cap 12

Taeny

 

Ryder desapareció tan pronto como llegamos a casa. Tiffany pisoteó fuerte por las escaleras hasta nuestro dormitorio. ¿Era realmente el nuestro? No tenía ni idea. Pero la seguí. Se dio la vuelta y me enfrentó apenas entré en la habitación. Su expresión era feroz, tenía las oscuras cejas hacia abajo y la boca en una línea dura. — ¿Llamas a eso darnos una oportunidad?

 

 

Vaya. Lamí mis labios, dándome un momento. —Yo lo llamo salir a buscar algo de comida. La comida aún no estaba lista, así que pedimos una cerveza. Nos gustó la música y decidimos ir a bailar un par de canciones. Nada más.

 

 

—Esa idiota estaba sobre ti.

 

 

—Estaba a punto de darle un rodillazo.

 

 

— ¡Te fuiste sin decir una maldita palabra! —gritó.

 

 

—No me grites —dije, buscando la calma que no tenía en ese momento—. Te dejé una nota en la cocina.

 

 

Pasó las manos a través de su cabello, luchando visiblemente por conseguir algo de calma. —No la vi. ¿Por qué no viniste a hablar conmigo?

 

 

—La luz roja estaba encendida. Estabas grabando y no quería molestarte. No se suponía que íbamos a estar fuera por mucho tiempo.

 

 

Su cara amoratada estaba furiosa, caminó unos pasos y luego se volvió y avanzó de nuevo. No más tranquila por lo que pude ver, a pesar de que caminó de un lado a otro. Pero por lo menos parecía estar tratando. Su temperamento era la tercera persona en la habitación y acaparaba todo el maldito espacio. —Estaba preocupada. Ni siquiera tenías tu teléfono, lo encontré encima de la maldita mesa. El teléfono de Pam seguía sonando.

 

 

—Siento que te hayas preocupado. —Extendí las manos, sin excusas para las dos—. Olvidé cargarlo. A veces sucede. Trataré de ser más cuidadosa en el futuro. Pero tiffany, no pasaba nada. Tengo permitido salir de la casa.

 

 

—Mierda. Eso lo sé. Yo sólo…

 

 

—Estás haciendo tus cosas y eso es genial.

 

 

— ¿Era una especie de maldito castigo? —Obligó a las palabras mordaces salir a través de sus apretados dientes—. ¿Es eso?

 

 

—No. Por supuesto que no —suspiré. Silenciosamente.

 

 

— ¿Así que no estabas intentando que te tocaran?

 

 

—Voy a pretender que no dijiste eso. —Golpearle la cabeza no estaba muy lejos de la cuestión. Mantuve mis puños cerrados cuidadosamente a mi lado, resistiendo el impulso.

 

 

— ¿Por qué dejaste que ella te tocara?

 

 

—No lo hice. Le pedí que retrocediera pero se negó. Eso fue cuando tú llegaste. —Me froté la boca con los dedos, quedándome sin paciencia—. Sólo estamos dando vueltas en círculos. Tal vez deberíamos hablar de esto más tarde, cuando hayas tenido la oportunidad de calmarte.

 

 

Con las manos temblorosas me dirigí hacia la puerta.

 

 

— ¿Te vas? Perfecto. —Se lanzó sobre la cama. Una risa totalmente carente de humor salió de su boca—. Es demasiado para nosotras permanecer juntas.

 

 

— ¿Qué? No. Yo no quiero pelear contigo, tiffany. Voy a bajar antes de que comencemos a decir cosas que no queremos. Eso es todo.

 

 

—Vete —dijo, con voz áspera—. Joder, sabía que lo harías.

 

 

—Dios —gruñí, volviéndome hacia ella. El deseo de gritarle, para tratar de darle algún sentido a esto, se desbordó en mi interior—. ¿Tan siquiera me estás escuchando? ¿Me estás escuchando del todo? No te estoy dejando. ¿De dónde viene eso?

 

 

No contestó, sólo me miró, con ojos acusadores. No tenía ningún sentido.

 

 

Casi tropecé cuando me dirigí hacia ella, con mis pies torpes. Aterrizar sobre mi rostro sería perfecto. Eso era exactamente a donde esto se dirigía. Ya ni siquiera entendía sobre qué estábamos peleando, si es que alguna vez lo hice.

 

 

— ¿Con quién me estás comparando aquí? —pregunté, ahora casi tan enojada como ella—. Porque no soy ella.

 

 

Se mantuvo justo allí mirándome.

 

 

— ¿Y bien?

 

 

Sus labios permanecieron cerrados, mi furia y frustración se dispararon. Quería agarrarla y sacudirla. Hacer que admitiera algo, cualquier cosa. Que me dijera qué diablos pasaba realmente.

 

 

Me arrastré hacia la cama, enfrentándola. — ¡tiffany, habla conmigo!

 

 

Nada.

 

 

Bien.

