Gracias a Hana, su esposo y los amigos de Yuto la cena fue divertida y animada, me sentí más libre y cómoda. Fue un sentimiento cálido y familiar. Poco a poco el lugar se fue vaciando, todos asegurando que mañana también estarían aquí. Antes de que Hana se fuera pude hablar con ella un poco y quitarme un peso de encima, le dije lo que pasó en la tarde, como Yuto me dejo sin decirme nada más en mi habitación y cómo mi cuerpo reaccionó, haciéndome sentir herida porque él no expresaba mucho hacia mí.

“Yuto tiene miedo de que no seas capaz de recordar lo que ustedes tuvieron”, dijo dándome un pañuelo para limpiar las silenciosas lágrimas que se me habían escapado.

“Él te ama. Siempre lo hará, sólo que… ha perdido confianza en sí mismo por todo lo que ha pasado y no quiere asustarte, por eso se ha estado reprimiendo”

Eso hizo darme cuenta cuán difícil ha de haber sido para Yuto también.

Yuto y yo despedimos a Hana y su esposo en la puerta.

Nos quedamos solos.

Silencio...

“Iré... a mi habitación”, anuncio sintiéndome sofocada por esta incomoda atmósfera.

No debería estar comportándome así, debería de estar obteniendo respuestas, saber más de… nosotros.

“¡Espera!”, Yuto me detiene del brazo, sus ojos grandes con un brillo singular y nervioso. Siento escalofríos cuando sus dedos tocan mi piel. “¿Me harías compañía?”

…

Ambos nos sentamos en las sillas que están en el balcón de su cuarto. Mi corazón late acelerado al sentir la mirada intensa de Yuto.

“¿Pasa… algo?”, pregunto tocando mis mejillas que están ardiendo, puedo apostar que están rojas.

“¿Eh?... Ah no… yo… lo siento. Es sólo que…”, dice nervioso y traga con dificultad, su voz es temblorosa. “…estoy procesando todo…”.

Asiento y suspiro para mis adentros sintiéndome culpable que yo sea la causa por la cual Yuto se tenga que contener y mantener distancia entre nosotros.

Odio esto.

Quiero tocarlo, quiero sentirlo como lo hago en mis sueños y sin darme cuenta alzo mi mano, queriendo alcanzar y tocar su rostro.

Me doy cuenta de lo que estoy haciendo cuando Yuto me mira con pánico y lleno de sorpresa, retiro mi mano pero él me detiene antes de que la regrese a su lugar.

“No…”, dice en voz baja y posa mi mano en su mejilla, dedicándome una suave sonrisa.

Él cierra sus ojos fuertemente, como si lo que estuviera sintiendo no fuera real, el dolor en su rostro, desgarrando mi pecho.

“Lo siento…”, digo en voz baja y él niega con la cabeza.

Nos quedamos así por varios minutos.

“Gaya…”,  abre lentamente sus ojos, mi cuerpo reacciona, la manera en la que pronuncia mi nombre… “¿Puedes... decirme que ha pasado en estos últimos meses?”

Fue fácil para mí decirle que paso después de que yo desperté en el hospital. Su expresión era un conjunto de emociones. Enojo, dolor, preocupación.

Cuando terminé, él parecía estar perdido en sus pensamientos, probablemente procesando lo que le acaba de decir, su mano estaba entrelazada con la mía. Se sentía bien, era un sentimiento extraño pero hermoso estar así.

“Lo… siento…”, dice al fin mirándome herido, “no fui fuerte… no seguí intentando”. Siento la necesidad de envolverlo con mis brazos y protegerlo, cuidarlo, y eso hago.

Puedo sentir la tensión en su cuerpo cuando lo abrazo pero de inmediato se relaja y me abraza de vuelta.

“No…”, digo acariciando su pelo, “está bien…”.

No estés triste… me haces sentir triste también…

Sus brazos jalan suavemente mi cuerpo y me sienta en sus piernas, sus brazos aprietan mi cuerpo al suyo.

Nuestros cuerpos y rostro están muy cerca.

Respiro su colonia, un aroma exquisito, varonil e intoxicante.

Su mano recorre la línea de mi brazo, hasta mi mano, mi anillo de bodas.

Me sonrojo.

La manera en la que me acaricia, se siente… peligroso.

Siento un Deja Vu…

“En el elevador…”, dice mirando aún mi anillo, lo miro confundida, “En el elevador fue donde nos conocimos por primera vez, tropezamos, yo llevaba prisa y te deje ahí sin ayudarte”, dice con media sonrisa. Trato con todas mis fuerzas por recordar eso, pero nada. Todo está en blanco.

“Fuimos vecinos…”, continúa, “nuestro segundo encuentro fue cuando tuviste problemas con tus llaves”

¿Puedo ayudarte?

 “…te di pasteles como disculpa y nos encontramos de nuevo en el club con mi hermana”

Hola vecina

“…y después nos volvimos a encontrar aquella vez en la lluvia donde… nos besamos por primera vez…”

Enfermerás si te quedas aquí toda la noche, chica linda.

“… te lleve a mi hotel”.

No quiero marcas de alguien más en mi chica.

“…e hicimos el amor por primera vez ahí…”, me susurra al oído con voz profunda haciéndome estremecer.

Yo… no puedo, por más que lo intento.

No… puedo... recordar.

Rompo en llanto y me hundo en su pecho sollozando.

“Lo siento… lo siento mucho, dije demasiado. Lo siento”, me dice una y otra vez abrazándome más fuerte.

Niego con mi cabeza, pero no puedo contener lo que estoy sintiendo en estos momentos.

Lo necesito.

“Yuto…”, yo… quiero sentir sus labios sobre los míos, quiero sentirlo tocar mi cuerpo con sus cálidas manos, “lo siento…”.

...

Yuto

Dije demasiado.

La lastimé.

Siento mi corazón destrozarse al verla llorar.

Yo soy quien debería estar pidiendo perdón, pero es ella quien lo sigue haciendo.

“¿Por qué me sigues pidiendo perdón, chica linda?”, ella no responde y la aprieto más a mi cuerpo. “Shhhh, no llores”, beso su cabello suavemente.

Suspiro.

Cuanto había extrañado su dulce y encantador aroma.

Mi hermosa chica, al fin en mis brazos.

Su llanto cesa y poco a poco su respiración vuelve a la normalidad, siento su cuerpo temblar un poco por el frío y ella se acurruca en mi cuerpo protegiéndose del frío.

Se ha dormido.

Sonrío.

La llevo en mis brazos a la cama silenciosamente y la acuesto cuidando en no despertarla y cobijo su cuerpo que conozco tan bien. Limpio las lagrimas de su rostro cuidadosamente.

Admiro su hermosa figura, durmiendo tranquilamente.

“Yuto…”, está hablando en sueños.

“no… me dejes”, murmura pero logro escucharla.

Mi corazón da un vuelco.

“Nunca”, beso su frente.

Nunca.