cap 16

Taeny

Adrián se puso como loco por los moretones en el rostro de tiffany. Tampoco parecía contento de verme nuevamente. Tuve un breve vistazo de sus dientes afilados antes de que me condujera apresuradamente a una esquina en el gran vestuario, fuera de peligro. La seguridad se quedó afuera, dejando pasar únicamente a los invitados al sagrado interior.

 

 

El espectáculo era en un salón de baile de uno de los grandes hoteles de lujo en la ciudad. Brillantes candelabros y satén rojo, grandes mesas redondas repletas de estrellas y de las personas bonitas que las acompañaban. Por suerte, me había puesto un vestido azul, el único que remotamente cubría todo, y un par de zapatos de kilómetros de altura que Hanna había pedido. Kaetrin, la chica del bikini, la vieja amiga de tiffany, estaba al otro lado de la habitación, llevaba un vestido rojo y el ceño fruncido. Tendría arrugas si seguía con eso. Afortunadamente, se aburrió de ponerme mala cara después de un tiempo, y se alejó. No la culpo por estar enojada. Si hubiera perdido a tiffany, estaría molesta también. Las mujeres rondaban cerca de tiffany, esperando por su atención. Quería chocar las palmas con alguien por la forma en que ella las ignoraba.

 

 

No había señales de Sam. Ryder estaba sentado con una impresionante chica asiática en una rodilla y una rubia tetona en la otra, demasiado ocupado para hablar conmigo. Aún no conocía al cuarto miembro de la banda, Ben.

 

 

—Hola —dijo tiffany, intercambió mi copa intacta de champagne por una botella de agua—. Pensé que preferirías esto. ¿Todo bien?

 

 

—Gracias. Sí. Todo está bien.

 

 

Ella era maravillosa, ella sabía que todavía no me había recuperado lo suficiente de Las Vegas para arriesgarme con el sabor del alcohol. Asintió y pasó la copa de champagne a un camarero. Luego empezó a quitarse su chaqueta de cuero. Otras personas podían ponerse trajes de etiqueta, pero tiffany se mantenía en sus pantalones vaqueros y botas. Su única concesión a la ocasión era una sugerente camisa negra con botones. —Hazme un favor y ponte esto.

 

 

— ¿No te gusta mi vestido?

 

 

—Claro que sí. Pero el aire acondicionado es un poco frío aquí. —dijo, envolviéndome la chaqueta por los hombros.

 

 

—No, no lo es.

 

 

Me dio una sonrisa ladeada que habría derretido al corazón más frío. El mío no tuvo la posibilidad. Con un brazo a cada lado de mi cabeza se inclinó, bloqueando el resto de la habitación y todos los que se encontraban en ella.

 

 

—Confía en mí, tienes un poco de frío. —Su mirada se posó en mis pechos y lo comprendí. El vestido estaba hecho de una gasa ligera. Precioso, pero en cierta manera, no tan sutil. Y, obviamente, el sujetador no ayudaba en absoluto.

 

 

—Oh —dije.

 

 

—Mmm. Y yo estoy ahí, tratando de hablar de negocios con Adrián, pero no puedo. Estoy muy distraída porque me encanta tu delantera.

 

 

—Excelente —Puse un brazo sobre mis pechos, tan sutilmente como sea posible.

 

 

—Son tan bonitos y llenan tan bien mis manos. Es como si fuéramos hechas la una para la otra, ¿sabes?

 

 

—Tiffany —Sonreí como la cachonda, tonta enamorada que era.

 

 

—A veces tienes esa casi-sonrisa en tu rostro. Y yo me pregunto lo que estás pensando, allí de pie viendo todo.

 

 

—Nada en particular, simplemente mirando todo. Esperando verte tocar.

 

 

— ¿Ahora?

 

 

—Por supuesto que sí. No puedo esperar.

 

 

Me besó suavemente en los labios. —Después de que haya terminado vamos a salir de aquí, ¿no? Marcharnos a alguna parte, sólo tú y yo. Podemos hacer lo que se te apetezca. Ir a dar un paseo o ir a comer algo, tal vez.

 

 

— ¿Sólo nosotras?

 

 

—Por supuesto. Lo que sea que tú quieras.

 

 

—Eso suena muy bien.

 

 

Su roce bajo de nuevo a mis pechos. —Sigues teniendo un poco de frío. Yo podría calentarte. ¿Qué opinas de mí dándote un poco de calor en público para sobrellevarlo?

 

 

—Eso es un no. —Giré mi cara para tomar un sorbo de agua. Aire ártico o no, necesitaba refrescarme.

 

 

—Sí, eso es lo que pensé. Vamos. Los grandes pechos conllevan grandes responsabilidades. —Tomó mi mano y me condujo a través de la multitud de gente mientras reía. No se detuvo para nadie.

 

 

Había una pequeña habitación adjunta a la parte trasera con un estante de bolsas de ropa y un poco de maquillaje disperso alrededor Espejos en las paredes, un gran ramo de flores y un sofá que estaba muy ocupado. Sam estaba allí, sentado en un pulcro traje, las piernas abiertas con una mujer arrodillada entre ellos. Su rostro estaba en su regazo, meneando la cabeza. No era difícil adivinar lo que hacían. El rojo de su vestido me dio un indicio de su identidad, a pesar de que podría haber vivido una vida larga y feliz sin saberlo. El pelo oscuro de Kaetrin estaba envuelto alrededor del puño de Sam. En la otra mano sostenía una botella de whisky. Dos líneas blancas ordenadas de polvo en la mesa de café junto con una pajita de plata.

 

 

Por Dios….. Así que esto era el estilo de vida rock ' n ' roll. De repente mis manos se sentían sudorosas. Pero esto no era en lo que tiffany estaba metida. Eso no era ella. Yo lo sabía.

 

 

—Tae —dijo Sam con voz ronca, una lenta sonrisa se extendió por su rostro—. Te ves bien, cariño.

 

 

Mantuve mi boca cerrada.

 

 

—Vamos. —Las manos de tiffany agarraron mis hombros, alejándome de la escena. Estaba lívida, su boca en una línea amarga.

 

 

— ¿Qué, no vas a saludar a Kaetrin, tiff? Eso es un poco duro. Pensé que ustedes dos eran buenas amigas.

 

 

—Vete al diablo, Sam.

 

 

Detrás de nosotras, Sam gimió largo y fuerte, al parecer el espectáculo en el sofá llegó a su obvia conclusión. Mi esposa cerró de golpe la puerta. La fiesta continuó, la música bombeando el sistema de sonido, el tintineo de vasos y un montón de conversaciones en voz alta. Estábamos allí, pero tiffany se quedó mirando a la distancia, ajena a todo, al parecer. Su cara estaba llena de tensión.

 

 

— ¿tiffany?

 

 

—Cinco minutos —gritó Adrián, aplaudiendo con sus manos en el aire—. Hora del show. Vamos.

 

 

Los ojos de tiffany parpadeaban rápidamente como si estuviera despertando en medio de un mal sueño.

 

 

El ambiente en la sala de repente se cargó de emoción. La multitud aplaudió y Sam salió tambaleándose con Kaetrin. Más ovaciones y gritos de ánimo para que la banda subiera al escenario, junto con algunas risas sobre la reaparición de Sam y la chica.

 

 

— ¡Hagámoslo! —gritó Sam, estrechando manos y dando palmadas en la espalda a la personas mientras se movía por la habitación—. Vamos, tiffany.

 

 

Mi esposa levantó los hombros. —Hanna.

 

 

La mujer se acercó, su rostro era una máscara de cuidado. — ¿Qué puedo hacer por ti?

 

 

—Cuida a taeyeon mientras estoy en el escenario.

 

 

—Por supuesto.

 

 

—Mira, tengo que ir, pero volveré pronto —dijo.

 

 

—Por supuesto. Ve.

 

 

Con un último beso en mi frente se fue, con los hombros encorvados en forma protectora. Tuve un loco impulso de ir tras ella. Para detenerla. Para hacer algo. Ryder se le acercó en la puerta y pasó un brazo alrededor de su cuello. Tiffany no miró hacia atrás. La mayor parte de la gente los siguió. Me quedé sola, mirando el éxodo. Ella había estado en lo cierto, la habitación estaba fría. Agarré la chaqueta a mí alrededor con más fuerza, dejando que su olor me calmara. Todo estaba bien. Si me lo repetía, tarde o temprano se convertiría en realidad. Incluso las partes que no entendía se resolverían. Yo tenía que tener fe. Y maldita sea, yo tenía fe. Pero mi sonrisa había desaparecido.

 

 

Hanna me miraba, sin alterar su inmaculada expresión.

 

 

Después de un momento, sus labios rojos se abrieron. —Conozco a tiffany desde hace mucho tiempo.

 

 

—Eso es bueno —dije, negándome a ser intimidada por su fría mirada.

 

 

—Sí. Ella es muy talentosa y emprendedora. Es intensa, apasionada.

 

 

No dije nada.

 

 

—A veces se deja llevar. Lo que no significa nada. —Hanna se quedó mirando mi anillo. Con un movimiento elegante metió su pelo oscuro detrás de la oreja. Por encima de un hermoso conjunto de piedras de color rojo oscuro se encontraba un solitario, pequeño, que me guiñaba, diamante. Poco más de una viruta, que en realidad no parecía encajar en la costosa apariencia de Hanna—. Cuando estés lista te mostraré donde puedes ver el espectáculo.

 

 

La sensación de espiral que había comenzado cuando tiffany se alejó de mí se hizo más fuerte. Junto a mí, Hanna esperó pacientemente, sin decir una palabra, para lo cual estaba agradecida. Ella ya había dicho más que suficiente. Sólo el conjunto de piedras rojas colgaba de su otra oreja. La paranoia no era bonita. ¿Podría ser este el par del pendiente de diamante que tiffany llevaba? No. Eso no tenía sentido.

 

 

 

Muchas personas llevaban solitarios pequeños pendientes de diamantes. Incluso millonarios.

 

 

 

Coloqué mi agua en algún lado, con una sonrisa forzada. — ¿Vamos?

 

 

 

 

***

 

 

 

 

Mirar el espectáculo fue increíble. Hanna me llevó a un lugar al lado del escenario, detrás de las cortinas, pero todavía se sentía como si estuviera justo en el meollo de las cosas. Y la cosa era ruidosa y emocionante. Música resonaba a través de mi pecho, haciendo que mi corazón se acelerara. La música era una gran distracción de mis preocupaciones acerca del pendiente. Tiffany y yo teníamos que hablar. Había hecho todo por esperar hasta que se sintiera lo suficientemente cómoda para decirme cosas, pero mis preguntas se me estaban yendo de las manos. Yo no quería desconfiar de ella de esta manera. Necesitábamos honestidad.

 

 

Con una guitarra en sus manos, tiffany era una diosa. No era de extrañar que la adoraran. Sus manos se movían sobre las cuerdas de su guitarra eléctrica con absoluta precisión, se encontraba totalmente concentrada. Los músculos flexionados en sus brazos hacían que las canciones cobraran vida. Me quedé asombrada de ella, con la boca abierta. Había también otras personas en el escenario, pero tiffany me dejaba hechizada. Solamente había visto su lado privado, el que era cuando estaba conmigo. Esto parecía ser casi otra entidad. Una desconocida. Mi esposa había tomado el asiento trasero dando paso al artista. A la estrella de rock. En realidad fue un poco desalentador. Pero en ese momento, su pasión tenía perfecto sentido para mí. Su talento era un gran regalo.

 

 

Tocaron cinco canciones, y luego se anunció que otro artista de gran nombre entraría al escenario. Los cuatro miembros de la banda salieron por el otro lado. Hanna desapareció. Era difícil estar molesta porque, a pesar de que detrás del escenario era un laberinto de pasillos y camerinos. La mujer era un monstruo. Estaba mejor sola.

 

 

Hice el camino de regreso por mi cuenta, tomando pequeños pasos delicados, porque mis estúpidos zapatos me estaban matando. Mis dedos de los pies se llenaron de ampollas donde la correa rozaba con mi piel. No importaba, mi alegría no podía disminuir. El recuerdo de la música se quedó conmigo. La forma en que tiffany había atrapado a todos con su presentación, a la vez excitante y desconocido. Hablando de eso…….

 

 

Sonreí y maldije silenciosamente, ignorando a mis pobres pies y haciendo camino a través de la mezcla de ayudantes, técnicos de sonido, artistas de maquillaje y seguidores en general.

 

 

—Pequeña novia —Ryder plantó un ruidoso beso en mi mejilla—. Me voy a un club. ¿Ustedes vienen o vuelven a su nido de amor?

 

 

—No lo sé. Sólo quiero encontrar a tiffany. Eso fue increíble, por cierto. Estuvieron brillantes.

 

 

—Me alegro de que te haya gustado. Sin embargo, no le digas a tiffany que me robé el espectáculo. Es tan sensible sobre ese tipo de cosas.

 

 

—Mis labios están sellados.

 

 

Él se echó a reír. —Es mejor contigo, ¿sabes? Algunos artistas tienen la mala costumbre de ser unos ermitaños. Ella sonrió más contigo en los últimos días de lo que la he visto sonreír en los últimos cinco años. Eres buena para ella.

 

 

— ¿En serio?

 

 

Ryder sonrió. —En serio. Dile que voy a Charlotte. Nos vemos allí más tarde, tal vez.

 

 

—Está bien.

 

 

Ryder se fue y me dirigí hacia el camerino de la banda a través de una aglomeración mucho más grande de personas reunidas. En el interior del camerino, sin embargo, las cosas estaban tranquilas. Sam y Adrián se encontraban en el pasillo, enfrascados en una profunda conversación. Definitivamente no me detendría con ellos. Derek y una segunda persona de seguridad asintieron a mí cuando pasé.

 

 

La puerta de la habitación, donde Sam había estado ocupado anteriormente se encontraba entreabierta. La voz de tiffany llegó a mí, clara como el día, a pesar del ruido exterior. Parecía como que me había sintonizando a ella en algún nivel cósmico. Asustaba, pero emocionaba al mismo tiempo. Yo no podía esperar a salir de aquí con ella y hacer lo que sea. Encontrarnos con Ryder o salir por nuestra cuenta. No me importaba, siempre y cuando estemos juntas.

 

 

Solo quería estar con ella.

 

 

El sonido de la voz exaltada de Hanna dentro de la misma habitación disminuyó mi felicidad.

 

 

—No lo hagas —dijo alguien detrás de mí, deteniéndome en la puerta.

 

 

Me di vuelta para afrontar al cuarto miembro de la banda: Ben. Lo recordaba ahora de algún programa del que jessica me había hecho ver años atrás. Él tocaba el bajo y hacía parecer el aspecto de guardaespaldas de Derek como un lindo y esponjoso gatito. Corto cabello oscuro y el cuello de un toro. Atractivo en un extraño, estilo de asesino en serie. Aunque podría haber sido solo por la forma en que me miró, con los ojos azules totalmente serios y la mandíbula rígida. Otro en las drogas, tal vez. Para mí, solo se sentía mal.

 

 

—Deja que se arreglen —Su mirada se dirigió a la puerta entreabierta—. No sabes cómo eran cuando estaban juntas.

 

 

— ¿Qué? —Retrocedí un poco y se dio cuenta, dando un paso al costado para estar más cerca de la puerta. Tratando de maniobrarme hacia el exterior.

 

 

Ben solo me miró, su grueso brazo cerrándome el paso. —Ryder dijo que eras linda y estoy seguro de que lo eres. Pero ella es mi hermana. Tiffany y ella siempre han estado locas la una por la otra, desde que éramos niños.

 

 

—No entiendo. —Me estremecí, sacudiendo la cabeza.

 

 

—Lo sé.

 

 

—Muévete, Ben.

 

 

—Lo siento. No puedo hacer eso.

 

 

El hecho era, que no tuvo por qué. Sostuve su mirada, asegurándome de que tenía toda su atención. Entonces equilibrado mi peso en uno de mis tacones, usé la otra para patear la puerta. Puesto que nunca había sido completamente cerrada, se abrió hacia dentro con facilidad.

 

 

Tiffany estaba parada con su espalda parcialmente girada hacia nosotros. Las manos de Hanna estaban en su cabello, sosteniéndola hacia ella. Sus bocas estaban aplastadas juntas. Era un duro y feo beso. O tal vez así era como se veía desde el exterior.

 

 

No sentí nada. Ver eso debería haber sido algo grande, pero no lo fue. Me hizo pequeña y me cerró internamente. En todo caso, se sintió casi extrañamente inevitable. Todas las piezas habían estado allí. Había sido tan estúpida, tratando de no ver esto. Pensando que todo estaría bien……….

 

 

Un sonido escapó de mi garganta y tiffany se separó de ella. Miró hacia mí sobre su hombro. —taeyeon —dijo ella. El rostro dibujado y los ojos brillantes.

 

 

Mi corazón debió haberse dado por vencido. La sangre no estaba fluyendo. Qué bizarro. Mis manos y mis pies estaban helados. Sacudí mi cabeza. No tenía nada. Di un paso atrás y ella tendió una mano hacia mí.

 

 

—No lo hagas —dijo ella. —Tiffany —Hanna le dio una sonrisa peligrosa. Ninguna otra palabra para eso. Su mano acarició el brazo de la que creí era mi esposa como si fuera a enterrar sus uñas en tiffany en cualquier momento.

 

 

Supuse que podía. Tiffany vino hacia mí. Di varios pasos apresurados hacia atrás, tropezando en mis tacones. Ella se detuvo y me miró como si yo fuera una extraña.

 

 

—Cariño, esto no es nada —dijo. Trato de alcanzarme de nuevo. Sostuve mis brazos más apretados contra mi pecho, protegiéndome de cualquier daño. Muy tarde. — ¿Era ella? ¿Es ella la novia del instituto?

 

 

El familiar, viejo músculo de su mandíbula hizo pop. —Eso fue hace mucho tiempo. No importa.

 

 

—Jesús, tiffany. —No tiene nada que ver con nosotras. Mientras más hablaba, más fría me sentía. Hice lo mejor para ignorar a Ben y Hanna flotando en el fondo.

 

 

Tiffany maldijo. —Ven, nos vamos de aquí. Sacudí mi cabeza lentamente. Ella tomó mis brazos, deteniéndome de retirarme más lejos. — ¿Qué rayos estás haciendo, taeyeon?

 

 

— ¿Qué estás haciendo tú, tiffany? ¿Qué has hecho? —Nada —dijo, con los dientes apretados—. No he hecho ninguna maldita cosa. Dijiste que confiabas en mí.

 

 

— ¿Por qué ambas siguen usando los aros si no es nada? Su mano voló a su oreja, cubriendo los hirientes artículos. —No es así. — ¿Por qué ella sigue trabajando para ti?

 

 

—Dijiste que confiabas en mí —repitió.

 

 

— ¿Por qué mantener la casa en Florida todos estos años?

 

 

—No —dijo ella y luego se detuvo. La miré, incrédula. — ¿No? ¿Eso es? Eso no es suficiente. ¿Se suponía que no vería todo esto? ¿Ignorarlo? —No entiendes.

 

 

—Entonces explícamelo. —Imploré. Sus ojos vieron a través de mí. Yo podría no haber hablado. Mis preguntas no fueron respondidas, igual que siempre—. No puedes hacerlo, ¿No? Di otro paso atrás y su rostro se endureció con furia. Sus manos se hicieron puños a sus lados.

 

 

—No te atrevas a malditamente dejarme. ¡Lo prometiste! No la conocía para nada. La miré, paralizada, dejando a su ira pasar sobre mí. No podía esperar para atravesar el dolor. Ninguna oportunidad. —Te marchas de aquí y se acabó. No pienses en intentar volver. —Bien. —Lo digo en serio. No serás nada para mí.

 

 

Detrás de tiffany, la boca de Ben se abrió, pero nada salió. Solo así. Incluso la insensibilidad tenía sus límites.

