cap 1

Taeny

Desperté en el suelo del baño. Me dolía todo. Mi boca se sentía como un basurero y sabía peor. ¿Qué demonios pasó anoche? Por supuesto que estaba orgullosa de mi gusto por las chicas, no era ningún secreto que me encantaban como debían hacerlo los chicos, pero eso de irme de fiesta hasta perder el conocimiento era algo distante y desconocido para mí. Pero ahora que estaba tratando de recuperarme de una evidente borrachera y la última cosa que recordaba era la cuenta hasta cero para la medianoche y la emoción de tener veintiuno, ser legal finalmente. Había estado bailando con jessica y hablando con alguna chica. Luego: ¡Bum!

 

 

Tequila.

 

 

Una línea entera de copitas con limón y, además, sal.

 

 

Todo lo que había oído de Las Vegas era verdad. Cosas malas ocurrían aquí, cosas terribles. Sólo quería hacerme un ovillo y morir. Dulce bebé Jesús, ¿qué había estado pensando al beber tanto? Gemí e incluso eso hizo que mi cabeza palpitara.

 

 

 

Este dolor no había sido parte del plan.

 

 

— ¿Estás bien? —preguntó una y, profunda y linda voz. Realmente linda. Un escalofrío viajó a través de mí a pesar del dolor. Mi pobre y magullado cuerpo se removió en extraños lugares.

 

 

— ¿Vas a enfermarte de nuevo? —preguntó.

 

 

Oh, no.

 

 

Abrí mis ojos y me senté, empujando mi desordenado cabello a un lado. Su borroso rostro se encontraba demasiado cerca. Golpeé una mano contra mi boca porque mi aliento tenía que ser horroroso.

 

 

—Hola —murmuré.

 

 

Lentamente, nadó dentro del foco. Era castaña, hermosa y extrañamente conocida. Imposible. Nunca había conocido a alguien como ella. Parecía estar en sus veintitantos —una mujer impresionante, no una adolescente. Tenía un largo y rubio cabello cayendo más allá de sus hombros. Sus ojos eran de un café increíble. No podían ser reales. Sinceramente, esos ojos eran una exageración y perdición.

 

 

Me habría embelesado con ellos perfectamente bien. Incluso con las deslucidas líneas rojas, eran hermosos. Un par de tatuajes se distinguían en uno de sus brazos. Un pájaro negro había sido tatuado en el costado de su brazo derecho. Yo aún llevaba el lindo y subido de tono vestido blanco de jessica que me había persuadido a llevar. Había sido un desafío para mí debido a la forma en la que apenas cubría mis pechos.

 

 

Pero esta hermosa rubia me había ganado con el espectáculo de piel. Sólo llevaba un short de jeans, algún tipo de botas negras, un par de pequeños pendientes de plata, y un suelto vendaje en su antebrazo.

 

 

Esos vaqueros cortos le quedaban tan bien. Se acomodaban seductoramente en sus piernas. Ni siquiera mi monstruosa resaca podía distraerme de esa fabulosa vista.

 

 

— ¿Aspirina? —preguntó.

 

 

Y yo me la comía con los ojos. Mi mirada se movió rápidamente hacia su rostro y me dio una astuta y conocedora sonrisa. Maravilloso. —Sí. Por favor.

 

 

Recogió una maltratada chaqueta de cuero negro del suelo, la que aparentemente yo había estado usando como almohada. Gracias a Dios que no había vomitado en ella. Claramente, esta hermosa y a medio vestir chica me había visto en toda mi gloria, vomitando múltiples veces. Podría haberme ahogado en la vergüenza.

 

 

Uno por uno, vació el contenido de sus bolsillos en los fríos y blancos azulejos. Una tarjeta de crédito, púas de guitarra, un celular y unos cuantos caramelos. Los dulces me detuvieron, pero pronto me distraje con las cosas que le siguieron. Un montón de pedazos de papeles cayeron en el suelo. Todos tenían nombres y números garabateados a lo largo de ellos. Esta chica tipo era la señorita Popularidad.

 

 

Oye, definitivamente podía ver por qué. Pero, ¿qué en el mundo hacía aquí conmigo?

