Doce.

L U C I F E R R I S I N G

 

DOCE.

Quedaba apenas una hora para el amanecer cuando finalmente Taeyeon regresó a la casa. Siendo consciente de las infinitas posibilidades de que la traición siguiera acechándola, había pasado la mayor parte de la noche conduciendo por carreteras desiertas, parando sólo una vez para echar gasolina en un área de servicio abierta las 24 horas. La cara llena de granos del dependiente había reparado en sus ropas destrozadas y manchadas de sangre, pero, sabiamente, no había dicho una sola palabra, sólo aceptó el dinero de Taeyeon con dedos temblorosos. Las largas horas a bordo del coche habían enfriado su pulso derretido, y el tiempo había añadido una capa viscosa de tristeza desgarradora que convulsionaba su estómago de dolor.

Entró silenciosamente por la puerta de la cocina y atravesó el salón, parándose al pie de las escaleras. Sabía que Tiffany estaba esperando arriba, y que se habría quedado dormida en su cama, y el pensamiento de enfrentarse a la preciosa joven le produjo una nueva oleada de dolor incontrolable en todo el cuerpo. Suspiró con gesto cansado y abrió las puertas correderas del porche, respirando el aroma limpio de la brisa del mar. Deteniéndose en el mueble bar del rincón, agarró un vaso y una botella prácticamente llena de bourbon antes de derrumbarse en una de las sillas de la terraza.

Imágenes de esa noche y de otras iguales le venían a la cabeza, y todas terminaban de la misma manera: sangre, destrozos, muerte... la mayoría de ellas inflingidas por sus propias manos. La violencia siempre había sido algo sencillo para ella, la respuesta mecánica de su cuerpo ante la deslealtad o ante una amenaza. Nunca había cuestionado el tosco placer erótico que sentía ejerciendo ese poder hasta que conoció a Heechul. A lo largo de toda su vida, sólo había sido aceptada incondicionalmente por los moradores de lo más sórdido de esta vida. Su capacidad para la brutalidad y la violencia la había marcado como una de ellos y la había apartado de las calles brillantemente iluminadas donde vivía la gente como Heechul o Tiffany. Los inocentes, como Taeyeon los consideraba, siempre la habían contemplado con los ojos de alguien que no está completamente seguro de que un animal salvaje haya sido domado. La Agencia había visto un atisbo de lo que se escondía muy dentro en el alma de Taeyeon y había buscado doblegar esa malevolencia a su voluntad. Bajo la combinación de la corrupción de la Agencia y de su propia naturaleza oscura, la inocencia en Taeyeon nunca tuvo una sola oportunidad.

El vínculo con el alma franca de Heechul fue la única ocasión en la que se había sentido aceptada de una manera pura y total. Ese sentimiento mareante había sido la estaca que había cuarteado el sólido caparazón que protegía a Taeyeon de sí misma. Y la había llevado a esto... a la rabia que la consumía y al dolor por ser quien era, por ser lo que era... y por no tener el valor para dejarlo atrás.

Pasándose una mano manchada de sangre por el pelo y haciendo un gesto de dolor ante las punzadas que le producía el más ligero de los movimientos, Taeyeon suspiró profundamente, deseando tan sólo volverse insensible a la ya eterna guerra que se libraba en su alma. La punzada del bourbon bajando por su garganta prometía aliviar la multitud de sufrimientos que anegaban su cuerpo, así que bebió de su Lethe privado, rezando para que hiciera efecto pronto.

 

 

 

Tiffany se despertó sobresaltada, envuelta en una completa oscuridad. “Ha vuelto”, pensó. Escuchando el ruido apagado de unas botas al inicio de la escalera, se sentó en la cama de Taeyeon y esperó las pisadas subsiguientes.

Silencio.

El sonido silbante de ruedas sobre metal indicó a Tiffany que Taeyeon había salido al porche en lugar de subir hasta la oscuridad amenazadora de su dormitorio. Distraídamente, la mujer del pelo color rojizo se preguntó hasta qué punto el cambio de rumbo de Taeyeon tenía que ver con su propia presencia allí.