 

 

— ¡taeyeon—gruñó tiffany. Me quité mis zapatos y fui descalza para mi gran salida. Podría igualmente sería cómodo. Normalmente yo nunca usaría tacones como esos. No había nada malo con lo normal. Yo extrañaba una gran dosis de eso. Me envolvería en lo normal como si fuera lana de algodón, protegiéndome de todo. Tenía un café al que volver, comenzar a pensar sobre la escuela. Tenía una vida esperando. Una puerta se cerró de golpe detrás de mí. Algo se golpeó contra ella en el otro lado.

 

 

El sonido de gritos fue silenciado. Fuera de la puerta del camerino, Sam y Adrián todavía estaban conversando profundamente. Con lo que me refiero a que Adrián hablaba y Sam miraba el techo, sonriendo como un lunático. Dudé que un cohete pudiera alcanzar a Sam en ese momento, así de ido se veía.

 

 

—Disculpa —dije, entrometiéndome. Adrián giró y frunció el ceño, el destello de dientes brillantes llegando un momento tarde.

 

 

—taeyeon, cariño, estoy justo en el medio de algo aquí.

 

 

—Me gustaría volver a ami casa ahora.

 

 

— ¿Te gustaría? Bien. —Frotó sus manos. Ah, lo había complacido. Su sonrisa era enorme, genuina por una vez y brillante. Las luces no le afectaban.

 

 

Aparentemente se había estado conteniendo previamente. — ¡Derek! —gritó. El guardaespaldas apareció, abriéndose paso a través de la multitud con facilidad. —Sra. Hwang.

 

 

—Srta. kim. —Le corrigió Adrián—. ¿Te importaría ver que llegara sana y salva a casa, gracias, Derek? La profesional expresión amable no falló ni por un segundo.

 

 

—Sí, señor, por supuesto. —Excelente. Sam comenzó a reír, grandes carcajadas que salían de su cuerpo entero. Luego empezó a cacarear, el sonido vagamente recordativo a la Bruja Malvada del Oeste en El Mago de Oz. Si ella hubiera estado drogándose con crack o cocaína o lo que sea que Sam se estuviera metiendo. Esta gente, ellos no tenían sentido. Yo no pertenecía aquí. Nunca he pertenecido aquí.

 

 

—Por aquí —Derek presionó ligeramente una mano en mi espalda, lo que fue suficiente para tenerme en movimiento. Era hora de ir casa, despertar de este sueño demasiado-bueno-para-ser-verdad que se convirtió en una deformada pesadilla. La risa se hizo cada vez más fuerte, sonando en mis orejas, hasta que de repente se acabó. Giré a tiempo para ver a Sam hundirse en el suelo, su traje pulido hecho un desastre. Una mujer jadeó. Otra rio entre dientes y rodó los ojos.

 

 

—Joder —gruñó Adrián, arrodillándose al lado del hombre inconsciente. Le abofeteó el rostro—. Sam ¡Sam! Más guardias rudos aparecieron, amontonándose alrededor del cantante caído, bloqueando la vista. —No de nuevo —despotricó Adrián—. Traigan al doctor. Maldita sea, Sam.

 

 

— ¿Sra. Hwang? —preguntó Derek. — ¿Está bien? Derek frunció el ceño por la escena. —Probablemente solo se desmayó. Ha estado pasando un montón últimamente. ¿Deberíamos irnos?

 

 

—Sácame de aquí, Derek. Por favor.

 

 

Regresé antes de que el sol saliera. No lloré en el viaje. Era como si mi cerebro hubiera diagnosticado la emergencia y cauterizado mis emociones. Me sentía adormecida, si Derek desviara el auto hacia el tráfico que se aproximaba yo no diría ni peep. Estaba acabada, totalmente congelada. Fuimos a la mansión primero, así Derek podría recoger mis maletas antes de dirigirnos al aeropuerto. Me puso en el jet privado y volamos. Me sacó del avión y me llevó a casa.

