Capítulo 25: LA CIUDAD DEL PECADO
#3 "Sweet Reckoning" (SinRin Ver.)Eran las seis p.m. cuando capté un vistazo de la infame franja de Las Vegas. Altos edificios y hoteles apiñándose en un grupo apretado en medio de un paisaje árido. Ignoré mis antojos ante la vista de la gente caminando en las calles con alcohol abiertamente, algunos cargando cajas llenas de cerveza. Me mantuve indiferente a la descarga de anuncios que promocionaban mujeres para su venta. Pharzuph se rió entre dientes desde el asiento del conductor.
―Nunca se vuelve viejo esto.
Mientras nos deteníamos en el Hotel Venetian, Pharzuph se volvió hacia Yennie, quien estaba sentada junto a mí en el asiento trasero.
―Desátala, pero toma su mano y no la dejes fuera de tu vista hasta que llegues a la habitación.
―Sí, señor.
Yerin me desató, y yo me froté mis muñecas. Me sacó del auto, tomando mi mano firmemente en la suya mientras sujetaba su bolsa de lona en la otra. Un valet tomó el sedán negro, y los tres caminamos dentro del hotel. Aunque Yerin daba la impresión de ser fría, su mano era cálida y estaba contenta de estar tocándola.
Pharzuph rodeó una larga fila de gente esperando para registrase en el gigante y elegante vestíbulo. Sonrió cálidamente, y nadie se quejó. Era asombroso observar su influencia caprichosa en acción. La empleada de la recepción se sonrojaba y reía mientras colocaba las tarjetas de acceso en su mano esperando.
Caminó a zancadas elegantemente de vuelta hacia nosotros, guiñándole un ojo a la más alta y delgada mujer que jamás hubiera visto. Usaba un elegante vestido plateado, y estaba del brazo de otro hombre, quien no se daba cuenta que ella se giraba descaradamente hacia su tentador. Él era mucho más joven que algunas de las mujeres que lo comprobaban, pero eso sólo se añadía a su encanto, joven, confiado, guapo, musculoso y rico.
―Amo esta ciudad ―se dijo Pharzuph. Le entregó una tarjeta de acceso a Yerin―. Quédate en tu habitación. Enviaré a alguien por ti cuando sea hora de la cumbre. Es probable que sea tarde en la noche antes de que todos lleguen aquí. Estamos planeando para la hora de las brujas, la hora de los demonios si debemos. ―Pharzuph me miró de arriba a abajo, con una mueca de burla en sus labios―. Ella no puede entrar en el club vestida así. Encuentra algo más apropiado.
―Sí, señor.
Sin otra palabra, Pharzuph se alejó. Mi espalda se relajó mientras la distancia era más grande entre nosotros, pero estiré mi oído hacia él, determinada a escuchar a dónde iba y qué estaba planeando. Sabía que Yerin estaría escuchando, pero yo quería escuchar por mí misma.
―Vamos ―dijo Yerin, agarrando mi mano.
Era un alivio estar lejos de la presencia de Pharzuph. Fui rápidamente tomada por el ambiente del hotel. Era como un hotel, un centro comercial de calidad superior, y una galería de entretenimiento, todo combinado. Caminamos por un amplio corredor lleno de diversidad de la humanidad y el ejército de soldados ángeles guardianes, quienes se enfocaban con total devoción en sus trabajos. Me pregunté si todos estos ángeles sabían los peligros que habría en la tienda para reclamar las almas de los humanos esta noche. Todavía trataba de estar pendiente de Pharzuph, poniendo una burbuja de escucha alrededor de él, pero tenía que cambiarla cada vez que se movía, y tomó gran concentración enfocarme en su voz y pisadas, especialmente con todas las distracciones sensoriales.
El Venetian era hogar de un canal interior que era una réplica de un canal en Venecia, Italia. Había botes góndolas e italianos cantando en camisas con rayas rojas y blancas. Los techos redondeados estaban pintados para parecer como un cielo de verano sobre la Piazza San Marco, tan vívido como algo real, si sólo los sonidos no hicieran eco en los escaparates alineados en las aceras.
Yerin trató de guiarme hacia una boutique de vestidos, pero noté el escaparate en la siguiente tienda y me detuve.
