Día 6.026
CADA DIAA la mañana siguiente, me siento culpable por sentirme tan aliviada de volver a estar en un cuerpo normal. Y me siento culpable porque me doy cuenta de que aunque antes no me importaba lo que pensasen los demás, o cómo me vieran, ahora soy consciente de ello, ahora juzgo igual que ellos, ahora me veo a través de los ojos de Tiffany. Imagino que esto hace que me parezca más al resto del mundo; pero también me siento como si hubiera perdido algo. Yoo Ara se parece mucho físicamente a Yoona, la amiga de Tiffany: pelo oscuro y liso, piel blanca y ojos marrones. Es alguien en quien te fijarías por la calle, pero sí que lo harías si se sentase a tu lado en clase. «Hoy no le va a importar», pienso mientras imagino la reacción de Tiffany. Acto seguido, me siento culpable por pensar así. Tengo un mensaje suyo en la bandeja de entrada. Empieza así: Tengo muchas ganas de verte. «¡Qué bien!», pienso. Pero sigo leyendo: Tenemos que hablar.
Y ya no quiero pensar nada más. El día se convierte en una larga espera, una cuenta atrás; a pesar de que no estoy segura de hacia qué avanza dicha cuenta atrás. El reloj se acerca, me acerca. Mi miedo late más y más fuerte. Los amigos de Yoon Ara no pueden contar mucho con ella a lo largo del día.
Tiffany me ha pedido que nos encontremos en un parque que hay cerca de su instituto. Como hoy soy chica, imagino que el sitio es terreno neutral. Así, nadie del pueblo nos verá y no tendrá que hacerse «películas para mayores de trece años». Al fin y al cabo, la gente piensa que lo que le gusta son los metaleros.
Llego pronto, así que me siento en un banco con una novela de Alice Hoffman. Levanto la mirada del libro de vez en cuando para mirar cuando pasa algún corredor. Estoy tan inmersa en la lectura que no me doy cuenta de que Tiffany ha llegado hasta que se sienta a mi lado. En cuanto veo que es ella, sonrío. No puedo evitarlo.
—Hola.
—Hola —responde. Antes de que empiece con lo que quiere decirme, le pregunto qué tal le ha ido el día, qué tal en el instituto, le pregunto por el tiempo... —lo que sea para evitar esa conversación—. Pero, en cuestión de diez minutos, se me acaban los temas.
—T —empieza—, tengo que decirte algo. -Soy consciente de que después de esta frase no suelen venir cosas buenas. Pero albergo esperanzas. Aunque ha dicho «algo», que es muy indeterminado, sé que todo quedará resumido en la siguiente frase. —Creo que no puedo seguir adelante.
—¿Crees que no puedes hacerlo o no quieres hacerlo? —le digo al rato.
—Quiero, de verdad que sí. Pero ¿cómo? ¡No lo veo factible!
—¿Qué quieres decir?
—Me refiero a que eres una persona diferente cada día. Y no puedo querer por igual a todas las personas que eres. Sé que, dentro, estás tú. Sé que no tengo que mirar el envoltorio... Pero no puedo, T. Me encantaría... me encantaría ser capaz de hacerlo... pero no puedo. Y no es solo eso. Acabo de romper con Khun y necesito tiempo para asimilarlo, para quitármelo de la cabeza. Y es que hay tantas cosas que tú y yo no podemos hacer... Nunca saldremos con mis amigos... ni siquiera puedo hablarles de ti ¡y eso me está volvi
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