capitulo 1

YO ANTES DE TI ( Versión TaeNy)
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1

2009

Hay ciento cincuenta y ocho pasos entre la parada del autobús y la casa, pero pueden llegar a ser ciento ochenta si se camina sin prisa, como al llevar zapatos de plataforma. O zapatos comprados en una tienda de beneficencia que lucen mariposas en los dedos pero quedan sueltos en los talones, lo cual explica ese precio bajísimo de 1,99 libras. Di la vuelta a la esquina de nuestra calle (sesenta y ocho pasos) y vi la casa: un adosado de cuatro habitaciones en medio de una hilera de adosados de tres y cuatro habitaciones. El coche de mi padre estaba fuera, lo que significaba que aún no había ido a trabajar.

A mi espalda, el sol se ponía detrás del castillo de Stortfold, y su sombra oscura se extendía colina abajo, como cera derretida que trataba de alcanzarme. Cuando era niña solíamos jugar a que nuestras sombras alargadas se enzarzaban en tiroteos, la calle convertida en el O.K. Corral. Un día diferente les podría haber contado las cosas que me habían ocurrido en este trayecto: dónde me enseñó mi padre a montar en bicicleta sin ruedines; dónde la señora Doherty, con esa peluca ladeada, solía hacernos tartas galesas; dónde Treena metió la mano en un seto cuando tenía once años y se topó con un nido de avispas y salimos corriendo y gritando de vuelta al castillo.

El triciclo de Sungmin estaba tirado en el camino y, al cerrar la puerta detrás de mí, lo arrastré hasta el porche y abrí la puerta. El aire cálido me golpeó con la fuerza de un airbag; mi madre es una mártir del frío y mantiene la calefacción encendida todo el año. Mi padre se pasa el día abriendo ventanas y quejándose de que nos va a arruinar a todos. Dice que nuestras facturas del gas superan el producto interior bruto de un país africano pequeño.

—¿Eres tú, cielo?

—Sí. —Colgué la chaqueta en el perchero, donde luchó por encontrar espacio entre las otras.

—¿Qué tú? ¿Tiff? ¿Michelle?

—Tiff.

Eché un vistazo por la puerta del salón. Mi padre apareció tumbado boca abajo en el sofá, con el brazo hundido entre los cojines, como si se lo hubieran tragado por completo. Sungmin, mi sobrino de cinco años, estaba de cuclillas y lo observaba absorto.

—Lego. —Mi padre volvió hacia mí la cara, amoratada por el esfuerzo—. Nunca sabré por qué diablos hacen las piezas tan pequeñas. ¿Has visto el brazo izquierdo de Obi-Wan Kenobi?

—Estaba encima del DVD. Creo que Sungmin cambió los brazos de Obi con los de Indiana Jones.

—Bueno, al parecer Obi ya no puede tener los brazos claros. Hay que encontrar los negros.

—No te preocupes. ¿Acaso no arrancan el brazo a Darth Vader en el episodio dos? —Me señalé la mejilla para que Sungmin me diera un beso—. ¿Dónde está mamá?

—Arriba. ¡Mira! Una moneda de dos libras.

 

Alcé la vista. Oí el familiar murmullo de la tabla de planchar. Hwang  Jung Eun, mi madre, no se sentaba nunca. Era una cuestión de honor. Una vez pintó las ventanas de fuera de pie en las escaleras, con pausas ocasionales para saludar a algún vecino, mientras el resto de nosotros cenábamos asado.

—¿Podrías intentar encontrarme ese maldito brazo? Me ha hecho buscarlo media hora y tengo que prepararme para ir al trabajo.

—¿Tienes turno de noche?

—Sí. Ya son las cinco y media.

Eché una mirada al reloj.

—En realidad, son las cuatro y media.

Mi padre sacó el brazo de entre los cojines y miró el reloj.

—Entonces, ¿qué haces en casa tan temprano?

