Capítulo 9: ¿Yerin o el Mundo?
#3 "Sweet Reckoning" (SinRin Ver.)
¿Ahora qué?
Seguía sin saber nada de papá. Quería hablar con desesperación con Yerin. Me sentía preocupada por Joo, Eunha, Nayeon, Sowon, y Tiff. Y aquí me encontraba conduciendo sin rumbo por ia.
Una tonta parte de mí quería estar cerca de Tiff y Joo, aunque no pudiéramos estar juntos realmente.
Me detuve por gas en un pequeño pueblo, admirando la vista de las montañas Blue Ridge contra el azul profundo del cielo nocturno. El escenario se vio abruptamente arruinado cuando dos viles seres alados bajaron volando y rodearon el auto, observándome. Mierda.
Ignorándolos, arranqué el coche y regresé a la I-81.
Nunca me dejarían sola.
No había dónde esconderse o escapar de los susurradores. Estaba siendo observada y seguida. Podía intentar encontrar una iglesia como Joo, considerando que los espíritus y los Duques no entrarían. Pero aun así sabrían dónde me encontraba, y enviarían a sus lacayos humanos tras de mí. Todo lo que podía hacer era intentar permanecer un paso adelante.
Incluso en las rutas abiertas, rodeada por una inmensa belleza terrenal, me sentí atrapada.
¿Dónde estás, papá? ¿Qué se supone que haga ahora? Mi brillante plan para hablar con Marek había sido un enorme fracaso.
No lloraría, pero mis ojos ardían y mi respiración se sentía irregular.
Lo último que papá había aconsejado, y todas las Neph estuvimos de acuerdo, era fingir que trabajábamos. Quizás eso es lo que debería hacer. En lugar de correr y esconderme, podía dirigirme a la universidad. Era el plan de papá para mi vida. Mi siguiente “lugar de destino”, donde simularía ser una estudiante a la vez que salía de fiestas. ¿Descolocaría a los Duques si seguía con mi charada de trabajo en vez de correr y parecer culpable? A esta altura valía la pena intentarlo.
Me dirigí a Blacksburg, registrándome en un hotel ya que los dormitorios no estaban abiertos.
Dormitorios, universidad. Tendría todo al alcance de la mano para ir de fiesta en fiesta, debería estar emocionada y sin embargo no lo estaba. Ni siquiera podía estar emocionada por la bella ciudad o la divertida atmósfera.
Me removí inquieta durante toda la noche. Sudando a pesar del viento del aire acondicionado. Todo mi cuerpo dolía, y luché contra la urgencia de salir y comprar más calmantes, preocupada de tomar más de los que debería. Me desperté a las seis a.m. de un sueño vago y borroso.
Las sábanas estaban enredadas alrededor de mis caderas cuando llamaron a la puerta, y mi ritmo cardíaco salió disparado. Me desprendí de las mantas, y agarré la pistola eléctrica y el cuchillo de la mesita de noche. Este hotel no tenía ventanas o puerta por la cual escapar. Mi cerebro giró.
¿Eran los hijos de Thamuz? Yuju había dejado bastante herido a uno de ellos, no podía imaginarme que ya estarían en camino. El personal del hotel no llamaría a la puerta tan temprano. Tenía que ser un Neph o un Duque. Lo susurradores debieron encontrarme mientras dormía. ¿Eran otra vez Marek y Caterina? Con un gran esfuerzo me obligué a extender mi audición fuera de la puerta y susurré:
―¿Quién es?
―Yerin Jung. Hija de Pharzuph.
Mi respiración quedó atascada y mis órganos internos dieron un vuelco. Era su voz. Pero, ¿por qué sonaba tan formal? ¿Y qué demonios estaba haciendo aquí? Corrí hacia la puerta, ¡Sin mirilla!
Me quedé parada frente a la puerta, temblando.
―¿Qué quieres?
―Tengo que hablar contigo. Abre.
O realmente era ella, y algo terrible estaba sucediendo, o alguien estaba haciendo una malditamente buena imitación.
―No estoy aquí para lastimarte ―habló con suavidad, pero su tono sonaba peligroso.
