— Por eso no te preocupes, yo me encargo del billete. Le diré a Solar que te lo gestione. Va a ser fabuloso, ya lo verás. Te esperamos.

Jessica asintió con la cabeza. Se despidió de su jefa y dejó el móvil sobre la encimera de la cocina. Ya estaba hecho. Hyuna se encargaría de abonar el billete y le haría saber hora y fecha tan pronto lo tuviera en sus manos.

Las risas se escuchaban desde el interior de la casa.

Jessica descorrió la fina cortina de hilo y vio a Krystal, atacando con una pistola de agua a Tiffany, que corría por el jardín para intentar zafarse de su hermana pequeña mientras So Min intentaba poner orden. Ese día se habían quedado todos en la piscina, hartos de tanta playa.

Jessica se fijó en el moreno que lucía toda su familia. Varios días al sol les habían dado un aspecto saludable, incluso ella tenía ahora buen color.

La escena era de lo más cotidiana: dos familias pasando el día a los pies de la piscina. Había risas, conversaciones cruzadas, juegos y reinaba la paz. Todos parecían felices y, sin embargo, al contemplar la escena, se sintió ajena, como una espectadora que la estuviera observando a hurtadillas.

Este pensamiento consiguió entristecerla. Los días anteriores había estado segura de que darle el “sí” a Hyuna era la mejor decisión. Sunny estaba de acuerdo. A su madre le parecía una excelente idea: «Por fin el ascenso que tanto deseabas». Aunque a regañadientes, So Min estaba conforme con su marcha precipitada. Y a pesar de todo, la duda y la tristeza se habían instalado en su corazón.

Quién iba a decírselo… unas semanas antes estaba deseando irse de allí, poner tierra de por medio con Tiffany y su familia, y ahora le sucedía justo al contrario: iba a echarlos de menos.

Jessica sabía que gran culpa de esto la tenía Tiffany y su nueva, aunque todavía inestable, amistad con ella. ¿Amistad? Sí, bueno, algo así, pensó al verla correr por el jardín.

Krystal la había alcanzado y las dos estaban inmersas en una lucha encarnizada cuerpo a cuerpo. Al final se cayeron a la piscina y salpicaron a Bo, que acabó empapada en su tumbona, protestando.

Jessica sonrió con diversión y entonces Tiffany emergió del agua, todo sonrisas. Tenía una sonrisa preciosa y estaba espectacular, preciosa. A Jessica le encantaba observarla así, al natural, muy lejos de la imagen que solía preparar cada día en el espejo. Esta era la Tiffany que más le gustaba, la que hacía que su corazón palpitara con fuerza, por quien siempre había sentido algo, ahora lo sabía.

Tiffany hundió la cabeza de Krystal en el agua tirandola con todas sus fuerzas a la piscina, que sumergió la cabeza entre chapoteos y protestas. «¡Te lo tienes merecido, pequeña villana!», le gritó Fany , entre risas. Y Jessica volvió a sonreír, comprendiendo la fascinación que empezaba a sentir por su excompañera de clase. Le gustaba todo de ella, incluso esa relación semi maternal que había establecido con su hermana pequeña.

Entonces, como si la realidad le hubiera golpeado de pronto, meneó la cabeza, desconcertada por sus propios pensamientos.

Aquello tenía que cesar. No podía seguir pensando en estos términos de Tiffany. En breve ella regresaría a Madrid y tendrían que despedirse. Tiffany retomaría su vida en Busan, tal vez regresara con Nichkhum o conociera a otro hombre que la haría un poco más feliz.

Y por su parte, Jessica tendría que hacer lo mismo. Dejaría en Uljin la planta de Taeyeon, ya no la necesitaba, es más, su presencia conseguía irritarla. Pasaría página e intentaría recomponer su vida muy lejos del recuerdo de Taeyeon o incluso del de Tiffany. Era un capricho veraniego, nada más. En cuanto regresara a Seúl, todo volvería a su sitio, las cosas serían como antes.

¿Pero cómo qué?, pensó, un poco desconcertada.

La vida fabulosa que otros imaginaban no existía en realidad. Su trabajo le gustaba, pero no tanto como para aguantar la bipolaridad de Hyuna a todas horas. Y su vida en la capital consistía, básicamente, en la supervivencia: llegar a fin de mes, trabajar a destajo, quedar con los pocos amigos que tenía solo de manera ocasional, conocer a mujeres que prometían mucho inicialmente y que luego siempre acababan decepcionándola… No, en Seúl no aguardaba por ella nada especial.

