capitulo 11

Taeyeon en mis pensamientos...
 

Cuando volví a casa más tarde aquel mismo día, mientras me repetía que no debía llamar a taeyeon porque ella necesitaba descansar sin interrupciones antes de la actuación, me encontré a leo en la puerta, agitando un gran sobre en cuya esquina se podía leer Instituto Tecnológico de Massachusetts.

¡Era la carta de aceptación!

Es increíble lo que puede hacer por tu ego el hecho de que una universidad te acepte, pero cuando además es la única universidad a la que quieres ir y la única que crees que puede enseñarte lo necesario para lo único que quieres ser… Bueno, es como si te dieran un billete para el resto de tu vida, o para una gran parte de ella.

No podía permanecer callada, así que al final sí que llamé a taeyeon. Y resultó que a ella la habían aceptado en Berkeley. Decidimos ir al Jardín Botánico de Brooklyn al día siguiente pasara lo que pasara, para celebrar la primavera, las aceptaciones y la llegada de las vacaciones de la semana siguiente (las suyas comenzaban el mismo día y duraban lo mismo, porque había reuniones extraordinarias de profesores en su instituto después de la semana oficial de vacaciones de los centros públicos).

Después, cuando colgué el teléfono y fui a la cocina a cenar, mi padre sacó una botella de champán, con lo que la familia Whang al completo estaba de lo más contenta cuando fuimos a la parte alta de la ciudad a escuchar a taeyeon cantar.

No creo que el champán fuera el motivo por el que taeyeon me pareció tan hermosa aquella noche, ya que me di cuenta de que la mayoría del público la observaba con una expresión soñadora y distante en el rostro. Para mí, el concierto lo dio ella sola, aunque cantaron otros tres alumnos y alguien tocó el piano (muy bien, según mi madre). taeyeon llevaba puesta una falda larga de pana de color azul claro que parecía de terciopelo, y una blusa de manga larga de color crema. Llevaba el pelo peinado a un lado, y relucía tanto bajo los focos que en un momento dado me encontré apretando los puños de las ganas que tenía de acariciárselo.

 

taeyeon me había dicho que cantaría sobre todo para mí aquella noche, y que estaba deseando que escuchara una de las canciones en especial. Cuando comenzó a cantar la única pieza de Schubert del programa, alzó la mirada por encima del público y su rostro adquirió aquella expresión particular. Era como si vertiera todo su ser en su voz. