La rodilla de tiffany se sacudió todo el camino de regreso a Los Ángeles. Cuando puse mi mano sobre su pierna se dedicó, en su lugar, a jugar con mi anillo de boda, dándole vueltas en mi dedo. Parecía que las dos estábamos sintiéndonos nerviosas, dadas las circunstancias.

 

 

Nunca había subido a un helicóptero antes. La vista era espectacular, pero era ruidoso e incómodo —Podía entender por qué la gente prefería los aviones. Una cadena de luces, luces desde la calle hasta las casas y hasta las torres brillantes de gran altura en LA, iluminaban el camino. Todo lo relacionado con la situación había cambiado, pero seguía siendo mismo manojo de nervios que necesitaba dormir que cuando deje L0s ángeles hace unos días atrás. Ryder se acomodó en un rincón, cerró los ojos y se durmió. Nada le inmutó. Por supuesto, no había razón para eso. Era parte de la banda, pegado a la vida de tiffany.

 

 

Aterrizamos un poco después de las cuatro de la mañana, retrasándonos un poco por el papeleo de salida. Derek, el guardaespaldas, se quedó esperando en el helipuerto con cara de negocios.

 

 

—Sras. Hwang. —Nos acompañó a una gran SUV negra que esperaba cerca.

 

 

—Directo a casa, gracias, Derek —dijo tiffany. Su casa, no la mía. LA no tenía buenos recuerdos para mí.

 

 

Luego estábamos instaladas en el lujo, encerrado detrás de las ventanas oscuras. Me dejé caer hacia atrás contra los blandos asientos, cerrando los ojos. Me sorprendió que pudiera estar tan condenadamente cansada y preocupada a la vez.

 

 

En la mansión, Hanna esperaba, apoyada en la puerta principal, envuelta en algún pañuelo rojo que parecía caro. Su asistente personal no me daba buenas vibras. Pero me decidí a encajar en este momento. Tiffany y yo estábamos juntas. Que se joda, tendrá que adaptarse. Su pelo negro brillaba, fluyendo sobre sus hombros, nada fuera de lugar. No había duda de que mi apariencia era de alguien que había estado despierto durante más de veinte horas.

 

 

Derek abrió la puerta de la SUV y me ofreció una mano. Podía sentir los ojos de Hanna concentrándose en la forma en que tiffany pasó un brazo alrededor de mí, manteniéndome cerca. Su rostro se endureció cual piedra. La mirada que me dio era veneno. Cualesquiera que fueran sus problemas, yo estaba muy condenadamente cansada como para lidiar con ellos.

 

 

—Hanna —cacareó Ryder, corriendo por las escaleras para deslizar un brazo alrededor de su cintura—. Ayúdame a encontrar el desayuno, oh, bellísima.

 

 

—Sabes dónde está la cocina, Ryder.

 

 

El despido brusco no detuvo a Ryder de llevarla con él. Los primeros pasos de Hanna vacilaron pero luego se pavoneaba una vez más, siempre exhibiéndose. Ryder había despejado el camino. Podría haberle besado los pies.

 

 

Tiffany no dijo nada mientras subíamos por las escaleras hasta el segundo piso, nuestros pasos resonaban en el silencio. Cuando iba a girar hacia el cuarto blanco, en el que me había quedado la última vez, me condujo derecho. Nos detuvimos en un conjunto de puertas dobles y sacó una llave fuera de su bolsillo. Le di una mirada curiosa.

 

 

—Tengo problemas de confianza. —Abrió la puerta.

 

 

En el interior, la habitación era simple, carente de antigüedades y de una decoración llamativa como el resto de la casa. Una enorme cama hecha con sábanas de color gris oscuro. Un cómodo sofá a juego. Un montón de guitarras. Un armario abierto, lleno de ropa. Sobre todo, había espacio vacío. Era una habitación para que ella pudiera respirar, creo. Esta habitación se sentía diferente al resto de la casa, menos vistosa, más tranquila.

 

 

—Está bien, puedes mirar a tu alrededor. —Su mano se deslizó hasta la base de mi columna vertebral, descansando justo por encima de la curva de mi trasero—. Es nuestra habitación ahora.