Piel.
Mordí mi labio, y la jalé en esa dirección. Hizo una mueca, confundida, pero siguió mi dirección y nos dejó entrar. Una mirada a la temeraria maniquí enfrente de mí, y lo supe. No iba a usar un vestido esta noche. Yerin levantó sus cejas, pero no me detuvo mientras me acercaba hacia los estantes y hacía mis compras, esperando que la ropa fuera de mi tamaño.
De vuelta en el vestíbulo nos tuvimos que apretujar para pasar por una tonelada de gente que quería conseguir una mejor vista del canal y el decorado del cielo. Estaba tan abarrotado que estábamos bien ocultas de cualquiera quien estuviera tratando de mirarnos. Jalé mi mano de la suya y señalé una pregunta hacia Yerin, manteniendo mis manos abajo: ¿Qué es la hora de las brujas y la hora del demonio?
“La hora de las brujas es a media noche. La hora de los demonios es a las tres a.m.”, me devolvió la seña. Entrelazó sus dedos entre los míos sin mirarme. Sólo podíamos quedarnos ahí paradas por un momento, pretendiendo ser una pareja normal, antes de que fuera tiempo de volver a nuestra habitación.
Sabiendo lo que pasaría esa noche, hacía que todo lo que nos rodeaba tomara una extraña distorsión. Las caras felices rodeándonos eran como burlonas máscaras de carnaval. Nos mezclamos silenciosamente a través de la multitud, entonces en los elevadores, y en los largos pasillos. El hotel se sentía como un laberinto, pero Yerin parecía darle sentido.
Todavía podía oír a Pharzuph, sus ruidosas pisadas, y sus palabras ocasionales. Estaba orgullosa de mí misma por seguirle el ritmo mientras estábamos en movimiento en un lugar tan grande y ocupado.
Escuché mientras Pharzuph caminaba dos pisos arriba de nosotras por un pasillo callado en el otro lado del hotel. Él había estado en silencio por algún tiempo ahora, así que tenía que enfocarme en el sonido de sus pisadas contra las alfombras. Se detuvo. Ahora lo escuché tocar y el sonido de una puerta abriéndose.
Yerin y yo doblamos hacia nuestro pasillo.
―Hermano Pharzuph. ¿No te acabo de ver en las cumbres de Suiza? ―El hombre se echó a reír, y reconocí el duro acento inglés que pertenecía al Duque del Adulterio. Mi estómago cayó. La mano de Yerin apretó la mía.
¿Qué estaba haciendo Astaroth en Las Vegas? Viniendo de Londres habría tomado al menos diez horas. Él debió estar más cerca por alguna razón. Entonces se me vino a la mente, probablemente se dirigió a los Estados Unidos cuando escuchó de la Espada de la Justicia, sabiendo que si me atrapaban habría una cumbre.
―Ja ―dijo Pharzuph―. Sí, bueno, esta cumbre va a ser más placentera. Déjame pasar.
Astaroth se rió bajito mientras dejaba entrar a Pharzuph y cerraba la puerta.
―¿Tienes la espada?
―No. Ella la escondió. Esa es la razón por la cual estoy aquí. Necesito un favor ―le dijo Pharzuph. Yerin y yo disminuimos nuestro paso para escuchar mejor―. Sólo tomará un momento. Estoy curioso sobre un posible lazo entre dos personas, aunque probablemente no haya nada ahí. Sólo tengo una sensación irritante y quiero descartarla.
―Ah. ¿Una posible conquista? ―preguntó Astaroth, sonando interesado.
Pharzuph hizo una pausa, y cuando habló otra vez fue en un ruso fluido.
Escalofríos volaron a lo largo de mi piel.
Yerin y yo nos detuvimos donde estábamos en el largo pasillo y nos miramos, ambas escuchando la conversación extranjera teniendo lugar entre los dos Duques ahora. Yo no sabía ruso, y estaba suponiendo por los amplios ojos de Yennie que ella tampoco. Pharzuph había escogido un lenguaje que sabía que no entenderíamos. Sólo había una razón para que hiciera eso.
No quería que supiéramos que iba a llevar a Astaroth a nuestra habitación para revi
Comments