 

 

Finalmente, me dio una pequeña botella de analgésicos. Dulce alivio. La amaba, quienquiera que fuera y lo que sea que hubiera visto.

 

 

—Necesitas agua —dijo y se entretuvo llenando un vaso del lavabo detrás de ella.

 

 

El baño era pequeño. Apenas y cabíamos. Dada la situación económica de jessica y la mía, este hotel había sido lo mejor que podíamos permitirnos. Ella había estado determinada a celebrar mi cumpleaños con estilo. Mi meta había sido un poco diferente. A pesar de la presencia de mi nueva y caliente amiga, estaba malditamente segura de que había fallado. Las partes pertinentes de mi anatomía se sentían bien. Había oído que las cosas dolían después de las primeras veces. De seguro habría dolido la primera vez. Pero mi podría haber sido la única parte de mi cuerpo que no dolía.

 

 

En silencio, eché un rápido vistazo debajo de la parte delantera de mi vestido. Todavía podía ver la esquina de un paquete de papel con algunos caramelos esparcidos escondido en el costado de mi sujetador. Pero si todavía se encontraba allí, cortándome, no había forma de que me hubieran atrapado desprevenida. De sólo imaginar que no había tenido una ardiente aventura con esta impresionante rubia me dejaron pensativa.

 

 

Qué decepcionante.

 

 

O tal vez no. Finalmente había reunido el valor para regresar a las andanzas, por así decirlo, y luego no recordaba que hubiera sido horrible.

 

 

La chica me tendió el vaso con agua y puso dos píldoras en mi mano, luego recargó sus caderas en el lavabo para observarme. Había una intensidad viniendo de ella con la que no me encontraba en condiciones para tratar.

 

 

—Gracias —dije, luego tragué la aspirina. Un ruidoso sonido se elevó desde mi vientre. Lindo, muy femenino.

 

 

— ¿Estás segura de que estás bien? —preguntó. Su gloriosa boca se crispó como si estuviéramos compartiendo una broma privada.

 

 

La broma era yo.

 

 

Todo lo que podía hacer era mirarla fijamente. Gracias a mi actual condición, ella era demasiado. El cabello, su rostro, su cuerpo, todo. Alguien necesitaba inventar una palabra lo suficientemente excepcional para describirla.

 

 

Después de un largo momento, se me pasó por la cabeza que esperaba una respuesta a su pregunta. Asentí, y aún reticente a soltar mi aliento mañanero, le di una pequeña sonrisa. Era lo mejor que podía hacer.

 

 

—Bien. Eso es bueno —dijo.

 

 

Era definitivamente atenta. No sabía lo que había hecho para merecer tanta amabilidad. Si había ligado con la pobre chica con promesas de o y luego había pasado la noche con mi cabeza en el inodoro, sería justo que estuviera un poco disgustada. Tal vez esperaba que lo hiciera bien esta mañana. Parecía la única explicación creíble para que no se hubiese ido.

 

 

En condiciones normales, se hallaba a años luz de mi liga y (por el bien de mi orgullo) aún más lejos de mi tipo. Me gustaba lo simple. Lo simple era lindo. Las chicas malas estaban extremadamente sobrevaloradas……no es que fuera una santa, también había cometido un par de locuras en mi adolescencia, pero era casi imposible que yo me haya decidido por alguien con algunas actitudes que había adoptado en el pasado.

 

 

Dios sabía que había visto a suficientes chicas lanzarse hacia mi hermano siwon a través de los años. Él tomaba lo que le ofrecían si se adecuaban a él, y luego seguía su camino. Los chicos y chicas malas no estaban hechas para una relación seria. No es como si la noche pasada yo hubiera estado buscando un “por siempre”, sólo una buena experiencia ual. No algo que involucrara a Elaine Smith cabreándose conmigo por haber manchado con sangre el asiento trasero del auto de sus padres.

 

 

Dios, que horrible recuerdo. Al día siguiente, la estúpida me había dejado por una chica del equipo de atletismo de media talla. Luego, para colmo de males, extendió rumores sobre mí. No es que ese evento me hubiera molestado en lo más mínimo.