 

 

Dios, esperaba que no quisiera vivir aquí de forma permanente. Quiero decir, tenía que regresar a la escuela eventualmente. No nos habíamos puesto exactamente a discutir dónde viviríamos. Pero el pensamiento de Hanna, Sam y Adrián estando todo el tiempo me provocaba pánico. Mierda. No podía permitirme el lujo de pensar así. La negatividad me tragaría entera. Lo importante era estar con tiffany. Quedándonos juntas y haciendo que lo nuestro funcione.

 

 

Qué horror, siendo obligada a vivir en el regazo del lujo con mi maravillosa esposa. Pobre de mí. Necesitaba una buena bofetada y una taza de café. O doce horas de sueño. Cualquiera podría hacer maravillas.

 

 

Corrió las cortinas, bloqueando las primeras luces del alba. —Te ves agotada. ¿Vienes a acostarte conmigo?

 

 

—Eso es, umm... sí, una buena idea. Voy a usar el baño.

 

 

—Está bien. —tiffany empezó a desnudarse, tirando la chaqueta de cuero en el sillón, quitándose su camiseta. El “hurra” normal de mis hormonas quedó duramente desaparecido en combate. Ahogado por los nervios. Huí al cuarto de baño, necesitando un minuto para reponerme. Cerré la puerta y encendí las luces. La sala resplandeció a la vida, cegándome. Puntos parpadearon ante mis ojos. Apuñalé interruptores de forma aleatoria hasta que finalmente se atenuaron a un suave resplandor. Mucho mejor.

 

 

Una tina blanca gigante que parecía un tazón, paredes de piedra gris y particiones de vidrio transparente. En pocas palabras, era opulenta. Un día probablemente me habituaría a todo esto, pero esperaba que no. Dándolo por sentado sería terrible.

 

 

Una ducha me calmaría. Sentarme en el plato de sopa gigante habría sido agradable. Pero no confiaba en mí misma completamente para entrar en ella sin caer sobre mi trasero y romperme algo. No en el agotado y tenso estado en el que estaba.

 

 

No, una larga ducha caliente sería perfecta.

 

 

Salí de mis zapatos y desabroché la cremallera de mis vaqueros, desnudándome en un tiempo récord. La ducha podría haber sido hecha para mí y diez amigos cercanos. Vapor de agua caliente se derramó por la parte de arriba y entré en ella, agradecida. Golpeándome de la mejor manera posible, haciendo a mis músculos más flexibles en cuestión de minutos, relajándome. Me encantó esta ducha. Esta ducha y yo necesitábamos pasar tiempo de calidad juntas, a menudo. Además de tiffany y de vez en cuando Ryder, esta ducha era la mejor maldita cosa en toda la casa.

 

 

Los brazos de tiffany se deslizaron alrededor de mí por detrás, atrayéndome hacía ella. Ni siquiera la había oído entrar.

 

 

—Hola. —Me recosté contra ella, levantando los brazos para enhebrarlos alrededor de su cuello—. Creo que estoy enamorada de tu ducha.

 

 

— ¿Me estás engañando con la ducha? Maldita sea, taeyeon. Eso es duro. —Tomó una pastilla de jabón y empezó a lavarme, frotándola sobre mi vientre, mis pechos, suavemente entre mis piernas. Una vez que la espuma de jabón fue suficiente, me ayudó a que el agua caliente quitara las burbujas. Sus grandes manos se deslizaron por mi piel, dándole vida y despertando mis hormonas diez veces más. Un brazo rodeó mi cintura. Los dedos de la otra mano, sin embargo, quedaron encima de mi o, acariciando suavemente.

 

 

—Sé que estás preocupada por estar aquí. Pero no tienes que estarlo. Todo estará bien. —Sus labios rozaron mi oreja mientras la magia que estaba formándose en mí creció. Podía sentir cómo me convertía en líquido caliente como el agua. Mis piernas temblaban. Abrí mi postura, dándole más espacio.

 

 

—Yo… yo lo sé.

