El jacuzzi caliente no era tan mágico como Leslie había declarado, aunque como mínimo me ayudó a relajarme. Todo lo que me rodeaba se había vuelto estrambótico. Hacía penas nada, ni siquiera conocía a aquella gente, y ahora me resultaba imposible imaginar el resto de mi vida sin ellos, por larga que pudiera acabar siendo esa vida.  Abandoné las relajantes aguas de la bañera y me envolví en una de sus gigantescas y reconfortantes toallas. Leslie había llenado el cuarto de baño de velas con aroma a lilas que le aportaban a la estancia un cálido resplandor.  Sobre la colcha blanca me había dejado un pantalón de pijama de seda y una camisola azul a conjunto. Como en la casa solía hacer frío, me puse la sudadera encima, aunque era casi un sacrilegio ponerse algo tan ordinario encima de prendas tan delicadas y lujosas como aquéllas.

—Simplemente digo que has chocado el Jeep.—Las palabras de Teddy llegaron a mi flotando por el pasillo en el momento en que abrí la puerta el dormitorio— Tampoco es tanto pedir que pagues una cantidad equivalente a su valor. 

—Lo único que quieres es que no pare tanto por casa—refunfuñó Chaerin. 

—Eso tampoco te haría ningún daño—dijo Teddy. 

Recorrí el pasillo hasta la cocina y dejaron de hablar en el momento en que me vieron. Leslie estaba delante de una montaña de platos y comida repartidos por las encimeras. Tenía las mejillas cubiertas e polvo blanco y una mancha de salsa roja en su elegante delantal.  Chaerin estaba sentada en un taburete junto a la encimera, y estoy segura de que le habría gustado ayudar, aunque me imagino que de haberlo hecho se habría dedicado tan sólo a jugar con los ingredientes. De hecho, en el momento en que entré, estaba practicando juegos malabares con un tomate y un limón. 

—¡Oh, tienes mucho mejor aspecto! — Observó Leslie con una radiante sonrisa. Chaerin dejó el tomate sobre la encimera y rechazó mirarme directamente—.¿No te parece fabulosa esa bañera? 

—Sí, es estupenda.—Me pasé la mano por el pelo mojado y me di cuenta de que Leslie ansiaba hacer lo mismo. Me acerqué para ver que era aquel lío que tenía montado, tratando de mantener la distancia con Chae—.¿Que estás haciendo? 

—Intento prepararte una comida casera—me explicó Leslie, con una melancólica sonrisa—. ¡Antiguamente era una cocinera magnífica, lo juro! ¡El vecindario entero adoraba mis guisos!—Chaerin rio burlona y Leslie extendió el brazo para pegarle un manotazo. — ¡De verdad!¡Te habrías quedado pasmada si hubieras probado alguna de mis recetas! 

—Lo que tú digas.—Chaerin  se desplazó con el taburete para quedar fuera del alcance de Leslie, protegiéndose por si ésta decidía volver a arrearle. 

—Lo que pasa es que hace mucho tiempo que no cocino. —Leslie observó con amargura el caos que la rodeaba, donde había desde pepinos hasta peras pasando por una masa de pastel—. He olvidado el sabor de esas cosas. — Había una cazuela con algo de color rojo y Leslie tomó una cuchara para removerlo un poco. Me miró a continuación, disculpándose—. Me parece que lo que he cocinado va a ser incomible. 

—¿Y qué me dices de esto?—Chae me mostró un tomate, y le respondí con un gesto de negación. 

—No pasa nada ni siquiera tengo hambre. 

—¡Oh!—exclamó Leslie con los ojos brillantes—.tu Prima cocina. ¿Verdad? 

—Si, cocina muy bien—le respondí, algo dubitativa.

—¡Fantástico!¡Y estoy segura de que conoce tus recetas favoritas!— Desbordaba alegría por su ocurrencia—. Ya lo tengo ¿Por qué no me das su teléfono y la llamo?¡Oh! Pero ¿qué hora es?¿No será demasiado tarde?— Miró a su alrededor en busca de un reloj y vio que no eran más de las ocho y cuarto— .¿Estará todavía despierta? 

Asentí. Leslie sacó el teléfono de su bolsillo y le di el número.

—¡Hola, Bom!—La sonrisa de Leslie era tan amplia que resultaba casi dolorosa—. ¡Me alegro mucho de oírte! No te habré despertado, ¿verdad? Lo siento, cariño. No pretendía molestarte.— Mi prima debió responder con algo positivo, ya que Leslie se puso a reír y continuó su conversación con la intención de prepararme una cena perfecta para que yo me sintiera a gusto. 

—En realidad no tengo mucha hambre.—Bajé la voz para que Leslie no me oyera, pero ella seguía enfrascada en su convers