capitulo 9

Taeyeon en mis pensamientos...
 

Aquel invierno, yo sonreía sin poder evitarlo cada vez que taeyeon entraba en una habitación o aparecía en la parada de autobús o en la esquina donde hubiéramos quedaron: era como si mi cara tuviera voluntad propia. Nos veíamos todas las tardes que podíamos y los fines de semana, y nos llamábamos casi todas las noches; y aun así, no nos parecía suficiente: a veces quedábamos en llamarnos desde una cabina a la hora de comer. Era todo un alivio que yo nunca tuviera muchos problemas con los estudios, porque me pasaba las clases como en una nube mientras le escribía cartas a taeyeon o me perdía en mis fantasías.

La campaña de recaudación de fondos se desarrolló a mi alrededor sin que yo le prestara demasiada atención. Prometí contribuir con algo de dinero, escuché los discursos de Sally y Walt y hasta les ayudé a recolectar las aportaciones de los otros alumnos, pero nunca terminaba de estar ahí, porque mis pensamientos solo los ocupaba taeyeon. Las canciones que sonaban en la radio, de repente, me recordaban a taeyeon ya mí; los poemas que leía parecían estaban escritos especialmente para nosotras. Empezamos a mandarnos los poemas que más nos gustaban. Me habría gastado todos mis ahorros en comprarle plantas si no hubiera sabido lo mucho que le molestaba que yo tuviera dinero a menudo y ella no.

Seguíamos encontrando cosas de san francisco que enseñarnos; era como si estuviéramos viendo la ciudad por primera vez. Una tarde me di cuenta, y se lo mostré a taeyeon, de cómo la luz del sol se reflejaba en la fachada de su feo edificio y lo hacía brillar, casi como si hubiera una lámpara misteriosa escondida en el interior de sus muros anodinos. taeyeon me enseñó los ailantos, unos pequeños árboles que crecen bajo las rejillas del metro y las alcantarillas y que se estiran buscando el sol. En verano daban cobijo a los dragoncitos que viven bajo las calles, me contó entre risas.

Muchos elementos de aquel invierno fueron… mágicos; vuelve a ser la única palabra, y gran parte de aquella magia era que, al margen de lo mucho o poco que tuviéramos que ofrecer de nosotras, siempre queríamos darle más a la otra.

Un sábado, a principios de diciembre, conseguimos que nuestros padres nos dejaran salir a cenar juntas.

—¿Qué problema hay? —Me había dicho taeyeon; había sido idea suya—. ¿Es que la gente no sale a cenar en las citas y esas cosas? —Sonrió y me dijo formalmente—: tiffany hwang, me gustaría que fuéramos juntas a cenar. Conozco un restaurante italiano genial…

Era un restaurante italiano genial. Estaba en West Village y era diminuto: no debería tener más de diez o doce mesas, y las que estaban junto a la pared, donde nos sentamos nosotras, estaban separados por biombos de hierro decorados, así que disfrutábamos de la ilusión de la privacidad. También estábamos en penumbra; la luz principal procedía de una vela dentro de una botella de Chianti. El rostro de taeyeon parecía amónico y dorado, como el de una mujer de un cuadro renacentista.

—¿Qué es esto? —Pregunté señalando un nombre largo en el menú mientras resistía las ganas de tocar la maravillosa cara de taeyeon—. ¿ Scapeloni al marsala ?

taeyeon soltó una carcajada tan cálida como la luz de la vela.

—No, no —me corrigió—. Scaloppine. Scaloppine alla marsala .

- Scaloppine alla marsala —repetí—. ¿Qué es?

—Es venado exterior ella—. Vitello . Como lonchas finas de venado con una salsa sensacional.

—¿Está bueno? —Pregunté, pero seguía pensando en cómo había dicho vitello , con una pausa musical entre las eles.

taeyeon se rio otra vez y se besó los dedos de la mano derecha. Después abrió la mano y la alzó, en el gesto estereotípico que habíamos visto la semana anterior en una película sobre Venecia.

