Capitulo XXIII
InstintoDecidí abordar el tema en el autocar de camino al instituto. El trayecto duraba un espacio de tiempo determinado e iba seguido por un día completo de clases, lo que me impediría darles demasiadas vueltas a las cosas.
Bom tenía un libro abierto en el regazo y estaba haciendo un repaso de última hora antes de un examen. Mi intención era que todo pareciera de lo más normal, de modo que seguí con los auriculares en los oídos y la música en el iPod, aunque a un volumen adecuado para poder mantener una conversación.
–Oye, Bom –le dije, tratando de que mi voz sonara lo mas despreocupada posible.
– ¿Qué pasa? –refunfuño ella sin apartar su atención del libro.
– ¿Qué opinas de… de los vampiros? –Dudé antes de pronunciar la palabra, como si articularla delante de otro que no fueran ellos la hiciera más real.
–No lo sé –respondió Bom, sin alterarse. No expresó el más mínimo interés por la conversación, pero decidí seguir insistiendo. No me gustaba no poder compartir mis cosas con ella y me resultaba prácticamente imposible guardar un secreto del calibre de aquél, capaz incluso de cambiar mi vida.
– ¿No crees que podrían ser reales? –Mientras esperaba su respuesta, tire de las correas de mi mochila y me mordí el labio.
–No. –Me miró como si yo fuera idiota, más o menos la reacción que esperaba–. ¿Crees acaso que los hombres lobo existen?
–Los hombres lobo no existen –le respondí.
–Eso es, y los vampiros tampoco. –Bom hizo un gesto de negación y continuó estudiando.
–Pero ¿no crees que podría ser posible que existiesen? –le pregunté. Bom levantó la cabeza y me miro perpleja, sin entender por qué estaba formulándose aquel tipo de preguntas.
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