La dura mirada en el rostro de Taeyeon le había dicho mucho de lo que esa llamada telefónica significaba. Recorrer el pasillo arriba y abajo no había hecho que el tiempo pasara más deprisa y sólo había servido para exasperar a los perros. La televisión era insufriblemente insípida y ni un solo libro en la voluminosa biblioteca de Taeyeon había conseguido mantener su atención durante más de un párrafo. Finalmente, cayó en un sueño agitado, despertándose al más ligero ruido, real o imaginario. Ahora se despojó de las cálidas sábanas y se puso de pie con dificultad, buscando algo que echarse sobre su piel desnuda. Sus dedos encontraron la camisa blanca de Taeyeon y deslizó el suave material sobre sus hombros, agradeciendo que, tras los estragos sufridos, todavía le quedaran suficientes botones intactos para abrocharla.

Subiendo los desmadejados puños por el antebrazo, Tiffany bajó las escaleras en la oscuridad, deteniéndose ante la puerta abierta y adoptando, sin saberlo, una imagen etérea a los ojos medio cerrados de Taeyeon. La camisa blanca resplandecía con un brillo de ensueño bajo la tenue luz de la luna, delineando el cuerpo grácil bajo la fina tela. El pelo rojizo, despeinado por el sueño, caía suelto sobre sus hombros.

— ¿Taeyeon? —llamó con voz vacilante, incapaz de distinguir la inquietante silueta en el rincón.

—Vete.

Las palabras indicaron la dirección hacia la que debía girarse y Tiffany pudo distinguir la figura en la butaca del porche. En el breve tiempo que había transcurrido desde que Tiffany conoció a la mujer rubia, siempre había existido cierta elegancia en todas sus acciones, pero ahora la reportera notó de inmediato la forma sin gracia en la que extendía las piernas, y sus hombros hundidos y exhaustos. Dio otro paso vacilante hacia Taeyeon hasta que su voz la detuvo de nuevo.

—Márchate —dijo, con más dureza esta vez y el timbre de su voz haciéndose peligrosamente más grave.

—No —la tranquila respuesta de Tiffany ocultaba el repentino martilleo de su corazón. Se movió lentamente, pero sin detenerse, hacia la sombra oscura, de la manera en que uno debe aproximarse a un animal atrapado, con los brazos extendidos y relajados a los lados. El destello de la luz de la luna sobre el cristal de la copa de Taeyeon, atrajo la atención de Tiffany. “Es el momento para otro tipo de acercamiento.”

— ¿Me invitas a una copa? —preguntó, su voz tan casual como si estuvieran en el Club de Campo.

Se oyó un suspiro casi silencioso.

—Claro. Tienes vasos allí, en el bar.

Fue a buscar un vaso y al regresar a la sombra en la silla, Tiffany no pudo contener el grito ahogado que surgió en su garganta al ver la ropa hecha jirones de Taeyeon.

—Oh... Taeyeon... —dijo con impotencia.

Una mano hizo un gesto despreocupado, quitando importancia a la inquietud de Tiffany.

—No es nada, casi todo son rasguños.

—Pero debería mirártelos un médico...

—He dicho que no es nada.

Volvía el tono áspero a la voz de Taeyeon, y Tiffany se echó atrás y se sirvió una copa. Sin decir una palabra, le rellenó el vaso, disimulando un escalofrío cuando ésta se bebió el líquido ámbar de un rápido trago.

— ¿Quieres... hablar de lo que ha pasado? —aventuró Tiffany.

—No —Taeyeon recuperó la botella de la mano de la mujer pelirroja, para servirse otra copa. La piel de Tiffany era cálida en esa hora fría antes del alba, y la mujer rubia se entretuvo un momento trazando con sus dedos las delicadas articulaciones de los de Tiffany, antes de retirar la mano.

En esa fugaz ternura, Tiffany vio su oportunidad. Inclinándose hacia delante, tomó con suavidad la fuerte barbilla de Taeyeon con una mano temblorosa, instándola silenciosamente a que la dejara entrar, aunque sólo fuera un poco. Titubeando, los ojos negros parpadearon y se encontraron con una mirada miel y abierta. Pero a continuación, y como resbalando, se apartaron.

—Hey... —musitó Tiffany —.Vuelve —entonó con voz suave.

