capítulo 16

YO ANTES DE TI ( Versión TaeNy)
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                                               16

 

 

No tenía vuelta de hoja.

La organización para dormir seguía siendo un rompecabezas. Cada vez que Michellepasaba un fin de semana en casa, la familia Hwang se adentraba en un juego nocturno y laborioso de intercambio de camas. El viernes por la noche, después de la cena, mis padres ofrecían su habitación y Michelle la aceptaba, una vez que le habían asegurado que no era molestia alguna para ellos y que Sungmin dormiría mucho mejor ahí. Así, decían, todo el mundo pasaría una buena noche.

Pero que mi madre durmiera abajo implicaba que necesitaba su edredón de siempre, sus almohadas e incluso las sábanas, ya que ella no dormía bien a menos que la cama estuviera tal y como le gustaba. Así, después de cenar, mi madre y Michelle deshacían la cama de mis padres y ponían un nuevo juego de sábanas, junto a un protector de colchón, por si Sungmin sufría un percance. La ropa de cama de mis padres, mientras tanto, era doblada y colocada en un rincón del salón, donde Sungmin se lanzaba contra ella para luego atar las sábanas a las sillas y hacer una tienda de campaña.

 

El abuelo ofrecía su habitación, pero nadie la aceptaba. Olía a copias amarillentas del Racing Post y a tabaco rancio y habría sido necesario el fin de semana entero para limpiarla. Yo me sentía culpable (todo esto, al fin y al cabo, era culpa mía), pero al mismo tiempo sabía que no me ofrecería a volver al trastero. Para mí, se había convertido en una especie de fantasma, esa habitación angosta sin ventanas ni aire fresco. La sola idea de dormir ahí de nuevo bastaba para oprimirme el pecho. Tenía veintisiete años. Era quien traía el dinero a casa. No quería volver a dormir en un armario.

 

Un fin de semana sugerí ir a dormir a casa de Sooyoung y todo el mundo pareció secretamente aliviado. Pero entonces, mientras yo estaba fuera, Sungmin toqueteó con sus dedos pegajosos mis cortinas nuevas y dibujó en mi edredón también nuevo con un rotulador, tras lo cual mis padres decidieron que ellos serían quienes dormirían en mi habitación, mientras Michelle y Sungmin se quedaban en la de ellos, donde, al parecer, esas travesuras no tenían importancia.

 

Con todos esos cambios de ropa de cama y todas esas coladas, que yo me fuera a casa de Sooyoung, admitió mi madre, no era demasiada ayuda.

 

Y, además, estaba Sooyoung. Sooyoung se había convertido en una mujer obsesionada. Comía, bebía, vivía y respiraba el Norseman. Su piso, por lo general inmaculado y de decoración espartana, rebosaba horarios de entrenamientos y planes dietéticos. Tenía una nueva bicicleta ligera que siempre estaba en el pasillo y que no me permitía ni tocar, por si interfería con sus ligerísimas y perfectamente ajustadas prestaciones.

 

Y rara vez estaba en casa, ni siquiera los viernes o sábados por la noche. Entre sus entrenamientos y mi horario laboral, nos habíamos habituado a pasar cada vez menos tiempo juntas. O bien la seguía a la pista y la veía correr en círculos hasta que hubiera completado un número exacto de kilómetros o bien me quedaba en casa y veía la televisión yo sola, acurrucada en un rincón de su enorme sofá de cuero. No había comida en la nevera aparte de unos palitos de pechuga de pavo y unas repugnantes bebidas energéticas con la misma densidad de los huevos de rana.

 

Una vez Michelle y yo probamos una y la escupimos, en medio de arcadas teatrales, como niñas pequeñas.

Lo cierto es que no me gustaba el apartamento de Sooyoung. Lo había comprado el año anterior, cuando al fin se convenció de que a su madre le iría bien sola. Su negocio prosperaba y me dijo que era importante que una de las dos se convirtiese en propietaria. Supongo que ese debería haber sido el momento de tener una conversación acerca de vivir juntas, pero no llegó a ocurrir, y a ninguna de las dos le gusta plantear temas incómodos. Como resultado, no había nada mío en ese apartamento, a pesar de todos los años que llevábamos juntas.

