¡No!
Bésala tú por míJessica apartó la mirada del gran ventanal que dominaba la estructura central de la oficina. No se veía nadie en la calle, el calor se había llevado por delante coches, peatones y toda clase de vida.
Se quedó ensimismada un momento en la escena cotidiana del bloque de edificios de enfrente.
Una chica descorría las cortinas, se desperezaba, como si acabara de despertarse. Ahora se iría a preparar un café, tal vez té, y Jessica pensó que había dos clases de personas diferentes: las que toman té por las mañanas o las que necesitan una buena dosis de cafeína para empezar la jornada.
Escuchó una voz a sus espaldas:
— Hyuna te está esperando en la sala de conferencias.
Jessica asintió con la cabeza, un poco resignada. Se plisó los pantalones y aspiró hondo. Estaba preparada, llevaba meses diseñando aquella campaña. Rodolfo estaría contento. Y sin embargo, nada de esto conseguía elevarle el ánimo. Su mente estaba en otra parte y por más que intentaba traerla de vuelta, no conseguía centrarse.
¿No?
No.
¿Por qué no?
Porque no.
Seguía doliendo igual que aquel día.
No hacía mucho de ello, tal vez ese fuera el motivo, que no había pasado tiempo suficiente, que su piel todavía estaba morena, que a veces le parecía poder escuchar la brisa marina o sentir el olor del mar golpeándole la cara. Pensó que las cosas mejorarían, empezaría a sentirse mejor, poco a poco, aunque en ese momento no sabía cómo ni cuándo.
Miró su teléfono móvil antes de entrar en la sala de reuniones. Este gesto lo repetía a menudo, sin saber por qué. En principio esperaba un mensaje o una llamada.
Tiffany se lo habría pensado mejor, le pediría perdón por el último día, le diría que había sido una tonta por dejar que se fuera de aquel modo tan triste y desolador, sin una despedida, sin nada, dejando todo flotando en el aire.
Recordó haber hecho el intento de despedirse de ella la noche previa a su partida.
Llamó a su puerta pero se encontró la habitación vacía y su corazón se hundió. «Se ha ido a pasar la noche con unas amigas», oyó que le decía alguien.
Jessica se giró y vio a Bo parada en medio del pasillo. Parecía preocupada o triste, al igual que lo estaba ella.
Asintió y se fue al sofá cama, aunque no consiguió pegar ojo en toda la noche.
A la mañana siguiente, Tiffany tampoco estaba. Seguía en casa de esas amigas, quienes quiera que fueran.
Y eso fue todo.
Unos días después sin noticias suyas.
Casi como si se hubiera muerto.
¿No?
No.
¿Por qué no?
Porque no.
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