Zolpidem podía leerse en la etiqueta del recipiente naranja que sostenía en sus manos.

En realidad, jamás había sido una de esas personas que se dedicaban a consumir algún tipo de medicamento ni para la tos, mucho menos para dormir; pero las extensas jornadas laborales a las que estaba sometida actualmente la habían obligado a caer en ello. El insomnio de había apoderado de ella desde 90 días atrás, al principio le había resultado sencillo lidiar con el dolor en su pecho, el trabajo y el insomnio, pero poco a poco su cuerpo se iba debilitando y por orden del director, había tenido que ir a consulta para recibir un poco de medicamento.

Ya no era lo que había sido alguna vez, ahora mientras se veía al espejo, sólo podía notar las bolsas negras bajo sus ojos, su cabello sin brillo y su piel descuidada, ahora un poco más bronceada gracias a la intensidad de su trabajo, eso era algo que ni siquiera el mejor bloqueador del mercado había logrado vencer. Había perdido casi todo, se había perdido a sí misma desde hace tanto tiempo atrás, que su nuevo aspecto ahora le importaba muy poco, prácticamente nada.

Saco una pastilla del recipiente, la colocó en su boca y bebió un poco de agua de su botella de siempre. El sabor era horrible, pero la calma mental lo valía, al menos por una noche podría dejar de pensar y torturarse; al menos por una noche podía dejar a su mente descansar, aunque para el vacío en su pecho aún no habían inventado algún medicamento.

Salió de la habitación del baño bebiendo un poco de agua después de volver a guardar las pastillas detrás del espejo. No sabía la cantidad de agua que bebía durante el día, perecía que ahora había desarrollado una adicción por las pastillas para dormir y el agua. Mala combinación.

"¿Qué estás haciendo aquí aún?" pregunto ella al ver a aquella mujer aún sobre su cama.

"Es muy tarde para salir de aquí ¿No crees?"

Negó con la cabeza lentamente.

La primera vez que había dejado a alguien dormir junto a ella había resultado en un desastre.

"Tienes que irte a casa" sólo tenía unos minutos para sacar a aquella mujer antes de que la calma mental llegase "Tengo que trabajar".

La mujer frunció el ceño, extrañada por aquel pretexto tan común y torpe, trabajar a las once de la noche no era algo que pudiera creerle, sobre todo si ya estaba vestida con su pijama.

"Creí que el llamado sería mañana a la una de la tarde" contestó la rubia "No a las once".

Se encogió de hombros, no tenía muchas fuerzas para poder discutir. Su mente comenzaba a trabajar lentamente y era sólo cuestión de minutos para que quedara derrotada frente a aquella chica de hermosos ojos azules.

"Sólo lárgate a tu casa, idiota" escuchó una voz detrás de ella "Yo conseguiste meterte a su cama, ahora haznos el favor de irte".

Ni siquiera se había dado cuenta en que momento la puerta de su habitación había sido abierta, pero a su lado estaba la chica que algún tiempo atrás no hacía más que provocarle fuertes dolores de cabeza.

Melani se puso de pie rápidamente sin perder de vista a la otra chica rubia en la habitación, en realidad le daba un más miedo de lo que podría admitir en su vida. La vieron abandonar la habitación y segundos después de la puerta principal de aquel nuevo departamento se cerró, indicando que había abandonado el lugar.

"De modelos a actrices" exclamo la rubia en un susurro "Te fascinan las mujeres complicadas".

A penas escuchó aquellas palabras, un nudo en su garganta comenzó a formarse.

"¡Oh mierda!" dijo la rubia después de analizar lo que acababa de decir "Lo lamento mucho, no era mi intensión".

Tomó su almohada y un grueso cobertor de su cama y camino fuera de su habitación, con la rubia siguiéndola de cerca.

El departamento que ambas rentaban no era nada comparado con el que tenía cada una de ellas cuando vivían en San Diego, pera lo suficientemente espacioso para que tuvieran una sana convivencia; poco a poco se habían dedicado a amueblarlo, pues sabían que no durarían demasiado tiempo viviendo en ese lugar. Un sofá, un pequeño sillón individual, una televisión y un comedor para cuatro personas era todo lo que necesitaban por ahora. Afortunadamente el departamento incluía una cocina completa y una habitación de lavado. Tenían todo lo necesario.

Dejó caer las cosas sobre el sofá y las acomodó, como casi todas las noches en las que llevaba chicas a casa. Dormir sobre aquellas sábanas con fluidos ajenos no era una opción. Cada movimiento que hacía, sentía su cuerpo débil, su mente cansada y como sus parpados se cerraban solos, tenía que acostarse lo antes posible.

"Creo que tal vez deberías de incluir en el próximo correo para Jessica una hermosa posdata diciendo que después de todo... soy una psicópata".

A pesar de sentir su cuerpo tan agotado y aquel nudo