 

 

—Somos tú y yo contra el mundo.

 

 

No podría haberme contenido de sonreír aunque lo intentara.

 

 

—Mi encantadora esposa. Hagámoslo de esta forma. —Con pasos cuidadosos, nos dio la vuelta, de modo que su espalda estaba hacia el agua. Apoyé mis manos en la pared de vidrio. La punta de su dedo pasó entre los labios de mi o, persuadiéndome a abrirme. Dios, era bueno en esto—. Tu coño es la maldita cosa más dulce que he visto en mi vida.

 

 

Mis entrañas se agitaban con deleite. —Cualquier cosa que haya hecho para merecerte, tengo que hacerla más a menudo.

 

 

Se rio entre dientes, su boca se posicionó a un lado de mi cuello y succionó, haciéndome gemir. Juro que la habitación daba vueltas. O podría haber sido mi sangre corriendo. Por cierto, mis caderas se sacudían por propia voluntad. Pero ella no me dejó ir más lejos.

 

 

—tiffany.

 

 

— ¿Umm?

 

 

Traté de darme vuelta pero su mano extendidas contra mi centro me detuvo. —Déjame.

 

 

—Dejarte ¿Qué? ¿Qué es lo que quieres, nena? Dime y es tuyo.

 

 

—Sólo te quiero.

 

 

—Me tienes a mí. Soy toda tuya. Siente. —Se apretó con fuerza contra mí, sosteniéndome con fuerza.

 

 

—Pero…

 

 

—Ahora, vamos a ver qué pasa cuando masajeó tu clítoris.

 

 

Ligeras pinceladas como plumas me excitaron más y más, todo en torno a ese punto mágico. Sin gran sorpresa podría tocarme a la perfección. Ella ya lo había probado varias veces antes. Y la forma en que se frotaba contra mí me volvía loca. Mi cuerpo sabía exactamente lo que quería y no eran sus increíbles dedos. Quería sentir esa conexión con ella de nuevo.

 

 

—Espera —dije, mi voz chillona y necesitada.

 

 

— ¿Qué, nena?

 

 

—Quiero que me hagas el amor.

 

 

Acomodó un dedo en mí, masajeando el área detrás de mí clítoris y me hizo ver las estrellas. Sin embargo, estaba mal, tremendamente insuficiente.

 

 

Sería un poco raro. Sería una tragedia tener que ponerle fin, pero ella estaba de verdad lográndolo.

 

 

—tiffany. Por favor.

 

 

— ¿No es bueno?

 

 

—Te quiero.

 

 

—Y yo te quiero. Estoy loca por ti.

 

 

—Pero…

 

 

— ¿Qué tal si te hago venir con la cabeza de la ducha? ¿No sería bonito?

 

 

De hecho, me pisé el pie, a pesar de mis rodillas vacilantes. —No.

 

 

En ese momento mi esposa se echó a reír y yo la odié.

 

 

—Pensé que estabas enamorada de la ducha. —Se rio entre dientes, muy divertido con ella misma y casi pidiendo la muerte.

 

 

Lágrimas de frustración realmente llenaron mis ojos. —No.

 

 

— ¿Estás segura? Estoy bastante segura de que recuerdo haber oído que lo dijiste.

 

 

—tiffany, por el amor de Dios, estoy enamorada de ti.

 

 

Se detuvo por completo. Incluso el dedo incrustado en mí dejó de moverse. Nada más se oía el sonido del agua cayendo. Uno pensaría que esas palabras habían perdido su poder. ¿No estábamos ya casadas? ¿No habíamos decidido seguir casadas? Invocando la palabra con “A” debería haber perdido su fuerza mística, dada nuestra loca situación. Pero no lo había hecho.

 

 

Todo cambió…..

 

 

Unas manos desesperadas me giraron y me levantaron, dejando mis pies colgando precariamente en el aire. Me tomó un segundo recordar dónde estaba y lo que había sucedido. Envolví mis piernas y los brazos alrededor de ella para mantenerme segura, aferrándome con fuerza. Su rostro... Yo nunca había visto a una expresión tan feroz, tan decidida. Iba mucho más allá de la lujuria y más a ser lo que necesitaba de ella.