 

 

Derek insistió en llevar mis maletas, justo como insistió en llamarme por mi nombre de casada. El hombre hizo la mejor sutil y preocupada mirada de reojo que jamás he visto. Aunque nunca decía mucho, lo apreciaba. Caminé como sonámbula con mí apenado yo hacia el departamento que jessica y yo compartíamos. El edificio era un pasillo perfumado a ajo, cortesía de la Sra. Lucia, en el piso de abajo, siempre cocinando. Paredes tapizadas de un pálido verde y suelos de madera desgastados, rayados y manchados. Por suerte me había puesto mis converse o sino mis pies estarían llenos de astillas. Este suelo no era para nada como el brillante y pulido de la casa de tiffany. Podías verte en esa cosa.

 

 

Mierda. No quería pensar en ella. Todos esos recuerdos pertenecían a una caja enterrados en el fondo de mi mente. Nunca volverían a ver la luz del día.

 

 

Mi llave todavía encajaba en el candado. Me confortaba. Muy bien podría haber estado perdida por años, en vez de días. Ni si quiera había pasado una semana. Me había ido temprano en la mañana del jueves y ahora era martes. Menos de seis cortos días. Esto era una locura. Todo se sentía diferente. Empujé la puerta abierta, siendo silenciosa por la tan temprana hora.

 

 

Jessica podría estar dormida. O tal vez no. Escuché risas. De hecho, se encontraba sentada sobre nuestra pequeña mesa de desayuno, riéndose sofocadamente mientras una chica tenía su cabeza debajo de una de sus viejas y enormes camisetas en las que dormía. La chica enterró su rostro en su escote y le hizo cosquillas. Jessica se retorció haciendo todo tipo de risitas.

 

 

Gracias a Dios, la chica tenía la ropa puesta, quien sea que fuera. Estaban tan concentradas en eso que no notaron nuestra entrada para nada. Derek miró a la pared lejana, evitando la escena. Pobre hombre, las cosas que debió haber presenciado todos estos años.

 

 

—Hola —dije—. Um. ¿Jessica? jessica chilló y se giró, retorciendo al tipo dentro de su camisa mientras la chica luchaba por liberarse. Si ella accidentalmente la estrangulaba, por lo menos ella se moriría feliz, dado a la vista.

 

 

—Tae —jadeó—. Volviste. La chica finalmente liberó su rostro. — ¿yuri? —pregunté. Estupefacta. Sacudí mi cabeza solo para estar segura, estreché mis ojos.

 

 

—Hola —Mi prima lejana levantó una mano, mientras que con la otra bajaba la camiseta de jessica—. ¿Cómo estás?

 

 

—Bien, sí —dije—. Derek, esta es mi amiga jessica y mi prima yuri. Chicas, este es Derek.

 

 

Derek asintió educadamente y bajó mi maleta. — ¿Puedo hacer algo más por usted, Sra. Hwang?

 

 

—No, Derek. Gracias por traerme a casa sana y salva. —De nada —Él miró hacia la puerta y nuevamente a mí, una pequeña arruga entre sus cejas. No podía estar segura, pero creo que era lo más cercano a fruncir el ceño. Sus expresiones faciales parecían limitadas. Restringidas era probablemente una mejor palabra. Se acercó y me dio una palmada en la espalda. Luego se fue cerrando la puerta detrás de él. Mis ojos quemaron, amenazando con lágrimas. Pestañeé como loca, manteniéndolas dentro. Su amabilidad casi rompe la insensibilidad, maldita sea. No podía permitirlo todavía. —Entonces ¿Ustedes dos? —pregunté.

 

 

—Estamos juntas, sí —dijo jessica, extendiendo su brazo hacia ella. Yuri tomó su mano y la sostuvo fuerte. En realidad se veían bien juntas. Aunque, seriamente ¿Qué tan raro se pondrían las cosas? Mi mundo había cambiado. Se sentía diferente, aunque el pequeño apartamento se veía igual. Las cosas estaban donde las dejé. La colección demente de gatos de porcelana de jessica todavía estaba en el estante, coleccionando polvo. Nuestros muebles baratos o de segunda mano y las paredes azul turquesa seguían de pie.

 

 

Aunque nunca usaré esa mesa de nuevo, considerando lo que he visto. Solo Dios sabe que más han estado haciendo allí. Flexioné mis dedos, permitiendo que algo de vida volviera a mis extremidades.