 

 

¿Qué sucedió anoche? Mi cabeza era un enmarañado y palpitante desastre, los detalles eran borrosos e incompletos.

 

 

—Deberíamos conseguirte algo para comer —dijo—. ¿Quieres que te pida algunas tostadas o algo?

 

 

—No. —El pensamiento de comida no era divertido. Ni siquiera el café me atraía y el café siempre me atraía. Estaba medio tentada a revisar mi pulso, por si acaso. En su lugar, empujé mi mano a través de mi desastroso cabello, apartándolo de mis ojos—. No, yo… ay—Hebras de cabello se prendieron a algo, tirando duramente de mi cuero cabelludo—. Mierda.

 

 

—Espera. —Se estiró y cuidadosamente desenredó el desorden en mi cabello—. Ahí vamos.

 

 

—Gracias. —Algo parpadeó hacia mí desde mi mano izquierda, captando mi atención. Un anillo, pero no cualquier anillo.

 

 

Un maravilloso anillo, uno tremendo.

 

 

—Santa mierda —susurré.

 

 

No podía ser real. Era tan grande que bordeaba lo obsceno. Una piedra con ese tamaño costaría una fortuna. Lo observé fijamente, perpleja, volviendo mi mano para alcanzar la luz. La banda debajo era gruesa, sólida y la piedra brillaba infaliblemente, auténtica.

 

 

¡Sí, cómo no!

 

 

—Ah, sí. Sobre eso…—dijo, sus cejas frunciéndose hacia abajo. Lucía ligeramente avergonzada por el frío anillo en mi dedo—. Si aún quieres cambiarlo por algo más pequeño, está bien. Es algo grande. Entiendo tu punto en esto.

 

 

No podía sacarme la sensación de que la conocía de algún sitio. Algún sitio que no era de anoche o esta mañana y no tenía nada que ver con el ridículamente hermoso anillo en mi dedo.

 

 

— ¿Me compraste esto? —dije.

 

 

Asintió. —Anoche, en Cartier.

 

 

— ¿Cartier? —Mi voz sonaba como un susurro—. Uh.

 

 

Por un largo momento sólo me observó fijamente. — ¿No lo recuerdas?

 

 

Realmente no quería responder eso. — ¿Cuántos son? ¿Dos o tres quilates?

 

 

—Cinco.

 

 

— ¿Cinco? Guau.

 

 

— ¿Qué recuerdas? —preguntó, con su voz endureciéndose sólo un poco.

 

 

—Bueno…es confuso.

 

 

—No. —Su ceño se frunció aún más en su hermoso rostro—. Tienes que estar bromeando. ¿En realidad no lo sabes?

 

 

¿Qué podía decir? Mi boca colgó abierta inútilmente. Había mucho que no sabía. Sin embargo, hasta donde sabía, Cartier no hacía joyería. Mi cabeza daba vueltas. Malos presentimientos se desplegaron dentro de mi estómago y la bilis quemó la parte trasera de mi garganta. Incluso peor que antes.

 

 

No iba a vomitar frente a esta chica.

 

 

No de nuevo.

 

 

Respiró profundamente, las aletas de su nariz llameando. —No me había dado cuenta de que habías bebido tanto. Quiero decir, sabía que habías bebido un poco, pero…mierda. ¿En serio? ¿No recuerdas que fuimos en las góndolas hacia el hotel, El Venetian?

 

 

— ¿Fuimos en góndolas?

 

 

—Joder. Ah, ¿qué cuando me compraste una hamburguesa? ¿Recuerdas eso?

 

 

—Lo siento.

 

 

—Espera un minuto —dijo, observándome con ojos entrecerrados—. Estás bromeando conmigo, ¿no?

 

 

—Lo siento tanto.

 

 

Retrocedió físicamente de mí. —A ver si lo entiendo, ¿no recuerdas nada?

 

 

—No —dije, tragando duramente—. ¿Qué hicimos anoche?

 

 

— ¡Nos casamos, maldición! —gritó.

 

 

Esta vez, ni siquiera lo hice en el inodoro.