Negué con la cabeza, vagamente, como si no hubiera comprendido bien la pregunta, y entré en la cocina.

El abuelo estaba sentado en su silla, junto a la ventana, estudiando un sudoku. El auxiliar sanitario nos había dicho que sería bueno para su concentración, que le ayudaría a prestar atención tras el derrame cerebral. Yo sospechaba que nadie más notaba que solo rellenaba las casillas con el primer número que se le ocurría.

—Hola, abuelo. —Alzó la vista y sonrió—. ¿Quieres una taza de té? —Negó con la cabeza y abrió parcialmente la boca—. ¿Una bebida fría?

Asintió.

Abrí la puerta de la nevera.

—No hay zumo de manzana. —El zumo de manzana, recordé, era demasiado caro—. ¿Ribena? —Negó con la cabeza—. ¿Agua?

Asintió y murmuró algo que tal vez fuera gracias cuando le di el vaso.

Mi madre entró en la cocina, con una cesta enorme de ropa limpia y cuidadosamente doblada.

—¿Son tuyos? —Ondeó un par de calcetines.

—De Michelle, creo.

—Eso pensaba. Qué color más raro. Creo que se deben de haber mezclado con el pijama ciruela de papá. Has vuelto pronto. ¿Vas a algún lado?

—No. —Llené un vaso con agua del grifo y me lo bebí.

—¿Va a venir Sooyoung luego? Llamó antes. ¿Tenías el móvil apagado?

—Mm.

—Dijo que quería hacer las reservas de las vacaciones. Tu padre dice que vio algo en la televisión al respecto. ¿Adónde querías ir? ¿Ipso? ¿Calipso?

—Eskiatos.

—Esa misma. Tienen que mirar el hotel con mucha atención. Hazlo por Internet. Tu padre y ella vieron algo en las noticias del mediodía. Al parecer, la mitad de esos lugares baratos están de obras, y no te enterarías hasta llegar ahí. Papá, ¿quieres una taza de té? ¿No te ofreció una Tiff? —Puso la tetera en el fuego y luego me miró. Es posible que al fin reparara en que yo no había dicho nada—. ¿Estás bien, cielo? Estás muy pálida.

Estiró el brazo y me palpó la frente, como si yo fuera una niña en vez de tener veintiséis años.

—No creo que vayamos de vacaciones.

La mano de mi madre se quedó paralizada. Su mirada adquirió esa cualidad de rayos X que tenía desde que yo era niña.

—¿Tienen problemas, Soo y tú?

—Mamá, yo...

—No intento meterme donde no me llaman. Es solo que llevan juntas muchísimo tiempo. Es natural si las cosas se vuelven un poco complicadas de vez en cuando. Es decir, tu padre y yo...

—Me he quedado sin trabajo.

Mi voz cortó el silencio. Las palabras se quedaron ahí, colgadas del aire, calcinando esa pequeña cocina incluso mucho después de que cesara el sonido.

—¿Tú qué?

—Jimin va a cerrar el café. A partir de mañana. —Extendí la mano con el sobre un poco húmedo que había agarrado durante todo el camino a casa, conmocionada. Todos los 180 pasos desde la parada del autobús—. Me ha pagado tres meses.

El día había comenzado como cualquier otro. Todas las personas a las que conocía odiaban las mañanas del lunes, pero a mí no me molestaban. Me gustaba llegar temprano a The Buttered Bun, encender la enorme tetera de la esquina, traer del patio las cajas de leche y pan y charlar con Jimin mientras nos preparábamos para abrir.

Me gustaban la calidez y el recargado aroma a beicon de la cafetería, las breves ráfagas de aire fresco según la puerta se abría o se cerraba, los bajos murmullos de las conversaciones y, cuando todo estaba en silencio, la radio de Jimin, que tocaba para sí misma en un rincón. No era un lugar a la moda: las paredes estaban cubiertas de escenas del castillo en la colina, las mesas aún lucían tableros de formica y el menú no había variado desde que comencé a trabajar ahí, aparte de unos leves cambios en la selección de chocolatinas y la incorporación de brownies de chocolate y muffins a la bandeja de la bollería.