—¡Está genial! Oferta—. Mi abuela los hace.

Las dos cenamos scaloppine alla marsala , precedidos de un entrante y regados con una ilegalísima media botella de vino. Después, taeyeon me convenció para que probara un dulce maravilloso llamado cannoli , y luego tomamos un espresso .

Y allí seguimos, sin que nadie nos pidiera que nos marcháramos. Nos quedamos hasta tan tarde que tanto mis padres como los de taeyeon estaban furiosos cuando volvimos a casa.

—Ya nunca avisas, tiff ofreció mi padre, y murmuró algo sobre cuánto le gustaría que quedara con alguien que no fuera taeyeon—. No quiero ponerte hora de llegada, pero no es seguro que dos chicas deambulen por san francisco por la noche.

Mi padre tenía razón, pero, when estaba con taeyeon, el tiempo real se detenía y, cada vez más a menudo, a las dos se nos olvidaba llamar para avisar.

leo seguía bromeando con que estaba enamorada y preguntándome de quién, y Sally y Walt empezaron a mencionarlo también, hasta que al cabo de un tiempo dejó de importarme. Aunque se estuvieran haciendo una idea equivocada, también tenían razón. Pronto dejó de resultarme difícil admitirlo (ante mí misma, quiero decir, porque a taeyeon se lo decía sin parar) y accept que ella me lo dijera a mí.

Ya nos resultaba más fácil tocarnos: por aquel entonces solo nos besábamos, nos dábamos la mano o nos abrazábamos, nada más. No hablábamos mucho sobre lo que suponía ser homouales o no; la mayor parte del tiempo hablábamos sobre nosotras. Entonces lo importante éramos nosotras, no las etiquetas.

El día que nevó por primera vez fue un sábado. taeyeon y yo nos intentamos llamar por teléfono en el mismo momento una y otra vez, obteniendo siempre el tono de ocupado durante diez minutos. No recuerdo quién de las dos consiguió contactar por fin, pero una hora más tarde corríamos como locas por Central Park. Nos tumbamos en la nieve a hacer ángeles y nos tiramos bolas de nieve. Incluso construimos un fuerte con la ayuda de tres niños y su hermano mayor, que tenía nuestra edad, y después todos nos compramos castañas y pretzels y nos sentamos a comer en un banco hasta que los niños tuvieron que irse a casa. Algunas castañas estaban podridas; lo recuerdo porque taeyeon dijo al tirar una:

—Es la primera señal de que la ciudad se muere, las castañas podridas.

Me reí cuando dijo aquello, porque sabía que las cosas más desagradables de san francisco ya no le molestaban tanto. Los chicos también se rieron.

taeyeon y yo fuimos a patinar sobre hielo unas cuantas veces e intentamos que nuestros padres nos dejaran ir a esquiar a Vermont, pero no lo conseguimos. El padre de taeyeon nos llevó a nosotras, a la abuela ya la madre de Annie a Westchester en el taxi justo antes de Navidad para ver las luces de las casas de la gente, y todos ellos me desearon buon Natale cuando me llevaron a casa.

La tarde de Navidad, le regalé un anillo a taeyeon.

—Ay, tiff ofrecer mientras rebuscaba en el bolsillo de su abrigo. Estábamos en el Paseo y acababa de empezar a nevar—. ¡Mira!

Se sacó del bolsillo una cajita del mismo tamaño que la que le acababa de entregar yo.

Miré a nuestro alrededor por si había gente y después le di un beso en la punta de la nariz; ya casi había caído la noche y, además, no me importaba si alguien nos veía.

—¿Tengo una sonrisita igual de tonta que la tuya? —Le pregunté.

—Idiota —respondió—. Abre tu regalo.

—Tú primero.

—No puedo, me tiemblan las manos. Y sabes lo que pasa si me quito los guantes.

