Capitulo XXX
#2 Traicion
Tiffany POV
Todo estaba en silencio. La familia se había reunido en el piso de Changmin y Yunjin para cenar, y aunque me invitaron, no me vi con fuerzas para bajar.
Todavía me sentía demasiado aturdida. Y esa sensación no hizo más que aumentar cuando vi a Jessica en la portada del periódico. Aquel hecho hizo que el Edificio estuviera más callado de lo normal, y que Jadyn desapareciera.
Doblé las páginas del diario y lo dejé sobre la mesa de la cocina. Necesitaba con urgencia una pastilla para la cabeza, así que me puse a buscar entre los armarios y los cajones, pero no encontré nada.
Me detuve un instante y me atusé el cabello totalmente concentrada en aquel dolor punzante. Incluso la luz me molestaba. El médico, que me había visto por la mañana, había comentado que sería normal ese tipo de resaca. El medicamento que me había administrado era demasiado potente y me haría dormir casi todo un día.
Dormir… con Taeyeon pegada a mí, acariciándome, perdiéndome en la simetría de su respiración. Cuando desperté ya se había ido, pero dejó su aroma impregnado en las sábanas…
—Los medicamentos están en la despensa, en una caja roja —dijo Taeyeon, sobresaltándome.
Había entrado en la cocina sin hacer el menor ruido y me observaba de reojo, con las manos guardadas en el pantalón de su traje negro y un rostro hermético, pero igual de hermoso que siempre. Estaba impresionante vestida de aquella forma, resaltando más que nunca sus ojos onyx y su cabello cafe.
No podría cansarme nunca de mirarle.
Fui a la despensa rápidamente y aproveché para coger aire sabiendo que estaba fuera de su campo de visión. Desde allí, no podría ver lo alterada que me había puesto, y esta vez no había sido por el deseo, sino por el… amor.
Cogí el maldito paracetamol, me lo tomé y me obligué a salir de allí. Evité cruzar la mirada con ella. Sin embargo, ella sí lo hizo y con una fijeza que me sobrecogía.
—Te hacía en el teatro —hablé dándole la espalda. Apoyé las manos en la encimera y apreté los ojos, instándome a mantener la calma.
¿Por qué había venido? ¿Qué estaba haciendo allí? Pero todas aquellas preguntas quedaron silenciadas al notar sus manos sobre mis caderas. A diferencia de otras
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