cap 19

Taeny

Tiffany y yo no hablamos después de eso. Pero cada tarde después del trabajo, se encontraba allí, esperando al otro de la calle. Estaría observándome por debajo de la visera de su gorra de béisbol. Lista para escoltarme segura a casa. Me molestó, pero de ninguna manera me sentí amenazada. La ignoré durante tres días mientras me seguía. Hoy era el día número cuatro. Había cambiado sus habituales jeans negros por azules, botas por zapatos deportivos. Incluso desde una distancia, su labio superior y su nariz se veían amoratados. Los paparazzi estaban todavía perdidos en acción, aunque hoy alguien me preguntó si ella se encontraba en la ciudad. Sus días de mudarse a Los ángeles de incógnito probablemente llegaban a su fin. Me pregunté si ella lo sabía.

 

 

 

Cuando simplemente no la ignoré como mi habitual modus operandi, dio un paso adelante. Luego se detuvo. Un camión pasó entre nosotras en medio del constante tráfico de la ciudad. Esto era una locura. ¿Por qué todavía estaba aquí? ¿Por qué no solamente regresó con Hanna? Seguir adelante con tiffany aquí era imposible.

 

 

 

Con la decisión medio hecha, corrí atravesando la calle durante la siguiente pausa del tráfico, encontrándome con ella en el lado opuesto de la acera.

 

 

—Hola —dije, sin ni siquiera pasar la mano nerviosamente por la correa de mi cartera—. ¿Qué estás haciendo aquí, tiffany?

 

 

Se metió las manos en los bolsillos y miró a su alrededor. —Llevándote a casa, lo mismo que hago todos los días.

 

 

— ¿Esta es tu vida ahora?

 

 

—Supongo que sí.

 

 

—Ah —dije, resumiendo la situación perfectamente. — ¿Por qué no regresas a a san francisco?

 

 

Sus ojos me miraron cautelosamente y, al principio, no me respondió. —Mi esposa vive en Los angeles.

 

 

Mi corazón tartamudeó. La simplicidad de su declaración y la sinceridad en sus ojos me pilló con la guardia baja. No era tan inmune a ella como pensaba. —No podemos seguir haciendo esto.

 

 

Estudió la calle, y no a mí, con sus hombros encorvados. — ¿Caminarías conmigo, tae?

 

 

Asentí, y caminamos. Ninguna de las dos se apresuró, en cambio paseamos por las vitrinas de las tiendas y restaurantes, mirando dentro de los bares llenándose por la noche. Tuve un mal presentimiento de que una vez que paráramos de caminar tendríamos que empezar hablar, por lo que perder el tiempo me vino muy bien. Las noches de verano significaban un buen número de gente alrededor.

 

 

Había un bar irlandés situado en la esquina de la calle cerca de medio camino a mi casa. La música sonaba, algunas viejas canciones de The White Stripes. Sus manos todavía se hallaban en su bolsillo. Tiffany me hizo un gesto con el codo hacia la barra.

 

 

— ¿Quieres un trago?

 

 

Me tomó un momento encontrar mi voz. —Claro.

 

 

Me llevó directamente a una mesa en el fondo, lejos de la creciente multitud de bebedores post-trabajo. Ordenó dos jarras de Guinness. Una vez que llegaron, nos sentamos en silencio, bebiendo. Después de un momento, tiffany se quitó la gorra y la puso sobre la mesa. Diablos, su pobre cara. Podía verla con más claridad ahora y parecía como si tuviera los dos ojos morados.

 

 

Nos sentamos allí mirándonos la una a la otra en una especie de extraño enfrentamiento. Ninguna de las dos habló. La forma en que me miró, como si hubiese sido herida también, como si estuviera herida… no pude soportarlo. Retrasar este lamentable lío de relación no nos ayudaba a ninguna de las dos. Tiempo para un nuevo plan. Teníamos que aclarar las cosas y seguir adelante con nuestras respectivas vidas. No más dolor y angustia. — ¿Quieres hablarme de ella? —empecé, sentándome derecha, preparándome para lo peor.