—Si te quitas los guantes los pierdes, sí. Pero eso no pasará si me los das a mí. —Extendí la mano—. Yo te los sostengo, unicornio, ¿vale?

—Vale, vale.

Se los quitó y forcejeó con el lazo metálico de la cajita con una torpeza maravillosa que nunca había visto en nadie tan grácil como taeyeon.

—Por el amor de Dios —dije—. ¡Si está atascado, lo arranco de un mordisco!

—¡De eso nada! Es el primer regalo de Navidad que me haces y pienso conservarlo intacto, con lazo y todo… ¡Ay, tiff!

Por fin había conseguido abrir la caja. Observó el anillo dorado, con una gema de color azul pálido, que había encontrado en una tienda de antigüedades de la avenida Atlantic, al final de Brooklyn Heights.

—Tiff, tiff… oferta, mirándome fijamente maravillada—. No me lo creo. —Hizo un gesto hacia la caja que me había dado ella—. Abre el tuyo.

Le devolví los guantes y me guardé los míos en los bolsillos. Abrí la caja que me había dado y encontré un anillo dorado con una gema de color verde pálido:

no idéntico al que le había regalado yo, pero casi.

—Yo tampoco me lo puedo creer —dije—. Aunque… en parte sí.

—Es una señal.

—Venga ya.

—Lo es, tiff; sé que lo es.

—Las ciencias ocultas —dije con voz intencionadamente pomposa— les corresponde la única forma de aventurarnos a explicar este tipo de coincidencia, y las ciencias ocultas no son…

taeyeon me echó los brazos al cuello y me besó, aunque cuatro niños trotaban por el camino nevado que iba desde Clark Street hasta el Paseo y se tiraban bolas de nieve.

—Como no te pongas el anillo inmediatamente, te lo quito —me susurró taeyeon al oído—. ¡Y eso también es ciencia! —Se echó hacia atrás y me miró con las manos aún sobre mis hombros, los ojos brillando con un suave resplandor y la nieve que caía derritiéndosele sobre la nariz—. Buon Natale, amore mio —susurró.

 

—Feliz Navidad, mi amor —respondí.

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Mis padres, leo y yo fuimos al instituto de taeyeon a ver su recital, que se había pospuesto hasta después de Navidad a causa de la nieve. taeyeon ya me había contado muchas veces que el único profesor decente en todo el instituto era el de Música, y que el único departamento que intentaba hacer alguna actividad extracurricular era el de Música, ni siquiera el de Educación Física. En cuanto escuché a taeyeon cantar aquella noche, entendí que el departamento daba recitales por contar con alguien como ella.

Escuchar a taeyeon cantar en el recital fue muy diferente al primer día en el museo oa escucharla tararear por su piso, el mío o por la calle, cosas de las que ya había sido testigo un par de veces. Sabía que tenía una voz preciosa y también, por la vez del museo, que era capaz de transmitir mucho cuando cantaba, pero lo de aquella noche fue muy superior a todas esas certezas combinadas.

Los otros chicos del recital eran buenos, tal vez tan buenos como yo había esperado que lo fuera taeyeon; pero, antes de empezar a cantar, ella miró al público como diciendo: «Hay una canción muy bonita que quiero que escuchen», como si quisiera hacernos un regalo. Tuve la sensación de que los asistentes sospechaban que se avecinaba algo inusual: cuando taeyeon les miró, dejaron de hablar, tranquilos, felices y expectantes; y, cuando empezó a cantar, no se oyó una sola respiración. Miré de soslayo a mis padres ya leo para ver si eran mis sentimientos por taeyeon lo que me hacía pensar que era buenísima, pero por sus caras y las de otra gente (no solo su familia, que parecía un punto de explotar de orgullo) supe que todo el mundo pensaba lo mismo que yo.

No sé muy bien crítico cómo describir la voz de taeyeon o si alguien sería capaz, excepto tal vez un musical. Su voz es de soprano baja (el nombre técnico es mezzosoprano ) y un poco ronca; no áspera, solo intensa. Según mi madre, afina en todo momento. También la controla a la perfección: taeyeon es capaz de conseguir que su voz inunde la sala cuando quiere, pero también sabe convertirla en un susurro suave pero audible.

