la bondad. Me dio uno de sus pequeños encogimientos de hombros—. Solo vamos a dejarlo ir.

 

 

La idea realmente me dio pánico. No quería dejarla ir a ella. El entendimiento era sorprendente. Miré hacia tiffany, dejando que lo asimilara. —No quiero dejarlo ir.

 

 

Ella parpadeó. —Está bien. ¿Quieres compensarme?

 

 

Dudaba que estuviéramos hablando de la misma cosa, pero asentí de todos modos.

 

 

—Tengo una idea.

 

 

—Dispara.

 

 

—Diferentes cosas pueden refrescar la memoria, ¿verdad?

 

 

—Supongo que sí —le dije.

 

 

—Así que si te beso, tal vez recuerdes algún momento de nosotras juntas.

 

 

Dejé de respirar. — ¿Quieres darme un beso?

 

 

— ¿No quieres que te bese?

 

 

—No —le dije rápidamente—. Estoy bien si quieres besarme.

 

 

Reprimió una sonrisa. —Eso es muy amable de tu parte.

 

 

— ¿Y este beso es para fines de investigación científica?

 

 

—Sip. Quieres saber lo que pasó esa noche y por qué realmente no quiero hablar de ello. Así que, me imagino, puede ser más fácil si recuerdas algo tú misma con el beso.

 

 

—Eso tiene sentido.

 

 

—Excelente.

 

 

— ¿Qué tan lejos llegamos esa noche?

 

 

Su mirada cayó en el cuello de mi camiseta y las curvas de mis pechos. —Segunda base.

 

 

— ¿Con camiseta?

 

 

—Sin. Las dos nos encontrábamos sin camiseta. Las caricias sin camiseta son las mejores. —Observó mientras yo absorbía la información, con su cara más cerca de la mía.

 

 

— ¿Con sostén?

 

 

—Absolutamente no.

 

 

—Oh. —Lamí mis labios, respirando con dificultad—. Así que, ¿realmente crees que deberíamos hacer esto?

 

 

—Estás pensando demasiado en ello.

 

 

—Lo siento.

 

 

—Y deja de pedir disculpas.

 

 

Abrí la boca para repetir el sentimiento, pero la cerré de golpe.

 

 

—Está bien. Te acostumbraras.

 

 

Mi cerebro fallaba por momentos y miré fijamente su boca. Tenía la boca más bonita, con un magnetismo que me obligaba a mirarla sin querer dejar de hacerlo.

 

 

—Dime lo que estás pensando —dijo.

 

 

—Tú has dicho que no piense. Y honestamente, no lo hago.

 

 

—Bueno —dijo, inclinándose aún más cerca—. Eso es bueno.

 

 

Sus labios rozaron los míos, haciéndomelo más fácil. Suave pero firme, sin duda. Sus dientes juguetearon con mi labio inferior. Luego lo chupó. No besaba como las chicas que conocía, aunque no podía definir con exactitud la diferencia. Era solo mejor y... más. Infinitamente más. Su boca presionada contra la mía, y su lengua se deslizó dentro, frotándose contra la mía. Dios, tiffany sabía muy bien. Mis dedos se deslizaron entre su cabello como si siempre hubiésemos estado juntas.

 

 

Me besó hasta que no pude recordar nada de lo que sucedió antes. Nada de eso importaba. Su mano se deslizó alrededor de mi nuca, sosteniéndome en el lugar. El beso siguió y siguió. Me iluminó de pies a cabeza. No quería que terminara.

 

 

Me besó hasta que mi cabeza giró y me sostuve fuertemente de ella para no caer. Luego se echó hacia atrás, jadeando, y puso su frente contra la mía, una vez más.

 

 

— ¿Por qué te detienes? —pregunté cuando pude formar una frase coherente. Mis manos tiraron de ella, tratando de traerla de vuelta a mi boca.

 

 

—Sh. Relájate. —Tomó una respiración profunda—. ¿Te acuerdas de algo? ¿Algo de eso te es familiar?

 

 

Mi mente confusa por el beso se quedó en blanco. Maldición. —No, no lo creo.

