Capítulo 22: MERCENARIO
#3 "Sweet Reckoning" (SinRin Ver.)Yerin recogió las llaves de mi coche y tomó el asiento del conductor. Me senté junto a ella y me puse uno de los gorros con visera de Joo mientras Yennie dejaba el vecindario. Ella miró el velocímetro como si estuviera impresionada.
―Esta pequeña cosa tiene algo de poder.
―Sí, mi papá probablemente lo tenía en mente cuando lo compró. ―Era triste pensar que papá había comprado mi coche sabiendo que tendría que escapar en él algún día.
Yerin dio un respingo hacia mi gorro. Me preguntaba si me veía estúpida, pero entonces su emblema rojo emitió un pulso cada vez mayor. Ella apartó los ojos y apretó el acelerador con más fuerza, presionándome de nuevo en el asiento. Tenía miedo de mirar a la velocidad que ingresamos en la Interestatal 81.
―¿A dónde vamos? ―le pregunté.
Ella negó con la cabeza, y cuando habló sonaba enojada.
―No tengo idea. A lo profundo de las montañas, supongo.
Froté su hombro para tratar de calmarla.
―Esto es mi culpa ―dijo―. Debería haber tomado un vuelo temprano, ya estarías de regreso en la escuela. Nada de esto hubiera pasado.
Este era el peligro de amar, esperar estar más tiempo juntas, tomar riesgos. Odiaba saber que nos habíamos puesto en peligro, pero era imposible lamentar el tiempo que habíamos tenido juntas.
―Esto iba a pasar de todas formas con el tiempo, Yennie.
―Pero no tenía que ser ahora. ―Sus manos se le pusieron blancas mientras agarraba con fuerza el volante, y apretaba su mandíbula. Me sentí triste por ella, porque sabía que iba a entrar en esto sin ninguna creencia de que sobreviviríamos.
―Tenemos que tener esperanza ―le susurré.
Cuando abrió la boca para decir algo, su teléfono sonó. Mi corazón se aceleró mientras lo sacaba de su bolsillo.
Las dos miramos el número desconocido de Oregón y Yerin maldijo.
Pharzuph.
Me quedé completamente en silencio mientras ella respondió.
―Hola.
―Es Pharzuph. Este es mi nuevo número, para que lo programes en tu teléfono.
Un escalofrío recorrió mi espalda.
―Sí, señor.
―¿Estás en Atlanta?
Yerin me miró conteniendo la respiración. Todavía era raro oír a Pharzuph hablar con una voz de joven americano.
―Todavía no ―dijo Yennie.
―Nos vemos en nuestra antigua casa esta noche a las 9:00 p.m. Estoy volando y tenemos algunas cosas que discutir.
Yerin se aclaró la garganta. Vi que se aceleraba su pulso en su cuello.
―Lo veré a las nueve en punto, señor.
―No llegues tarde. ―Pharzuph colgó.
La mano de Yerin apretó el teléfono con tanta fuerza que me preocupaba que lo pudiera aplastar.
―Sonó como un imbécil. Incluso más de lo normal.
―Oh, él es odioso en este nuevo cuerpo. Vas querer darle una paliza todo el tiempo.
Ella resopló ante eso y casi sonrió. Soltó el teléfono y entrelazo mis dedos. Mantuvimos nuestras manos unidas.
Me volví en el asiento para mirarla.
―Si pudiéramos pasar por Georgia sin ser vistas juntas, me gustaría quedarme a un kilómetro de la casa para escuchar.
―Eunbi…
―No. Tú eras la que quería que estuviéramos juntas, así que necesitas dejarme hacer esto. Si algo te sucede Yerin, te juro que voy a aparecer por allí. Y lo voy a matar.
Por la seriedad de mi voz y de mis palabras, sus ojos se estrellaron contra los míos.
―Sigue hablando así, Eunbi Jung, y voy a tener que sacar este coche del camino.
Sonreí.
―No tenemos tiempo para esto. Te voy a esperar en un lugar cerca y trataré de permanecer fuera de vista.
Me metí en el asiento de atrás, golpeándome en el trasero mientras me movía, me tapé con una manta de Tiff. Al menos de esta manera, desde el exterior, Yerin parecía estar sola en el coche. Volvió la cabeza lo suficiente como para dirigir su mirada ardiente sobre mí acurrucada en el pequeño asiento.
Extendí la mano para empujar su hombro.
―Hey, tus ojos en el camino.
Ella obedeció, alcanzando la radio.
―Trata de dormir.
Las probabilidades estaban en contra de nosotras. Hace un año y medio que había levantado mis manos al cielo y les dije que se tendrían que enfrentar a mí y lo habían hecho. Ahora la profecía estaba a punto de cumplirse, la guerra en la tierra entre los demonios y sus hijas, conmigo liderándolos. Tenía el estómago hecho nudos.
Cerré los ojos por la seguridad de Yerin, y fingí dormir.
**
Yerin hizo el viaje a Atlanta en siete horas, parando una vez por gasolina. Yo estaba atenta, esperando oír que Yerin gritara, “susurradores” en cualquier minuto, pero nunca lo hizo.
Dejamos de hablar cuando nos acercábamos a Atlanta, y Yerin apagó la radio. Cuando estacionó el coche en un estacionamiento, me senté y me sorprendió nuestra ubicación. ¿Una iglesia católica? Di a Yennie una mirada inquisitiva, y me señaló, “La leyenda dice que el agua bendita repele al mal y que es como veneno para los demonios”.
Levanté las cejas. Me gustó esta idea.
Entramos en la iglesia en silencio, buscando en el cielo no vimos nada más que nubes de verano. El interior era fresco, tranquilo, y vació. Vimos la estatua de un ángel al mismo tiempo, sostenía una gigantesca concha que servía de recipiente para el agua bendita. Yerin se movió rápido, llenando un frasco vacío que había sacado de su bolsillo.
“Alguien viene”, me señaló. Saca tu cuchillo. Rápido.
Las dos sacamos nuestros cuchillos. Seguí su ejemplo, mojando la cuchilla afilada en el agua bendita, todo el tiempo sintiéndome culpable por contaminar el líquido bendecido de tal manera.
Corrimos por la iglesia justo cuando se oyeron unos pasos por un pasillo cercano. Cuando nos subimos al coche y aceleró desde el estacionamiento, miré hacia atrás y vi a un hombre como un ángel de la guarda mirándonos. En un gesto amable, el sacerdote hizo la señal de la cruz en el aire, como si nos bendijera. Me tumbé en el asiento de atrás y sonreí.
La siguiente parada de Yerin fue en un lugar de alquiler de coches. Eran las siete de la tarde cuando estábamos en el estacionamiento paradas una frente a la otra. No nos atrevimos a tocarnos en caso de que algún susurrador estuviera fuera. Traté de verter todo mi amor y apoyo a través de mis ojos, y ella dejó escapar un silencioso suspiro antes de señalar: ¿Estás tan hambrienta como yo?
Contuve una risa, y asentí. Ahora que lo mencionaba, me moría de hambre. Absolutamente no podíamos comer juntas. Había llegado el momento de separarnos hasta que Pharzuph se fuera. Me invadió el nerviosismo. Los ojos de Yerin dieron una última exploración al cielo antes de que se inclinara hacia adelante para un rápido y casto beso en mis labios.
Me pondré en contacto una vez que se haya ido, señaló Yerin.
Traté de ocultar mis miedos mientras señalaba: Voy a estar cerca escuchando.
Odiaba la idea de que
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