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Los ojos color gris detallaban las flores que reposaban a un costado de aquella lápida de mármol ubicada sobre el césped del lugar. El sol no brillaba como de costumbre haciéndole notar que el invierno se acercaba cada vez más rápido de lo que imaginaba y el viento hizo sacudir las hojas de un árbol que se encontraba a su izquierda.

—No te imaginas cómo han cambiado las cosas. —Dijo para luego apretar su mandíbula.

Arregló un mechón de su cabello mientras intentaba esconder el rostro en la ligera chaqueta que llevaba aquel día. Definitivamente el verano ya se había despedido de la ciudad.

—¿Te acuerdas aquella vez que me dejaste ganar en la carrera de alta velocidad en la competencia de atletismo? Todo para poder impresionar a Yerin. —recordó en voz alta y riendo levemente.

Su mente viajó siete años atrás. Aquel día estaba nerviosa porque Yerin iría a verla competir. Para Eunbi estar en el equipo de atletismo era sólo una de las tantas actividades deportiva que amaba. Ya sabía que Yerin había ido a varias carreras sin que se conocieran aún, pero las cosas habían cambiado.

—Te prometí que si me dejabas ganar te compraría aquel CD de Green Day que tanto querías.

Y por supuesto que había cumplido su promesa luego de que durante la carrera su amigo disminuyó su velocidad en el último tramo dejando que ella ganara sin mucha diferencia, ya que pese a todo Eunbi era una excelente atleta.

—Y ahora resulta que Yerin se quiere divorciar de mí...

Se removió en su lugar sintiendo como el frio le congelaba las manos. Tenía una leve capa de sudor por el nerviosismo. Miró la hora en su reloj y volvió a arrodillarse frente a la lápida.

—No tengo idea de que debo hacer... Seguramente tú sabrías que decirme... Te extraño tanto.

Luego de despedirse, limpió suavemente la leve capa de tierra que estaba sobre la superficie de la roca, pasando los dedos por el nombre marcado allí: Noah Jenkis S.

***

Yerin sintió como su hijo se removía en sus brazos despertando de la siesta, por lo cual ella misma también abrió los parpados notando el divertido peinado que tenía su pequeño y cómo éste le examinaba a ella con aquellos ojos grises idénticos a los de su esposa.

—Hola mi vida... —dijo acariciando uno de sus brazos.

El pequeño Noah se removió manifestando que quería bajar de la cama. Yerin lo tomó en brazos y bajó con él a la primera planta donde se acomodaron junto a los juguetes.

Lo observó detalladamente. Tenía el cabello de un color castaño oscuro que no llegaba al negro, la piel del mismo tono pálido que ella y unos grandes ojos grises igual de intensos y característicos como los de su madre. Su hijo le sonrió entregándoles un cohete de juguete y ella le devolvió la sonrisa al notar sus cuatro pequeños y blancos dientes.

—Que haría yo sin ti cariño...

Acarició la espalda de su hijo mientras que éste sólo ponía atención a sus juguetes.

El día estaba más frio de lo que normal aquel otoño en la ciudad, Eunbi había salido luego de que ella llegara del trabajo, pero no había mencionado hacia dónde. No habían hablado en todo el día, pero aún podía sentir en su cuerpo las caricias que Eunbi le había regalado cuando la hacía suya por horas la noche anterior.

¿Se había precipitado en su decisión? ¿Debió haber hablado más con Eunbi antes de decidir pedirle el divorcio?

Ho debía hablar Eunbi, preguntarle si ella ya tenía un abogado, y si entre ellas podían llegar a un acuerdo de divorcio y de la custodia de Noah... O si todo iría finalmente a juicio. Esa tan sola opción le hacía doler el pecho por miedo.

***

Más tarde... Ambas se encontraban en silencio.

Yerin ya había acostado a su pequeño hijo y al llegar a casa habían spaghettis para cenar, los cuales acompañaron con un poco de vino tinto.

—Eunbi... —Fue Yerin quien rompió el silencio— Necesito saber si ya has buscado un abogado.

La castaña dejó el tenedor sobre el plato. Había perdido el apetito.

—No. —respondió secamente levantándose de la mesa.

—Mientras más rápido hagamos esto, menos complicado será todo. —dijo con tono frio su rubia esposa. Eunbi se giró para encararla.

—¿Menos complicado? —preguntó seria.

—¿Podemos simplemente hablar? Lo único que haces es enojarte cuando sale el tema y finalmente no avanzamos nada.

—¿Avanzar Yerin? ¿Avanzar hacia dónde? —preguntó irónicamente empezando a enojarse—Por Dios... Dices que quieres que sea menos complicado, pero ya es complicado. Te quieres divorciar. ¡Tenemos una casa, un hijo una familia!

La castaña parpadeo rápidamente esquivando la mirada de Yerin, no quería ver la frialdad en aquellos ojos marrones, no quería volver a sentir como desconocía a la mujer que estaba frente a ella en la cocina donde varias mañanas había compartido besos para acompañar el desayuno, o cómo discutían el color de la habitación de Noah.

—Sigues culpándome, lo sé... Y créeme me encantaría tener una solución para que dejes de sentir toda esa rabia que tienes contra mí... Pero no puedo devolver el tiempo y deshacer todo. —se desahogó finalmente Eunbi.

Se acercó hacia el lugar donde Yerin seguían sentada, y cuidadosamente tomó con delicadeza su mentón para levantar el rostro de su esposa y detallarlo.

—Yo sigo amándote... Y haría todo lo posible para que no te fueras de mi lado. —dijo la castaña acariciando las mejillas de Yerin quien cerró los ojos con fuerza y dijo:

—Por favor... No. —susurró volteando su rostro y levantándose de la silla.