Capítulo XXII
3. CeaselessTaeyeon
El cuarto estaba oscuro cuando llegué. Hyoyeon me había llamado aquí.
Todo lo que ella había dicho era—: Es Tiffany. —Yo había venido de inmediato, pero no esperaba que fuera el dormitorio de Tiffany desde donde me estaba llamando. Recorrí la habitación, y encontré a Tiffany acurrucada en la cama durmiendo. Ni siquiera era la hora de comer todavía. Las cortinas estaban cerradas y las luces apagadas. ¿Estaba enferma?
—Recordó —dijo Hyoyeon desde la esquina de la habitación donde ella estaba sentada, mirándome.
—¿Qué es exactamente lo que recuerda? —Le pregunté dando un paso hacia la cama donde Tiffany dormía.
—Todo, me parece. Infiernos, no lo sé. Ella no ha hablado. No sé qué tan afectada está aún. Si está herida, mentalmente, espero que me extingas. No puedo vivir con la culpa.
El pánico se apoderó de mí y corrí a un lado de la cama y me arrodillé a su lado. ¿Qué había hecho Hyoyeon? Ella no debía recordarlo todo hasta que la Deidad decidiera que era el momento adecuado. Yo había esperado que un pequeño recuerdo volviera a ella, pero nunca había querido hacerle daño.
—¿Qué... has... hecho? —Levanté mi mirada del cuerpo todavía pálido de Tiffany y miré a Hyoyeon.
—Enójate. Por favor. Quiero que lo hagas. Si ella está en mal estado porque tomé una decisión estúpida no voy a ser capaz de vivir con eso.
La expresión solemne de Hyoyeon no sirvió de nada. Hyoyeon nunca era seria. Extendí la mano y le aparté el pelo de la cara con suavidad. El color natural rosado de sus mejillas había desaparecido. —Dime lo que hiciste, Hyoyeon —Le supliqué. Yo no podía ayudarla si no sabía lo que había sucedido. Necesitaba una explicación.
—No estabas luchando. Sólo la dejabas ir. Al diablo con eso. Yo no iba a dejar que ella se marchara tan fácil. No es feliz con la llamada alma gemela que crearon para ella. Está perdida sin ti. Yo... yo le di el broche.
El broche. El que yo había guardado para ella. El que le había devuelto el pasado día de San Valentín. Ella recordó la época en que yo vine por ella cuando era niña. Había pertenecido a su abuela. Quería que yo lo guardara y que se lo regresara en su próxima vida. Pero ella no murió entonces. El broche me había hecho recordar el nombre de la chica. Así que cuando Tiffany Hwang estuvo de nuevo en los libros para morir, yo la recordé. Fui a verla. Tenía curiosidad. Entonces, se convirtió en algo más. Mucho más.
—¿Qué pasó? —Le pregunté, temeroso de apartar los ojos de ella. Quería despertarla. Asegurarme de que todo estaba bien. Que su mente no sufrió un trauma que su cuerpo no pudiera soportar.
—La dejé con él. Entonces me preocupé y me di la vuelta y regrese. Estaba... Estaba acurrucada en el piso con lágrimas corriendo por su rostro diciendo: "Me olvide de ella. ¿Cómo podría olvidarla?" La llevé hasta aquí y no se ha movido ni dicho nada desde entonces. Sólo duerme.
No podía hacer frente a Hyoyeon ahora. No la quería cerca de mí. —Vete.
Sólo vete —dije sin mirarla.
—Me dirás si se despierta. Necesito saber que está bien.
—Te dije que te vayas, Hyoyeon. Ya has hecho suficiente. Déjanos.
Ella no discutió. Se fue.
Tomé la mano de Tiffany y la sostuve en la mía. Estaba fría al tacto. Vi su alma. No fue dañada. Su cuerpo no estaba enfermo. Todo era mental. Me llevé su mano a los labios y la besé suavemente. No debí haber confiado en Hyoyeon. Sabía que haría algo estúpido cuando ella me exigió que luchara anoche. No pensé que haría algo tan perjudicial. Yo había estado ideando un plan. Uno más, uno que realmente funcionara. Intentaría hacer que se enamorara de mí otra vez. Solucionaría esto.
También iba a asegurarme de que ella supiera que yo nunca tuve o con otra chica. Quería aclararlo. No me gustaba que eso nos ensuciara.
La mano de Tiffany se movió en la mía y me tranquilizó. Esperé para ver si pasaba de nuevo. ¿Estaba despertando? ¿Podría despertar? Su mano apenas apretó la mía y la miré desesperadamente, esperando por más. Después de unos minutos, no se movió de nuevo. Alcé los ojos para mirarla a la cara. Sus párpados parecían azules. Estaba demasiado pálida.
Tenía que hacer algo. Yo había pasado semanas sin abrazarla. Ella no había querido. Pero ahora, lo necesitaba. Necesitaba a Tiffany a salvo en mis brazos. No podía quedarme aquí mientras ella yacía acurrucada en una bola, fría y pálida. Lo único que podía hacer era esperar y darle calor.
Me quité las botas y retiré la sábana antes de deslizarme detrás de ella. Ella inmediatamente rodó hacia mí y puso sus manos en puños en mi blusa. Dejó escapar varios suspiros pequeños, luego calló una vez más.
Tiffany
Estaba caliente. Muy caliente y algo olía maravillosamente. Enterré mi cara en el calor. El olor se hizo más fuerte. Me apreté más a eso y recorrí mis manos por el ca
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