 

 

Una de sus manos se apoderó de mi trasero, tomando mi peso y sosteniéndome. Poco a poco, de manera constante, me bajó hasta ella. No había nada del dolor esta vez para robarme el placer. No había nada que me distrajera de la sensación de ella haciéndome suya. Era una extraña y maravillosa sensación tenerla junto a mí. Me retorcí, tratando de conseguir más comodidad. Al instante, sus dedos se clavaron en mis nalgas.

 

 

—Mierda. —Se quejó.

 

 

— ¿Qué?

 

 

—Sólo… sólo quédate quieta durante un minuto.

 

 

Arrugué la nariz, concentrándome en recuperar el aliento. Esta materia ual era difícil. Además, quería memorizar cada momento de esta perfecta experiencia. No quería olvidar nada.

 

 

Equilibró mi espalda contra la pared de la ducha y se dedicó a demostrarme lo mucho que me quería. Un sonido de asombro salió de mi boca. Más bien se parecía a “argh”.

 

 

—Tranquila —murmuró—. ¿Estás bien?

 

 

Me sentí muy sorprendida. Y puede ser que me haya sentido bien. Era difícil de decir. Necesitaba que hiciera algo para que pudiera averiguar a donde me llevaba esta nueva sensación. — ¿Ahora qué haremos?

 

 

—Solo lo que sentimos, ¿estás bien?.

 

 

—Estoy bien.

 

 

Me acarició lentamente, viendo mi rostro todo el tiempo. Esa actitud encendió un encantador fuego en mí, pero su forma de hacerme el amor llamó mi atención inmediata. Guau. Bueno o malo, todavía no podía decidirlo. Necesitaba más. Ella me lo dio, manteniendo el calor y aumentando la tensión. Mi sangre se sintió caliente, recorriéndome, ardiendo bajo mi piel. Encajó mi boca en la suya, con ganas de más. Queriendo todo. La humedad de su boca y la habilidad de su lengua. Toda ella. Nadie besaba como tiffany. Como si besarme le ganara a respirar, comer, dormir o cualquier otra cosa que pudiera haber planeado hacer con el resto de su vida.

 

 

Mi espalda chocó contra la pared de vidrio y nuestros dientes chocaron entre sí. Ella rompió el beso con una mirada cautelosa, pero nunca dejó de acariciarme. Más fuerte, más rápido, todo era poderosamente explosivo. Se ponía cada vez mejor. Teníamos que hacer esto todo el tiempo. Constantemente. Nada más importaba cuando era así entre nosotras. Cada preocupación desapareció.

 

 

Era tan condenadamente buena. Ella era todo lo que necesitaba.

 

 

Luego algún lugar dentro de mí se estremeció y todo mi cuerpo se paralizó, los nervios hormiguearon y se alborotaron. Mis músculos se apretaron firmemente y sus dedos se deslizaron profundamente varias veces en un ritmo rápido. El mundo desapareció o yo cerré los ojos. La presión dentro de mí se rompió en mil pedazos increíbles. Siguió y siguió. Mi mente dejó la estratosfera, estaba segura de ello. Todo brillaba. Si eso se sintió parecido para tiffany, no sé cómo se mantuvo en pie. Pero lo hizo. Se mantuvo fuerte y conmigo agarrada firmemente contra ella como si nunca fuera a dejarme ir.

 

 

Finalmente, alrededor de una década más tarde, me dejó. Sus manos revoloteaban por mi cintura, por si acaso. Una vez que mis extremidades resultaron dignas de confianza, me volvió hacia el agua. Con una mano suave, me limpió entre las piernas. No entendí lo que estaba haciendo al principio y traté de retroceder. Tocar ahí en ese momento no se parecía una buena idea.

 

 

—Está bien —dijo, echándome de nuevo el chorro de agua—. Confía en mí.

 

 

Me quedé quieta, estremeciéndome por instinto. No hizo más que cuidarme. El mundo entero parecía raro, todo muy cerca y amortiguado al mismo tiempo. El cansancio y el mejor o de mi vida me había deshecho.