 

 

—Eso es una lástima. —Una arruga apareció entre sus cejas. Las manchas oscuras bajo sus hermosos ojos azules parecían haberse oscurecido. La decepcioné de nuevo. Mi corazón se hundió.

 

 

—Te ves cansada —le dije.

 

 

—Sí. Tal vez sea momento de cerrar los ojos. —Plantó un beso en mi frente. ¿Fue un beso de amiga o de algo más? No sabría decirlo. Tal vez ese, también, era sólo para fines científicos.

 

 

—Lo intentamos, ¿eh? —dijo.

 

 

—Sí. Lo hicimos.

 

 

Se puso en pie, recogiendo la botella de cerveza. Sin ella para que me calentara, la brisa sopló a través de mí, haciendo temblar mis huesos. Fue el beso, lo que realmente me hizo temblar. Hizo volar mí siempre amorosa mente. Pensar que tuve una noche de besos como este y la olvidé. Necesitaba un trasplante de cerebro a la mayor brevedad.

 

 

— ¿Te importa si me voy contigo? —pregunté.

 

 

—No, en absoluto. —Me tendió una mano para ayudar a levantarme.

 

 

Juntas, caminamos de regreso a la casa, subiendo las escaleras al dormitorio principal. Me quité mis zapatos mientras tiffany trataba con su propio calzado. Nos acostamos sobre el colchón, sin tocarnos. Ambas mirando al techo, como si las respuestas estuvieran allí.

 

 

Me quedé callada. Por un minuto entero. Mi mente se encontraba completamente despierta y arrojando pensamientos hacia mí. —Creo que entiendo un poco mejor ahora, cómo es que terminamos casados.

 

 

— ¿Ah sí?—Giró su cabeza para mirarme.

 

 

—Sí. —Nunca fui besada así antes—. Lo entiendo.

 

 

—Ven aquí. —Un fuerte brazo rodeó mi cintura, arrastrándome hasta el centro de la cama.

 

 

—tiffany. —La miré con una sonrisa nerviosa. Más que lista para más besos. Más de ella.

 

 

—Acuéstate de lado —dijo, sus manos me maniobraron hasta que ella se hallaba detrás de mí.

 

 

Un brazo se deslizó por debajo de mi cuello y la otra colgaba alrededor de mi cintura, acercándome más a ella. Sus caderas se adaptaron al tamaño de mi trasero perfectamente.

 

 

— ¿Qué hacemos? —pregunté, perpleja.

 

 

—Cucharear. Lo hicimos esa noche por un tiempo. Hasta que te sentiste enferma.

 

 

— ¿Nosotras cuchareamos?

 

 

—Sip —dijo—. Etapa dos en el proceso de rehabilitación de memoria, cucharear. Ahora duérmete.

 

 

—Sólo me desperté hace una hora.

 

 

Presionó su cara en mi cabello e incluso pasó una pierna sobre las mías por si acaso, fijándome a la cama.

 

 

—Mala suerte. Estoy cansada y quiero cucharear. Contigo. Y de la manera en que yo lo veo, me lo debes. Así que vamos a cucharear.

 

 

—Lo tengo.

 

 

Su aliento calentaba el lado de mi cuello, enviando escalofríos por mi columna.

 

 

—Relájate. Estás muy tensa. —Sus brazos se apretaron a mí alrededor.

 

 

 

Después de un momento, agarré su mano izquierda, pasando las yemas de mis dedos sobre sus callosidades. Usándolo como juguete para tranquilizarme. Las puntas de sus dedos estaban duras. También había una cresta en la parte baja de su pulgar y otra leve a lo largo de la parte inferior de sus dedos, donde se unían a la palma de su mano. Obviamente, pasaba mucho tiempo sosteniendo guitarras. En la parte posterior de sus dedos había sido tatuada la palabra Free. En su mano derecha estaba la palabra Live. No podía dejar de preguntarme si el matrimonio afectaría esa libertad.

 

 

—Háblame de tu especialidad —dijo—. Estudias arquitectura, ¿no?

 

 

—Si —le dije, un poco sorprendida de que lo supiera. Obviamente se lo dije en las Vegas—. Mi padre es arquitecto.

