capitulo 7

YO ANTES DE TI ( Versión TaeNy)
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7

 

 

La primavera llegó de un día a otro, como si el invierno, al igual que un invitado no bienvenido, de repente hubiera decidido ponerse el abrigo y desaparecer sin decir adiós. Todo se volvió más verde, un sol acuoso bañó las calles y el aire se perfumó de súbito. En el aire flotaba un rastro floral y acogedor y las canciones de los pájaros marcaban el compás del día.

No percibí nada de ello. Había pasado la noche anterior en la casa de Sooyoung. Era la primera vez que la veía tras casi una semana, debido a su programa de entrenamiento intensivo, pero, después de tirarse cuarenta minutos en la bañera con medio paquete de sales de baño, Sooyoung se mostró tan exhausta que a duras penas habló conmigo. Comencé a acariciarle la espalda, en una insólita tentativa de seducirle, y Sooyoung murmuró que estaba demasiado cansada y movió la mano como si me espantase. Yo me quedé despierta y contemplé el techo, frustrada, durante cuatro horas.

Conocí a Sooyoung mientras yo trabajaba en mi primer empleo, de aprendiz en The Cutting Edge, la única peluquería uni de Hailsbury. Entró mientras Samantha, la dueña, estaba ocupada, y pidió un número cuatro. Le hice, según describió ella más tarde, el peor corte de pelo de la historia de la humanidad. Tres meses después, al comprender que la afición a juguetear con mi pelo no significaba que se me diera bien cortar el de los demás, dejé el trabajo y empecé en el café de Jimin.

Cuando empezamos a salir, Sooyoung trabajaba en ventas y sus cosas favoritas eran la cerveza, el chocolate artesanal, el deporte (hablar de ello, no hacerlo) y el o (hacerlo, no hablar de ello), en ese orden. Para nosotras, una buena noche probablemente incluía esas cuatro cosas. Su aspecto era normal, sin llegar a ser guapa, y tenía menos culo que yo, pero me gustaba. Su padre había muerto y me agradaba cómo trataba a su madre; era protectora y solícita. En cuanto a sus cuatro hermanos, eran como los Walton. De verdad parecían llevarse bien entre ellos. En nuestra primera cita, una leve voz en mi cabeza susurró: Esta mujer nunca te hará daño, y nada de lo que había hecho en los siete años que habían pasado desde entonces me había hecho dudar de ella.

Y entonces se convirtió en la Mujer Maratón.

El estómago de Sooyoung ya no cedía cuando me acurrucaba sobre ella; se había vuelto rígido e implacable, igual que un aparador. Tenía el rostro seco y lindo por todo el tiempo que pasaba al aire libre. Sus muslos eran puro músculo. Eso habría sido bastante y si Sooyoung hubiera querido tener relaciones uales. Pero ahora ya no lo hacíamos más de dos veces al mes, y yo no soy de las que lo piden.

Cuanto más en forma se ponía, cuanto más obsesionada se volvía con su propio cuerpo, menos le interesaba el mío. Le pregunté un par de veces si había dejado de desearme, pero fue contundente. «Eres preciosa», dijo. «Pero estoy hecha polvo. De todos modos, no quiero que pierdas peso. Las chicas del club... Aunque juntara todos sus pechos, sería imposible hacer una teta decente». Quise saber cómo había llegado a calcular esa ecuación tan compleja, pero, ya que en el fondo lo dijo para complacerme, lo dejé pasar.

Quería interesarme en lo que hacía, de verdad que sí. Acudía a las noches del club de triatlón, intentaba conversar con las otras chicas. Pero no tardé en comprender que yo era una anomalía: en el club todos eran solteros o salían con alguien de cuerpo tan espectacular como el suyo. Las parejas se motivaban en los entrenamientos, planeaban fines de semana en pantalones cortos y en la cartera llevaban fotos donde se les veía completar un triatlón juntos o mostraban orgullosos las medallas obtenidas. Era indescriptible.

—No sé de qué te quejas —me dijo mi hermana cuando se lo conté—. Yo solo lo he hecho una vez desde que tuve a Sungmin.

—¿Qué? ¿Con quién?

—Oh, un tipo que vino a por un ramo de colores vibrantes —contestó—. Solo quería comprobar que no se me había olvidado. —Y entonces, cuando me quedé boquiabierta, añadió—: Ah, no te pongas así. No fue durante las horas de trabajo. Y eran flores para un funeral. Si hubieran sido flores para su mujer, claro que no lo habría tocado ni con un gladiolo.

No es que yo fuera una obsesa del o: llevábamos mucho tiempo juntas, al fin y al cabo. Es solo que una parte ersa y diminuta dentro de mí comenzó a cuestionar mi atractivo.

