Prólogo
#3 "Sweet Reckoning" (SinRin Ver.)Si un alma en el salón de cócteles de Las Vegas tenía alguna idea de que los demonios estaban en medio de ellos. Ni un alma creería que los cuatro caballeros que reciben miradas apreciativas y miradas envidiosas eran algunos de los mejores trabajadores del infierno que han caminado sobre la tierra. Los seres humanos pueden percibir su encanto: el poder y el misterio de sus guapas caras, y se sentían atraídos por ellos como mariposas a un brillante néctar envenenado.
Pharzuph, Astaroth, Mammon, y Melchom se sentaban sin sonreír en nuevos trajes pródigos, bebiendo martinis y whisky, discutiendo los eventos de la noche anterior. Habían tomado a cuatro mujeres en la isla privada de Melchom frente a la costa de California, les arruinaron, y luego las abandonaron en el muelle después de prometer transportarlas de vuelta a Las Vegas.
―Me encantaría ver a esas vacas explicándole esto a sus maridos y prometidos ―había dicho Astaroth, el Duque de Adulterio, riendo mientras se alejaban.
Pero la diversión y los juegos habían terminado ahora, y ya era hora para los negocios. Estaban sentados contemplando todo lo que habían aprendido anoche sobre traidores en sus filas y entre sus hijos.
Mammon, el Duque de la Codicia, arremolinaba distraídamente su whisky en el hielo derritiéndose, pensando en el hijo que había matado en la isla. Flynn había sido su hijo favorito Nephilim en siglos, y había resultado ser un Judas desagradecido. El sobresalto de su traición todavía punzaba. Habían pasado muchos años desde que Mammon había matado, y dejó un mal sabor en su boca, no es que nunca lo admitiría a sus hermanos del infierno.
―¿No había dado señales de rebelión antes de anoche? ―preguntó el Duque de la Envidia, Melchom.
―Ninguna. ―Mammon inclinó hacia atrás su copa y la vació antes de golpear la mesa con una mueca.
―Es el momento de decirle a otros Duques. Nos reuniremos esta noche. ―Los brazos de Pharzuph estaban cruzados mientras pensaba.
―Algunos ya han dejado la ciudad ―dijo Melchom―. Como Belial.
―Los llamaremos de regreso ―dijo Pharzuph con una mueca de desprecio―. No podemos dejar que Belial sepa que vamos tras él. Vamos a hacer que piense que estamos sólo sospechando de un levantamiento Neph.
Astaroth se pasó una mano a través de sus ondas rubias hasta los hombros y sacó su teléfono celular, marcando. Los demás escuchaban la conversación con sus sentidos sobrenaturales agudos.
―¿Si? ―dijo una voz con una inflexión francesa.
―Hermano Rahab. Llaman los Duques desde Las Vegas. Tenemos noticias.
Rahab hizo una pausa.
―Muy bien.
―Y una cosa más ―continuó Astaroth―. La vieja profecía.
―¿Qué pasa
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