Capítulo 4: Saludos y Despedidas.
#3 "Sweet Reckoning" (SinRin Ver.)Una persistente luz me despertó de golpe a las cuatro de la mañana. Vi a Eunha por la mirilla, y la dejé entrar. Mis ojos se dirigieron hacia el pasillo, pero no había rastro de Nayeon. Era la primera vez que Eunha se había visto algo menos que perfecta. Tenía pequeñas bolsas moradas bajo sus ojos.
―¿Pasa algo? ―pregunté―. ¿Dónde está Nayeon?
―Se fue a casa con tu amigo anoche ―espetó Eunha―. Peleamos por teléfono por ello, pero no me quiso escuchar. Tienes alguna influencia en ese tipo, Eunbi.
―Eunha… ―Hombre, estaba irritable esta mañana.
―No, Eunbi. Esto es realmente serio, y lo sabes. ¡Está diciendo que lo volverá a ver la próxima semana!
La ansiedad se extendió a través de mí como si tuviera urticaria. Este era el peor momento para cualquiera de nosotras para desviar nuestros caminos. Los Duques y los susurradores estarían vigilando. Si comenzaba a viajar frecuentemente a Atlanta, era probable que su padre lo notara.
―Puedes usar tu cosa habilidad de persuasión ―dijo Eunha.
Negué.
―No va a funcionar si quieren estar juntos. Lucharán por ello.
Nayeon estaba desesperada por amor. Y Joo era la clase de tipo para tener una relación, además estaba en un rebote por una chica por la cual había estado loco.
—Voy a hablar con Joo ―le prometí.
Eunha sacó su teléfono y lo metió debajo de mi nariz, preguntando:
―Por cierto, ¿has visto esto?
Tomé su teléfono. Era un artículo de un periódico de Santa Bárbara. El titular decía Estrella Local de Deportes Extremos está comprometida. Había una foto de Sowon y su novia, er… prometida, Michelle, estaban sentadas en una de sus motos, radiantes. Se veían preciosas. Y enamoradas.
―Oh, no ―susurré. Miré la cara descompuesta de Eunha―. Su padre la está obligando.
―Como sea. ―Me arrebató el teléfono de nuevo y se lo metió en el bolso con una mano temblorosa.
―Eunha…
―Me tengo que ir. Ten cuidado. ―Se colgó el bolso al hombro y se fue.
Traté de volver a dormir, pero no podía relajarme. Eunha y yo no éramos exactamente amigas, pero odiaba verla molesta. Nayeon y Sowon eran las únicas personas por las cuales se preocupaba.
A las cinco salí de la cama. A las siete me estaba estacionando fuera de la casa de Joo, recibiendo el aroma de los arbustos de madreselva silvestre. Su casa estaba en silencio, todos estaban durmiendo ya que era sábado. Entré como todo el mundo lo hacía en casa de Joo. Estaba muerto sobre la cama deshecha, tendido en diagonal a través de ella. Me senté junto a él y moví suavemente su hombro.
―Joo ―le susurré.
No se movió. Lo sacudí más duro y dije su nombre más fuerte. Aun con sus ojos cerrados, sonrió y lanzó un pesado brazo sobre mi regazo.
―Joo, soy yo. Eunbi!
Sus ojos se abrieron un poco y alejó su brazo.
―Amiga. Lo siento. ―Su voz se escuchaba aturdida―. ¿Qué hora es?
―Son las siete. Necesito hablar contigo.
Se sentó y se frotó los ojos con el dorso de las muñecas antes de prestarme atención.
―No creo que sea una buena idea para ti saltar sobre Nayeon tan rápido.
Él parpadeó y se rascó su cabello corto con las dos manos.
―No hay nada por lo cual tengas que preocuparte. No puedo creer que hayas venido hasta aquí para decirme eso.
―Lo digo en serio, Joo. Los quiero a los dos y no quiero ver a ninguno sufrir. Además, si Umji se entera…
―Me dejó. Puedo tener un poco de diversión ¿verdad? ―La culpa se deslizaba alrededor de su pecho―. Estamos simplemente pasando el rato.
Le di mi mirada de “sí, claro” y me regreso una sonrisa tímida.
―No vas a decirle a Umji, ¿verdad? ―preguntó.
―Por supuesto que no. ―La ruptura fue principalmente obra suya, pero todavía se pondría como un basilisco de celos si se enterara de que él había seguido adelante con su némesis.
―¿Me odias?
―Por supuesto que no. ―Necesitaba que Joo entrara en razón pero sabía lo que se sentía enamorarse. No había nada qué decir para detenerlo―. Es sólo que Nayeon vive en Inglaterra ―le expliqué―. Y su padre es muy controlador. Nunca la dejaría moverse de allí.
―Sí, lo sé. Pero es una asistente de vuelo, por lo que puede venir aquí en sus días libres y esas cosas.
Sonaba demasiado esperanzado.
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