Sin embargo, por alguna razón inconcebiblemente cruel, ese instante pasó y Taeyeon apartó con brusquedad su cabeza del dulce gesto de Tiffany. Cuando sus ojos negros regresaron a la pelirroja, dos pálidos glaciares asomaban en el centro de su mirada. Taeyeon se quedó helada, sabiendo que el terreno había cambiado radicalmente bajo sus pies y sin estar muy segura del peligro que podía entrañar o no aquella situación. Trató de no manifestar su inquietud.

El amanecer invasor arrojó una luz vacilante sobre varios cortes que salpicaban los elegantes rasgos de la mujer rubia. Las heridas, en lugar de hacer que Taeyeon pareciera más vulnerable, le daban un aire siniestro y salvaje mientras examinaba a Tiffany.

— ¿Por qué estás aún aquí?

"Porque aquí es donde quiero estar, más que en ningún otro sitio del mundo".

La inesperada respuesta saltó fácilmente a sus labios, pero instintivamente supo que Taeyeon no estaba en condiciones de oírla; de hecho, ella misma se sorprendió de encontrarse tan preparada para decirlo. No obstante, las palabras se quedaron allí, impidiendo el paso a cualquier otra cosa que pudiera haber dicho. Arponeada por el centro hipnótico de los ojos negros, Tiffany sólo pudo sostenerle la mirada y rezar para que no le arrancara las entrañas.

Nerviosa, Taeyeon se liberó de Tiffany de un empujón y se levantó. Si en algún momento la reportera había sentido que el letargo invadía la rubia figura de la otra mujer, éste pareció evaporarse mientras caminaba a lo largo del porche a grandes zancadas.

— ¿Te lo estás pasando bien? —inquirió Taeyeon, burlándose.

Desconcertada por la pregunta, Tiffany se puso de pie para hacer frente a Taeyeon y replicar, sin rodeos:

—No, por el momento no.

— ¿Y por qué no? —una amenaza aterciopelada se deslizó en su tono de contralto—. Debes saber que, cuando te enrollaste conmigo, también te apuntaste a una visita turística al Infierno guiada por mí misma —abrió los brazos, parecía una criatura siniestra surgida de un mundo de penumbra dando la bienvenida a su mundo de sombras.

—Todo esto me está asustando, Tae —la frase salió de golpe de su boca, antes de que Tiffany pudiera detenerla, y se maldijo internamente por exhibir su debilidad ante esta mortífera criatura.

—No me extraña en absoluto —la respuesta fue suave y, sorprendentemente, conllevaba un cierto pesar.

Tiffany cubrió la distancia entre ellas con un par de pasos, apostando a que la mujer que había llegado a conocer en las dos últimas semanas se encontraba enterrada en alguna parte bajo toda aquella rabia y tristeza.

—Yo no he dicho que TÚ me asustes —se colocó sin pestañear delante de la otra mujer—. He dicho que ESTO me asusta —vacilante, señaló la tela destrozada de la camisa de Taeyeon —. Verte sufrir, no saber lo que ha pasado o cómo puedo ayudarte... Eso es lo que me asusta, no tú.

La peligrosa frialdad de los ojos de Taeyeon se caldeó, cambiando el ennegrecido hacia un tono más humano. Taeyeon bajó la cabeza, como evaluando la honestidad de las palabras de Tiffany.

—Los cortes no duelen tanto —dijo suavemente.

El corazón de Tiffany dio una violenta sacudida ante el tono de desconcierto en la voz de Taeyeon.

—No me refiero a ese tipo de dolor, Tae —una triste sonrisa se retorció sobre el rostro de Tiffany —. Me refiero a este dolor. Aquí —golpeó con dedos temblorosos la sien de la mujer rubia—.Y aquí —bajó los dedos hasta el pecho de Taeyeon, señalando el corazón que latía con gran estruendo, pidiendo la custodia de un dolor que no tenía manera de comprender.

El simple roce, tan complicado en sus intenciones, debió perforar el baluarte de auto-defensa que había evitado que Taeyeon capitulara ante la pelirroja. Un aullido lastimero escapó de sus labios mientras comenzaba a derrumbarse lentamente.

—Oh... Dios... —musitó.

Instintivamente, Tiffany envolvió con sus brazos a la mujer y la empujó hacia la suavidad de la butaca más próxima. Tiffany musitó bobadas tranquilizadoras, esperando lágrimas o sollozos, más que el animal doliente y de ojos secos que surgía de la forma temblorosa de Taeyeon.