 

 

 

 

* * *

 

 

 

 

Decidí divorciarme mientras cepillaba mis dientes, practicando lo que le diría mientras peinaba mi cabello. Pero no podías decidir así como si nada estas cosas. A diferencia de anoche, cuando había decidido aparentemente casarme. Decidir las cosas así de nuevo estaría mal. Era eso, o que era una cobarde que tomaba la ducha más larga del mundo. Las apuestas se encontraban en el segundo lugar.

 

 

Santo, santo infierno. Qué desastre. Ni siquiera podía comenzar a pensar en eso. Casada. Yo. Mis pulmones no funcionaban. El pánico esperaba justo a la vuelta de la esquina.

 

 

No había manera de que este deseo de desastre fuera tan sorprendente como lo era ella. Vomitar en el suelo tenía que haber sido un gran indicio. Gemí y cubrí mi rostro con mis manos ante el recuerdo. La mirada de disgusto que me dio me perseguiría por el resto de mis días.

 

 

Mis padres me matarían si alguna vez se enteraban. Tenía planes, prioridades. Estudiaba para ser arquitecta como mi padre. Casarme con alguien a esta altura no era parte de los planes. En otros diez o quince años tal vez. ¿Pero casarme a los veintiuno? Joder, no. Ni siquiera había tenido una segunda cita en años y ahora tenía un anillo en mi dedo. No había forma de que tuviera sentido. Era desafortunada. Esta loca boda no era algo que pudiera ocultar.

 

 

¿O podía?

 

 

Mis padres podrían no enterarse. Nunca. A través de los años había hecho un hábito no involucrarme en cosas que podrían ser vistas como desagradables, innecesarias o sinceramente estúpidas. Este matrimonio caía posiblemente debajo de las tres categorías.

 

 

En realidad, nadie necesitaba saber. Si no lo decía, ¿cómo se enterarían? No lo harían. La respuesta era simplemente impresionante.

 

 

— ¡Sí! —silbé y golpeé el aire, golpeando la alcachofa de la ducha con el costado de mi puño. El agua se roció por todas partes, incluyendo directamente mis ojos, cegándome. No importaba, tenía la solución.

 

 

Bien. Me llevaría el secreto a la tumba. Nadie sabría de mi extrema idiotez por estar ebria.

 

 

Sonreí con alivio, mi ataque de pánico retrocediendo lo suficiente como para que pudiera respirar. Oh, gracias a Dios. Todo estaría bien. Tenía un nuevo plan que me reencaminaría a mi padre. Brillante. Lo desafiaría y lo enfrentaría, haciendo las cosas bien. Veintiún años de edad con grandes planes no incluían casarse con completas extrañas en Las Vegas, sin importar cuán hermosas eran esas extrañas. Estaría bien. Lo entendería. Con toda probabilidad, la y rubia se sentaba afuera ahora mismo, calculando el más eficiente método para botarme y correr.

 

 

El diamante aún brillaba en mi mano. Aún no podía convencerme de sacarlo. Era como la Navidad en mi dedo, tan grande, brillante y resplandeciente. Aunque, pensándolo bien, mi esposa temporal no parecía exactamente ser rica. Su chaqueta y vaqueros se encontraban más bien…desgastados. La chica era un verdadero misterio.

 

 

Espera. ¿Qué si estaba en algo ilegal? Tal vez me había casado con una criminal. Pánico corrió por mi espalda con ganas. Mi estómago se revolvió y mi cabeza palpitó. No sabía nada de la persona esperando en la otra habitación. Absolutamente ninguna maldita cosa. La había sacado fuera del baño sin ni siquiera conseguir su nombre.

 

 

Un golpe en la puerta hizo que mis hombros se tensaran.

 

 

— ¿taeyeon? —gritó, probando que al menos ella sabía mi nombre.

 

 

—Sólo un segundo.

 

 

Giré el grifo y salí, envolviéndome en una toalla. Era casi lo suficientemente ancha como para cubrir mis curvas, ya que mi vestido tenía vomito. Ponérmelo de nuevo se hallaba fuera de discusión.

 

 

—Hola —dije, abriendo la puerta del baño del tamaño de una mano. De pie era un poco más alta que yo, y yo no era para nada pequeña. Vestida con sólo una toalla, era bastante intimidante. Sin importar lo mucho que había bebido la noche anterior, aún lucía irresistible, a diferencia de mí, que lucía demacrada, pálida y empapada. Las pastillas no habían funcionado como deberían.