 

Nunca se lo había dicho, pero yo prefería vivir en casa de mis padres, con todos sus ruidos y sus cosas, que en este apartamento de soltera, sin personalidad y sin encanto alguno, con sus plazas de aparcamiento adjudicadas y sus vistas privilegiadas del castillo.

 

Y, además, era un tanto solitario.

 

—Tengo que respetar el horario, preciosa —decía, si le hablaba al respecto—. Si hago menos de treinta y cinco kilómetros a estas alturas, no voy a conseguir un buen tiempo. —A continuación, me ofrecía las últimas noticias acerca de sus calambres en las piernas o me pedía que le pasara el protector térmico.

 

Cuando no entrenaba, iba a interminables reuniones con otros miembros de su equipo, con quienes comparaba materiales y repasaba los planes del viaje. Estar junto a ellos era como verme rodeada de gente que hablaba chino. No tenía ni idea de qué significaban sus palabras ni demasiado interés en averiguarlo.

 

Y, dentro de siete semanas, se suponía que debía acompañarlos a Noruega. Aún no había decidido cómo decirle a Sooyoung que no había pedido tiempo libre a los Kim. ¿Cómo iba a hacerlo? El Norseman se celebraba a menos de una semana del final de mi contrato. Supongo que era infantil por mi parte negarme a resolver ese asunto, pero, con toda sinceridad, por aquel entonces yo solo veía a Taeyeon y a un reloj que marcaba la cuenta atrás. Nada más me llamaba la atención.

 

Lo más irónico de todo era que ni siquiera dormía bien en el apartamento de Sooyoung. No sé a qué se debía, pero llegaba desde allí al trabajo sintiéndome como si hablara a través de una jarra de cristal, con aspecto de que me hubieran dado un puñetazo en cada ojo. Comencé a disimular las ojeras mediante maquillaje con la misma generosidad chapucera de cuando decoraba.

 

 

—¿Qué ocurre, Hwang? —dijo Taeyeon.

Abrí los ojos. Estaba justo a mi lado, la cabeza ladeada, observándome. Tuve la sensación de que llevaba ahí un tiempo. Me llevé la mano a la boca en un gesto reflejo, por si había estado babeando.

La película que se suponía que habíamos estado viendo era ahora una lenta sucesión de títulos de crédito.

 

—Nada. Lo siento. Es que hace calorcito aquí. —Me incorporé.

 

—Es la segunda vez en tres días que te quedas dormida. —Estudió mi cara—.Y tienes un aspecto horrible.

 

Así que se lo dije. Le hablé de mi hermana y de los problemas para dormir en casa, de cómo no quería montar un jaleo porque cada vez que miraba la cara de mi padre veía una desesperación a duras penas contenida porque ni siquiera proporcionaba a su familia una casa donde todos pudiéramos dormir.

 

—¿Aún no ha encontrado nada?

 

—No. Creo que es por la edad. Pero no hablamos de ello. Es... —Me encogí de hombros—. Es demasiado incómodo para todos nosotros.

 

Esperamos a que la película se acabara, tras lo cual me acerqué al reproductor, saqué el DVD y lo devolví a su estuche. Me sentía mal al confesar a Taeyeon mis problemas. Eran vergonzosamente triviales comparados con los suyos.

 

—Ya me acostumbraré —dije—. Todo va a ir bien. Seguro.

 

Taeyeon pareció preocupada durante el resto de la tarde. Fui a lavarme, volví y le preparé el ordenador.

Cuando le traje una bebida, giró la silla hacia mí.

—Es muy sencillo —dijo, como si reanudáramos una conversación—. Quédate a dormir aquí los fines de semana. Hay una habitación libre, estaría bien que alguien la usara.

Me quedé quieta, con la taza en la mano.

 

—No puedo aceptar.

 

—¿Por qué no? No voy a pagarte las horas extras que pases aquí.

