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—A ver cariño, venga. Cómete todo.  —Dijo un poco divertida Eunbi.

Pero el pequeño sólo acentuó el puchero que tenía en el rostro y comenzó a sollozar nuevamente.  

—Ey, ¿Qué pasa bonito? Pensé que te gustaba la comida que te hago con tanto amor.—Volvió a intentar darle de comer al pequeño de 10 meses que se movía inquieto en su silla para comer, tenía el rostro embarrado de comida, y sus manos se golpeaban levemente contra la pequeña mesita que traía la silla.

—Vale, vale, si no nos comemos todo no habrá fruta luego. —Murmuró la mujer de ojos grises revolviendo los cabellos castaños oscuros del pequeño.  

Suspiró levemente para luego mirar el reloj de la pared de la gran cocina de la casa, decidiendo que era suficiente.

—Tendré que darte un baño, mírate cómo has quedado – Apuntó con un dedo. El pequeño lanzó una leve risa al ver cómo su madre se movía por la cocina, siguiéndola fijamente con aquellos ojos grises que sobresaltaban en su pequeño rostro.

 —Pero debemos ordenar esto, o mamá Yerin se enojará con nosotros.

Eunbi hizo una mueca entre sorpresa y miedo volviendo hacer reír al pequeño, que luego le quitó la atención para jugar con sus manos llenas de comida.

—¿Qué te parece si después del paseo por el parque vamos a buscar a mamá Yerin al trabajo? —dijo  y el pequeño devolvió la atención a su madre para luego pronunciar algo inentendible, algún monosílabo el cual hizo dibujar una gran sonrisa en el rostro de Eunbi.

—Pero primero, el baño. – Dijo por fin liberando al pequeño de la silla.

***

Yerin forzó una gran sonrisa al ver cómo Eunbi estaba apoyada contra el Chevrolet Trail Blazer 2016 color azul con su hijo en brazos, el pequeño comenzó a mover los brazos rápidamente y a repetir sonidos divertidos llamando la atención de la rubia quien logró apurar sus propios pasos.

—Hola mi vida... Estás más guapo cada día, Dios mío. —Saludó Yerin tomando en brazos al pequeño y llenado de besos sus mejillas.

—Nuestro hijo no se ha comido toda la comida, ¿Cierto? —Acusó con tono serio Eunbi mirando al pequeño.

—Noah Hwng Jung, ¿Cómo es eso?  —regañó la rubia mirando directamente a los ojos a su hijo.

El pequeño hizo una graciosa sonrisa mostrando los pocos dientes que tenía y negando con la cabeza varias veces.

—Debes hacerle caso a mamá Eunbi, lo sabes.

Con una de sus manos le revolvió el cabello y con la ayuda de Eunbi colocaron en la silla de niños de la parte trasera de la camioneta al pequeño.

Ya de camino a casa ninguna palabra salió de su boca, no sabía si era simplemente cansancio, o la situación que tenía su matrimonio. Eunbi a veces le dirigía sonrisas y le apretaba cariñosamente el muslo izquierdo.

—¿Qué tal el trabajo?  —Preguntó finalmente la de ojos grises.

—Tranquilo, hay una constructora asiática que está interesada en nuestros diseños. — Respondió  Yerin con tono apagado. Sintió cómo su esposa intentaba estudiar su rostro, lo cual le incomodó, haciendo voltear su mirada en dirección opuesta para detallar lo que había afuera de la ventana.

—Hay comida para ti, por si quieres tomar un baño, comer y dormir.  —Dijo amablemente Eunbi.

—Gracias. —agradeció Yerin a su esposa.

Se puso cómoda en el asiento y cerró los ojos intentando borrar la incomodidad del asunto, no le sorprendía que Eunbi fuera tan amable, siempre lo había sido, incluso desde que se habían conocido en el último año del instituto, cuando ella tenía 17 años y Eunbi 18, ya casi 7 años atrás.

Entre ellas las cosas habían pasado rápido, quizás muy rápido para su gusto, pero en el momento de tomar las decisiones no le había parecido así. En algunas ocasiones pasaba todo el día buscando respuestas del por qué a veces dudaba de todo aquello, no dudaba de que amaba a Eunbi, y por supuesto nunca cambiaría haberse practicado la inseminación y quedar embarazada del hijo que tenían juntas. Pero Yerin lo tenía claro, y aunque muy pocas veces había salido de su boca, ella sabía que seguía culpando a Eunbi de que el embarazo de Noah se complicara y finalmente el pequeño hubiera sido un prematuro que pasó casi 2 meses en neonatología en el hospital sin poder irse a casa