 

 

—Sí. Hanna y yo estuvimos juntas por un largo tiempo. Probablemente ya lo sabes, ella fue la que me engaño. De la que hablamos.

 

 

Asentí.

 

 

—Empezamos la banda cuando tenía catorce. Ryder, Sam y yo. Ben se unió un año más tarde y ella también. Ellos eran como parte de la familia —dijo—, son parte de la familia. Incluso cuando las cosas iban mal no podía darle la espalda a ella…

 

 

—La besaste.

 

 

Suspiró. —No, ella me besó a mí. Hanna y yo terminamos.

 

 

—Supongo que no sabe eso, ya que te sigue llamando y todo.

 

 

—Se mudó a Nueva York, ya no trabaja para la banda. No sé sobre que era la llamada, pero no se la regresé.

 

 

Asentí, solo un poco apaciguada, nuestros problemas no era así de claros. — ¿Entiende tu corazón que terminaste con ella? Supongo que me refiero a tu cabeza, ¿no? En realidad, tu corazón no es más que otro músculo. Es tonto decir que decide algo.

 

 

—Hanna y yo hemos terminado. Terminamos hace mucho tiempo. Lo prometo.

 

 

—Incluso si eso es cierto, ¿eso no me hace solamente el premio de consolación? ¿Tu intento de una vida normal?

 

 

—tae, no. Así no es.

 

 

— ¿Estás segura? —Le pregunté, la incredulidad en mi voz. Cogí mi cerveza, tragando la amarga, negra y cremosa espuma. Algo para calmar los nervios—. Te estaba superando —le dije, con mi voz un poco lastimosa. Mis hombros se hallaban de vuelta justo donde pertenecían, por el suelo—. Un mes. No me di por vencida hasta el día siete. Luego supe que no vendrías. Supe que todo terminó. Porque si hubiese sido tan importante para ti, hubieras dicho algo para ese entonces, ¿verdad? Quiero decir, sabías que estaba enamorada de ti. Así que me hubieras sacado de mi miseria para ese entonces, ¿no es cierto?

 

 

No dijo nada.

 

 

—Eres todo secretos y mentiras, tiffany. Te pregunté sobre el pendiente ¿recuerdas?

 

 

Asintió.

 

 

—Me mentiste.

 

 

—Sí. Lo siento.

 

 

— ¿Lo hiciste después o antes de nuestra regla de honestidad? No lo puedo recordar. Definitivamente fue antes de nuestra regla de infidelidad, ¿cierto? —hablar era un error. Todos los pensamientos y las emociones que me inspiraba me alcanzaron demasiado rápido.

 

 

Ni siquiera se dignó a responder.

 

 

— ¿Cuál es la historia detrás de los pendientes, de todas maneras?

 

 

—Los compré con mi primer pago después de que firmamos con la compañía de discos.

 

 

—Guau. Y los usaron durante todo este tiempo. Incluso después de que te engañó y todo.

 

 

—Fue Sam —dijo—. Me engañó con Sam.

 

 

Santa mierda, su propio hermano. Muchas cosas tomaron sentido con ese pedazo de información. —Por eso te molestaste tanto por encontrarlo a él y a esa groupie juntos. Y cuando viste a Sam hablando conmigo en aquella fiesta.

 

 

—Sí. Fue hace mucho tiempo… pero Sam volvió para una aparición en un programa de televisión. Estábamos en medio de una gran gira, tocando en España en ese momento. El segundo álbum alcanzó el top-ten. Estábamos finalmente atrayendo multitudes.

 

 

— ¿Así que los perdonaste para mantener a la banda unida?

 

 

—No. No exactamente. Solo seguí adelante con las cosas. Incluso en ese entonces Sam bebía demasiado. Cambió —se lamió los labios, estudió la mesa—. Estoy arrepentida por esa noche. Más arrepentida de lo que puedo decir. Cuando entraste… sé cómo debió haber parecido. Y me odio por haberte mentido sobre el pendiente, por todavía usarlo en Florida.