No obstante, no era nada de eso lo que dejaba al público sin pestañear cada vez que taeyeon cantaba. De nuevo, era el sentimiento que le ponía, un sentimiento como el que me atrajo a mí hasta ella en el museo, solo que mucho más amplificado. La voz de taeyeon tenía tanta espontaneidad y revelaba tanto de ella misma que daba la impresión de que ella había escrito las canciones o que incluso se las inventaba sobre la marcha, como había hecho en el museo. Cuando cantaba algo triste, me daban ganas de llorar y, cuando cantaba algo alegre, me notaba sonreír. Mi padre dijo que a él le había pasado lo mismo, y mi madre mantuvo una larga conversación con taeyeon la tarde siguiente sobre dedicarse a cantar de forma profesional. Sin embargo, taeyeon dijo que todavía no estaba segura de eso; eso sí, sabía que quería estudiar Música y seguir cantando, aunque hiciera otras cosas. leo, a pesar de que era tímido con las chicas, le dio un gran abrazo tras la actuación y le dijo:

—Qué voy a decirte, taeyeon, has estado genial.

 

Yo tampoco sabía qué decirle. Sobre todo quería abrazarla, pero al mismo tiempo me tenía fascinada: se trataba de una nueva taeyeon, una taeyeon a la que apenas conocía. No sé qué hice ni qué le dije; creo que le apreté la mano y le dije algo tonto. Más tarde, ella me dijo que no le importaba lo que pensara nadie, excepto yo.

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Ese invierno pillé una gripe terrible, creo que a finales de enero. La noche anterior me siguieron bien, pero a la mañana me levanté con la garganta super irritada. La cabeza me retumbaba como si estaba en medio de una estampida. Mi madre me obligó a volver a la cama y venía a verme cada dos horas para darme algo de beber. Creo que solo recuerdo la poco habitual visita del médico a domicilio porque casi me ahogué con las pastillas que mi madre me hizo tragar cuando se fue.

En algún momento de aquella primera tarde, oí voces al otro lado de mi puerta. Antes mi madre solo había dejado que leo me saludara desde el umbral y era demasiado pronto para que mi padre hubiera vuelto a casa, así que sabía que no era ninguno de los dos. Y entonces vi a taeyeon a mi lado, mientras mi madre protestaba desde la puerta.

—No pasa nada, señora Whang —decía taeyeon—. Yo ya he pasado la gripe este año.

—Mentirosa —susurré cuando mi madre por fin se fue.

—Fue el año pasado, qué más da taeyeon, dándole la vuelta al paño de mi frente para ponerme el lado más frío—. Tienes que encontrarte fatal. —Me puso la mano en la mejilla.

—No es que me encuentre mal, es que estoy como ida. Como si flotara muy lejos de aquí. —Busqué su mano—. Y no quiero estar lejos de ti, pero lo estoy. - Tenía que estar muy enferma de verdad, porque apenas podía concentrarme, ni siquiera en taeyeon.

Ella me acarició la mano con suavidad.

 

—No hables dicho—. No dejaré que te largues flotando. Si te sujeto, no te irás. Te mantendré aquí, amor. Sssh. —Empezó a cantar en voz muy baja y dulce y, aunque yo seguía ida, era como si estuviera entre nubes y la voz y la mano de taeyeon fueron mi ancla con la Tierra.

