Los enfermeros de la ambulancia dieron por sentado que me encontraba en estado de shock y, de haber sido capaz de hablar, a buen seguro me habría mostrado de acuerdo con ellos. No se explicaban cómo habíamos escapado de aquello con vida, ni de dónde había salido la sangre que cubría el cuerpo de Chaerin. Querían subirnos a la ambulancia y enviarnos al hospital, pero Chae no estaba dispuesta a someterse a ningún tipo de prueba médica y discutió con ellos hasta que consiguió que cedieran. Permitió que me examinaran y, cuando se cercioraron de que estaba bien, a excepción del estado de shock en el que me hallaba sumida, pidió que nos llevaran a casa en un coche de la policía. 

Realizamos el trayecto sentados en el asiento trasero del vehículo. Chaerin susurró varias veces mi nombre, yo seguí callada, sin responderle. No aparté la vista de la ventanilla en ningún momento, concentrada en tratar de encontrarle un sentido a lo que acababa de confesarme. Había detalles que encajaban. Como su fuerza sobrenatural,  su capacidad milagrosa para recuperarse de sus heridas, el hecho de que no comiera ni bebiera nada y que sólo la hubiera visto de noche. 

Pero justo la noche anterior había oído latir el corazón de Chaerin. No tenía colmillos, y no me había mordido. Eso explicaba más o menos lo que me había sucedido con Jiyong aunque afirmaban que no querían morderme. ¿Y en qué radicaba la importancia de aquello? ¿Acaso no podían morder a quien les diera la gana? 

Leslie debió ver la llegada del coche de policía, pues estaba en la puerta esperándonos. Matilda se abalanzó sobre Chaerin, que no estaba de humor y, por una vez, la rechazó. 

—¿Qué ha pasado, Chaerin?— Leslie se dirigía a Chae pero me miraba a mí, había superado el accidente sin un sólo rasguño, pero cuando casualmente vi reflejada mi imagen en el retrovisor del coche patrulla, me di cuenta de que estaba más blanca de lo normal, lucía una expresión aterrada y tenía los ojos rojos de tanto llorar. 

—He chocado el Jeep— respondió Chae con vaguedad. Aún no habíamos pasado de la puerta, pero Chae se quitó allí mismo la camiseta, quedando en ropa interior y se limpió los restos de sangre con la destrozada prenda. 

—¿Otra vez?— Leslie estaba exasperada y la miró fijamente—. Chaerin, ¿De verdad...? 

—Ya lo sabe— dijo Chaerin, interrumpiéndola. Me miró y apartó en seguida la vista. Aunque tenía todavía manchas de sangre en la espalda, había arrugado la camiseta hasta convertirla en una bola de trapo. Entró en la cocina. 

—¿Qué?—Leslie se volvió hacia mí con su inseguridad reflejada en el rostro.   

—Me ha contado que son vampiros.— Era la primera vez que abría la boca desde que Chae me lo había confesado y mi propia voz me pareció ronca y extraña. 

Leslie soltó el aire, temblorosa, y bajo la vista. 

—Oh— fue todo lo que dijo. No replico diciéndome que Chaerin estaba loca, como yo confiaba y casi esperaba que hiciera. 

—¿De modo que es verdad?—pregunté. A pesar de que estaba histérica, hablé con tranquilidad. 

—Tienes la boca seca.—Leslie forzó una sonrisa y me rodeó con el brazo, aunque se acercó a mi pensando que la rechazaría… No lo hice, aunque era consciente de que es lo que debería haber hecho— .¿Qué te parece si vamos a la cocina para que bebas un poco de agua y nos sentamos allí un ratito? 

—Yo ya estoy en ella— nos informó Chae desde la cocina.  

Había preparado un vaso enorme de agua fría con cubitos de la nevera. Me lo entrego, pero antes de aceptarlo, me acerqué a la neveras la abrí. Tal como Bom vaticinó, estaba completamente vacía. Me quede mirándola un minuto, y Chaerin me instó a que bebiera un poco de agua. 

Cerré la nevera y engullí el vaso entero con ansia. Una vez aplacada la sed, me volví para mirarlas. Chaerin seguía en ropa interior de la cintura para arriba y estaba apoyada en la isla de la cocina; Leslie se retorcía nerviosa las manos. Ambas me observaban. 

—Chaerin, la verdad es que hubiera preferido que esperaras a que estuviera Teddy en casa, o incluso Jiyong — le dijo Leslie en voz baja. 

— No podía alargarlo más—respondió Chae