Día 6.000
CADA DIAEs hora de que Byun Baek Hyun vaya a la iglesia. Me visto rápidamente con la ropa de domingo que bien él, bien su madre, dejaron preparada anoche. Luego, bajo las escaleras y desayuno con su madre y con sus tres hermanas. El padre no aparece por ninguna parte. No me hace falta acceder mucho para saber que se marchó cuando nació la hermana más pequeña y que, desde entonces, la vida ha sido una lucha para la madre. En la casa solamente hay un ordenador y tengo que esperar a que la madre de Baekhyun vaya a vestir y preparar a las chicas para encenderlo rápidamente y crear la dirección de correo electrónico que le di anoche a Tiffany. Espero que no haya intentado ponerse en contacto conmigo todavía.
—¡Baek! -Me llaman. Es hora de ir a misa. Salgo, borro el Historial y me subo al coche junto con mis hermanas. Tardo unos minutos en aprenderme los nombres: Wendy tiene once años; Joy tiene diez; y Yeri, ocho. Solamente a Yeri le hace ilusión ir a la iglesia. Cuando llegamos, las chicas van directas a catequesis y yo voy a la congregación con la madre de Baekhyun. Me preparo para una misa baptista e intento recordar qué lo hace diferente de las misas de otras iglesias. He asistido a muchas misas a lo largo de los años. Cada vez que asisto a una, refuerzo mi idea de que las diferentes religiones tienen en común entre sí muchísimo más de lo que ellas dicen. Las creencias son casi iguales en todos los casos; lo único que cambian son las historias. Todas las personas quieren creer en un poder supremo. Todas las personas quieren sentir que son parte de algo mayor. Y todas las personas quieren hacerlo en compañía de otros. Quieren que haya una fuerza que representa el bien y buscan un incentivo que haga que se sientan parte de esa fuerza. Quieren demostrar, mediante rituales en los que muestran su devoción, que creen y que son parte de un todo. Quieren tocar la enormidad. Las diferencias solo están en detalles muy concretos. Es entonces cuando la cosa se complica y surge la polémica. Somos incapaces de darnos cuenta de que, independientemente de a qué religión pertenezcamos y cuál sea nuestro género, nuestra raza o nuestra procedencia, todos los seres humanos tenemos un 98 % de similitudes entre nosotros.
Sí, las diferencias entre hombres y mujeres son biológicas; pero si consideras el porcentaje total de diferencias que esto supone... tampoco somos tan diferentes. La raza nos diferencia, únicamente, por estructuras sociales, no porque suponga una diferencia inherente. Y en cuanto a la religión —ya creas en Dios, en Yahvé, en Alá o en algún otro—, la cuestión es que, en nuestro corazón, todos queremos lo mismo. Pero, por alguna razón, sea cual sea, nos gusta concentrarnos en ese 2 % de las diferencias. Y la mayor parte de los conflictos del mundo se producen por esto. Si soy capaz de navegar por esta vida que tengo es, única y exclusivamente, gracias a ese 98 % de similitudes que tiene el ser humano. Pienso en todo esto mientras asisto a los rituales eclesiásticos del domingo. Miro a la madre de Baekhyun. Está muy cansada. Agotada. Me doy cuenta de que creo tanto en ella como en Dios. Yo encuentro la fe en la perseverancia humana —aunque el universo nos ponga un reto detrás de otro—. Imagino que esta es una de las cosas que debí de ver en Tiffany: su deseo de perseverar. Después de misa vamos a comer a casa de la abuela de Baekhyun. Ni tiene ordenador ni tengo manera de recorrer las cuatro horas en coche a las que vive Tiffany. Así que me tomo el día como un día de descanso. Juego con mis hermanas y entrelazo las manos con ellas para dar gracias al Señor antes de comer. La única nota discordante del día es cuando estamos en el coche, de vuelta a casa, y surge una pel
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