Un capitulo más, por que yo soy buena gente :3 

Extrañaba a Yerin como loca. Sólo han pasado cinco días desde nuestro video chat, pero se sentía mucho más tiempo. Estábamos tratando de ser precavidas, chatear solo cuando sabía que era seguro, pero era difícil.

Estaba cansada de desplazarme a diferentes hoteles todos los días, salir a sus asquerosos bares sorbiendo Coca Cola para que en caso de que los susurradores vinieran pudiera ponerme en acción. Sólo tenía dieciocho, pero tenía una tarjeta de identificación falsa para comprar alcohol si era necesario. Estaba aburrida, sola e impaciente, esperando a que papá me diera luz verde para irme a la Universidad Estatal de ia.

Estuve sorprendida de ver el número de Eunha llamándome esa tarde mientras me sentaba en mi habitación del hotel, leyendo a un embelesadante “chico extraterrestre”. Los libros eran lo único que podían distraerme de mi ansiosa mente.

―¿Ella está contigo? ―preguntó Eunha, sonando frenética. "Ella" era obviamente Nayeon.

―No.

―¡Mierda! Se escabulló cuando llegamos a los Estados Unidos.

Bajé mi libro y me puse de pie.

―¿Estás aquí?

―No. Estoy en Newark, en la cloaca del maldito mundo. ¿Averiguarás si está con tu amigo y me llamarás inmediatamente?

―De acuerdo.

Colgamos, y llamé a Joo. Timbró tantas veces que pensé que se iría al correo de voz, pero entonces contestó.

―¿Qué onda?

―¿Nayeon está contigo?

―Um… ―Se quedó callado.

―Eso es un sí. ―Suspiré. Esto no era bueno.

Oí a Nayeon decir en el fondo.

―¡Arg! Sólo dile a mi hermana que regresaré a tiempo para nuestro vuelo de mañana.

―Ella sólo quería saber dónde estabas ―dije.

―Bueno, me está sofocando. No tengo que responder ante ella.

―Amiga ―dijo Joo―. ¿Cómo es que ustedes dos pueden escucharse entre sí cuando el teléfono está en mi oreja?

Ambas nos quedamos calladas.

―Le diré que ella está bien ―dije, y entonces colgué.

Eunha contestó inmediatamente y le dije:

―Ella está bien. Está trabajando esta noche, pero volverá a tiempo para su vuelo en la mañana.

―¡Ugh! ―gritó Eunha en el teléfono, y se desconectó.

Cuatro horas después estaba sentada en un banco en el bar, jugando un juego en mi celular e ignorando las miradas de dos hombres cuando Eunha llamó otra vez.

―Necesitamos encontrarnos así puedes llevarme con ellos ―dijo―. Esto tiene que parar.

―¿Estás aquí? No creo que esa sea una buena…

―Sólo encuéntrame. ―Sonaba desesperada.

Nos encontramos en frente del supermercado en Cartersville. Ambas salimos de nuestros autos a la humedad, mirando hacia el cielo y cruzando nuestros brazos.

―Llévame con ella ―demandó Eunha.

Titubeé.

―Creo que Nayeon necesita sacar esto de su sistema ―le dije―. Estoy preocupada de que entre más tratas de detenerla, más se aferrará a él.

Parecía estar apenas conteniendo su ira.

―Lo juro, Eunbi. La encadenaré si tengo que hacerlo, pero no se va a quedar otra noche con él. No permitiré que se arriesgue a sí misma por algún estúpido chico humano.

Tomé una profunda respiración. Estas eran circunstancias delicadas. Si los susurradores atrapaban a Nayeon conectando con un chico, solo por diversión y no por un propósito de hacerlo que engañe, su padre la mataría. Aún peor que eso, los Duques probablemente harían un espectáculo de su muerte como una lección para los otros Neph sobre la importancia de trabajar.

―Si te llevo con ella, ¿me prometes que tratarás de estar calmada?

Eunha me dio una sonrisa tensa.

―Estaré calmada.

No creía eso, pero mientras no podía decirle cómo lidiar con su hermana, sí podía decirle cómo lidiar con mi mejor amigo.

―No puedo dejar que le digas a Joo. Él no lo entiende.

―De acuerdo.

―Está bien, vámonos.

Nos llevé a la casa de Joo y le mandé un mensaje de texto desde el camino con gravilla para hacerle saber que estábamos aquí. No quería entrar o algo.

Eunha me siguió, con una expresión de piedra.

Joo abrió la puerta de su habitación mientras pasábamos por el pasillo. Estaba usando vaqueros y jalando una camisa sobre su cabeza. Abrí mis sentidos para sentir la ansiosa confusión en su aura gris.

―¿Qué pasa? ―preguntó él, mirando de un lado a otro entre nosotras.

―Es difícil de explicar, Joo ―dije.

Su ángel guardián se mantuvo cerca, protector como siempre.

Eunha nunca dejó de caminar, así que Joo dio un paso fuera de su camino y todos entramos en su habitación. Nayeon estaba sentada en la cama con una de las almohadas de Joo en su regazo. Algo sobre ella parecía… estar mal. No podía poner mi dedo en lo que era. Busqué en la habitación, preguntándome de donde estaba viniendo la extraña vibra.

Joo se acercó y se quedó junto a Nayeon, quien le daba a su hermana una mirada desafiante mientras los ojos afilados de Eunha iban de Nayeon a Joo, y de vuelta a Nayeon.

Oh hombre. Ella no se veía feliz. Las gemelas podían sentir lazos románticos entra la gente, todo de la atracción al amor y el matrimonio. ¿Era eso lo que me estaba pasando a mí? Nunca había sentido lazos entre la gente antes, pero no podía ubicar el conocimiento que estaba experimentando.