 

 

Me empujé hacia atrás con las piernas temblorosas y traté de bajarme del colchón. Agarró mis brazos, intentando sostenerme. Y joder, lo hizo. Empujé con fuerza. Todos mis miembros peleando, caímos de la cama y rodamos por el piso. Su espalda golpeó el piso de madera. Inmediatamente, ella rodó de nuevo, poniéndome debajo. La sangre latía detrás de mis orejas. Le di una patada, la empujé y luché en su contra con todo el dolor que me inspiró. Antes de que pudieran regresar sus modales nos rodé de nuevo, recuperando la posición de arriba. No podía detenerme. Escapar era inminente.

 

 

Pero no fue así.

 

 

Tiffany tomó mi cara con ambas manos y aplastó sus labios contra los míos, besándome. Abrí la boca y su legua se deslizó dentro. El beso fue áspero y húmedo. La respiración era un problema. Ambas teníamos dificultades para controlar la ira y ninguna de las dos nos abstuvimos de morder. Con la boca lastimada, ella definitivamente tenía más que perder. No pasó mucho tiempo antes de que el sabor metálico de la sangre alcanzara mi lengua.

 

 

Retrocedió con un siseo, sangre fresca en su labio superior. —Mierda.

 

 

Me agarró las manos utilizando su mano derecha. No lo hice más sencillo, luchando por liberarme. Pero tiffany era más fuerte. Las sujeto en el piso por encima de mi cabeza con relativa facilidad. La presión de su mano izquierda entre mis piernas se sentía exquisita, una locura. Y cuanto más me resistía, mejor se ponía. La adrenalina se desbordó a través de mí, incrementándose. La necesidad de que me hiciera suya erizaba mi piel, haciéndome híper consciente de todo.

 

 

Así que esto era o enfadado. No podía atreverme a hacerle daño, en realidad no. Pero existían otras maneras de hacerme respetar en esta situación. Ella volvió a mi boca y la mordí de nuevo a manera de advertencia.

 

 

Una sonrisa loca apareció en su rostro. Probablemente coincidía con la mía. Las dos estábamos jadeando, luchando por respirar. Ambas tan tercas como el infierno. Sin decir una palabra, soltó mis muñecas y echó hacia atrás. Rápidamente, agarró mi cintura y me dio la vuelta, tirando de mí hacia arriba, poniéndome sobre mis codos y rodillas. Colocándome como me quería. Manos ásperas rasgaron el botón y la cremallera de mis pantalones. Bajó mis jeans y mi locamente cara tanga, con su cuerpo suspendido sobre el mío.

 

 

Sus manos acariciaron mi trasero. Los dientes se arrastraron sobre la sensible piel de una de las nalgas, justo encima del tatuaje de su nombre. Una mano se deslizó debajo para acunar mi o. La presión de sus dedos me tenía viendo estrellas. Cuando comenzaron a acariciarme, trabajándome más fuerte, no pude contener mi gemido. Me mordió en el trasero, dejando una fuerte sensación de ardor. Luego esparció besos sobre mi columna vertebral.

 

 

La falta de palabras y el absoluto silencio, aparte de nuestra pesada respiración, se hizo mayor. Hizo de esta experiencia algo diferente.

 

 

Un dedo se deslizó dentro de mí. No lo suficiente, maldita sea. Deslizó un segundo dedo, estirándome un poco. Una vez, dos veces, lentamente bombeando dentro de mí. Empujé contra su mano, necesitando más. Luego vino el sonido de sus gemidos entrecortados. Sus dedos se deslizaron fuera de mí y la pérdida fue insoportable. Oí como se quitaba la ropa para quedar en igualdad de condiciones. Pero no por mucho tiempo.

 

 

Sus manos agarraron mis caderas y comenzó a moverse. La respiración dificultosa y el golpe de piel contra piel se tragaron el silencio. El olor a o impregnaba el aire. Empujé hacia atrás contra ella, encontrándola muy concentrada en lo que hacía. No era nada como el dulce y lento o de esta mañana. Ninguna de las dos era tierna. Mis jeans aprisionaban mis rodillas, haciendo que me deslizara un poco hacia adelante con cada roce suyo. Una de sus manos se clavó en mis caderas, sosteniéndome en su lugar. Besó repetidamente mi cuello y di un jadeo sorprendido. Una y otra vez se concentró en ese lugar, haciéndome perder el sentido. Me sentí sobrecalentada. Como si el fuego ardiera a través de mí. El sudor goteaba de mi piel. Bajé la cabeza, cerré los ojos y me aferré al piso con todas mis fuerzas. Mi voz gritó sin mi consentimiento, diciendo su nombre. Maldición. Mi cuerpo no era el mío. Me vine fuerte, repleta de sensaciones. Mi espalda se encorvó, con cada músculo contraído.