 

 

Golpeó su oreja, molesta. Todavía tenía una herida visible allí con una brillante y rosada piel casi sanada alrededor. No se veía como un agujero de pendiente desvanecido en absoluto.

 

 

— ¿Qué te hiciste allí? —le pregunté.

 

 

—Atravesarla con un cuchillo —Se encogió de hombros—. Un agujero de pendiente toma años para crecer de nuevo. Hice un nuevo corte cuando te fuiste para que pudiera sanar adecuadamente.

 

 

—Oh.

 

 

—Esperé para venir a hablar contigo porque necesitaba un poco de tiempo. Tú me dejaste cuando prometiste que no lo harías… fue difícil de aceptar.

 

 

—No tenía ninguna opción.

 

 

Se inclinó hacia mí, con su mirada firme. —Tenías una opción.

 

 

—Vi a mi esposa besar a otra mujer. Y luego simplemente te negaste a discutirlo conmigo. Solo empezaste a gritarme sobre dejarte. Otra vez. —Mis manos agarraron el borde de la mesa tan fuerte que podía sentir mis uñas presionando en la madera—. ¿Qué demonios debería haber hecho, tiffany? Dime. Porque he reproducido esa escena en mi cabeza tantas veces y siempre termina de la misma manera, contigo cerrando la puerta detrás de mí.

 

 

—Rayos. —Se dejó caer en su asiento—. Tú sabías que dejarme era un problema para mí. Debiste haberte quedado conmigo, darme una oportunidad para calmarme. Lo solucionamos en Florida después de la pelea del bar. Pudimos haberlo solucionado de nuevo.

 

 

—o rudo no resuelve nada. A veces tienes que hablar.

 

 

—Traté de hablar contigo esa otra noche en el club. No era lo que tenías en mente —sentí el calor subir a mi cara. Simplemente me molestó mucho más.

 

 

—Joder. Mira —dijo, frotándose el cuello—, la cosa es, necesito ponernos en orden en mi cabeza, ¿de acuerdo? Necesito averiguar si nosotras estando juntas es lo correcto. Honestamente, tae, no quiero herirte de nuevo.

 

 

Me dejó revolcarme en la miseria durante un mes. Tenía en la punta de mi lengua darle un ligero gracias. O incluso sacarle el dedo. Pero esto era demasiado serio.

 

 

— ¿Ponernos en orden en tu cabeza? Eso es genial. Ojala pudiera ponernos en orden en mi cabeza —deje de balbucear el tiempo suficiente para tomar más cerveza. Mi garganta estaba en una seria competencia.

 

 

Se mantuvo inmóvil, observándome derrumbarme y quemarme con una extraña calma.

 

 

—Bueno, estoy un poco cansada. —Miré a todas partes menos a ella—. ¿Esto cubre todo sobre lo que querías hablar?

 

 

—No.

 

 

— ¿No? ¿Hay más? —Dios, por favor, no dejes que haya más.

 

 

—Sí.

 

 

— ¿Qué esperas? —Tiempo de beber.

 

 

—Te amo.

 

 

Escupí la cerveza sobre la mesa, por todas nuestras manos mezcladas. —Mierda.

 

 

—Voy a buscar servilletas —dijo, soltando mi mano y levantándose de su silla. Un momento después, volvió. Me quedé allí como una muñeca inútil mientras limpiaba mi brazo y luego la mesa. Temblar era lo único en lo que era buena. Cuidadosamente, tiró de mi silla, me ayudó a ponerme de pie y me hizo caminar fuera de la barra. El zumbido del tráfico y la corriente de aire de la ciudad aclararon mis sentidos. Tenía espacio para pensar en la calle.

 

 

Inmediatamente mis pies se movieron. Ellos sabían lo que pasaba. Mis botas pisotearon el pavimento, colocando una considerada distancia entre tiffany y yo. Estar lo más lejos posible de ella y lo que había dicho. Sin embargo, tiff se quedó justo pisándome los talones.

