Fue peor que un sermón. Teddy se sentó en el sofá; Leslie en el suelo, a su lado, descansando la cabeza en su rodilla. Su melena ondulada del color de la miel rodeaba su rostro como una cáscara y Teddy la acariciaba con un gesto reflejo. Chaerin se había estirado en la chaise longue con Matilda a sus pies. Bom permanecía de pie a un lado, jugueteando con las cortinas. Su piel relucía aún más bajo las luces del salón. Seguía pareciéndose a mi prima, claro está, pero con el aspecto que habría en su adolescencia pero madures a la vez. Me costó un montón no quedarme mirándola fijamente cuando entré en la habitación, pero hubo algo que me distrajo. Estaban todos colocados alrededor de mí como si aquello fuera un acto de mediación. Chaerin enderezó la espalda en cuanto me vio llegar. Tomé asiento en un sillón y esperé a que descargaran contra mí lo que tuvieran que descargar.

—Y bien —dije, viendo que nadie parecía dispuesto a tomar la palabra—. ¿Qué sucede?

—Me he enterado de que anoche tuviste visita —dijo Teddy;

Su acento dejaba entrever cierta insatisfacción. Bom se sonrojó avergonzada. Continuó jugueteando con la cortina y estuvo a punto de tirarla al suelo. Se ruborizó más si cabía y murmuró una disculpa a la que Leslie restó importancia con un ademán. Los movimientos de Bom eran torpemente gráciles. Me fijé en la extraña elegancia con la que sus largos dedos lo cogían todo, pero me di cuenta también de que no sabía cómo controlarlos ni dominaba en absoluto su fuerza. Se apartó un poco de las cortinas y con ello estuvo a punto de tropezar con una silla, aunque se recuperó con una facilidad pasmosa. Decidió entonces dejar de moverse de un lado a otro y acabó sentándose.

—La buena noticia es que todo es perfectamente normal —anunció Teddy, mirando a Bom con una desconcertante sonrisa.

—Simplemente estás aprendiendo a moverte, cariño —dijo Leslie para tranquilizarlo—. Todos hemos pasado por eso.

—No todos —susurré, casi para mis adentros, y Chaerin me lanzó una mirada contrariada.

—¡Es que todo es muy raro! —se lamentó Bom.

Hizo entonces el gesto de recostarse en la silla y estuvo en un tris de volcarla. Se mofó de sí misma y , por debajo de sus perfectas y recién estrenadas facciones, creí ver a la chica frustrada que había sido siempre. Cada vez que se enfrentaba a un problema que era incapaz de resolver, fruncía el ceño y perdía su mirada en el infinito. Verla adoptar la misma expresión me tranquilizó.

—Como bien ves, podría decirse que el cambio de Bom ha ido sobre ruedas —me explicó Teddy—. Ha tenido poquísimos problemas y su capacidad de autocontrol es buena.

—¡Pero si jamás en mi vida había controlado tan poco! — dijo Bom en plan de broma.

—Recuperarás todo tu control, y muchísimo más —le explicó Leslie—. Tendrías que haber visto a Chaerin después del cambio. Era un caos.

—Todo el mundo va un poco descontrolado al principio —dijo Teddy—. Y es precisamente por eso por lo que anoche no deberías haber entrado en la habitación donde duerme Dara.

—¡Lo siento! —Por el modo en que lo dijo, comprendí que ya se había disculpado como mínimo un centenar de veces.

—Todo ha terminado bien —dije, restando importancia a la preocupación de Teddy—. En realidad no ha sido gran cosa.

—Sí que lo ha sido —dijo muy seria Chaerin, mirándome—. Si no me hubiese despertado...

—De no haberse alimentado antes de ir a verte, no habríamos tenido tiempo suficiente para intervenir —remató Teddy.

Aborrecía la idea de que Bom pudiera matarme. Todos podían matarme y , según Bom, todos deseaban hacerlo. No me parecía justo que mi prima fuera declarada la única culpable y necesitase vigilancia.

—No volverá a pasar nunca más, y estoy viva —dije.

—Careces por completo de sentido de supervivencia —dijo Chaerin, mirándome con escepticismo.

—Es evidente —repliqué, mirándola a los ojos y sin alterarme— Si tanto me preocupara mi vida, no pasaría mi tiempo libre en compañía de un grupo de vampiros.

—Lo que nos lleva al tema de la reunión —dijo Teddy, aunque no entendí a qué se refería—. Por numerosos motivos, es