—Eso es... deja que salga... vamos... déjalo salir, Tae... estás a salvo... te lo prometo...

—Oh, Dios, lo siento tanto... —susurró Taeyeon. “Lo siento tan jodidamente...”

Aprisionando con sus dedos la fina tela de la camisa de Tiffany, se agarró con fuerza a la esbelta forma de la mujer, respirando el aroma cálido y adormilado de su piel y enterrándose en el refugio de su abrazo. —Nunca quise que eso pasara así...

Sabiendo que la mente de Taeyeon se encontraba bastante alejada del lugar donde estaba su cuerpo, Tiffany acarició la rubia cabeza con sus manos tranquilizadoras.

—Cuéntame, Tae. Cuéntame qué pasó.

 

Se creía que era imposible acabar con el Cártel Massala. Ni un solo agente de la DEA había conseguido infiltrarse, a ningún nivel, en su organización.

Hasta que llegó Taeyeon.

Al Gobierno le habían estado pateando el culo en la guerra contra las drogas. Superados en armas, en planes y en maniobras, la DEA estaba desesperada por encontrar una forma de acabar con el dominio que el Cártel Massala tenía sobre el tráfico de drogas, por valor de un billón de dólares, a lo largo de todo el país. Con la ayuda del Gobierno colombiano, habían forzado a salir del negocio al Cártel de Medellín, pero los Massalas habían demostrado ser inmunes a sus ataques. Taeyeon había sido uno de los pocos agentes que habían conseguido, sistemáticamente, resultados espectaculares en sus operaciones, y en el pasado había demostrado no ser en absoluto escrupulosa con algunos de los aspectos... más... desafortunados de su vida de infiltrada.

Para Taeyeon era el tipo de misión para la que había nacido... libertad completa y sin trabas, siempre y cuando se consiguieran las metas de la Agencia... y saboreó el desafío. Sus recursos de la calle y una información mucho más completa y fiable que la de ningún dossier que la Agencia hubiera podido soñar con elaborar, le dijeron todo lo que necesitaba saber para conseguir llamar la atención, y una posición, dentro del Cártel.

Una partida de póquer... una apuesta temeraria... una ronda de ruleta rusa que misteriosamente dejó muerto a uno de los expertos en la red del Cártel, y a Taeyeon convenientemente situada para ocupar su puesto. Enrico Massala era un hombre optimista, fornido, con facciones poco marcadas y una ausencia evidente de cualquier tipo de gracia terrenal. Se sintió claramente fascinado por la elegancia sobrenatural de su nueva asesina y la arrogante indiferencia con la que abordaba la vida y su trabajo con el Cártel. Taeyeon se aseguró de que él supiera que era alguien bastante diferente a los demás empleados, nada impresionada por el vasto imperio ilícito que controlaba y sin interés en ganar su favor.

Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses y, lentamente, los meses completaron un año en el que Taeyeon se había inmerso en ese tipo de vida. La Agencia colocó a Heechul como su contacto, y éste aparecía y desaparecía de su presencia; su vínculo era un recuerdo cada vez más distante a medida que ascendía su estrella en el Cártel. Heechul intentó hablar con ella en una ocasión, tratando de arrancar una mirada de reconocimiento de esos desapasionados ojos negros, pero sólo consiguió que se distanciaran aún más.

 

—Mírate, Taeyeon. Mira en lo que te estás convirtiendo.

—Estoy obteniendo resultados, ¿no? —preguntó fríamente. De hecho, gracias a sus esfuerzos, la Agencia estaba tejiendo una red alrededor de la polilla, una red de la que no podría escapar.

— ¿A qué precio? —alegó él—. No quiero perderte.

— ¿Perderme? Heechul, nunca me has tenido. ¿No te das cuenta? Esto es lo que soy... Y tú no quieres tener nada que ver en ello.

—Quieres que me crea.... ¿qué? ¿Que eres una asesina de sangre fría? No voy a hacerlo.

—Entonces eres un imbécil —replicó y, simplemente, se dio media vuelta y se marchó.

Tras aquello, fue más fácil abandonar el ansia por el mundo de la luz del día. Conoció a una joven llamada Sunny LeMontaine que demostró ser de lo más... entretenida... cuando la inquietud se apoderaba de ella y su cuerpo hervía de añoranzas sin nombre. Y pasaron seis meses más.