Pero, sobre todo, me gustaban los clientes. Me gustaba ver a Zhoumi y Henry, los fontaneros, que venían casi todas las mañanas y le tomaban el pelo a Jimin acerca de la procedencia de la carne de sus platos. Me gustaba ver a la Dama del Diente de León, a la que llamábamos así por esa mata de pelo cano, que comía un huevo con patatas fritas de lunes a jueves y leía los periódicos del local mientras se tomaba su tiempo para beber dos tazas de té. Yo siempre hacía un esfuerzo por conversar con ella. Sospechaba que sería la única conversación que entablaría la pobre mujer en todo el día.

Me gustaba ver a los turistas, que acudían al subir o al bajar del castillo; a los colegiales chillones, que se venían al acabar el colegio; a los clientes habituales de las oficinas de la calle; y a Nana y a Lizzy, las peluqueras, que conocían el contenido calórico de hasta el último producto de The Buttered Bun. Ni siquiera los clientes molestos, como esa pelirroja que tenía una juguetería y discutía por el cambio al menos una vez a la semana, me irritaban.

Vi empezar y acabar relaciones entre esas mesas, niños que iban y venían entre divorciados, el alivio culpable de esos padres incapaces de cocinar y el placer secreto de los jubilados ante un desayuno de frituras. Toda la vida humana se congregaba aquí, y casi todos compartían unas palabras conmigo, bromas o comentarios sobre las tazas de té humeante. Mi padre siempre decía que no sabía qué iba a salir de mi boca, pero en el café no importaba.

Yo le caía bien a Jimin. Era un hombre de carácter silencioso y decía que tenerme ahí creaba un buen ambiente en el local. Era un poco como ser camarera en un bar, pero sin la pesadez de los borrachos.

Y entonces, esa tarde, después del ajetreo de la hora de la comida, con el local vacío durante un momento, Jimin, que se limpiaba las manos sobre el delantal, salió de los fogones y dio la vuelta al pequeño cartel de CERRADO.

—Vaya, Jimin, ya te lo he dicho antes. No se incluyen horas extras en el salario mínimo. —Jimin estaba, como diría mi padre, más raro que un ñu azul. Alcé la vista.

Jimin no sonreía.

—Ay, no. No he vuelto a poner sal en los azucareros, ¿verdad?

Jimin retorcía una servilleta entre las manos: nunca lo había visto con un aspecto tan incómodo. Me pregunté por un momento si alguien se había quejado de mí. Y entonces me pidió que me sentara con un gesto.

—Lo siento, Tiffany —dijo después de contármelo—. Pero voy a volver a Australia. Mi padre no está muy bien y parece que el castillo va a empezar a servir sus propios refrescos. Tenemos los días contados.

Creo que me quedé sentada ahí con la boca abierta de par en par. Y entonces Jimin me entregó el sobre y respondió a mi siguiente pregunta antes de que saliera de entre mis labios.

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Comments

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skincrisday #1
Chapter 17: Esta historia esta muy linda, pero este es el final?
jcamila #2
Chapter 17: Me encanta esta historia
gea_ly
#3
Chapter 17: cambia el final siiiii!
2597611 #4
Chapter 17: También la amo !!
Karen-14213
#5
Chapter 17: Como amo esta adaptación x2
ditaange
#6
Chapter 16: Ah! Como amo esta adaptación
ditaange
#7
Chapter 16: Ah! Como amo esta adaptación
Karen-14213
#8
Chapter 16: Debo admitir que por este fic estoy retrasando mis ganas de ver la historia original xD
Good Work!
taeny39
#9
Chapter 16: Yah SooYoung se va a llevar a Tiffany con ella. Y TaeYeon es un ángel.
Karen-14213
#10
Chapter 15: Hay... Taeyeon...te amo <3