Habían pasado tres días desde que se fue de la base de los Blackjacks. 72 horas dedicadas a esconderse cada vez que escuchaba un ruido y correr cuando el camino estaba libre. Lo único que tenía para orientarse era una brújula que le había dejado Don. Era antigua y el cristal estaba un poco roto, pero todavía funcionaba que era lo importante.

 

Se había dedicado a ir hacia el oeste, pero por culpa de los infectados no había conseguido salir de la ciudad aún. De vez en cuando escuchaba gritos o conversaciones y daba por hecho que era gente que pertenecía a alguna banda. Era incluso posible que fueran Blackjacks, pero no se atrevía a arriesgarse para descubrirlo.

 

Por esos motivos no había podido avanzar tanto como hubiera deseado. Sabía que si tuviese agallas como para atacar a los infectados también iría más rápido, pero no era así. Por ahora prefería vigilar desde un sitio seguro. Al menos seguía viva.

 

Lo peor eran las noches. Escuchar como los infectados empezaban a moverse más rápido como si estuviesen cobrando vida era una sensación terrible. Habían estado a punto de pillarla más de una vez, dejándola con la impresión de que se le iba a salir el corazón del pecho.

 

Ahora mismo estaba en lo que parecía haber sido un museo. No había podido observar mucho el sitio porque había ido directa a buscar alguna habitación vacía donde esconderse, pero lo poco que había visto le había causado mucha pena. Todas esas esculturas y cuadros tirados por los suelos o cogiendo polvo. Tanto arte para nada.

 

Había acabado por resguardarse en lo que supuso que era la sala de los souvernirs. Tenía dos puertas y estas podían cerrarse con pestillo. No parecían ser muy fuertes, pero era mejor que nada.

 

Se había sentado en una de las esquinas y había sacado una ración de comida enlatada. De vez en cuando escuchaba golpes o lo que parecían ser pisadas, pero intentaba no pensar demasiado en ello. De todas formas tenía la pistola y el cuchillo a mano. Seguía sin saber si sería capaz de utilizarlos, pero quería pensar que ante una situación de vida o muerte, conseguiría reaccionar.

 

Terminó de comer y se dedicó a mirar el techo aburrida. Supuso que debería intentar dormir algo ahora que el edificio parecía estar tranquilo. Colocó la mochila como almohada y se tumbó. Pasó cerca de una hora hasta que consiguió sentirse lo suficientemente cansada como para dormirse. No podía negarlo, en esos momentos echaba mucho de menos la última cama en la que había dormido. Sobre todo con ese aroma que la rodeaba y la hacía sentir tan bien.

 

Estaba a punto de perder la conciencia cuando empezó a escuchar un ruido lejano. Estaba junto a una ventana y la ciudad en silencio, por lo que cualquier ruido se amplificaba. Decidió no darle más importancia e ignorarlo por el momento, pero no evitar preocuparse cuando el ruido empezó a escucharse cada vez más cerca.

 

Abrió los ojos e intentó concentrarse en el ruido para localizarlo. Aún estaba lejos, pero parecía que no por mucho tiempo.

 

Se levantó con cuidado y agarró la pistola con manos temblorosas. Se pegó lo máximo posible contra la pared y se turnó para vigilar ambas puertas.

 

Por un momento el ruido dejó de oírse, pero no había pasado ni un minuto cuando el sonido del cristal de una ventana rompiéndose se pudiese escuchar por todo el edificio. Dara palideció enseguida.

 

Los pasos se escuchaban muy cerca ahora. Dara se maldijo por haberse quedado en la primera planta del museo en vez de haber subido. Se centró en la puerta de la derecha ya que el ruido se escuchaba por esa zona, y poco después de hacerlo algo golpeó la madera con fuerza.

 

El pomo de la puerta comenzó a moverse con violencia. Sea que lo que fuese que estaba ahí fuera, estaba desesperado por entrar. Dara temió que el pestillo diese de sí por la fuerza, pero para su suerte aguantó lo suficiente como para que la criatura de fuera desistiese. Le pareció escuchar que mascullaba algo, pero no pudo cerciorarse.

 

Por fin pudo soltar el aliento que había estado aguantando cuando los pasos volvieron a alejarse corriendo. Dara bajó la pistola y se apoyó contra la pared. Cerró los ojos durante unos segundos permitiéndose respirar tranquila.

 

Con mucho cuidado, se acercó a la puerta lentamente para asegurarse de que el pestillo estuviese bien. Y por supuesto, fue justo en ese momento cuando las pisadas volvieron a acercarse más rápido que nunca. Apenas le dio tiempo a apartarse cuando algo chocó contra la puerta a toda velocidad, consiguiendo que el cerrojo saltase por los aires y esta se abriera.

 

Dara ahogó un grito y volvió a levantar la pistola. Apuntó a la figura que se retorcía en el suelo. Por los gruñidos, seguramente era de dolor.

 

Antes de poder fijarse bien en la persona, la distrajo el sonido de gemidos y quejidos de infectados que entraban en el museo. Parecían ser un grupo bastante grande.

 

“Rápido, ¡cierra la puerta!”

 

Habiéndose olvidad momentáneamente de la persona, Dara se giró y volvió a apuntarle con la pistola al escucharle hablar.