La escena que dio la bienvenida a Taeyeon a su llegada al almacén era una escena sacada de su propio infierno personal.

 Heechul estaba arrodillado en el centro de un círculo formado por los matones del Cártel, desnudo de cintura para arriba y con los brazos atados a la espalda.

Un gruñido surgió en la garganta de Taeyeon al ver a su compañero indefenso, y sólo el hecho de que su piel pareciera intacta, hizo que no perdiera la compostura que le quedaba y que se le iba haciendo añicos rápidamente.

 —Me he enterado por una muy buena fuente de que este delicioso y guapo joven es un agente federal, que trabaja con alguien de mi organización para... ¿cómo dicen en las series de televisión?... Derrocarme.-Dijo Massala

Heechul estaba haciendo un magnífico trabajo al no delatar su conexión, y Taeyeon agradeció en silencio su fortaleza. Rezó para que todo esto fuera suficiente para superar lo que fuera que viniera a continuación. Arqueó una ceja dubitativa hacia el cautivo.

— ¿Eso? —hizo un sardónico movimiento de cabeza en la dirección de Heechul —. ¿Me estás diciendo que se supone que eso es un Federal? —echó la cabeza atrás y se rió, una maravillosa risa gutural que atravesó a todos y cada uno en la habitación —. Tienes que estar tomándome el pelo.

Massala movió su mole con irritación

—No tengo motivos para dudar de mi fuente.

— ¿Ah, sí? ¿Y quién es tu fuente? —dudaba de que la treta funcionara, pero el intento merecía la pena.

Rico se limitó a sonreír con condescendencia a su empleada.

—Tengo algún consejero privado, cariño.

—Bueno, pues yo te aconsejo que te libres del idiota que te haya dicho que este tío es un federal.

—Y, ¿por qué?

—Porque yo le conozco —lanzó la afirmación con indiferencia, esperando que el farol funcionase y no hiciera que los matasen. Con franqueza, en ese punto no se le ocurría nada más que pudiera funcionar—. ¿No es cierto, Ángel? —se le acercó con aire despreocupado y le abofeteó bruscamente. Sus ojos relucieron con un brillo asesino por un momento y después, el azul aciano se suavizó aceptando la situación cuando ella utilizó el nombre que él le había dado. Era la promesa de que les sacaría vivos de allí; o de que moriría intentándolo. Con ese mínimo gesto, Heechul le comunicaba que aceptaba y que confiaba, donde quiera que fueran.

— ¿Te importaría dar más detalles? –las cejas de Massala danzaban por la sorpresa.

—La verdad es que no recuerdo bien cuándo nos conocimos... Le gusta el polvo... y una vez le hice un pequeño favor cuando andaba algo apurado. Desde entonces, se me ha pegado como una garrapata a un perro. No puedo librarme de él.

Los ojos de Rico se cerraron suspicaces, pero no cuestionó su exposición. Había mil y un rumores circulando sobre su asesina domesticada, cada uno de ellos aún más inusitado que el anterior.

— ¿Y?

—Te estoy diciendo que podrías aporrearle durante todo el día, hasta puede que lo disfrutase, pero no te va a decir lo que quieres saber porque no sabe nada –conteniendo la respiración, Taeyeon sabía que estaba cerca o de escapar o de algo bastante peor.

—Ya veo lo que quieres decir –Rico frunció los labios pensativo-. Sin embargo, si te creo, eso querría decir que mi fuente me está mintiendo.

—Podría estar simplemente mal informada —sugirió Taeyeon. Podía ver hacia dónde llevaría todo esto, y no le gustaba nada.

—No, no... fueron bastante... categóricos... sobre la culpabilidad de este joven. Si estuvieran intentando confundirme, sería sólo para favorecer sus intereses, lo cual no puede pasar sin castigo. Y significaría también que perdería a alguien que ha demostrado ser bastante valioso, y eso es algo que no puedo tomarme a la ligera –entrelazó los dedos—. No, no puedo creerte sin más.

—A ellos ibas a creerles sin más —planteó Taeyeon, consciente de que pisaba una línea muy peligrosa. No debía parecer que estaba mediando por la vida de Heechul, pero tampoco podía contenerse. Aunque ella había llegado hasta un lugar al que él tenía demasiado miedo para seguirla, Heechul todavía era demasiado importante para su alma como para entregarlo sin luchar.