―Lo siento ―dijo Joo―. Pero no veo cuál es el gran problema. Ambos somos adultos. Nosotros solo estamos… saliendo.

―¿Solo saliendo? ―preguntó Eunha dulcemente―. ¿No enamorándose?

Mi corazón se golpeó con sorpresa. ¿Era eso lo que ella veía entre ellos? Pero… ¡él solo había estado en una relación con Umji! Me sentía mareada. Esto era tan de Joo en dejar que su corazón fuera tomado por otra persona tan rápidamente. Observé a Joo y Nayeon intercambiando una mirada tierna, y, como era de esperarse, una pelusa de color rosa flotando alrededor de Joo. Entonces me miró y sus ojos cayeron al piso, una ola de color gris de culpa cubriendo el rosa.

―Es hora de irnos ―dijo Eunha en una voz de no-te-metas-conmigo.

Nayeon levantó su barbilla.

―No me voy a ir, Habi. Tomaré el vuelo nocturno a Nueva York y estaré de regreso a tiempo para nuestro vuelo.

―No hagas esto ―advirtió Eunha.

Joo la miraba como si estuviera loca. Nayeon lanzó la almohada a un lado y se paró cara a cara con su hermana. Retrocedí en mis tacones y jadeé, golpeando una mano sobre mi boca. Mi cuerpo reaccionó, el corazón palpitando con violencia, las extremidades temblando, un escalofrío de incredulidad bajando rápidamente por mi columna.

―¿Eunbi? ―Joo se acercó y agarró mi mano.

―¿Qué? ―preguntó Nayeon―. ¿Qué pasa? ¿Por qué me estás mirando así?

Rozó una mano por su estómago plano, donde mis ojos se habían centrado.

Dios, por favor. No dejes que esto esté pasando.

El más débil reconocimiento de luz grasosa pulsó en su abdomen.

Me sentí como si pudiera hiperventilar mientras la realidad de la situación se estrellaba contra mí. Nayeon se habría ido en un año. Muerta. Porque estaba embarazada.

―Ustedes chicos… tuvieron o.

Era un comentario grosero bajo cualquier circunstancia, y no podía creer que era lo primero en dejar mi boca. Pero tenía que saber si era de Joo. Si no lo era, él no necesitaba ser parte de esto.

―Amiga. ―Las mejillas de Joo se sonrojaron.

Ellos definitivamente habían tenido o.

Nayeon y eunha se reunieron conmigo, empujando a un lado a Joo, buscando en mi cara respuestas.

―¿Qué es? ―preguntó Eunha.

―Sí, me estás asustando. ―Nayeon cruzó sus brazos, y me forcé a mí misma a dejar de mirarla fijamente. Cuando levanté la vista, podía sentir la humedad de las lágrimas en mis mejillas.

―Lo siento ―susurré.

Estaba asustada de decirlo. Asustada de sacar las palabras y hacerlo real. Un sollozo subió por mi pecho y cubrí mi boca otra vez. Dulce Nayeon.

―Eunbi. ―Joo se acercó empujándose y me susurró―. No llores. No planeamos esto. Sé que es rápido, y… sé que Umji va a estar dolida…

―No es eso. ―Tomé una decisión espontánea.

Joo necesitaba saber en lo que se había metido. Reuní todo el coraje que tenía en mí, tratando de no llorar más fuerte.

―Nayeon. ―Tomé su mano―. Estás embarazada.

Los tres me miraron fijamente. Eunha fue la primera en reaccionar. Agarró mi camisa con ambos puños y me sacudió, gritando.

―¡Cállate! ¡Cierra tu maldita boca!

Joo trató de quitármela de encima, y agarré sus muñecas, mirándola a los ojos.

―Lo siento, Eunha.

Ella me apartó empujándome como si la hubiera quemado, y volvió hacia el escritorio de Joo tropezando, mirándose rabiosa. Nayeon se quedó inmóvil con sus ojos amplios.

Joo me fulminó con la mirada.

―Esto no está genial. ¿Por qué dices eso?

―No puede estar embarazada ―susurró Eunha―. Ella tuvo la cirugía. Ambas la tuvimos.

La cabeza de Joo se balanceó hacia ella, con una mirada de confusión en su cara. Me preocuparía por él en un minuto.

Ahora mismo, mi mente buscó por una posible repuesta.

―Nosotros sanamos rápido. ¿Tal vez la cirugía se corrigió a sí misma antes de que tuviera oportunidad de ser efectiva? Pero… me pregunto, ¿por qué no habías quedado embarazada antes?

―¡Eunbi! Oh, hombre. ―Joo se veía en shock, y no podía culparlo.

―Usualmente no… ―susurró Nayeon. Sus ojos estaban vidriosos cuando levantó la mirada hacia mí―. Hago otras cosas, si no puedo evitarlo. Tú sabes… ¿Cualquier cosa excepto eso?

―Una trabajadora media idiota, justo como tú ―murmuró Eunha.

―¿De qué demonios están hablando ustedes chicas? ―Joo ahora sonaba frustrado.

Eunha lo ignoró y gritó.

―¡Esto es estúpido! No puede ser posible que sepas que ella está embarazada, Eunha. ¡Estaría con menos de una semana!

―Siempre he podido sentirlo ―dije. Abrí mi boca para explicar y me volví muy consciente de la mirada de Joo. Me miró como si fuera una extraña. ―Joo ―susurré―. Tengo mucho que decirte.

―Estás siendo rara, Eunbi. Siempre has sido rara, pero esto no está bien.

Mis ojos se humedecieron otra vez. Sus palabras