 

 

Por supuesto, las había vomitado.

 

 

—Hola. —No encontró mi mirada—. Mira, voy a ocuparme de esto, ¿vale?

 

 

— ¿Ocuparte?

 

 

—Sí —dijo, aun evadiendo mi mirada. Aparentemente, la horrible alfombra verde del hotel era más atractiva—. Mis abogados tratarán con todo esto.

 

 

— ¿Tienes abogados? —Las criminales ys como ella tenían abogados. Dios. Tenía que divorciarme de esta hermosísima rubia ahora.

 

 

—Sí, tengo abogados. No necesitas preocuparte de nada. Ellos te enviarán el papeleo o lo que sea. Como sea que eso funcione. —Me dio una irritada mirada, sus labios una fina línea, su chaqueta puesta sobre sus desnudos pechos. Su camiseta aún colgaba, seca, en el borde de la tina. En algún momento de la noche debía haberla vomitado también. Qué horripilante. Si fuera ella, me hubiera divorciado de mí y nunca hubiera mirada hacia atrás.

 

 

—Esto fue un error —dijo, haciendo eco a mis pensamientos.

 

 

—Oh.

 

 

— ¿Qué? —Su mirada voló a mi rostro—. ¿Estás en desacuerdo?

 

 

—No —dije rápidamente.

 

 

—Así lo pensaba. Lástima que anoche si lo estarías, ¿no? —Empujó una mano a través de su cabello y caminó hacia la puerta—. Cuídate.

 

 

— ¡Espera! —El estúpido y maravilloso anillo no salía de mi dedo. Lo tiré y lo giré, tratando de sacarlo. Finalmente se movió, rasguñando mi nudillo en el proceso. Sangre brotó de la superficie. Una mancha más en este sórdido asunto—. Toma.

 

 

— ¡Por el maldito amor de Dios! —Frunció el ceño ante la piedra destellando en la palma de mi mano como si lo ofendiera personalmente—. Quédatelo.

 

 

—No puedo. Debe haber costado una fortuna.

 

 

Se encogió de hombros.

 

 

—Por favor. —Se lo tendí, mi mano sacudiéndose impacientemente con el deseo de deshacerme de la evidencia de mi estupidez estando borracha—. Te pertenece. Tienes que tomarlo.

 

 

—No. No tengo.

 

 

—Pero…

 

 

Sin otra palabra, salió hecha una tormenta, golpeando la puerta detrás de ella. Las delgadas paredes vibraron con la fuerza del golpe.

 

 

Guau. Mi mano cayó a mi costado. Seguro tenía temperamento. No es que no la hubiera provocado, pero aún así. Desearía recordar lo que había sucedido entre nosotras. Cualquier indicio sería bueno.

 

 

Al mismo tiempo, mi nalga izquierda se sentía adolorida. Hice una mueca de dolor, frotando cuidadosamente el área. Mi dignidad no era lo único que había perdido, al parecer. Debía haberme rasguñado el trasero en algún momento, golpeándome en algún mueble o cayéndome en mis extravagantes tacones nuevos. Los caros con los que jessica había insistido que iban con el vestido, cuyo paradero actual era un misterio. Esperaba no haberlos perdido. Dado mi reciente matrimonio, nada debería sorprenderme.

 

 

Deambulé de regreso al baño con un vago recuerdo de zumbante ruido y risas vibrando en mis oídos, de ella susurrándome. No tenía sentido.

 

 

Me volví y levanté el borde de la toalla, levantándome sobre la punta de mis pies para inspeccionar mi proporcionado trasero. Tinta negra y caliente piel morena.

 

 

Todo el aire salió de mi cuerpo.

 

 

Había una palabra en mi nalga izquierda, un nombre que no olvidaría jamás a partir de ahora.

 

 

 

Tiffany

 

 

 

 

Me giré y casi vomité en el lavabo.

Like this story? Give it an Upvote!
Thank you!

Comments

You must be logged in to comment
Nathan59 #1
Holaa cerraste tu cuenta de Wattpad ? :(