 

 

A continuación se estiró y apagó el agua, salió y cogió dos toallas. Se ató una a su cuerpo, la otra la usó para secarme.

 

 

—Eso fue bueno, ¿no? —pregunté mientras me secaba el pelo, cuidándome. Mi cuerpo todavía temblaba y se estremecía. Me pareció una buena señal. Mi mundo se había desgarrado y rehecho de una manera surrealista. Si ella solo decía que estuvo sólo bien la golpearía.

 

 

—Eso fue definitivamente increíble. —Corrigió, quitando la toalla y tirándola en el mostrador del baño.

 

 

Incluso mi sonrisa tembló. La vi en el espejo. —Sí. Lo Fue.

 

 

—Nosotras juntas, siempre lo es.

 

 

De la mano caminamos de regreso a la habitación. Estar desnuda frente a ella no se sentía extraño por una vez. No había duda. Descartó su toalla y se subió a la cama de tamaño gigante, gravitando naturalmente hacia el medio una junto a la otra. Nos tumbamos en nuestros costados, cara a cara. Podría caer en estado de coma, me sentía tan agotada. Es una pena tener que cerrar los ojos cuando ella estaba ahí, delante de mí. Mi y esposa.

 

 

—Me lo juraste —dijo, con los ojos divertidos.

 

 

— ¿Lo hice?

 

 

Su mano se asentó encima de mi muslo, su pulgar se deslizó hacia atrás y adelante por encima del hueso de la cadera. — ¿Voy a fingir que no te acuerdas de lo que dijiste? ¿En serio?

 

 

—No. Sí recuerdo. —Aunque yo no había querido decir nada, ni la mala palabra, ni la declaración de amor. Pero tenía que hacerlo. Era hora de usar mis bragas de niña grande—. Te dije que estaba enamorada de ti.

 

 

—Mmm. La gente dice cosas durante el o. Sucede.

 

 

Me estaba dando una salida, pero no podía soportarlo. No la tomaría, no importaba lo tentadora que fuera. No iba a arruinar el momento así.

 

 

—Estoy enamorada de ti —dije, sintiéndome incómoda. Igual que cuando le dije que confiaba en ella, no iba a corresponderme. Lo sabía.

 

 

Su mirada se detuvo en mi cara, paciente y amable. Esto dolía. Algo dentro de mí se sentía frágil y tiffany lo sacaba directamente a la luz. El amor hace que parezcas sensible. Ser precavida y no cometer locuras había quedado muy atrás. Era demasiado tarde para preocuparme. Las palabras ya estaban allí. Si el amor era para los tontos que así sea. Al menos yo sería honesta sobre mis sentimientos.

 

 

Me acarició la cara con el dorso de los dedos. —Esa fue una cosa hermosa que decir.

 

 

—tiffany, no pasa nada…

 

 

—Eres tan importante para mí—dijo, deteniéndome en corto—. Quiero que lo sepas.

 

 

—Gracias. — ¡Ay!, no eran exactamente las palabras que quería oír después admitir que la amaba.

 

 

Se levantó en un codo, llevó sus labios a los míos, besándome tontamente. Acariciando mi lengua con la suya y encendiéndome otra vez. No dejando lugar para la preocupación.

 

 

—Te necesito de nuevo —susurró, de rodillas entre mis piernas.

 

 

Esta vez hicimos el amor. No había otra palabra para ello. Se balanceó en mí a su propio ritmo, presionando su mejilla contra la mía, acariciándome con pasión. Su voz seguía y seguía susurrando secretos en mi oído. Como si nadie hubiera estado de esta manera para ella. Como si quisiera quedarse así tanto como pudiera. Sudor goteaba de su cuerpo, corriendo por mi piel antes de sumergirse en la sábana. Ella se hizo una parte permanente de mí. Fue una bendición. Dulce, tierna y lento. Exasperantemente lento cerca del final.

 

 

 

 

Se sentía como si fuera a durar para siempre. Me gustaría que así fuera.