 

 

Tiffany suspiraba entrecortadamente, con las manos deslizándose sobre mi piel resbaladiza. Se vino un momento después en silencio, manteniéndose firme en sus caricias. Su rostro descansaba sobre mi espalda, con los brazos alrededor de mi cuerpo, lo que era una suerte. Yo había perdido toda la tracción. Lentamente me deslicé hasta el suelo. Si ella no me hubiera estado sosteniendo me habría golpeado la cara. Dudo siquiera que eso me hubiera importado.

 

 

En silencio, me levantó y me llevó al baño, me sentó en el lavabo. Sin dificultad se ocupó de abrir el agua de la bañera, manteniendo una mano debajo del grifo para comprobar la temperatura. Me desvistió como si fuera una niña pequeña, quitándome mis converse y mis medias, mis jeans y mis bragas. Me quitó la blusa y desabrochó mi sostén. Sus propias ropas fueron arrancadas con mucho menos cuidado. Me sentí extrañamente desnuda con ella ahora, por la forma en que me trataba. Siendo tan cuidadosa conmigo a pesar de mis mordeduras y la gran pesadez de mis huesos. Me trataba como si fuera preciosa. Como si fuera una muñeca de porcelana. Una con la que ella aparentemente podría tener o rudo en ocasiones. Una vez más comprobó el agua, entonces me cargó de nuevo y entramos a la bañera.

 

 

Me acurruqué contra ella, mi piel enfriándose rápido. Mis dientes castañeaban. Me sujetó con más fuerza, apoyando su mejilla contra la parte superior de mi cabeza.

 

 

—Lamento si fui demasiado grosera —dijo finalmente—. No era mi intención acusarte de cosas como esas. Es sólo que… tae. Lo siento.

 

 

—Ser grosera no es el problema, pero el asunto de la confianza… vamos a tener que hablar de ello en algún momento. —Apoyé mi cabeza sobre su hombro, mirando dentro de sus problemáticos ojos.

 

 

Su barbilla se sacudió cuando asintió.

 

 

—Pero en este momento me gustaría hablar de Las Vegas.

 

 

Sus brazos a mí alrededor se tensaron. — ¿Qué pasa con Las Vegas?

 

 

Le devolví la mirada, tratando de pensar a pesar de todo. No queriendo hacer esto mal, lo que sea que fuera.

 

 

Matrimonio, eso es lo que era.

 

 

—Hemos cubierto mucho terreno en las últimas veinticuatro horas —dije.

 

 

—Sí, supongo que lo hemos hecho.

 

 

Levanté mi mano, con mi brillante anillo. El tamaño del diamante no importaba. Que tiffany lo hubiera puesto en mí fue lo que lo hizo importante. —Hemos hablado de un montón de cosas. Dormido juntas, y hemos hecho promesas la una a la otra, promesas importantes.

 

 

— ¿Te arrepientes de algo de eso?

 

 

Mi mano se deslizó por la parte trasera de su cuello. —No. Por supuesto que no. Pero si despertaras mañana, y de alguna manera olvidaras todo esto. Si todo desapareciera de ti, como si nunca hubiera pasado, estaría furiosa contigo.

 

 

Su frente se arrugó.

 

 

—Te odiaría por olvidar todo esto, cuando ha significado todo para mí.

 

 

Se humedeció los labios y cerró el grifo con un pie. Sin agua saliendo a borbotones, la habitación se quedó en silencio al instante.

 

 

—Sí —dijo—. Estaba enojada.

 

 

—No te voy a defraudar así de nuevo.

 

 

Debajo de mí, su pecho subía y bajaba con dificultad. —Está bien.

 

 

—Sé qué se necesita tiempo para aprender a confiar en alguien. Pero mientras tanto, necesito que por lo menos me des el beneficio de la duda.

 

 

—Lo sé. —Sus cautelosos ojos azules mirándome.

 

 

Me senté y alcancé la toalla del borde de la bañera. —Déjame limpiarte un poco.

 

 

Un bulto oscuro se asentó en su mandíbula. La sangre se detuvo por debajo de la nariz, cerca de su boca. Era un desastre. Una gran marca roja estaba en sus costillas.

 

 

—Deberías ver a un médico —dije.

 

 

—Nada está roto.

 

 

Con cuidado, le limpié la sangre de la comisura de su boca y debajo de la nariz. Verlo con dolor era horrible. Saber que yo fui la causa hacía que mi estómago se retorciera. —Dime si presiono demasiado.

 

 

—Está bien.

 

 

—Siento que resultaras herida. En el bar y en Las Vegas. No fue mi intención que eso sucediera.

 

 

Sus ojos se suavizaron y sus manos se deslizaron sobre mí. —Quiero que vuelvas a Los Ángeles conmigo. Te quiero conmigo. Sé que la escuela eventualmente iniciará de nuevo y que vamos a tener que resolver algunas cosas. Pero pase lo que pase, no quiero que estemos separadas.

 

 

—No lo vamos a estar.

 

 

— ¿Me lo prometes?

 

 

—Lo prometo.

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Comments

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Nathan59 #1
Holaa cerraste tu cuenta de Wattpad ? :(