 

 

Paramos en una esquina de la calle y apreté el botón, esperando por la luz de paso peatonal. —No lo vuelvas a decir.

 

 

—Es una gran sorpresa, ¿en serio? Por qué más estaría haciendo todo esto, ¿Ah? Por supuesto que te amo.

 

 

—No lo hagas. —Me volví hacia ella, con la cara furiosa.

 

 

Sus labios formaron una tensa línea. —Está bien, no lo diré de nuevo. Por ahora. Pero deberíamos hablar un poco más.

 

 

Gruñí, rechinando mis dientes.

 

 

—taeyeon….

 

 

Mierda. Negociar no era mi fuerte. No con ella. Quería que se fuera. O al menos, estaba bastante segura de que quería que se fuera. Lejos, así podía reanudar mi luto por nosotras y todo lo que pudimos haber sido. Lejos, así no podía pensar en el hecho de que ahora cree que me ama. Que completa mierda emocional. Mis conductos lagrimales se volvieron locos en el momento justo. Tomé grandes respiraciones profundas tratando de mantener mi control.

 

 

—Después, no hoy —dijo, en una afable y razonable voz.

 

 

—Bien.

 

 

Caminé otra cuadra con ella a mi lado hasta que de nuevo un cruce nos detuvo en frío, dejando espacio para conversar. Sabía que era mejor no hablar. Al menos no hasta que me controlara y comprendiera todo esto. Enderecé mi falda, metí mi pelo detrás de la oreja, poniéndome nerviosa. La luz se tomó una eternidad. ¿Desde cuándo esta ciudad se volvió en mi contra? Esto no era justo.

 

 

—No hemos terminado —dijo, sonó como una amenaza y una promesa a la vez.

 

 

 

 

***

 

 

 

 

El primer mensaje de texto llegó a media noche mientras me encontraba acostaba en mi cama, leyendo. O intentando leer. Porque tratar de dormir fue un fracaso. La escuela empezaba pronto pero me resultaba difícil encontrar mi habitual entusiasmo por mis estudios. Tenía la peor sensación, la semilla de la duda que tiffany plantó sobre mis opciones de carrera echó raíces dentro de mi cerebro. Me gustaba la arquitectura, pero no la amaba. ¿Eso importaba? Por desgracia, no tenía respuestas. Un montón de excusas —algunas pura mierda y otras válidas— pero no respuestas.

 

 

Tiffany probablemente diría que podría hacer lo que sea que quisiera. Sabía muy bien todo lo que mi padre diría. No sería bonito.

 

 

He estado evitando ver a mis padres desde que regresé. Es bastante fácil de hacer considerando que colgué el teléfono cuando mi padre intentó darme el sermón el segundo día después de mi regreso. La relación ha estado fría desde entonces. La verdadera sorpresa era que no estaba sorprendida. Ellos nunca me alentaron a nada que no apoyara directamente el plan. Había una razón por la que no regresé sus llamadas cuando estaba en Florida. Porque no podía decirles las cosas que querían escuchar, así que parecía más seguro quedarme muda.

 

 

Yuri interfirió con la familia, lo cual aprecié, pero mi tiempo se terminó. Todos estábamos citados para la cena de mañana en la noche. Supuse que el mensaje de texto era de mi mamá asegurándose de que no iba a intentar persuadirla. Algunas veces se sentaba hasta tarde viendo antiguas películas en blanco y negro cuando sus pastillas para dormir no la noqueaban.

 

 

Estaba equivocada.

 

 

Tiffany: Me sorprendió cuando me besó. Por eso fue que no la detuve de inmediato. Pero no quería que me besara.

 

 

Me quedé mirando mi celular, con el ceño fruncido.

 

 

Tiffany: ¿Estás ahí?

 

 

Yo: Sí.

 

 

Tiffany: Necesito saber si me crees sobre Hanna.

 

 

¿Lo hago? Tomé aire, profundamente. Sentía frustración, un montón de confusión, pero mi ira aparentemente por fin se fue. Porque no dudaba de que me decía la verdad.