A Sooyoung nunca le había importado que yo me vistiera «creativamente», como ella decía. Pero ¿y si no había sido del todo sincera? El trabajo de Sooyoung, toda su vida social, se centraba ahora en el control de la carne: la domesticaba, la reducía, la perfeccionaba. ¿Y si, en comparación con esos traseros prietos de deportista, el mío no estaba a la altura? ¿Y si mis curvas, que siempre me habían parecido placenteramente voluptuosas, ahora eran demasiado fláccidas para su ojo crítico?

Estas eran las ideas que revoloteaban por mi cabeza cuando la señora Kim vino y nos ordenó a Taeyeon y a mí salir fuera.

—He pedido que vengan a hacer la limpieza especial de primavera, así que he pensado que tal vez podrian disfrutar del buen tiempo mientras ellos están aquí ocupados.

Taeyeon me miró a los ojos y alzó levemente las cejas.

—No es que tengamos mucha opción, ¿verdad, madre?

—Creo que sería bueno que te diera un poco de aire fresco —dijo—. La rampa está colocada. Tal vez, Tiffany, deberías llevar un poco de té al salir.

No era una sugerencia disparatada. El jardín estaba precioso. Con la leve subida de las temperaturas, de repente todo parecía haber decidido ser un poco más verde. Los narcisos surgieron de la nada, con bulbos amarillentos que anunciaban las flores venideras. De las ramas marrones surgieron brotes, las plantas perpetuas se abrieron paso en el suelo oscuro y embarrado. Abrí las puertas y salimos fuera. Taeyeon mantuvo la silla dentro de la senda de piedras. Señaló un banco de hierro forjado con un cojín, y me senté ahí un rato, mientras dirigíamos nuestras caras ladeadas hacia la débil luz del sol y escuchábamos a los gorriones que se peleaban entre los setos.

—¿Qué te pasa?

—¿Qué quieres decir?

—Estás muy callada.

—Dijiste que querías que hablara menos.

—No tanto. Me estás asustando.

—Estoy bien —dije. Y añadí—: Problemillas con la novia, por si quieres saberlo.

—Ah —dijo—. La Mujer Maratón.

Abrí los ojos, solo un poco, para ver si se estaba burlando de mí.

 —¿Qué pasa? —dijo—. Vamos, cuéntaselo a la chica  Taeyeon.

—No.

—Mi madre va a tener a los de la limpieza corriendo como locos por lo menos otra hora. De algo tendrás que hablar.

Me erguí y me di la vuelta para mirarla. Esa silla, la que usaba en casa, tenía un botón que elevaba el asiento, lo que le permitía situarse a la altura de su interlocutor. No lo usaba a menudo, pues con frecuencia la mareaba, pero lo accionó. De hecho, tuve que alzar la vista para mirarla. Me eché el abrigo por los hombros y entrecerré los ojos.

—Vale, venga, ¿qué quieres saber?

—¿Cuánto tiempo llevan juntas? —dijo Taeyeon.

—Algo más de seis años.

 

Taeyeon pareció sorprendida.

—Eso es mucho tiempo.

—Sí —dije—. Bueno.

Me incliné y le coloqué bien la manta. El sol era engañoso: prometía más de lo que en realidad ofrecía. Pensé en Sooyoung, que se había levantado a las seis y media de la mañana para ir a su carrera matinal. Tal vez yo debería empezar a correr, de modo que pudiéramos ser una de esas parejas enfundadas en licra. Tal vez debería comprarme ropa interior de volantes y buscar consejos eróticos en Internet. Sabía que no haría ni una cosa ni la otra.

—¿A qué se dedica?

—Es entrenadora personal.

—Por eso corre.

 —Por eso corre.

—¿Cómo es? En tres palabras, si te sientes incómoda hablando de eso.

Pensé en la pregunta.

—Optimista. Leal. Obsesionada con la proporción de grasa corporal.

—Eso son nueve palabras.

—Las otras seis son gratis.

Bueno, entonces, ¿cómo era ella?

—¿Quién?

—Juniel. —La miré como antes me había mirado ella a mí, a los ojos. Taeyeon respiró hondo y miró arriba, a un plátano enorme. El pelo le caía por encima de los ojos y tuve que contener las ganas de apartarlo a un lado.

—Hermosa. y. Muy necesitada de atención. Sorprendentemente insegura.

—¿Cómo es posible que sea insegura? —Las palabras salieron de mi boca antes de que me diera cuenta.

Taeyeon casi se mostró divertida.

—Te sorprendería —dijo—. Las mujeres como Juniel invierten tanto en su apariencia que acaban pensando que no tienen más que eso. En realidad, no soy justa. Se le dan bien ciertas cosas. Los objetos: la ropa, la decoración. Es capaz de embellecer las cosas.

Contuve las ganas de decirle que cualquier persona sería capaz de eso si tuviera una cartera tan repleta como la de ella.

—Movía unas pocas cosas en una habitación, y le daba un aspecto completamente diferente. Nunca comprendí cómo lo hacía. —Señaló con un movimiento de cabeza hacia la casa—. Ella se encargó de hacer el pabellón, cuando me mudé.