—Sí, y tú acabas de demostrarme el error, así que ahora te doy la oportunidad de convencerme de lo contrario.

 — ¿Y cómo? —preguntó escéptica.

—Es sencillo, la verdad... simplemente... ¿cómo has dicho?... aporréale. Veremos qué es lo que sale —una sonrisa empalagosa se extendió sobre su carrillada—. Me dará la oportunidad de observar a... una experta... trabajando.

Caminando con pasos medidos alrededor de su compañero arrodillado, sintió que los últimos restos de su humanidad estaban siendo arrancados de su alma para ser colocados sobre el altar de las exigencias de Massala.

—Lo siento —murmuró inaudiblemente.

Metódicamente, comenzó a propinar una serie de golpes que enviaron rápidamente a Heechul al suelo, retorciéndose de dolor. Siguiendo sus instrucciones, un par de hombres lo levantaron.

—Imagino que tengo tu atención —impuso fríamente—. Ahora... te prometo que este encuentro no va a ser tan... agradable... como los que tenemos habitualmente –ronroneó—. También te recomiendo que, si hay algo de cierto en lo que mi jefe está sugiriendo, digas, rápido, lo que sabes.

—No sé nada —murmuró Heechul, bajando la cabeza.

Le alzó agarrándole del abundante pelo castaño y le abofeteó con dureza con el dorso de la mano. Otro golpe le abrió un feo corte en la mejilla, del que comenzó a manar la sangre.

—Una vez más... ¿qué es lo que sabes?

—No sé...

Le llovieron golpes sobre su piel clara, y cada uno de ellos arrancaba más y más a Taeyeon de sí misma, hasta que pareció estar observando todo el episodio desde un rincón lejano del almacén. Tras quince minutos, el abuso sistemático había hinchado los ojos de Heechul hasta cerrárselos por completo, le había roto la nariz, las clavículas y la mayoría de las costillas del lado derecho. Sus cada vez más incoherentes negaciones degeneraron en una sola palabra, “no...”, que reprochaba a Taeyeon cada vez que le tocaba. La sofocante atmósfera y la atroz actividad habían creado una fina capa de transpiración sobre su cara. Enjugándose el sudor distraídamente, Taeyeon volvió el feroz negro de su mirada hacia su jefe.

— ¿Contento? —gruñó. La furia estaba grabada en sus facciones, y sus músculos temblaban, no por el esfuerzo, sino por el deseo reprimido de volver su violencia contra el propio Rico Massala—. Está pulverizado y no ha soltado ni una puta palabra.

—Parece que has demostrado tener razón —Massala asintió con la cabeza, apreciativamente —. Pero todavía hay una cosita que me preocupa. Pareces tener bastante afecto por este joven muchacho... bueno, en la medida en la que eres capaz... y eso me inquieta.

—El chico no significa nada para mí —resopló Taeyeon —. Simplemente, odio que me hagan perder el tiempo... sin mencionar que mis planes para esta noche se han ido al traste —añadió fríamente, frenándose. Ya casi había acabado.

—Eres una jugadora, ¿verdad? Creo que así es como te ganaste un sitio en mi organización.

— ¿Y?

—Por desgracia, me perdí tu actuación esa noche. Me gustaría verla ahora —unos astutos ojos se centraron en ella y, con una escalofriante sensación, Taeyeon supo que la paliza que le había dado a Heechul no había convencido a Massala de absolutamente nada.

Aun así, dijo, fingiendo indignación—: ¿De qué coño estás hablando, Rico? ¿Quieres que juegue a la ruleta rusa ahora? No sabía que estuvieras tan ansioso por librarte de mí.

—Oh, no, para nada... No tú. Él —sacando la misma Smith & Weson de acero con la que la había encañonado hacía más de un año, se la ofreció por la culata—. Sólo una bala y cinco oportunidades de libertad.

A Taeyeon se le cayó el alma a los pies y supo que no tenía más opción que aceptar. El rechazo supondría la muerte de ambos. Taeyeon sopesó el arma con pericia. Odiaba las 45, con los cañones tan largos y los acabados tan ostentosos, prefiriendo el peso más ligero de la Sig, con sus líneas más delicadas y su apagado metal bruñido.

