capitulo 14

YO ANTES DE TI ( Versión TaeNy)
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                                                                                  14

 

 

Mayo fue un mes extraño. Los periódicos y la televisión se llenaron de titulares acerca de lo que llamaban el «derecho a morir». Una mujer que padecía una enfermedad degenerativa había solicitado que la ley protegiera a su marido si la acompañaba a Dignitas una vez que el sufrimiento se volviera insoportable. Un joven futbolista se había suicidado tras convencer a sus padres de que lo llevaran ahí. La policía se involucró en el caso. Se iba a celebrar un debate en la Cámara de los Lores.

Vi las noticias y escuché las discusiones legales de los defensores de la vida y de célebres moralistas, y no supe muy bien qué partido tomar. Extrañamente, me parecía que todo esto no guardaba relación alguna con Taeyeon.

Mientras tanto, poco a poco fuimos aumentando la frecuencia de sus salidas... y la distancia a la que viajábamos. Habíamos ido al teatro, a ver una danza tradicional en su calle (Taeyeon mantuvo una expresión impasible ante los pañuelos y los cencerros, pero acabó un poco colorada por el esfuerzo), a un concierto al aire libre en una finca cercana (idea suya) y, una vez, a los multicines, donde, por no haberme informado bien, acabamos viendo una película sobre una joven que padecía una enfermedad terminal.

 

Pero yo sabía que ella también había visto esos titulares. Había comenzado a usar el ordenador más a menudo desde que le compramos el nuevo programa, y había aprendido a usar el ratón moviendo el pulgar por el panel táctil. Ese laborioso ejercicio le permitía leer los periódicos del día por Internet. Una mañana, al llevarle una taza de té, la encontré leyendo sobre el joven futbolista, un artículo extenso acerca de los pasos que había dado para poner fin a su vida. Cambió de página en cuanto se dio cuenta de que yo estaba detrás de ella. Ese pequeño detalle me dejó un nudo en el pecho que tardó una media hora en deshacerse.

Repasé esa misma crónica en la biblioteca. Había comenzado a leer periódicos. Me esforzaba en encontrar los razonamientos más profundos: ese tipo de información no era siempre útil cuando se reducía a los hechos más básicos y crudos.

Los padres del futbolista fueron despedazados en los periódicos sensacionalistas. «¿CÓMO HAN PODIDO DEJARLE MORIR?», gritaban desde los titulares. No logré evitar sentirme de la misma manera. Lee DongHae tenía veinticuatro años. Había convivido con su lesión casi tres, es decir, no mucho más que Taeyeon. Sin duda,

¿no era demasiado joven para decidir que no quedaba nada por lo que vivir? Y entonces leí lo mismo que Taeyeon: no un artículo de opinión, sino una crónica con una concienzuda investigación acerca de lo que en verdad había ocurrido en la vida de este joven. Daba la impresión de que el escritor había tenido acceso a los padres.

DongHae, decía, había jugado al fútbol desde los tres años. El fútbol lo era todo para él. La lesión ocurrió en un accidente que, según contaban, sucede «una vez entre un millón», en una fuerte entrada que salió mal. Los padres lo intentaron todo para animarlo, para mostrarle que su vida aún tenía sentido. Pero se hundió en una depresión. No era un deportista al que solo habían arrebatado la posibilidad de hacer deporte, sino incluso la de moverse o, en ocasiones, la de respirar sin asistencia médica. No disfrutaba de nada. Su vida, sembrada de infecciones, un sufrimiento, y dependía de la atención constante de los demás. Echaba de menos a sus amigos, pero se negaba a verlos. Le dijo a su novia que prefería no volver a verla. Les dijo a sus padres que ver a otras personas vivir una vida semejante a la que había planeado para sí mismo era insoportable, una especie de tortura.

 

Trató de suicidarse dos veces matándose de hambre hasta que lo hospitalizaron y, cuando volvía a casa, rogaba a sus padres que lo ahogaran mientras dormía. Al leer estas palabras, me erguí en mi asiento y me tapé los ojos con las manos hasta que fui capaz de respirar sin sollozar.

 

 

Mi padre perdió su trabajo. Fue muy valiente al respecto. Vino a casa esa tarde, se puso una camisa y una corbata y se dirigió al centro del pueblo en el siguiente autobús para registrarse en la Oficina de Empleo.

Ya había decidido, le explicó a mi madre, que se iba a presentar a lo que fuera, a pesar de ser un experto operario con muchos años de experiencia.