 

Dejé la taza en el portavasos.

 

—Pero ¿qué pensaría tu madre?

 

—No tengo ni idea.

 

Supongo que se me notó la inquietud, porque añadió:

 

—No pasa nada. No muerdo.

 

—¿Qué?

 

—Si te preocupa que tenga un ingenioso plan secreto para seducirte, desenchufa la silla y punto.

 

—Qué graciosa.

 

—En serio. Piénsalo. Sería una opción para cuando la necesites. Las cosas tal vez cambien antes de lo que piensas.

Tal vez tu hermana se canse de pasar los fines de semana en casa. O tal vez conozca a alguien. Pueden pasar un millón de cosas.

 

Y tú tal vez no estés aquí dentro de dos meses, le dije en silencio, y de inmediato me odié a mí misma por pensarlo.

 

—Dime una cosa —me pidió mientras se disponía a salir de la habitación—. ¿Por qué la Mujer Maratón no te ofrece su casa?

 

—Oh, lo ha hecho —dije.

 

Me miró, como si fuera a insistir en ese tema.

 

Y entonces cambió de opinión.

 

—Lo que he dicho. —Se encogió de hombros—. La oferta sigue en pie.

 

 

Cosas que le gustaban a Taeyeon:

 

Ver películas, en especial si eran extranjeras y con subtítulos. En ocasiones lograba convencerla para poner un thriller de acción, incluso alguna dramática historia de amor, pero con las comedias románticas no había modo. Si osaba alquilar una, Taeyeon se pasaba las dos horas soltando pfffs despectivos o señalando los clichés de la trama, de modo que yo no disfrutaba de la película. Escuchar música clásica. Sabía un montón al respecto. También le gustaban algunas cosas modernas, pero decía que el jazz era más que nada un ruido pretencioso. Cuando vio el contenido de mi reproductor de MP3, soltó tal carcajada que casi se le salió un tubo. Sentarse en el jardín, ahora que hacía calorcito. A veces me asomaba a la ventana y la observaba mientras disfrutaba del sol en el rostro, la cabeza ladeada. Cuando le señalé su capacidad de permanecer inmóvil y disfrutar del momento (algo que yo no he llegado a aprender), me comentó que, si no puedes mover las piernas y los brazos, no te quedan muchas opciones. Hacerme leer libros y revistas y luego hablar de ellos. La información es poder, Hwang, me decía. Al principio, lo detestaba; era como haber vuelto al colegio y hacer exámenes de memoria. Pero, al cabo de un tiempo, comprendí que, en opinión de Taeyeon, no existían las respuestas equivocadas. En realidad, le gustaba que discutiera con ella. Me preguntaba qué opinaba de ciertas noticias de los periódicos, no estaba de acuerdo conmigo respecto a los personajes de los libros. Parecía tener opiniones acerca de todo: sobre qué hacía el gobierno, si una empresa debería comprar a esta otra, si alguien debería acabar en la cárcel. Si pensaba que yo estaba siendo perezosa o repetía como un loro las ideas de mis padres o las de Sooyoung, soltaba un terminante: «No. Eso no es suficiente». Qué decepcionada se mostraba si yo decía que no sabía nada al respecto; había comenzado a anticiparme a ella y ahora leía un periódico en el autobús de camino al pabellón, solo para sentirme preparada. «Buena observación, Hwang», decía, y yo me hinchaba de satisfacción. Y entonces me reprendía a mí misma por permitir una vez más que Taeyeon me tratara de un modo condescendiente. Arreglarse. Ahora, cada dos días, le cepillaba el cabello, se lo cortaba un poco y la volvía presentable. Si no tenía un mal día, Taeyeon se reclinaba en su silla, cerraba los ojos y algo muy parecido al placer físico se extendía por su rostro. Tal vez solo eran imaginaciones mías. Tal vez solo veía lo que quería ver. Pero Taeyeon se sumía en un silencio completo mientras le pasaba, con delicadeza, el peine por el cabello. Cuando abría los ojos su expresión era más dulce, como la de alguien que se despierta de un sueño agradable. Su cara había recuperado el color, al pasar tanto tiempo al aire libre; tenía ese tipo de cutis que se bronceaba con facilidad. Yo guardaba las tijeras en el armario del baño, en lo más alto, tras una enorme botella de acondicionador. Hacer cosas de Adolescente. En especial con Yuri. En ocasiones, antes de los cuidados vespertinos, iban a sentarse a un extremo del jardín y Yuri abría un par de cervezas. A veces la oía hablar de rugby o bromear acerca de una mujer que habían visto en la televisión y no parecía en absoluto la Taeyeon a la que yo estaba acostumbrada. Pero comprendí que era algo que necesitaba; necesitaba a alguien con quien hacer cosas. Era una pequeña parte «normal» en su vida extraña y retirada. Hacer comentarios sobre mi ropa. En realidad, debería decir: hacer muecas al ver mi ropa. Salvo con los leotardos negros y amarillos. En las dos ocasiones en que me los había puesto, Taeyeon no dijo nada: se limitó a asentir, como si el mundo hubiera vuelto a ser un lugar acogedor.