 

 

Yo: Te creo.

 

 

Tiffany: Gracias. He pensado en más. ¿Me escucharás?

 

 

Yo: Sí.

 

 

Tiffany: Mis padres se casaron por Sam. Mamá se fue cuando tenía doce. Ella bebía.

 

 

Tiffany: Sam le ha estado pagando para que se mantenga tranquila. Ella ha estado presionándolo por años.

 

 

Yo: ¡Santa mierda!

 

 

Tiffany: Exacto. Tengo abogados en eso.

 

 

Yo: Me alegro de escucharlo.

 

 

Tiffany: Retiramos a papá de Florida. Le hablé de ti. Quiere conocerte.

 

 

Yo: ¿En serio? No sé qué decir…

 

 

Tiffany: ¿Puedo entrar?

 

 

Yo: ¿Estás aquí?

 

 

No esperé una respuesta. Olvidé que llevaba un pantalón de pijama y una camiseta vieja pasada de moda, lavada tantas veces que su color original era un recuerdo borroso. Sólo tenía que aceptarme como me encontraba. Abrí la puerta de nuestro apartamento y me dirigí escaleras abajo con los pies descalzos, mi móvil todavía en la mano. Efectivamente, una alta sombra se cernía a través del vidrio opaco de la puerta principal del edificio. La abrí para encontrarla sentada en el escalón. Afuera, la noche era tranquila, pacífica. Un SUV de lujo estacionada junto a la acera.

 

 

—Hola —dijo, con un dedo ocupado en la pantalla de su celular. El mío volvió a sonar.

 

 

Tiffany: Quería darte las buenas noches.

 

 

—Está bien —le dije, levantando la vista de la pantalla—. Entra.

 

 

El lado de su boca se levantó y me miró. Me encontré con su mirada, negándome a sentirme cohibida. No parecía desanimada por mi estilo vago de ropa de dormir. En todo caso, su sonrisa aumentó, con los ojos calentándose. — ¿A punto de ir a la cama?

 

 

—Leía. No podía dormir.

 

 

— ¿Está tu prima yuri aquí? —Se levantó y me siguió por las escaleras, sus botas golpeando con fuerza en los antiguos suelos de madera. Casi esperaba que la señora jessica de la escalera de abajo saliera y gritara. Era una afición de ella.

 

 

—No —dije, cerrando la puerta detrás de nosotras—. Ella y jessica salieron.

 

 

Miró alrededor del apartamento con interés. Como de costumbre, ocupó todo el espacio. No sé cómo lo hizo. Era como un truco de magia. De alguna manera, era mucho más grande de lo que realmente parecía. Y no parecía pequeña para empezar. Sin ninguna prisa, su mirada vagó por la habitación, viendo las paredes turquesa brillante (cosa de jessica) y los estantes de libros cuidadosamente apilados (cosa mía).

 

 

— ¿Este es el tuyo? —Preguntó, asomando la cabeza en mi dormitorio.

 

 

—Ah, sí. Está un poco de un desordenado en este momento —Pasé junto a ella y comencé a limpiar rápidamente, recogiendo los libros y otras cosas esparcidas por el suelo. Debería haberle pedido que me diera cinco minutos antes de subir. Mi madre se horrorizaría. Desde que regresé de san francisco dejé que mi mundo se hundiera en el caos. Se adaptaba a mi agotado estado de ánimo. No quería decir que tiffany necesitara verlo. Tenía que hacer un plan para limpiar mi acto y realmente adherirme a ella en esta ocasión.

 

 

—Solía ser organizada —dije, sacudiéndome, mi recurso para todo últimamente.

 

 

—No importa.

 

 

—Esto no tomará un minuto.

 

 

—Tae —dijo, atrapando mi muñeca de la misma manera que su mirada me atrapó—. No me importa. Sólo necesito hablar contigo.

 

 

Un repentino pensamiento terrible pasó por mi mente.

 

 

— ¿Te vas? —Le pregunté, la camisa sucia de trabajo de hoy aferrada en mi mano repentinamente temblorosa.