—No creo que pueda permitirme el lujo de ser tiquismiquis en estos momentos —le dijo, sin hacer caso a las protestas de mi madre.

A pesar de todo, si a mí me resultó difícil encontrar empleo, las perspectivas de un hombre de cincuenta y cinco años que solo había tenido un oficio no eran muy halagüeñas. Ni siquiera logró trabajo en un almacén o de guardia de seguridad, como reconocía, en un tono cada vez más desesperado, al volver a casa de otra entrevista. Siempre contrataban a un mocoso de diecisiete años poco de fiar, pues el gobierno pagaba parte de su salario, pero no mostraban interés en un hombre maduro con un excelente historial laboral. Tras un par de semanas de rechazos, a mis padres no les quedó más remedio que admitir que debían solicitar el subsidio, solo hasta pasar el bache, y dedicaban las tardes intentando descifrar incomprensibles formularios de cincuenta páginas en los que se les preguntaba cuántas personas usaban su lavadora y cuándo fue la última vez que habían salido del país (mi padre creía que había sido en 1988). Guardé el dinero que me había regalado Taeyeon por mi cumpleaños en el armario de la cocina. Pensé que se sentirían mejor al saber que disponían de un pequeño colchón.

 

Cuando me desperté por la mañana, descubrí que habían pasado el dinero, metido en un sobre, bajo la rendija de mi puerta.

Llegaron los turistas y el pueblo comenzó a animarse. El señor Kim cada vez estaba menos tiempo en casa; su horario se volvió más exigente a medida que aumentaban las visitas al castillo. Lo vi en el pueblo un jueves por la tarde, cuando volvía a casa tras pasar por la tintorería. No habría sido nada inusual en sí mismo, salvo por el hecho de que iba abrazado a una pelirroja que claramente no era la señora Kim. Cuando me vio, la soltó como si fuera una patata caliente.

Me di la vuelta, fingiendo contemplar un escaparate, sin saber muy bien si quería que él supiera que los había visto, e intenté con todas mis fuerzas no volver a pensar en ello.

El viernes siguiente al día en que mi padre se quedó sin trabajo, Taeyeon recibió un sobre: una invitación a la boda de Juniel y Heechul. En realidad, la tarjeta iba firmada por el coronel Choi y su señora, los padres de Juniel, que invitaban a Taeyeon a celebrar el enlace de su hija con Heechul. Llegó en un sobre de pergamino que también contenía el horario de las celebraciones y una nutrida lista de objetos que se podían comprar en tiendas de las que ni siquiera había oído hablar.

—Qué cara más dura tiene —observé al estudiar la caligrafía dorada y los bordes bruñidos de esa gruesa tarjeta—. ¿Quieres que la tire?

—Como quieras. —El cuerpo entero de Taeyeon era la viva imagen de la indiferencia.

Miré la lista.

—¿Qué diablos es una cuscusera?

Tal vez fue por la velocidad con que se giró y se enfrascó en el teclado del ordenador. Tal vez se debió al tono de su voz. Por alguna razón, guardé cuidadosamente la tarjeta en la carpeta de la cocina.

Taeyeon me dio otro libro de relatos, uno que había comprado en Amazon, y un ejemplar de La reina roja. Supe enseguida que no era mi tipo de libro.

—Ni siquiera cuenta una historia —dije tras leer la contraportada.

—¿Y? —respondió Taeyeon—. Sé un poco exigente contigo misma.

Lo intenté (no porque me interesara la genética), sino porque no habría soportado que Taeyeon se metiera una y otra vez conmigo si desistía. Así era ella. En realidad, casi una abusadora. Y lo más molesto de todo es que me interrogaba para saber cuánto llevaba leído de un libro, solo para asegurarse de que leía de verdad.

—No eres mi profesora —refunfuñaba yo.

—Gracias a Dios —respondía ella, ofendida.

Este libro (que, para mi sorpresa, se leía muy bien) trataba de la batalla por la supervivencia. Aseguraba que las mujeres no escogían a sus parejas por amor. Sostenía que las hembras de una especie siempre elegirían al más fuerte, para que su descendencia tuviera una buena oportunidad de sobrevivir. Ellas no podían evitarlo. Era la naturaleza la que elegía.