 

 

—El otro día viste a mi padre por el pueblo.

—Ah, sí. —Yo tendía la ropa. El tendedero estaba escondido en lo que la señora Kim llamaba el Jardín de la Cocina. Creo que no deseaba que algo tan mundano como la colada contaminase la vista de las fronteras de su dominio vegetal. Mi madre exhibía la ropa blanca que colgaba casi como una cuestión de honor. Era como un desafío a las vecinas: ¡A ver si superan esto, señoras! Mi padre tuvo que emplearse a fondo para impedirle que instalara otro tendedero giratorio en el porche.

 

—Me preguntó si lo habías contado.

 

—Oh. —Mantuve una expresión estudiadamente inexpresiva. Y a continuación, como parecía estar esperando, añadí—: Evidentemente, no.

 

—¿Estaba con alguien?

 

Dejé la última pinza en la bolsa. La enrollé y la puse en el cesto vacío de la colada. Me giré hacia Taeyeon.

 

—Sí.

 

—Una mujer.

 

—Sí.

 

—¿Pelirroja?

 

—Sí.

 

Taeyeon pensó en ello un momento.

 

—Lo siento si crees que te lo debería haber dicho —añadí—. Pero... no parecía asunto mío.

 

—Y no es una conversación sencilla.

 

—No.

 

—Si te sirve de consuelo, Hwang, no es la primera vez —dijo, y se dirigió de vuelta a la casa.

 

 

Ko Joon Hee repitió mi nombre dos veces antes de que yo alzara la vista. Iba garabateando en mi libreta nombres de lugares y signos de interrogación, ventajas e inconvenientes, y hasta me había olvidado de que iba en un autobús. Estaba intentando encontrar la manera de llevar a Taeyeon al teatro. Solo había uno a menos de dos horas en coche, y representaban ¡Oklahoma! Era difícil imaginar a Taeyeon siguiendo con la cabeza el ritmo de «Oh, qué hermosa mañana», pero el teatro serio estaba en Londres. Y Londres aún parecía fuera de nuestro alcance.

Ya no era u

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Comments

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skincrisday #1
Chapter 17: Esta historia esta muy linda, pero este es el final?
jcamila #2
Chapter 17: Me encanta esta historia
gea_ly
#3
Chapter 17: cambia el final siiiii!
2597611 #4
Chapter 17: También la amo !!
Karen-14213
#5
Chapter 17: Como amo esta adaptación x2
ditaange
#6
Chapter 16: Ah! Como amo esta adaptación
ditaange
#7
Chapter 16: Ah! Como amo esta adaptación
Karen-14213
#8
Chapter 16: Debo admitir que por este fic estoy retrasando mis ganas de ver la historia original xD
Good Work!
taeny39
#9
Chapter 16: Yah SooYoung se va a llevar a Tiffany con ella. Y TaeYeon es un ángel.
Karen-14213
#10
Chapter 15: Hay... Taeyeon...te amo <3