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No siempre hablábamos cuando estábamos juntas; no hacía falta. Eso era sorprendente y puede que fuera lo mejor de todo; aunque no lo pensábamos mucho, simplemente ocurría. Hay una leyenda griega —o, ahora que lo pienso, algo que escribió Platón— que dice que los amantes son en realidad dos mitades de la misma persona. La gente vaga por ahí en busca de su otra mitad, y, cuando la encuentran, se sienten finalmente completos y perfectos. Lo que impresiona es que, según esa historia, todo el mundo formaba parte al principio de una pareja unida por la espalda, y algunas parejas estaban compuestas solo de hombres, otras de mujeres y otras de hombres y mujeres. Esta gente fue a la guerra contra los dioses y, como castigo, los dioses los cortaron por la mitad. Por eso, algunos amantes son heterouales y otros homouales:

La primera vez que oí esa leyenda, creo que en mi primer año de instituto, me encantó por lo justa, adecuada y sensata que me pareció. Ese invierno comenzó a pensar que era cierta porque, cuanto más nos conocíamos taeyeon y yo, más sintió que ella era la otra mitad de mí.

Puede que lo más raro fuera que, conforme avanzaba el invierno, taeyeon y yo siguiéramos sin tocarnos mucho más que en Navidad, cuando empezamos. No obstante, ese invierno nos dimos cuenta de que queríamos hacerlo. Bueno, sobre todo yo me di cuenta, ya que era algo muy nuevo para mí. Y, cuanto más cuenta nos dábamos, más intentábamos evitarlo.

 

O era yo la que intentaba evitarlo. Al menos al principio…

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Estábamos en la habitación de taeyeon; sus padres estado salido y su abuela estaba dormida. Escuchábamos ópera en la radio, sentadas en el suelo. Yo había recostado la cabeza en el regazo de taeyeon y ella me acariciaba el pelo; después, bajó la mano con suavidad por la garganta y hasta el pecho, y yo me levanté hacia la radio y toqueteé el mando con alguna excusa tonta que era mentira, como: «Se está yendo el volumen»…

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Estábamos en mi cocina; mis padres y leo estaban viendo la tele en el salón. taeyeon se había quedado a cenar y fregábamos los platos. La abracé desde atrás y noté su cuerpo tan pegado a mí que no estaba segura de si el pulso que sintió era el suyo o el mío. Pero, cuando se giró hacia mí, me apresuré a coger un paño y un plato…

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Después comenzó a pasar también al revés: taeyeon comenzó a apartarse de mí. Me acuerdo de una vez que íbamos en el metro y era tan tarde que, durante un rato, no hubo nadie más con nosotras en el vagón. Me incliné para besar a taeyeon y ella se puso rígida, manteniéndose lejos de mí…

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Lo peor era que no nos atrevíamos a hablar de ello, y nos enredamos tanto que comenzamos a malinterpretarnos cada vez más a menudo, con lo que la comunicación sin palabras que tanto atesorábamos se debilitó muchísimo. Comenzamos a pelearnos por cosas muy tontas, como la hora de quedar o lo que íbamos a hacer, o si taeyeon iba a venir a mi piso o yo al suyo, o si íbamos a coger el metro o el autobús.

La peor pelea sucedió en marzo.

Habíamos ido al Museo Metropolitano. Taeyeon llevaba siglos pegada a la reja del coro medieval y yo quería ir al Templo de Dendur.

—Si no hay nada que ver —dije molesta. Tenía la impresión de que se limitaba a mirar fijamente la reja—. A estas alturas ya te conocerás todas las florituras. De verdad, ¿Cuántas barras de estas hay? —Señalé una de las varas verticales de la reja.

taeyeon se volvió hacia a mí hecha una furia; nunca la había visto tan enfadada.

—Oye, ¿por qué no te vas a ver el templo de las narices si es lo que quieres? Algunas rezamos mejor a oscuras, ¿vale? Tú probablemente no rezas nunca, porque ya eres muy pura y estás muy segura de todo.

Un guardia echó un vistazo en nuestra dirección, como intentando decidir si mandarnos callar o no. Todavía no habíamos gritado, pero íbamos de camino.

 

Yo me enfadé lo suficiente como para ignorar todo lo que taeyeon me había dicho hasta después. Simplemente me di la vuelta y me fui al templo, dejando atrás al guardia. Estuve allí una media hora antes de darme cuenta de que la pelea la había empezado yo, pero, cuando volví a la reja del coro para disculparme, taeyeon se había ido.