Me descubrí a mí misma repasando ese salón decorado a la perfección. Comprendí que mi admiración de repente se había vuelto un poco más enrevesada que antes. —¿Cuánto tiempo estuviste con ella?

—Ocho, nueve meses.

—No es mucho.

—Es mucho para mí.

—¿Cómo se conocieron?

—En una cena. Una cena horrible. ¿Y tú?

—En la peluquería. Yo era la peluquera. Ella era la cliente.

—Ja. Eso sí que es hacer una permanente.

Debí de quedarme perpleja, pues Taeyeon negó con la cabeza y añadió en voz baja:

—Da igual.

Dentro, oímos el zumbido monótono de la aspiradora. Había cuatro mujeres de la limpieza, las cuatro con batas idénticas. Me preguntaba qué harían en ese pequeño anexo durante dos horas.

—¿La echas de menos?

Las oí hablando entre ellas. Alguien había abierto una ventana y de vez en cuando nos llegaban sus estallidos de risa.

Taeyeon parecía observar algo diferente en la lejanía.

—Antes, sí. —Se volvió hacia mí, hablando en un tono inexpresivo—. Pero he estado pensando en ello, y he llegado a la conclusión de que ella y Heechul hacen buena pareja.

Asentí.

—Van a tener una boda ridícula, uno o dos hijos, como tú los llamas, van a comprar una casa de campo y él se va a tirar a su secretaria antes de que pasen cinco años —dije.

—Es probable que tengas razón.

Empezó a entusiasmarme el tema.

—Y ella va a estar un poco enfadada con él todo el tiempo, en realidad sin saber por qué, y se quejará de él en unas fiestas espantosas para bochorno de sus amigos, y él no va a querer dejarla porque le asusta la pensión que tendría que pagarle.

Taeyeon se volvió para mirarme.

—Y van a acostarse una vez cada seis semanas y él adorará a los niños aunque no va a hacer una mierda para ayudar en su educación. Y ella llevará siempre el cabello impecable, pero se le va a poner la cara así —fruncí la boca— por no decir nunca lo que piensa, y se va a hacer adicta al pilates o tal vez se compre un perro o un caballo y se enamore del instructor de equitación. Y él se aficionará a correr al cumplir los cuarenta, y tal vez se compre una Harley-Davidson, que ella no dudará en despreciar, y todos los días irá al trabajo y mirará a los jóvenes del bufete y los oirá en los bares hablando de a quién se ligaron el fin de semana o adónde fueron de parranda y va a sentir, y nunca va a saber por qué, que lo han embaucado.

Me giré.

Taeyeon me miraba fijamente.

—Lo siento —dije, al cabo de un momento—. De verdad, no sé de dónde salió todo eso.

—Empiezo a sentir un poquito de lástima por la Mujer Maratón.

—Oh, no es por ella —dije—. Es por trabajar en una cafetería durante años. Lo ves y lo oyes todo. Los patrones en el comportamiento de la gente. Te sorprendería saber las cosas que pasan.

 —¿Por eso no te has casado?

Parpadeé.

—Supongo.

No quise decirle que en realidad nunca me lo habían pedido.

 

 

Tal vez parezca que no hacíamos gran cosa. Pero, en realidad, cada día con Taeyeon era sutilmente diferente, según su estado de ánimo y, sobre todo, según la intensidad del dolor que le aquejaba. Algunos días, al llegar por la mañana, notaba, gracias a la inclinación del mentón, que Taeyeon no deseaba hablar conmigo (ni con nadie), así que me afanaba en el pabellón, intentando anticiparme a sus necesidades, para no molestarle haciendo preguntas.

Existían todo tipo de causas para los dolores de Taeyeon. Padecía un dolor asociado a la pérdida de masa muscular: tenía mucha menos para sujetarla, a pesar de toda la fisioterapia de Yuri. Padecía dolor estomacal por los problemas digestivos, dolor de hombros, dolor por las infecciones de la vejiga (inevi

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Comments

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skincrisday #1
Chapter 17: Esta historia esta muy linda, pero este es el final?
jcamila #2
Chapter 17: Me encanta esta historia
gea_ly
#3
Chapter 17: cambia el final siiiii!
2597611 #4
Chapter 17: También la amo !!
Karen-14213
#5
Chapter 17: Como amo esta adaptación x2
ditaange
#6
Chapter 16: Ah! Como amo esta adaptación
ditaange
#7
Chapter 16: Ah! Como amo esta adaptación
Karen-14213
#8
Chapter 16: Debo admitir que por este fic estoy retrasando mis ganas de ver la historia original xD
Good Work!
taeny39
#9
Chapter 16: Yah SooYoung se va a llevar a Tiffany con ella. Y TaeYeon es un ángel.
Karen-14213
#10
Chapter 15: Hay... Taeyeon...te amo <3