Capítulo 6: La Detectora de Mentiras
#3 "Sweet Reckoning" (SinRin Ver.)Como todas las noches en los hoteles, no pude dormir bien. Pasé mucho tiempo rogando por paz y claridad, y ahora también tenía la situación de Nayeon en mi mente. No podía pensar mucho en perderla. No pude. Quería tanto hablar con Yennie, pero por lo que sabía estaba flanqueado por los susurradores en todo momento.
Quería llorar de alivio esa noche cuando recibí un mensaje de mi padre.
“¿Dónde estás?”
Le di el nombre del hotel y de la ciudad: Marietta,Georgia.
Esperé, pero no respondió. Después de una hora empecé a preocuparme y consideré en irme del hotel en caso de que alguien hubiera conseguido contactar con el teléfono de mi padre. Justo cuando estaba metiendo las cosas en mi bolso, escuché una dura voz familiar en mi cabeza.
Saludos, hija de Belial.
Me había vuelto buena en controlar mis reacciones, aun cuando mis entrañas se estuvieran licuando del susto.
Azael, respondí telepáticamente.
Me miró detenidamente hacia abajo, sus muy rasgos felinos fijos en un brillo intenso. Mi pulso disminuyó mientras miraba a nuestro aliado espíritu, pero mis nervios estaban disparados mientras esperaba escuchar sus noticias.
Tendrás visitantes Nephilim. Cuidado con lo que dices.
¿Visitantes Neph? Oh, diablos no. Metí la última de mis cosas en el bolso y corrí hacia la puerta mientras Azael se iba. Perdí la calma, dejando salir un grito cuando balanceé la puerta para abrirla y vi a dos personas ahí, una chica joven de cabello oscuro y engominado, y un hombre rubio con afilados pómulos y de ojos helados. Ambos tenían emblemas negros en sus esternones.
―¿Vas a alguna parte? ―preguntó la chica con voz chillona, su acento reemplazando el sonido de la g por j y arrastrando la r. Su identidad me golpeó como una horrible bofetada. (Refiriendose la frase originalmente en ingles “Are you going somewhere”).
Caterina. Hija de Jezebet, el Duque de las Mentiras.
Luché por controlar mi respiración. Caterina puede verse joven e inofensiva, pero sabía que no era así. De cerca, el malvado brillo en sus ojos hizo que se me volteara el estómago. Ella no tenía idea que me había estado escondiendo debajo del muelle en la isla privada del Duque Melchom. No tenía idea de que había presenciado la parte que ella había desempeñado en la muerte de Flynn. Ella era quien le había dicho a los Duques que él estaba mintiendo.
―¿Qué quieres? ―pregunté.
―No estamos aquí para hacerte daño. ―El acento del hombre era grueso y europeo, sonando algo como a ruso a mis oídos no entrenados.
―¿Quién eres tú? ―le pregunté.
―Soy Marek, hijo de Shax. De La República Checa. ―Hijo del Duque del Robo. Sujeté la correa de mi bolso un poco más duro mientras él continuaba―. Y esta es Caterina, hija de Jezebet, de Rumania.
Él sonrió amistosamente. Ella no lo hizo.
―¿Qué quieren? ―pregunté otra vez.
Tuve que tener cuidado, tal como había dicho Azael. Caterina podía detectar las mentiras y absolutamente no era ninguna amiga del tipo Neph.
―Sólo queremos hablar ―dijo Marek, sin perder nunca la sonrisa agradable―. ¿Podemos entrar?
Recordé la semana pasada cuando había visto a papá en Los Ángeles. Él había mencionado la posibilidad de que el hijo de Shax fuera un aliado. Eso me hizo sentir un poco mejor… pero sólo un poquito. Para ser un posible aliado, él no mantenía una buena compañía.
―Ya me iba. Podemos hablar afuera.
Lo último que quería era estar en una habitación con ellos. Sentí el peso ligero de la navaja en el bolsillo, aunque no me gustaban las probabilidades de dos contra uno.
Ellos atestaban la puerta, pero presioné mi salida. La puerta estaba casi cerrada detrás de mí cuando Caterina golpeó su mano pequeña en mi pecho.
―Preferimos hablar en el cuarto ―dijo.
Por instinto golpeé su mano apartándola y azoté la puerta al cerrarla.
―Lo siento, pero prefiero hablar afuera.
―No lo sientes ―se mofó.
Maldición. Estúpida detectora de mentiras. Tendría que cuidar cada palabra que dijera a su alrededor.
―Bien. No lo lamento.
―Está bien, Caterina. ―Marek me sonrió―. Apenas la puedes culpar por ser cautelosa, ¿sí?
Él le dio una mirada que decía algo entre líneas: Relájate, estás asustándola. Ella rodó los ojos y comenzó a dirigirse hacia la puerta de salida al final del pasillo. Parecía un soldado por la manera en que llevaba su pantalón negro y camisa blanca de cuello alto.
―Vamos ―llamó bruscamente.
Marek me lanzó una mirada arrepentida e hizo un ademán con la mano para que fuera la siguiente. Anduve mirando varias veces con desconfianza
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