 

“¡¿Tú?!”

 

“¡He dicho que cierres la maldita puerta!”

 

CL se levantó como pudo, agarrándose el brazo izquierdo con dolor. Para entonces Dara ya se había recobrado de la sorpresa y había empujado la puerta. Pero el plan tenía un pequeño fallo.

 

“Te has cargado el pestillo, ¿cómo quieres que la puerta aguante?” Preguntó retóricamente Dara. CL llegó para cuando los primeros infectados comenzaron a empujar la puerta también. Rápidamente imitó a Dara y apretó su espalda contra la puerta, haciendo un gesto de sufrimiento cada vez que los golpes movían su brazo. No quería hacerlo, odiaba sentirse así, pero Dara no pudo evitar preocuparse.

 

“¿Está roto?” Preguntó entre jadeos, empujando la puerta con todas sus fuerzas. Entre la oscuridad y la circunstancia, no había podido fijarse en el estado de su brazo.

 

CL negó con la cabeza. “No, solo me he dislocado el hombro. No es la primera vez que me pasa.” Apretó la mandíbula, claramente al borde de sus fuerzas.

 

Dara sopesó la situación. A este ritmo iban a aguantar muy poco. Los infectados se concentraban cada vez más en la puerta y era cuestión de tiempo que consiguiesen tirarla. Tenían que buscar una forma de escapar. Inmediatamente, sus ojos se fijaron en la otra puerta. Por lo poco que había podido investigar antes, daba a otra parte del museo, por lo que tendrían algo de ventaja. No era mucho, pero era mejor que nada.

 

“Tenemos que salir por la otra puerta. También tiene el pestillo puesto, pero nos dará algo de tiempo. Si dejamos de empujar esta puerta de golpe, se tropezarán entre ellos y con suerte crearán un tapón.” Explico Dara con rapidez. No tenían mucho tiempo que perder. CL no pareció darle muchas vueltas a su plan y simplemente se limitó a asentir. Estaba muy pálida y tenía gotas de sudor por toda la cara.

 

“A la de tres, ¿de acuerdo?” Esperó a que la rubia volviese a inclinar la cabeza para empezar la cuenta atrás. “Tres… Dos… Uno… ¡Ya!”

 

Al unísono, se apartaron de la puerta y corrieron hacia la otra. Dara iba más adelantada así que se encargó de quitar el pestillo y abrirla. “¡Vamos!” Aguantó la puerta hasta que CL pasó por ella y tras echar un vistazo rápido a lo que ocurría con los infectados, la cerró.

 

CL estaba unos metros adelante y le señaló las escaleras con el brazo derecho. Parecía que no le quedaba aliento suficiente como para hablar. Dara no lo dudó y se puso en marcha. De nuevo volvió a adelantar a CL, pero esta pudo aguantar el ritmo bastante bien considerando su situación.

 

Sin palabras, decidieron subir a la tercera planta. Al terminar de subir las escaleras, CL apenas se aguantaba en pie. Rápidamente, Dara se pegó a ella y rodeó su cintura con el brazo.

 

“Apóyate en mí, venga.”

 

Juntas se movieron entre las habitaciones, intentando ignorar el ruido de los infectados que parecían seguirle el rastro. Siguieron sin parar hasta llegar a la última habitación, dándose cuenta de que no había salida ninguna. Se habían encerrado ellas solas.

 

El corazón de Dara latía con fuerza. Intentaba no caer presa del pánico, pero cada vez estaba resultando más difícil.

 

Cerraron la puerta de la sala y Dara soltó a CL a la vez que intentaba buscar algo lo suficientemente fuerte como para mantener la puerta cerrada, pero la habitación apenas tenía nada. Había un banco de madera, pero era muy pequeño y no parecía pesar mucho. No sería suficiente.

 

De nuevo, el ruido de un cristal rompiéndose la sacó de su ensimismamiento. Localizó el origen del ruido con rapidez. CL parecía haber roto la ventana con un martillo para emergencias.

 

Emergencias. ¡Claro! Junto a la ventana había un cartelito que señalaba la existencia de unas escaleras de emergencia, al lado de la caja donde el martillo estaba guardado.

 

Sin perder más tiempo salieron por la ventana y comenzaron a bajar por las escaleras. No eran muchas, pero CL no parecía capaz de ir más rápido.

 

Apenas habían pasado la segunda planta cuando los primeros infectados se asomaron. Sin perder ni un segundo, CL levantó la pistola con el brazo derecho y les disparó, acertando a todos en la cabeza y matándolos al instante.

 

Impresionada, Dara miró a CL con la boca ligeramente abierta. La rubia se limitó a esbozar media sonrisa.

 

En cuanto pisaron el suelo, perdieron unos segundos en decidir qué dirección tomar. Finalmente se decantaron por la izquierda, ya que al final de la calle había un conducto que según CL llevaba a un parking subterráneo. Al parecer los Blackjacks habían usado ese sitio para esconderse un par de veces.

 

Llegaron sin aliento a la entrada del parking, pero se obligaron a correr cuesta abajo. Ya faltaba muy poco, pero seguían estando en peligro.

 

CL le señaló lo que pa