 

 

Entrelazó sus dedos con los míos, poniendo freno a mi inquietud.

 

 

— ¿Siempre quisiste tocar guitarra? —le pregunté, tratando de no estar demasiado distraída por la forma en que se envolvió alrededor de mí.

 

 

—Sí. La música es la única cosa que, realmente, siempre ha tenido sentido para mí. No puedo imaginarme haciendo otra cosa.

 

 

—Ah. —Debe ser agradable, tener algo que te apasiona. Me gustaba la idea de ser arquitecta. Muchos de mis juegos de la infancia implicaron la construcción de bloques o de dibujos. Pero no me siento impulsada a hacerlo, exactamente—. No tengo oído musical.

 

 

—Eso explica muchas cosas. —Se río entre dientes.

 

 

—Se agradable. Nunca he sido especialmente buena en los deportes, pero fui animadora en la secundaria. Me gusta dibujar, leer y ver películas. Me gusta viajar, no es que lo haya hecho mucho.

 

 

— ¿Si?

 

 

—Mmm.

 

 

Se movió detrás de mí, poniéndose cómoda. —Cuando viajo, siempre se trata de los conciertos. No deja mucho tiempo para conocer los alrededores.

 

 

—Es una lástima.

 

 

—Y ser reconocido puede ser un dolor en el trasero a veces. De vez en cuando, se pone feo. Hay un poco de presión sobre el grupo y no siempre puedo hacer lo que quiero. La verdad es que me encuentro dispuesta a frenar las cosas, pasar más tiempo en casa.

 

 

No dije nada, repasando sus palabras dentro de mi cabeza.

 

 

—Las fiestas pierden su encanto después de un tiempo. Tener gente alrededor todo el maldito tiempo.

 

 

—Lo apuesto. —Y sin embargo, en Los Ángeles aún tuvo a una fanática colgando de ella, dejando que le susurrara amorosamente cada palabra. Obviamente, aun apelaba a partes de su estilo de vida. Partes con las que no me hallaba segura de poder competir, incluso si quisiera—. ¿No vas a extrañar algo de eso?

 

 

—Honestamente, eso es todo lo que he hecho durante tanto maldito tiempo, no lo sé.

 

 

—Bueno, tienes una casa preciosa para pasar el rato.

 

 

—Mmm. —Se quedó callada un momento—. ¿tae?

 

 

— ¿Si?

 

 

— ¿Ser arquitecta es idea tuya o de tu padre?

 

 

—No me acuerdo —admití—. Siempre hablamos sobre eso. Mi hermano nunca se interesó en tomar la estafeta. Siempre se metió en peleas y se saltaba las clases.

 

 

—Dijiste que tuviste un tiempo difícil en la preparatoria también.

 

 

— ¿No lo tiene todo el mundo? —Me retorcí, girándome para poder ver su rostro—. No suelo hablar de eso con otras personas.

 

 

—Hemos hablado sobre eso. Dijiste que te eligieron debido a tu ascendencia coreana. Imaginé que esos recuerdos fue lo que te hizo enfrentarte a mis amigas. El hecho de que intimidaban a esa chica como una manada de malditas niñas de escuela.

 

 

—Supongo que eso lo haría. —Las bromas no era un tema que me gustara plantear. Muy fácilmente, eso me recordaba todos los sentimientos espantosos asociados con ellas. Sin embargo, los brazos de tiffany no permitían que nada de eso me afectara—. La mayoría de los maestros simplemente lo ignoraban. Como si fuera una molestia adicional que no necesitaban. Pero hubo una maestra, la señorita Hall. Cada vez que ellos comenzaban a molestarme o a alguno de los otros niños, ella intervenía. Era estupenda.

 

 

—Ella parece genial. Pero en realidad no respondiste mi pregunta. ¿Quieres ser arquitecta?

 

 

—Bueno, es lo que siempre he planeado hacer. Y a mí, ah, me gusta la idea de diseñar la casa de alguien. No sé si ser arquitecta es mi vocación divina, al igual que la música para ti, pero creo que podría ser buena en ello.