 

 

Su agarre se apretó alrededor de mi muñeca. — ¿Quieres que me vaya?

 

 

—No. Quiero decir, ¿vas a dejar los ángeles? ¿Por eso estás aquí, para despedirte?

 

 

—No.

 

 

—Oh. —El apretón en las costillas y en los pulmones se alivió un poco—. Está bien.

 

 

— ¿De dónde vino eso? —Cuando no respondí, me tiró suavemente hacia ella—. Hey.

 

 

Di un paso reticente hacia ella, dejando caer la ropa sucia. Presionó por más, sentándose en mi cama y tirándome hacia abajo a su lado. En cierto modo, mi trasero tropezó en el colchón en lugar de hacerlo con toda la gracia. La historia de mi vida. Logrado su objetivo, renunció a su control sobre mí. Mis manos se apretaron en el borde de la cama.

 

 

—Así que, tienes una mirada extraña en tu cara y luego me preguntaste si me voy —dijo, sus ojos azules preocupados—. ¿Te importaría explicar?

 

 

—Nunca habías aparecido a medianoche. Supongo que me pregunté si había algo más que simplemente pasar a saludar.

 

 

—Pasé por tu apartamento y vi tu luz encendida. Pensé en enviarte un texto para ver de qué estado de ánimo te encontrabas después de nuestra charla de hoy. —Se frotó su mentón con la palma de su mano—. Además, como he dicho, sigo pensando en cosas que tengo que decirte.

 

 

— ¿Conduces a mi apartamento a menudo?

 

 

Me dio una sonrisa irónica. —Sólo un par de veces. Es mi manera de decirte buenas noches.

 

 

— ¿Cómo sabías que ventana era la mía?

 

 

—Ah, bueno, ¿esa vez que hablé con jessica cuando estuve por primera vez en la ciudad? Ella tenía la luz encendida en la otra habitación. Supuse que esta debería ser la tuya. —No me miró, eligiendo en su lugar revisar las fotos de mis amigos y mías en las paredes—. ¿Estás enojada porque he estado por aquí?

 

 

—No —le respondí con honestidad—. Creo que podría estar todo lo contrario a enojada.

 

 

— ¿Lo estás?

 

 

—Sí.

 

 

Dejó escapar un suspiro lento, mirándome sin decir nada. Moretones oscuros permanecían bajo sus ojos, aunque su nariz hinchada tenía su tamaño normal.

 

 

—Realmente siento que Yul te golpeara.

 

 

—Si yo fuera tu prima, habría hecho lo mismo. —Apoyó los codos en sus rodillas, pero mantuvo su rostro vuelto hacia mí.

 

 

— ¿Lo harías?

 

 

—Sin lugar a dudas.

 

 

El silencio se extendió. No era incómodo exactamente. Al menos no estábamos peleando o discutiendo nuestra ruptura una vez más. Estar rota y enojada era algo viejo.

 

 

— ¿Podemos sólo pasar el rato? —le pregunté.

 

 

—Por supuesto. Déjame ver esto. —Tomó mi iPhone y empezó a hojear los archivos de música—. ¿Dónde están los auriculares?

 

 

Salté y los saqué de entre la basura en mi escritorio. Luego, tiffany los conectó y me entregó un auricular. Me senté a su lado, curiosa por saber que música eligió. Cuando comenzó el balanceo y acelerado ritmo de “Jackson” de Johnny Cash y June Carter lo miré con diversión. Sonrió y cantó las letras. Ciertamente, nos habíamos casado en un frenesí.

 

 

— ¿Te estás burlando de mí? —Le pregunté.

 

 

La luz bailó en sus ojos. —Me estoy burlando de nosotras.

 

 

—Suficientemente justo.

 

 

— ¿Qué más tienes aquí?

 

 

Cash y Carter terminó y continuó la búsqueda de canciones. Miré su cara, esperando una reacción a mis gustos musicales. Todo lo que conseguí fue un bostezo sofocado.

 

 

—No son tan malos —protesté.