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—¿Me ha llamado taeyeon? —Pregunté con despreocupación cuando volví a casa sobre las seis y media.

—No —respondió mi madre, que me lanzó una mirada peculiar.

Creo que no dije una palabra durante la cena y, cada vez que sonaba el teléfono, me sobresaltaba.

—Tiff se ha peleado con alguien —canturreó leo alegremente. Era la tercera vez que corría hacia el teléfono y tenía que pasar a otra persona, que casi siempre era él—. taeyeon y tú os habéis peleado por algún chico, ¿no, tiff? Eso o…

—Ya está bien, leo dicho mi madre, sin dejar de mirarme—. ¿Es que no tienes deberes?

—A lo mejor él no tiene, pero yo sí —dije, y me metí en mi habitación dando un portazo.

Sobre las diez, mientras leo estaba en la ducha, llamé a taeyeon, pero su abuela me dijo que se había ido a la cama.

—¿Podrías… podrías ir a ver si sigue despierta? - pregunté con cuidado. Hubo una pausa, y después la abuela me dijo:

—Taeyeon y tú habéis discutido, ¿no, tiff?

—Sí —admití.

Casi la veía asentir con la cabeza.

—Eso me ha parecido cuando la he visto llegar. Estaba nerviosa. Mejor la llamas domani , ¿eh? No es asunto mío, pero a veces la gente necesita tiempo.

Sabía que tenía razón, pero no quería dejarlo ahí. No irme a la cama pensando que taeyeon estaba enfadada conmigo, o que quería le había hecho daño de alguna forma imperdonable.

—Podrías… ¿podrías decirle que lo siento? —Dije.

Ella pareció aliviada.

—Claro, yo se lo digo. Pero ahora colgamos. Llama mañana, ¿vale?

—Vale —dije, y colgué.

Mi madre me puso la mano en el hombro apenas solté el auricular.

—Tiff —empezó—, ¿quieres que hablemos? Pareces muy disgustada, cariño, ¿qué…?

 

Pero me deshice de ella y volví a correr hacia mi habitación, donde leí sonetos de Shakespeare hasta la madrugada y lloré cada vez que pasaba por los que le había copiado y enviado a taeyeon.

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La tarde siguiente, volví medio corriendo a casa desde el instituto para llegar antes que leo; sabía que mi madre tenía una reunión y quería asegurarme de estar sola cuando llamara a taeyeon. Pero taeyeon me esperaba en la puerta de mi edificio, sentada en los escalones con una chaqueta de leñador roja y negra que no había visto antes.

Me sorprendí tanto de verla que me paré en seco, pero ella se levantó enseguida y vino hacia mí, con los brazos caídos lánguidamente a los lados. La chaqueta le estaba tan grande que parecía ser de otra persona.

—¿Quieres dar un paseo? —Preguntó. Parecía demacrada, como si no hubiera dormido mucho más que yo.

Asentí con la cabeza y caminamos en silencio. Yo le daba vueltas al anillo de taeyeon sin parar con el pulgar y el meñique, preguntándome si taeyeon querría recuperarlo.

taeyeon se apoyó en la barandilla cuando llegamos al paseo de Brooklyn Heights, y me pareció que intentaba seguir el trayecto del ferry de Staten Island a través de la niebla.

—Taeyeon —dije finalmente—, taeyeon, yo…

Se volvió hacia mí, con la espalda apoyada en la barandilla.

