Capitulo XXXIV
InstintoLa brisa veraniega se colaba por las ventanillas e inundaba el coche con el aroma verde del parque y el espantoso sonido del tráfico de la autopista. Miré a través del cristal mordiéndome el labio. Los niños jugaban en el césped. El coche estaba en el aparcamiento, con el motor encendido pero parado, y yo no podía dejar de pensar en la posibilidad de que Bom pudiera perder el control del vehículo y atropellarlos. Mi prima estaba por graduarse de la universidad y hablaba sin cesar de sacarse el carnet para así facilitarse las cosas en un futuro. En mi opinión, la culpable de aquella nueva obsesión por los coches no era otra que Chaerin, que conducía automóviles de lujo a velocidades tremendas. Bom experimentó un cambio en el instante en que puso los ojos en su Lamborghini. Por lo visto, esos objetos tan bellos tienen el poder de cautivar a la gente, yo aun no contaba con carnet, y por eso era Chaerin la que impartía las clases y yo estaba muerta de miedo.
Con unas gafas de sol gigantescas, Chaerin ocupaba el puesto de copiloto, pero en realidad no estaba explicándole nada a Bom. Se limitaba, por ejemplo, a señalar un pedal y decir: “Ése es el acelerador. Así que písalo y pongámonos en marcha”. Eso era todo. Por suerte, Bom era una chica prudente y estuvo presionando a Chaerin para que le aportase más información, aunque no consiguió que sus respuestas fueran menos vagas. Debía de ser porque Chaerin estaba cansada. Teníamos sobre nuestras cabezas el resplandeciente sol de una típica tarde de agosto. En condiciones normales sería un momento ideal para conducir, pero la luz del sol tenía amuermada a Chaerin. De hecho, había empezado incluso a bostezar.
Chaerin no era precisamente como todo el mundo. Me gustaba de verdad, más de lo que debería. Era atractiva por derecho propio: hermosos ojos felinos, pelo de un color plateado que despeinado se veía mas tierno de lo que uno imaginaria y una piel inmaculada, pero no la calificaría como una chica irresistiblemente atractiva. Todo lo relacionado con Chaerin y su familia es complicado debido a que son vampiros. En realidad no son peligrosos para la gente, porque en ese caso no permitiría que ninguno de ellos se acercase a mi prima. Sé que Chaerin no haría nada que me pusiera en peligro, al menos no intencionadamente. Carece, eso sí, de aptitudes para controlar el peligro en relación con el frágil cuerpo de los humanos, como en el caso de mi prima. Si tuviéramos un accidente, Chaerin me protegería a mí antes que a Bom, y eso me pone nerviosa.
—¿De verdad están seguras de que quieren hacer esto hoy? —pregunté, y vi por el espejo retrovisor que Bom ponía los ojos en blanco.
—Si piensas seguir así, mejor te llevamos a casa —replicó mi prima, lanzándome una mirada reprobadora. A pesar de su edad, Bom tenía un inconfundible rostro de bebé: mejillas regordetas y unos ojos castaños enormes e inocentes. Cuando me amenazó parecía más una niña enfadada que la adulta que en realidad es.
—Todo irá bien, Dara —me aseguró Chaerin, reprimiendo un bostezo.
—Aquí la sensata soy yo. De modo que si pienso que una cosa irá bien, es que con toda probabilidad irá bien —me recordó Bom.
Llevábamos veinte minutos sin movernos del aparcamiento, pues Bom le había pedido a Chaerin que le explicara todas y cada una de las distintas partes del coche. Y , tratándose de Chaerin, había dedicado una cantidad desproporcionada de tiempo al equipo de música. Bom empezaba a ponerse de los nervios. Mi corazón dejó de funcionar
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