 

 

—Lo siento. Día ocupado.

 

 

—tiffany, si estás cansada, no tenemos que…

 

 

—No, estoy bien. Pero, ¿te importa si me acuesto?

 

 

Tiffany en mi cama. Bueno, ya estaba en mi cama, pero... —Claro.

 

 

Me dio una mirada cautelosa, pero empezó a tirar de sus zapatillas. — ¿Sólo estás siendo amable?

 

 

—No, está bien. Y, quiero decir, jurídicamente la cama sigue siendo mitad tuya. —Bromeé, sacando el auricular del oído antes de que sus movimientos lo hicieran por mí—. Entonces, ¿qué hiciste hoy?

 

 

—He estado trabajando en el nuevo álbum y resolviendo algunas cosas. —Con sus manos detrás de su cabeza, se extendió a través de mi cama—. ¿Te acuestas también? No podemos compartir la música si no lo haces.

 

 

Me arrastré y me acosté a su lado, retorciéndome un poco, poniéndome cómoda. Era, después de todo, mi cama. Y sería la única chica que alguna vez se tumbaría en ella. Me llegó el ligero olor de su jabón, limpio y cálido, y tiffany. Demasiado bien, recordaba. Por una vez, el dolor no parecía venir unido al recuerdo. Me metí dentro de mi cabeza, revisando de nuevo. Cuando dije que estaba lejos de enojarme, al parecer no fue nada más que la verdad. Teníamos nuestros problemas, pero ella engañándome no era uno de ellos. Lo sabía ahora y significó mucho.

 

 

—Aquí. —Me devolvió el auricular y empezó a jugar con mi celular de nuevo.

 

 

— ¿Cómo está Sam? —Rodé sobre mi lado, necesitando verlo. Se encontraba de perfil, la fuerte línea de la nariz y mandíbula, la curva de sus labios. ¿Cuántas veces la besé? No lo suficiente.

 

 

—Lo está haciendo mucho mejor. Parece que realmente ha tomado el camino correcto. Creo que va a estar bien.

 

 

—Eso es una gran noticia.

 

 

—Al menos, asume sus problemas honestamente —dijo, su tono tornándose amargo—. Nuestra madre es un desastre por lo que he oído. Pero bueno, siempre lo fue. Solía llevarnos al parque porque quería conseguir drogas. Se aparecía hasta en obras de teatro escolares y noches de padres y maestros tan elevada como una cometa.

 

 

Mantuve mi boca cerrada, dejándole sacarlo. Lo mejor que podía hacer por ella era estar allí y escuchar. El dolor y la ira en su voz eran desgarradores. Mis padres tenían sus problemas de control, sin duda, pero nada como esto. La infancia de tiffany fue terrible. Si pudiera abofetear a su madre justo en ese momento por poner el dolor en su voz, lo habría hecho. Dos veces más.

 

 

—Papá ignoró su consumo durante años. Podía hacerlo. Era un trailero de largas distancias, se encontraba lejos la mayoría de las veces. Sam y yo fuimos los que tuvimos que aguantar su mierda. Muchas veces volvíamos a casa para encontrarla balbuceando todo tipo de cosas o desmayada en el sofá. No había nada de comida en casa porque gastaba el dinero en pastillas. Hasta que un día llegamos a casa de la escuela y ella y el televisor se habían ido. Eso fue todo. —Miró a la nada, con el rostro ojeroso—. Ni siquiera dejó una nota. Ahora está de vuelta y ha estado haciéndole daño a Sam. Me vuelve loca.

 

 

—Debió haber sido difícil para ti —le dije—. Oír hablar de ella por Sam.

 

 

Uno de sus hombros hizo un pequeño ascenso. —No debió tener que lidiar con ella solo. Dijo que quería protegerme. Parece que mi hermano no es un completo egoísta.

 

 

—Gracias por los mensajes de texto.

 

 

—Está bien. ¿Qué te apetece escuchar? —El repentino cambio de tema me dijo que ya no quería hablar de su familia. Volvió a bostezar, chasqueando su mandíbula—. Lo siento.