—Estás empezando a irritarme, Rico —gruñó.

Él rió con picardía, lo que le confirió un aspecto muy poco atractivo, al menos así lo percibió la mente de Taeyeon sin apenas darse cuenta. Echando una mirada a su compañero casi inconsciente, repasó las opciones que tenía y, por primera vez en su vida, no encontró ninguna. Desde luego, no podía abrirse camino a tiros, no sin dejar a Heechul atrás, y ése era el problema, ¿no? Suspirando, vació el tambor de todas las balas, excepto una, y le dio una vuelta rápida, apuntando a la cabeza de su compañero.

Taeyeon nunca había sido alguien que rezara, nunca creyó en el Dios vengador ante el que su madre se había postrado durante toda la vida de Taeyeon. Todavía podía oír al cura gritándole “nacida en pecado desgraciada... y, por ello, morirás...”, y jamás había cuestionado realmente su estado maldito. Pero Heechul... él era otra cosa... razonó ahora, elevando una débil oración a quien quisiera que la escuchara en el Cielo. Si de verdad hubiera... alguien... allí arriba... no haría que Heechul pagase por sus propios errores. En ese instante, de buena gana habría dado la bienvenida al peor de los fuegos del Infierno si eso servía para librar a Heechul de lo que estaba a punto de hacerle. Una última suplica... y apretó el gatillo...”

 

 

—Oh, Dios... Heechul... lo siento tanto... tanto —murmuró Taeyeon sobre la cálida piel donde su cabeza descansaba suavemente, y Tiffany supo con espantosa certeza lo que había ocurrido después de que Taeyeon apretara aquel gatillo.

El sol ardía brillante en el cielo de la mañana. Taeyeon había estado hablando durante horas en la misma posición, acunada por los brazos protectores de la reportera, y Tiffany había escuchado, desplegada ante sus oídos y con el corazón encogido, toda la historia de la vida de Taeyeon con Heechul. Lloró por todo el dolor que Taeyeon había soportado y por todo el dolor que la rubia mujer había infringido. Pero también se enfureció contra figuras borrosas en la DEA que habían mantenido a Taeyeon en esa esclavitud, y contra Heechul por no haber tenido más valor frente a la oscuridad de Taeyeon.

—Eso no volverá a ocurrir —prometió a la ahora silenciosa mujer. Los tensos músculos se relajaron en un exhausto sueño bajo las manos tranquilizadoras—. No lo permitiré — juró, cerrando los ojos y dejando que el agotamiento se apoderara de ella y la incitara a dormir.

 

 

Varias horas después, un movimiento de Taeyeon acurrucándose sobre ella la sobresaltó, despertándola, y levantó la vista para ver la cara preocupada de Carmina mirando desde la puerta. Se deshizo con suavidad del enredo de los brazos de Taeyeon, bajándose hasta los blandos almohadones. Sus miembros crujieron en protesta cuando se puso de pie y cruzó la terraza en unos pocos pasos silenciosos.

— ¿Otra noche del demonio? –preguntó Carmina.

“Noche del demonio... esa es una forma de llamarla”, pensó Tiffany.

— ¿Las tiene muy a menudo, Carmina?

El ama de llaves observó el rostro de Tiffany con cuidado y después, asintió ante la evidente y genuina preocupación en la expresión de la pelirroja mujer.

—Venga a la cocina, señorita. Hablaremos.

Tiffany caminó tras la rotunda mujer, ligeramente cohibida porque no llevaba nada más que la camisa blanca de Taeyeon. Pero Carmina parecía no ser consciente de su vestimenta y se afanó en la cocina amontonando platos.

—Le gusta la señora, ¿verdad? —preguntó el ama de llaves bruscamente—. Usted... se preocupa... por ella.

La reportera no pudo evitar la suave sonrisa que trepó a su rostro.

—Sí, Carmina. Me gusta. Mucho.

El ama de llaves le devolvió una amplia sonrisa.

—Se lo dije. La primera vez que la vi con usted. La manera en que actúa con usted, como con nadie más.

— ¿De verdad? —la pregunta saltó de sus labios e, inexplicablemente, Tiffany sintió cómo su corazón tamborileaba feliz ante las simples frases de Carmina. Entonces, pensó en la mujer dormida en la terraza, perseguida por noches del demonio—. Háblame de las noches del demonio, Carmina.