 

 

—No dudo eso, nena —dijo, su voz suave pero definida.

 

 

Traté de no dejar que el tratamiento cariñoso me redujera a un gran desastre en el colchón. La sutileza era la clave. Le hice daño en Las Vegas. Si yo era seria sobre esto, sobre querer darnos otra oportunidad, necesitaba ser cuidadosa. Dándole un buen recuerdo para reemplazar los malos. Recuerdos que ambas podríamos compartir esta vez.

 

 

—tae, ¿Eso es lo que quieres hacer con tu vida?

 

 

Me detuve. Después de sacar las respuestas estándar, se requería de un pensamiento adicional. El plan existió durante mucho tiempo que no tendía a cuestionarlo. Se encontraba la seguridad y comodidad que tenía allí. Pero tiffany quería más y quería dárselo. Quizá por eso derramé mis secretos con ella en Las Vegas. Algo acerca de esta hermosa rubia me atraía y no quería luchar contra eso. —Honestamente, no estoy segura.

 

 

—Eso está bien, ya sabes. —Su mirada nunca se apartó de la mía—. Sólo tienes veintiún años.

 

 

—Pero se supone que debo ser una adulta ahora, asumir la responsabilidad por mí misma. Se supone que debo saber esas cosas.

 

 

—Has vivido con tu amiga por un par de años, ¿cierto? ¿Pagando tus propias cuentas y yendo a tus clases y todo eso?

 

 

—Sí.

 

 

—Entonces, ¿Cómo es que eso no es asumir la responsabilidad de ti misma? —Se metió su largo cabello rubio detrás de su oreja, quitándolo de su cara—. Así que comienza con arquitectura y ve cómo te va.

 

 

—Lo haces sonar tan simple.

 

 

—Lo es. Puedes quedarte con eso o intentar algo más, ver cómo funciona para ti. Es tu vida. Tu decisión.

 

 

— ¿Sólo tocas la guitarra? —le pregunté, queriendo saber más sobre ella. Deseando un tema de conversación que no fuera sobre mí. El nudo de tensión que se construía dentro de mí no era agradable.

 

 

—No. —Una sonrisa tiró de la comisura de sus labios, ella sabía exactamente lo que yo hacía—. Bajo y batería, también. Por supuesto.

 

 

— ¿Por supuesto?

 

 

—Cualquiera que sea pasable tocando la guitarra puede tocar el bajo si pone su mente en ello. Y cualquiera que pueda sostener dos palos a la vez puede tocar la batería. Asegúrate de decirle a Ryder que dije eso la próxima vez que lo veas, ¿Sí? Él va a discutir vigorosamente por eso.

 

 

—Lo haré.

 

 

—Y canto.

 

 

— ¿En serio? —le pregunté, emocionada—. ¿Cantarías algo para mí? ¿Por favor?

 

 

Hizo un sonido evasivo.

 

 

— ¿Me cantaste esa noche?

 

 

Me dio una pequeña sonrisa dolida. —Sí, lo hice.

 

 

—Quizás eso podría traer de regreso algún recuerdo.

 

 

—Vas a utilizar eso ahora, ¿verdad? En cualquier momento que quieras algo, vas a tirarme eso.

 

 

—Oye, tú lo iniciaste. Querías besarme con fines científicos.

 

 

—Fue para fines científicos. Un beso entre amigas, por razones de pura lógica.

 

 

—Fue un beso muy amistoso, tiffany.

 

 

Una sonrisa perezosa iluminó su rostro. —Sí, lo fue.

 

 

—Por favor, cántame algo.

 

 

—Está bien —resopló—. Gírate de nuevo entonces. Nos encontrábamos en la posición de cuchara cuando lo hice.

Me acurruqué de vuelta contra ella y me acercó más. Ser el juguete de abrazos de tiffany era una cosa maravillosa. No podía imaginar algo mejor. Lástima que se hallaba pegada con la lógica científica. No es que yo pudiera culparla. Si fuera ella, estaría preocupada por mí.

 

 

Su voz se apoderó de mí, profunda, áspera de la mejor manera posible mientras cantaba la balada.