 

 

—The Saint Johns.

 

 

Asintió, buscando hasta encontrar la única canción que tenía de ellos. El rasgueo de la guitarra comenzó suavemente, llenando mi cabeza. Puso el celular en su pecho y sus párpados se desviaron hacia abajo. Un hombre y una mujer se turnaron para cantar sobre sus cabezas y sus corazones. A lo largo de ella, su rostro permaneció tranquilo, relajado. Empecé a preguntarme si se había quedado dormida. Pero cuando la canción terminó, se volvió hacia mí.

 

 

—Linda. Un poco triste —dijo.

 

 

— ¿No crees que van a estar juntos al final?

 

 

También rodó sobre su costado. No había más que el ancho de una mano entre nosotras. Con una mirada curiosa, me entregó mi celular. —Ponme otra canción que te guste.

 

 

Busqué a través de la pantalla, intentando decidir qué poner para ella. —Olvidé decirte, alguien ha dicho que te había visto hoy. Tu anonimato podría estar a punto de agotarse.

 

 

Suspiró. —Tenía que suceder tarde o temprano. Sólo tienen que acostumbrarse a que estaré alrededor.

 

 

— ¿Realmente no te vas? —Intenté mantener mi voz ligera, pero no funcionó.

 

 

—No. En realidad, no. —Me miró y sabía que lo vio todo. Todos mis miedos, sueños y esperanzas. Hice mi mejor esfuerzo para mantenerlas ocultas, incluso de mí misma. Pero no podía esconderlos de ella, aunque lo intentara—. ¿Está bien?

 

 

—Está bien —le dije.

 

 

—Me preguntaste si eras mi intento de una vida normal. Necesito que lo entiendas, no es eso en absoluto. Estar contigo, lo que siento por ti, me pone los pies en la tierra. Me haces cuestionarme todo. Me dan ganas de hacer las cosas mejor. Me dan ganas de ser mejor. No puedo ocultarme de los problemas o poner excusas cuando se trata de ti, porque eso no va a funcionar. Ninguna de nosotras es feliz cuando las cosas son así y quiero que seas feliz... —Su frente se arrugo y las cejas se tensaron—. ¿Entiendes?

 

 

—Creo que sí —le susurré, sintiendo tanto por ella en ese momento que no sabía en qué dirección estaba.

 

 

Volvió a bostezar, con la mandíbula abriéndose. —Lo siento. Jesús, estoy agotada. ¿Te importa si cierro los ojos durante cinco minutos?

 

 

—No.

 

 

Así lo hizo. — ¿Me pones otra canción?

 

 

—Estoy en ello.

 

 

Le puse Revelador de Gillian Welch, la canción más larga y suave que pude encontrar. Diría que se quedó dormida a mitad de camino. Sus facciones se relajaron y su respiración se profundizó. Con cuidado, saqué los auriculares y puse el celular lejos. Encendí la lámpara de noche, apagué la principal y cerré la puerta para que el eventual regreso de jessica y yuri no la despertara. Entonces me recosté y sólo la miré. No sé por cuánto tiempo. Las ganas de acariciar su cara hacían que mis dedos picaran, pero no quería despertarla. Era evidente que necesitaba dormir.

 

 

Cuando me desperté por la mañana se había ido. La decepción fue un sabor amargo. Acababa de tener la mejor noche de las últimas semanas, carente de la tensión habitual y sueños angustiosos en los que parecía especializarme en los últimos tiempos. ¿Cuándo se fue? Rodé sobre mi espalda y algo crujió, quejándose en voz alta. Con una mano, saqué un pedazo de papel. Obviamente lo arrancaron de uno de mis cuadernos. El mensaje era breve pero hermoso.

 

 

 

 

“Todavía no me voy de Los ángeles. Te amo……..tuya por siempre, tiffany”

Like this story? Give it an Upvote!
Thank you!

Comments

You must be logged in to comment
Nathan59 #1
Holaa cerraste tu cuenta de Wattpad ? :(