Día 5.998
CADA DIANada más despertarme a la mañana siguiente noto que algo va mal. Algo químico.
Hace tiempo que ha pasado la mañana. Este cuerpo ha dormido hasta el mediodía... porque ayer estuvo despierto hasta muy tarde. Colocándose. Y quiere colocarse de nuevo. ¡Ahora mismo! He estado en el cuerpo de otros porreros. Te despiertas colocada de la noche anterior. Pero lo de este es peor. Mucho peor. Hoy no pienso ir al instituto. No tengo padres, así que nadie va a venir a despertarme. Estoy sola, en una habitación sucia, tirada en un colchón sucio y tapada con una manta que parece que le haya robado a un niño. Oigo a otra gente gritando en otras habitaciones de la casa. Hay veces en las que el cuerpo se apodera de la vida. Hay veces en las que el cuerpo insiste. En las que te deja claro que necesita algo. En las que te dicta cómo actuar. Y, sin darte cuenta, le das las llaves. Le das el control. Y él no tiene empacho alguno en tomarlo. Te haces un lío y el lío se apodera de ti.
Hasta hoy, solo había sentido esta situación. Hoy, la padezco de verdad. Noto cómo mi mente combate al cuerpo inmediatamente, pero no es fácil. No siento placer. He de aferrarme al recuerdo del placer. He de aferrarme a la idea de que solo voy a pasar aquí un día. Y de que tengo que salir adelante. Intento volver a dormirme, pero el cuerpo no me lo permite. El cuerpo está completamente despierto y sabe lo que quiere. Sé lo que tengo que hacer... aunque no sé muy bien lo que está pasando. A pesar de que nunca antes he estado en esta situación, he estado en otras situaciones en las que he tenido que enfrentarme al cuerpo. He estado enferma, gravemente enferma, y la única opción es prepararse para lo que venga. Al principio pensaba que en un solo día podía hacer algo que mejorase las cosas; pero no tardé en descubrir mis limitaciones. El cuerpo no cambia en un día. Y menos cuando no es la mente original la que está al mando. No quiero salir de la habitación. Si lo hago, puede pasar de todo y con cualquiera. Desesperada, busco a mi alrededor algo que me sirva para sobrellevar la situación. Veo una balda decrépita con un montón de libros antiguos de tapa blanda. Decido que son ellos los que me van a salvar. Abro una vieja novela de suspense y me concentro en la primera frase: «La oscuridad había descendido sobre Manassas, ia».
El cuerpo no quiere leer. El cuerpo está rodeado de alambre de espino electrificado. El cuerpo me dice que solo hay una manera de arreglarlo, que solo
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