Su vida distaba mucho de ser fabulosa y ni siquiera un ascenso podría parchearla. Ayudaría, claro que sí, al menos económicamente hablando, pero también implicaría muchas más horas de trabajo, encadenarse a la rutina estajanovista de Hyuna, olvidarse de fines de semana largos, de amigos, de novias, de… todo, en realidad.

¿Era eso lo que quería? ¿Para eso había estado trabajando los últimos años?

Al mirar a su familia, pasándolo en grande en la piscina, no estaba tan segura de ello.

Decidió salir y sumarse a la diversión. Su padre estaba disfrutando de un sorbete de limón y su madre parecía tener un mojito en la mano. Reinaba el buen humor.

— ¿Un mojito? ¿A estas horas? — preguntó, anonadada. Eran las seis de la tarde. Yonghwa se echó a reír al ver la cara de sorpresa de su hija.

— ¿Algún problema? — protestó So Min —. ¿Pensabas que las jóvenes eran las únicas que se divertían?

— No, no, si yo no digo nada.
 
—Anda, hija, tómate un mojito y quítate esa cara de sabueso que llevas — sugirió Yonghwa, yendo hacia la mesa en donde habían improvisado un minibar cargado de hielo picado, ramas de hierbabuena y azúcar. Jessica lo observó y prefirió no objetar nada. Sabía que no procesaba demasiado bien el alcohol a esas horas, con el estómago vacío, pero no le vendría mal animarse un poco. Se sentó en una tumbona que quedaba libre al lado de su madre.

— ¿Va todo bien? Tienes mala cara — se interesó So Min. Jess se encogió de hombros.

— He estado hablando con Hyuna. Va a hacerse cargo ella del billete, así que ya está hecho. Me voy — afirmó, suspirando con congoja. So Min miró a su hija, sorprendida. La conocía lo suficiente para saber cuándo necesitaba la atención de su madre y aquel era el momento.

— Ven, demos un paseo mientras tu padre te prepara el mojito — le propuso con ternura.

— Pero…

— No discutas. Tu madre también tiene derecho a pasar un rato contigo.

Jessica refunfuñó pero se puso en pie igualmente, mientras su madre se dirigía hacia el fondo del jardín. La perrita las siguió entusiasmada, pidiendo atenciones.

Jess cogió una pelota del suelo y empezó a lanzársela para que corriera a recogerla.

— ¿Qué es lo que te preocupa? — le preguntó So Min en susurros, mientras se alejaban de la zona en donde estaban los demás.

Sica no pudo evitar captar la mirada interesada y curiosa de Tiffany, que no perdía detalle de toda la escena.

— Nada, no sé.

— Pero pareces triste por la llamada de Hyuna. Pensaba que deseabas ese ascenso.

— Y así es. Llevo muchos años trabajando para lograrlo. Me lo tendría que haber dado hace tiempo, pero no sé, a veces me entran dudas. ¿Sabes esa
sensación de desear mucho una cosa y sentirte un poco perdida cuando por fin la has conseguido?

— Sí.

—Pues es algo así — le resumió Jessica—. O, al menos, eso creo — dijo, agachándose para recoger la pelota que le había traído Lana. La lanzó de nuevo y aprovechó la ocasión para mirar en dirección a la piscina. Sus ojos se encontraron entonces con los de Tiffany, detalle que So Min no perdió de vista.

— ¿Todo esto tiene algo que ver con Tiffany?

— Mamá, por favor, no empieces.

— ¡Solo pregunto! Aunque no lo creas, no estoy para nada en contra de que hayan… — So Mindudó unos segundos, como si no supiera cómo expresar aquello—… estrechado lazos, por decirlo de alguna manera.

— No hemos estrechado nada. Tan solo hemos enterrado el hacha de guerra. Y no te preocupes, Tiffany solo me besó para fastidiar a su madre. Le siguen gustando los hombres más que a un tonto un lápiz.

— Y ese es el problema, ¿verdad? — Los ojos de So Min se entrecerraron con suspicacia. Jessica sintió que se ponía tensa. No estaba acostumbrada a mantener ese tipo de conversación con su madre. Ella nunca había querido saber nada de su vida amorosa. La respetaba, pero se mantenía convenientemente al margen.

Así había sido desde el principio y como eso, otras muchas cosas, como por ejemplo, su vegetarianismo. Todo aquello que So Min no comprendía en su hija, pasaba a convertirse en un tabú, así que Jessica no entendía aquella repentina actitud de madre preocupada y protectora.

Había deseado muchas veces que ocurriera, pero no estaba segura de que llegara a tiempo.

— La verdad es que no sé si me apetece hablar de esto, mamá — le contestó con sinceridad. No deseaba herir sus sentimientos, por lo que eligi