Día 6.003
CADA DIAHola personas!! Espero que las y los lectores chilenos se encuentren muy bien y que sus ciudadanos logren salir adelante ¡Fuerza Chile!, sin mas disfruten el cap. :)
_____________________________________________________________________________________________A la mañana siguiente, cuando me despierto, no estoy sola. Comparto la habitación con otros dos chicos; son mis hermanos: Kyuyoung, Junho. Junho es un año mayor que yo y Kyuyoung es mi gemelo. Me llamo Wooyoung. Wooyoung es grande —juega a fútbol americano— y Kyuyoung es, más o menos, del mismo tamaño. Junho es aún más grande que los gemelos.
La habitación está limpia, pero incluso antes de saber en qué localidad estoy, soy consciente de que, en cualquier caso, viven en una de las zonas pobres. Se trata de una gran familia en una casa pequeña. No creo que aquí haya ordenador. No creo que Wooyoung tenga coche. Junho es el encargado de que nos despertemos y nos preparemos —nuestro padre no ha vuelto todavía del turno de noche y nuestra madre ya va camino del trabajo—. Nuestras dos hermanas están a punto de acabar en el baño. Somos los siguientes. Accedo a los recuerdos de Wooyoung y veo que estamos en un pueblo cercano al de Suho y a algo más de una hora del de Tiffany. Va a ser un día duro.
El autobús tarda 45 minutos en llegar al instituto. Cuando llegamos, nos dirigimos a la cafetería para tomar el desayuno gratuito. Me fascina el apetito de Wooyoung: devora una tortita tras otra y no deja de estar hambriento. Kyuyoung no le va a la zaga. Por suerte, la primera clase es hora de estudio. Por desgracia, Wooyoung aún tiene que hacer deberes. Los hago lo más rápidamente que puedo y consigo que me queden unos diez minutos para consultar mi cuenta de correo electrónico. Hay un mensaje de Tiffany, escrito a la una de la madrugada:
T, Quiero creerte, pero no sé cómo. Tiffany.
Le respondo:
Tiffany, No es necesario buscar la manera, con que creas es suficiente.
Ahora mismo estoy en Laurel, a una hora de allí. Estoy en el cuerpo de un jugador de fútbol americano llamado Wooyoung . Sé que suena raro pero, al igual que todo lo que te he dicho, es verdad. Un beso, A
Me queda el tiempo justo para consultar la otra dirección de correo electrónico. Hay otro mensaje de Suho:
No puedes esquivar mis preguntas para siempre. Quiero saber quién eres. Quiero saber por qué haces esto. Dímelo.
Una vez más, decido no responderle. No sé muy bien si le debo o no le debo una explicación. Es posible que le deba algo; pero no estoy segura de si se trata de una explicación.
Ya es la hora de comer. Tengo ganas de ir a la biblioteca a consultar mi correo electrónico, pero Wooyoung tiene hambre y Kyuyoung, que va con él, también. Y me temo que si no come, no habrá nada hasta la hora de la cena. Miro en su cartera: hay unos tres dólares, incluido el cambio. Pido el menú gratuito y lo devoro. Luego, me disculpo y voy a la biblioteca, lo que hace que mi hermano se burle de mí: «La biblioteca es para tías», me dice, entre otras cosas. Así es como son los hermanos.
—Ah, claro, por eso nunca estás con ninguna —respondo. Me agarra y forcejeamos. Todo esto me hace perder tiempo de lo que realmente quiero hacer. Cuando llego a la biblioteca, todos los ordenadores están ocupados. Me inclino exageradamente sobre un alumno de primer grado y tarda dos minutos en rallarse y dejarme el ordenador. Consulto rápidamente las líneas de transporte público y veo que he de tomar tres autobuses para llegar al pueblo de Tiff. Decido que voy a hacerlo, pero consulto el correo electrónico antes de irme. Tengo un mensaje de Tiffany de hace dos minutos:
T, ¿Tienes coche? Si no tienes, puedo ir yo a verte. En Laurel hay
un Starbucks. Dime si quieres que vaya yo. Tiffany
Respondo:
Tiffany, Te agradecería que vinieras tú. Gracias. T
A los dos minutos, recibo otro mensaje suyo:
T, Estaré allí a las cinco. Tengo muchas ganas de ver qué aspecto tienes hoy. (Todavía no me lo creo.) Tiffany
Tengo los nervios de punta ante la perspectiva. Ha tenido tiempo para pensar y no se ha puesto en mi contra. Es más de lo que esperaba. Contengo la alegría, no vaya a ser que tenga que arrepentirme luego. No pasa nada excepcional durante el resto del día... menos en un momento dado de la séptima clase. La señora French, la profesora de Biología, está abroncando a un chico que no ha hecho los deberes. Era un trabajo de laboratorio y no lo ha hecho.
—No sé qué me ha pasado... —dice el gandul—. ¡Debió de poseerme el diablo! El resto de la clase se echa a reír e incluso la señora French sacude la cabeza de lado a lado.
—Sí, a mí también me poseyó —dice otro chico—, ¡después de que me tomara siete cervezas!
—Venga, chicos —entona la profesora—, ya está bien. -Por cómo lo dicen, me queda claro que la historia de Suho se está propagando.
—Oye —le digo a Kyu mientras vamos camino del entrenamiento—, ¿has oído hablar de ese chico de Monroeville que dice que lo poseyó el diablo?
—Tío, pero si estuvimos hablando de ello ayer mismo. Ha salido en todas las noticias.
—Esto... sí... lo que quería decir es que si se ha sabido alguna cosa más.
—¿Y qué más quieres que haya? Al chaval lo pillaron metiendo una bola del copón y, ahora, los fanáticos religiosos quieren convertirlo en su abanderado. A mí me da pena. -Esto no está bien.
El entrenador tiene que acompañar a la clase de preparto a su esposa Lamaze y se queja abiertamente de lo que le pisa las tripas tener que hacerlo. Aun así, pone fin al entrenamiento antes. Le digo a Kyu que voy a ir al Starbucks y me mira como si me hubiera vuelto una chica del todo; irremediablemente. Contaba con que le pareciera una chorrada, y me alegro. Cuando llego, Tiffany aún no está allí. Pido un café solo pequeño —que es, básicamente, lo único que me puedo permitir—, me siento y la espero. El lugar está abarrotado y tengo que poner cara de malas pulgas para conseguir que nadie se siente en la silla que queda libre en la mesa en la que estoy. Unos 20 minutos después de las cinco, aparece. Mira entre la gente y le saludo con la mano. Aunque le he avisado de que era un jugador de fútbol americano, veo que se sorprende. Pero se acerca.
—Vale —dice mientras se sienta—, antes de que digas nada, quiero ver tu móvil —debo de poner cara de confusión, porque añade—: Quiero ver t
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