—Mi nana me dijo que llamaste y que te disculpaste oferta—. Te perdono. Pero…

—¿Pero? —Dije, con el corazón latiéndome a mil. Ella no había sonreído aún, y yo tampoco

Pero se giró hacia el puerto con el pelo moreno flotándole alrededor—. tiff, tú y yo somos como el templo y la reja del coro, tal y como pensé el día que nos conocimos, aunque entonces solo lo sospechaba. Tú eres… eres de verdad como el templo, llena de luz, sigues adelante felizmente sin prestar mucha atención a nada; y yo soy sombría como la reja del coro, como la sala en la que está. Creo que siento demasiado y quiero demasiado, y… - Se giró hacia mí otra vez. Tenía una mirada de total desolación—. Quiero estar contigo en el mundo real, tiff, contigo y por ti, pero… pero no hacemos más que huir todo el rato, o tú huyes… tiffany, no quiero tener miedo de esto, de la… la parte física de mi amor por ti. Pero me haces tener miedo y sentirme culpable, porque es como si pensaras que está mal,

-¡No! —Interrumpí con un grito, incapaz de contenerme—. No, taeyeon, no creo que sea algo sucio… No quiero causarte miedo —terminé con torpeza.

Durante un instante, ella pareció esperar a que yo dijera algo más, pero no fui capaz en ese momento.

—Rezaba de verdad en el museo oferta en voz baja—, cuando te enfadaste tanto. Rezaba para ser capaz de ignorarlo si es lo que quieres. No el amor, sino la parte física de él. Pero creo que verme obligada a hacer eso me da más miedo que enfrentarme a ello.

A través de mi embotamiento mental, me di cuenta sin asomo de duda de que, a pesar de todo lo que taeyeon acababa de decir, yo sí que deseaba desesperadamente tocarla y abrazarla. Entonces conseguí volver a hablar.

—No es cierto que quiera ignorarlo —dije con cuidado—. Y no sigo adelante sin prestar atención a nada. —Me detuve al notar que taeyeon me cogía la mano, y vi que tenía los puños apretados—. A mí también me da miedo, pero no porque piense que está mal o algo así. Al menos, no lo creo. Es… es más que nada que es muy fuerte: el amor, la amistad y todo lo que tenemos. —Creo que por fin me di cuenta de ello mientras lo decía.

—Pero siempre te alejas de mí ella.

—Tú también.

—Ya ... ya lo sé.

Las dos volvimos a mirar hacia el puerto entonces, como si nos acabáramos de conocer y fuéramos presa de la misma timidez del primer momento.

 

Al menos, después de aquella tarde fuimos capaces de empezar a hablar de ello.

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—En parte es por no encontrar el momento adecuado. Parece que nunca queremos lo mismo al mismo tiempo —dije.

Estábamos sentadas en el sofá del salón de mi piso. Mis padres y leo han salido, pero no sabíamos cuándo volverían.

—No creo —respondió taeyeon—. Es lo único que no sabemos de la otra, lo único que no nos dejamos compartir. Es como si bloqueáramos los canales, porque… porque nos da mucho miedo, tiff. La pregunta clave es por qué. —Me tomó la mano—. Ojalá pudiéramos… no sé, dejarnos llevar y que pase lo que tenga que pasar, sin pensar tanto en ello.

Me acarició la mano suavemente con el pulgar, y su mirada tenía un brillo suave que no he visto nunca en nadie más. Y en taeyeon, solo cuando ella me miraba.

—Te prometo que intentaré no apartarme la próxima vez .

—Yo ... yo también te lo prometo —respondí yo, con la boca tan seca que las palabras sonaron raspadas—. Ahora mismo, creo que no sería capaz de parar nada de lo que empezara.

Pero al cabo de unos minutos oímos la llave de mi padre en la cerradura, y nos alejamos con un salto culpable la una de la otra.

Y fue entonces cuando empezamos a tener otro problema: no estábamos solas de verdad en ningún sitio. Por supuesto, a veces no había nadie en el piso de taeyeon o en el mío, pero siempre teníamos miedo de que llegara alguien. No tardamos mucho en utilizar ese miedo para enmascarar el otro más profundo: nos seguía dando cosa y había mucha represión entre nosotras.

 

Pero tal vez, y creo que esto es cierto, tal vez solo necesitábamos algo de tiempo.

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