No quería estar asustada de Yerin. Mi Yennie. Pero todos mis instintos hicieron que apretara con más fuerza el agarre que tenía sobre el cuchillo.
Tragándome la humedad de la emoción, giré la perilla. Cuando abrí la puerta, mi corazón se disparó. Definitivamente era Yerin, pareciendo como si hubiese permanecido despierta toda la noche. Su cabello largo y su flequillo colgaba despeinado alrededor de un estallido de brillantes ojos azules y un rostro endurecido. Junto a ella, flotando con una maliciosa sonrisa, había un susurrador.
Estaba confundida, nerviosa, eufórica, asqueada. Había traído un susurrador directamente hacia mí… o quizás el susurrador había llevado a Yerin. El ladrón humano de bragas no había funcionado. Tampoco Marek o Caterina o los hijos de Thamuz. Así que los Duques enviaban a Yerin. El hecho me hizo sentir aliviada en cierto sentido, no debían sospechar de ella. Ella estaba a salvo, por ahora.
Entonces, ¿cuál era el plan de Yerin?
Mi pulso no se calmaría. Yerin agarró el filo de la puerta por encima de mi hombro y dio un paso hacia adelante, haciéndonos entrar a la habitación.
Me di cuenta de que había bajado completamente la guardia cuando sentí su mano envolverse alrededor de la mía, cerrando mi cuchillo y deslizándolo en su propio bolsillo. Le dio a la “pistola de luz” una mirada graciosa antes de sacarla de mi asidero y tirarla al suelo. La puerta se cerró, y el susurrador se empujó a través de ella, observando cómo Yerin me hacía retroceder contra la pared.
Con el espíritu mirando, tenía que fingir que no la amaba, al igual que hacía ella, incluso si eso dolía. En la vida normal no podía soportar mentir. Pero cuando los susurradores y los Duques estaban involucrados, la suerte estaba echada.
Puse mi palma sobre el pecho de Yerin y enderecé los brazos, dándole mi mirada más feroz. Su estallido rojo explotó.
―Retrocede, hija de Pharzuph ―advertí.
Una sonrisa depredadora se extendió por su apuesto rostro, y el repulsivo susurrador se deslizó más cerca.
―Sólo estoy aquí como una precaución ―canturreó Yerin―. Para asegurar que la hijita de Belial se está comportando apropiadamente. ―Su voz sonó como lo había hecho durante nuestros primeros encuentros; despectiva y sombría. Era tan apropiado que la hubieran enviado a ella, la hija de Lujuria, para asegurarse de que yo no era virgen. Dejar que mi lujuria por ella se apoderara de mí era algo que no podía hacer. Si la empuñadura celestial, la Espada de la Justicia, sentía alguna falta de pureza en mi corazón, no me permitiría manejarla. Tenía que ser angelical para usar una reliquia de ángel.
―Escuché que ni siquiera te gustan las chicas Neph ―respondí.
Se echó a reír, apartando el cabello de sus ojos con un giro de la cabeza y avanzando nuevamente.
―No me gustan. Pero estoy dispuesta a hacer sacrificios por un mal mayor.
Tragué saliva. Era convincente. Demasiado convincente.
Sólo está montando un espectáculo, me dije.
―Entonces, ¿qué estás diciendo? ―pregunté―. ¿Los Duques no creen que esté trabajando? ¿Es por eso que están enviando a cada Neph a interrogarme y luchar conmigo?
Su pausa ante la mención de otros Neph fue minúscula, pero la conocía lo bastante bien como para notarlo.
―Sólo cubriendo todas las bases. Saben que estás empujando alcohol, pero no eras una trabajadora experimentada en esa cumbre, ¿no?
―Eso fue hace año y medio ―gruñí―. Ahora soy más experimentada.
―Pruébalo.
Su boca golpeó la mía con una oleada de feromonas calientes y cítricas y su cuerpo me presionó contra la pared. Me había olvidado de mi omóplato hasta que una cresta de dolor me atravesó, y gimoteé. La sentí dudar, como si pudiera detenerse para pre
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