If I get there early will it be the right time?
Our heaven is just waiting so put your hand into mine
If I get too surly will you take that in stride?
Our boat is just there waiting so put your little hand in mine

The Specialist- Interpol

Su amor termina. Muere. Hay finalidad antes de que sus labios pronuncien la despedida. Antes de que sus ojos derramen sobre ella la conmiseración, antes de que la mire con culpa. El rechazo tiene un regusto dulzón en su boca seca, que se abre y cierra mientras en su mente se atropellan las palabras; todas ellas forman frases de despecho, líneas que destilan un odio tan imperfecto como el amor que se muere sin que ella pueda hacer nada. Y Stephanie evita mirar a los ojos de la lástima y cierra sus oídos a los consuelos ineficaces. Se aleja con la poca dignidad que cree tener, ignorando toda disculpa y entierra para siempre cualquier esperanza. No es su primera decepción. No será la última.

Su amor es imperfecto. A este lo mata ella. Lo envenena con indiferencia y no pasa mucho antes de que se repita ante sí la pompa fúnebre de otra relación fallida. Lo odia. Una repetición, ese momento es un sueño recurrente. En el que su a-punto-de-ser-exnovia en turno le dice que “lo siente” y que “no está funcionando”, que es mejor que “tomen caminos separados”, y todas esas frases hechas que Stephanie ha ido lapidando en los rincones más oscuros de sus memorias. Ha practicado su mejor cara de perrito desamparado y es capaz de ejecutar con éxito la derrota. La suya debe ser  la imagen de quien lo ha perdido todo. Esta vez recibe un abrazo de consolación, pero ya no tiene quince años: la decepción ya no sabe a sorpresa. Se convence de que no fue ella quien lo echó a perder.

Su amor es insípido. Seguro y sólido, se resiste a morir. El peso del compromiso la aterroriza, la estabilidad la desconcierta. Así que huye ella. Stephanie recita el discurso de toda relación eclipsada, es ella quien mira con lástima y regala palabras de aliento. Las disculpas se le quedan en la boca cuando el ardor de una bofetada le atenaza las mandíbulas. Deja tras de sí un montón de cosas en donde puso promesas que ya no significan nada. La culpa es por sentir alivio.

Este amor, no es imperfecto. No es insípido y su nombre se siente en la boca de Stephanie como la fruta más dulce. Su propio nombre jamás había sonado como si le perteneciese a alguien tanto o más que a ella.  Este amor es contundente, trepidante, plagado de dudas. No puede prever caer tan fácil. Esto no había pasado antes. Cada micro-despedida es un puente al capítulo siguiente, no hay reacciones ensayadas para ejecutar. Se sabe indefensa y no tiene miedo.

Su amor nace.