Día 6.009
CADA DIAA la mañana siguiente, sigo sin tener respuesta de ella. Me subo al coche y conduzco. El coche es de Park Chanyeol. Debería ir al instituto, pero llamo a Secretaría, me hago pasar por su padre y digo que tiene que ir al médico y que quizá le lleve todo el día.
Tengo dos horas de coche por delante. Sé que debería pasarlas conociendo a Chanyeol pero, ahora mismo, eso me parece secundario. Antes, habitaba las vidas así, accediendo a lo mínimo indispensable para pasar el día. En un momento dado, llegó a dárseme tan bien que era capaz de pasar unos cuantos días sin acceder a los recuerdos ni una sola vez. Seguro que fueron días de lo más anodinos para las personas que habité (porque para mí, desde luego, lo fueron). Me tiro casi todo el viaje pensando en Tiffany. En cómo recuperarla. En cómo seguir gustándole. En cómo hacer que esto funcione. Lo último es lo más difícil. Cuando llego a su instituto, aparco en el mismo sitio en el que aparcó Kwon Yuri. Hace tiempo que han empezado las clases, así que en cuanto abro las puertas me veo sumergido en una vorágine de actividad. Quedan dos minutos para que se acabe el descanso. Tengo dos minutos para encontrarla.
No sé dónde está. Ni siquiera sé qué asignatura tiene ahora. Simplemente, recorro los pasillos en su busca. Empujo a algunas personas sin querer. Me dicen que tenga más cuidado. Me da igual. Está el resto del mundo... y está ella. Y yo estoy concentrada, únicamente, en ella. Dejo que el universo me indique adónde tengo que ir. Me abandono por completo al instinto. El instinto no proviene de mí. Ni del cuerpo en el que estoy. Está a punto de entrar a una clase. Pero se detiene. Levanta la mirada. Me ve. No sé cómo explicarlo. Soy una isla en mitad del pasillo y las personas que pasan de largo son olas que me golpean. Ella es otra isla. En cuanto me ve, sabe exactamente quién soy. No hay manera de que lo sepa. Pero lo sabe. Se olvida de la clase. Viene hacia mí. Suena otro timbre y la gente desaparece de los pasillos como desaparece el agua por un sumidero. Nos quedamos solas.
—Hola.
—Hola —respondo.
—Tenía la sensación de que ibas a venir.
—¿Estás enfadada?
—No, no lo estoy —mira hacia la clase—. Aunque eres muy negativa para mi expediente de asistencia.
—No soy positiva para el expediente de asistencia de nadie.
—¿Cómo te llamas hoy?
—T. Para ti, siempre me llamo T.
En la siguiente clase, tiene un examen al que no puede faltar, así que nos quedamos
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