 

Yo no estaba de acuerdo. Y no me gustaba esa tesis. Percibía una inquietante segunda intención de la que intentaba convencerme. Taeyeon era físicamente débil, lisiada, a ojos de este autor. Eso la convertía en una irrelevancia biológica. Por lo tanto, su vida no tendría valor alguno.

Habló y habló al respecto durante la mayor parte de la tarde, hasta que yo intervine.

—Hay una cosa en la que este tal Matt Ridley no ha pensado —dije.

Taeyeon alzó la vista de la pantalla del ordenador.

—¿Ah, sí?

—¿Y si el ser genéticamente superior es un idiota?

 

 

El tercer sábado de mayo, Michelle y Sungmin vinieron a casa. Mi madre salió por la puerta y recorrió el camino del jardín antes de que hubieran cruzado la calle. Sungmin, juraba mientras lo agarraba con fuerza, había crecido varios centímetros desde la última vez. Cómo había cambiado, cuánto había crecido, qué hombrecito estaba hecho. Michelle se había cortado el pelo y parecía extrañamente sofisticada. Vestía una chaqueta que no le había visto antes y unas sandalias de tiras. Me pregunté, mezquinamente, dónde habría encontrado el dinero.

—Entonces, ¿qué tal todo? —dije mientras mi madre acompañaba a Sungmin alrededor del jardín, mostrándole las ranas del diminuto estanque. Mi padre veía un partido de fútbol con el abuelo y maldecía frustrado cuando desaprovechaban otra oportunidad.

—Genial. Muy bien. Es decir, es difícil sin tener ninguna ayuda con Sungmin, y tardó un tiempo en adaptarse a la guardería. —Se inclinó hacia mí—. Pero no se lo digas a mamá: yo le dije que todo iba bien.

—Pero te gustan las clases.

Por la cara de Michelle se extendió una sonrisa.

—Son maravillosas. No puedo explicarte, Tiff, cómo me alegra usar de nuevo el cerebro. Siento que me ha faltado algo durante siglos... y que lo he encontrado de nuevo. ¿Suena muy tonto?

Negué con la cabeza. En realidad, me alegraba por ella. Quería hablarle de la biblioteca, de los ordenadores y de lo que había hecho por Taeyeon.

Pero pensé que este era su momento. Nos sentamos en las sillas plegables, bajo el toldo maltrecho, y bebimos té. Noté que sus dedos eran del color perfecto.

—Mamá te echa de menos —dije.

—A partir de ahora vamos a volver casi todos los fines de semana. Solo necesitaba... Tiff, no era para que Sungmin se adaptara. Solo necesitaba un poco de tiempo para estar lejos de todo. Solo quería tiempo para ser otra persona.

Tenía un poco el aspecto de ser otra persona. Era extraño. Unas cuantas semanas fuera de casa y alguien no resultaba ya tan familiar. Tuve la sensación de que se estaba convirtiendo en una mujer de quien apenas sabía algo. Me sentí, por extraño que parezca, como si me estuviera dejando atrás.

—Mamá me contó que tu paralítica vino a cenar.

—No es mi paralítica. Se llama Taeyeon.

—Perdona. Taeyeon. Entonces, ¿va todo bien, la lista para no diñarla?

—Más o menos. Algunos viajes han salido mejor que otros.

—Le conté el desastre del hipódromo y el inesperado triunfo del concierto de violín. Le hablé de nuestros picnics y se rio cuando le relaté mi cena de cumpleaños.

 

—¿Crees...? —Vi que trataba de encontrar la mejor manera de expresarse—. ¿Crees que vas a ganar?

Como si fuera un concurso.

Arranqué un zarcillo de la madreselva y comencé a quitarle las hojas.

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Comments

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skincrisday #1
Chapter 17: Esta historia esta muy linda, pero este es el final?
jcamila #2
Chapter 17: Me encanta esta historia
gea_ly
#3
Chapter 17: cambia el final siiiii!
2597611 #4
Chapter 17: También la amo !!
Karen-14213
#5
Chapter 17: Como amo esta adaptación x2
ditaange
#6
Chapter 16: Ah! Como amo esta adaptación
ditaange
#7
Chapter 16: Ah! Como amo esta adaptación
Karen-14213
#8
Chapter 16: Debo admitir que por este fic estoy retrasando mis ganas de ver la historia original xD
Good Work!
taeny39
#9
Chapter 16: Yah SooYoung se va a llevar a Tiffany con ella. Y TaeYeon es un ángel.
Karen-14213
#10
Chapter 15: Hay... Taeyeon...te amo <3