El ama de llaves agitó la cabeza con gravedad.

—A veces sale y luego regresa así. Herida, sangrando, el mal en sus ojos... como el mismo Diablo —la mujer se estremeció y se santiguó—. Temo por ella así. Se sienta, a veces durante días, ahí fuera... sólo mirando al océano como si quisiera saltar en él y no regresar. No come nada... sólo bebe... una copa tras otra... Una vez, intenté hacer que comiera y me tiró una botella... Después de eso, me quedo aquí hasta que se le pasa... No le habrá hecho daño, ¿verdad señorita?

—No —le aseguró Tiffany —. Para nada. Nosotras... ella... ha estado hablando.

Carmina asintió sabiamente.

—Lleva mucho dolor dentro. A veces, no sé cómo se mantiene en pie bajo él.

—Yo tampoco lo sé, Carmina —concedió Tiffany tristemente—. Mira, quiero que siga durmiendo, pero hace un calor infernal ahí fuera. Tiene que estar asándose. Y quiero echar una mirada a algunos cortes que tiene. Voy a intentar despertarla y que se dé un baño. ¿Crees que podrías prepararle un zumo o algo así? —después, añadió con una sonrisa—: Y si prometo llevárselo, ¿le prepararás algo de comer? ¿Algo que le guste de verdad?

El ama de llaves asintió con la cabeza bruscamente.

—Por supuesto que puedo, especialmente desde que alguien ha traído algo de comida —hizo un guiño conspirador a la reportera—. No sé cómo lo hizo señorita. Yo intento e intento que me deje hacer algo de compra. Pero ella dice “no, no, no... deja que lo traigan...”. Me alegra que consiguiera que ella entrara en razón.

—Nada de razón, Carmina. Simplemente, tomé las llaves de la camioneta y fui a hacer la compra —sonrió.

— ¡Bien por usted! Ahora vaya... ponga el baño para la señora. Yo le haré su quesadilla favorita.

 

 


Holaaaaa laamento tanta demora, pero he estado traduciendo y adaptando esta historia, además de modificarla...verán en el libro original es muuuucho más, pero son trozos de la historia que considero irrelevantes, aquí me gustaría resaltar más la relación entre Taeyeon y Tiffany ¿no sé si se entiende? Quiero decir, omito partes del libro original para adaptarlo a un modo más centrado entre Tiffany y Tae, pero sin dejar de lado sus historias y misterios que las marcan, como por ejemplo el pasado que tuvo Tae con Heechul...Es como una especie de resumen, sin omitir las partes taeny. Además que si adaptaba tal cual el libro, tenía miedo por los derechos de autor jajaja, pero hasta el minuto parece que les ha gustado..  Nos vemos pronto!! 
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Comments

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pilargutierrez #1
Actualiza pronto no nos dejes asi en suspenso actualiza por fabor
abi-21 #2
Chapter 20: Es una grandiosa historia!! Espero q actualices pronto :D
Lari_sone #3
Esperando actualizacion :(
taeny179 #4
Chapter 20: Me flipa la historia, de verdad, es genial como solo Tiff consigue abrirse camino hasta llegar a la real Taeyeon, incluso después de encontrarla cotilleando y haberse pegado mutuamente, aún así ambas vuelven a ser perfectas juntas. Gracias por esta última actualización porque no podía soportar estar mucho más tiempo con el anterior capítulo jajaja Espero que vuelvas pronto :3
BlackLotus77 #5
Chapter 19: ¡¡Vientos!!
Regresaste con todo. Así ni me acuerdo de que no actualizaras hace un shingo y dos montones. ;D
Jajajaja me sigue dando risa tu expresión "Por todos los coños del mundo". Jajajaja xD

¡Qué genial que Fany le haga frente con toda la actitud! lml
PD: Se me cayeron los chones, por el susto, cuando Tae encañona a Tiff.
pinkobssesion #6
La actualizacion para cuando??
Lari_sone #7
Chapter 15: Esperando actualizacion :'(
maria_baby09 #8
Chapter 15: Demasiado hermosa el capitulo ,espero y tae no le pasa nada cuando intente salir del bajo mundo
Skyth06
#9
Chapter 15: Muy bello el cap
gasori #10
Chapter 14: actualización estupenda *-*... te espero pronto :*