 

 

 

“Tengo esta sensación que va y viene.

 

Diez dedos y una nariz fracturados.

 

Oscuras aguas muy frías.

 

Sé que llegaré a casa.

 

Este triste sol ha quemado el cielo.

 

Ella está fuera de contacto y está muy alto.

 

Su cama estaba hecha de piedra.

 

Sé que romperé su trono.

 

Estos huesos doloridos no me sostendrán.

 

Mis zapatos hinchados han tenido suficiente.

 

Estas chimeneas los queman.

 

Este océano dejará que esto se ahogue”.

 

 

Cuanto terminó me encontraba silenciosa. Me dio un apretón, probablemente comprobando si aún estaba viva. Apreté mis brazos en respuesta, sin darme vuelta para que no pudiera ver las lágrimas en mis ojos. La combinación de su voz y la balada melancólica me deshizo. Siempre hacía un lío de mi misma en torno a ella, llorando o vomitando. ¿Por qué quería tener algo que ver conmigo? No tenía ni idea.

 

 

—Gracias —dije.

 

 

—Cuando quieras.

 

 

Me quedé allí, tratando de descifrar la letra. Lo que podría significar para que hubiese elegido esa canción para cantármela. — ¿Cómo se llama?

 

 

—“Nostalgia”. La escribí para el último álbum. —Se levantó sobre un codo, inclinándose para ver mi cara—. tae, te hice sentir triste. Lo siento.

 

 

—No. Fue hermoso. Tú voz es increíble.

 

 

Frunció el ceño, pero se recostó, presionando su pecho contra mi espalda. —Te cantaré algo alegre la próxima vez.

 

 

—Si tú quieres. —Presioné mis labios en el dorso de su mano—. ¿Tiffany?

 

 

— ¿Mmm?

 

 

— ¿Por qué no cantas con mayor frecuencia en la banda? Tienes una gran voz.

 

 

—Lo hago como respaldo. A Sam le encanta ser el centro de atención. Siempre fue más lo suyo. —Sus dedos se entrelazaron con los míos—. No siempre fue el idiota que es ahora. Siento que te molestara en Los Ángeles. Podría haberlo matado por decir esas estupideces.

 

 

—Está bien.

 

 

—No, no lo está. Él se encontraba drogado. No tenía ni idea de lo que hablaba. —Su pulgar se movía inquieto sobre mi mano—. Eres preciosa. No tienes que cambiar nada.

 

 

No supe que decir al principio. Sam dijo cosas horribles y se quedaron conmigo. Es gracioso como las cosas malas siempre lo hacen.

 

 

—He vomitado y llorado sobre ti. ¿Estas completamente segura de eso? —Bromeé, finalmente.

 

 

—Si —dijo simplemente—. Me gustas tal como eres, dices impulsivamente cualquier cosa que pasa por tú mente. No tratas de jugar conmigo, o usarme. Sólo quieres…estar conmigo. Me gustas.

 

 

Me quedé sin habla por un momento, sorprendida. —Gracias.

 

 

—No hay de qué. En cualquier momento, taeyeon. Absolutamente cuando quieras.

 

 

—Tú también me gustas.

 

 

Sus labios rozaron mi nuca. Escalofríos atravesaron mi piel. — ¿En serio?

 

 

—Sí. Mucho.

 

 

—Gracias, nena.

 

 

Tomó mucho tiempo para que su respiración se acompasara. Sus extremidades se pusieron más pesadas y ya no se movió, durmiendo a mi espalda. Mi pie se sentía entumido con alfileres y agujas, pero no importaba. No había dormido con nadie, aparte del episodio platónico ocasional compartiendo cama con jessica. Al parecer, dormir era lo único que haría hoy.

 

 

 

Con toda honestidad, se sentía bien dormir junto a tiffany.

 

 

Se sentía correcto……descansar entre los brazos de mi esposa……se sentía correcto.

 

Like this story? Give it an Upvote!
Thank you!

Comments

You must be logged in to comment
Nathan59 #1
Holaa cerraste tu cuenta de Wattpad ? :(