 

 

— ¿Creía que ustedes se odiaban? —Nos odiábamos —confirmó jessica—. Pero ahora sabes que ya no. Es una historia sorprendentemente simple, en realidad. Solo pasó mientras no estabas. —Guau. —Lindo vestido —dijo jessica, observándome.

 

 

—Gracias. — ¿Valentino? Alisé la tela azul sobre mi estómago. —No lo sé. —Eso es una afirmación, combinándolo con las zapatillas —dijo jessica. Luego le dio una mirada a yuri. Aparentemente ya se comunicaban sin palabras, porque mi prima caminó de puntitas a su habitación. Interesante. Mi mejor amiga y mi prima. Y ella nunca me lo contó. Pero habían muchas cosas que yo no le había contado tampoco. Quizás ya habíamos pasado la edad de compartir cada mínimo detalle de nuestras vidas. Qué tristeza.

 

 

Soledad y una buena dosis de auto compasión me enfrió y envolví mis brazos a mí alrededor.

 

 

jessica se acercó y tomó una de mis manos sueltas. —Cariño ¿Qué pasó?

 

 

Sacudí mi cabeza evitando las preguntas. —No puedo. No todavía.

 

 

Ella se me unió apoyándose en la pared. —Tengo helado.

 

 

— ¿De qué?

 

 

—Triple chocolate. Estaba pensando en torturar a tu prima con el más tarde de una manera ualmente explícita.

 

 

Ahí se fue mi vago interés por el helado. Restregué mis manos por mi rostro. —jessica, si me amas, nunca me digas algo así de nuevo. —Lo siento.

 

 

Casi sonreí. Mi boca definitivamente se había acercado a eso, pero titubeó al final.

 

 

—yul te hace feliz, ¿No es así?

 

 

—Sí, lo hace. Solo se siente como, no lo sé, es como si estuviéramos en sintonía o algo. Desde la noche que me recogió de la casa de tus padres hemos estado juntas. Se siente bien. No es mandona como solía serlo en la secundaria. Se ha rendido con ser una mujeriega. Se ha calmado y ha madurado. Acá entre nos, ella es el sensible. —Hizo un mohín—. Pero nuestros días de compartir cada mínimo detalle de nuestras vidas se acabaron ¿No es así?

 

 

—Supongo que sí. —Ah, bien. Siempre tendremos la secundaria. —Sí —Conseguí sonreír.

 

 

—Cariño, siento que las cosas hayan ido mal. Me refiero, eso es obviamente porqué volviste viéndote como la mierda en ese absolutamente exquisito vestido —Observó mi vestido con gran lujuria.

 

 

—Puedes quedártelo —Demonios, ella podía quedarse todas las demás cosas también. No quería volver a tocar nunca más algo de eso. Su chaqueta la dejé con Derek, más el anillo dentro de un bolsillo.

 

 

Derek se ocuparía de ello. Ver que esté de vuelta hacia tiffany. Mi mano parecía desnuda sin ese anillo que simbolizaba nuestra unión, más ligera. Las palabras más ligera y libre debieron haber ido juntas, pero no lo quería admitir. Dentro de mí había un gran peso. He estado arrastrando mi lastimoso trasero por horas ahora. Dentro del avión. Fuera del avión. Dentro del auto. Por las escaleras. Ni el tiempo ni la distancia habían ayudado mucho.

 

 

—Quiero abrazarte, pero estás dando esa vibra de no-me-toques —dijo apoyando sus manos en sus delgadas caderas—. Dime qué pasa.

 

 

—Lo siento —La sonrisa que le di era retorcida y horrible. Podía sentirla.

 

 

— ¿Más tarde? — ¿Qué tan tarde? Porque francamente te ves como si necesitaras liberarte cuanto de los sentimientos que te ahogan, mucho.

 

 

No podía parar las lágrimas esta vez. Solo empezaron a fluir, y una vez que empezaron no podían parar. Las limpié inútilmente, luego me rendí y me cubrí el rostro con las manos.

 

 

 

jessica tiró sus brazos a mí alrededor, me sostuvo fuerte. —Déjalo ir.

 

 

 

Lo hice.

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Comments

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Nathan59 #1
Holaa cerraste tu cuenta de Wattpad ? :(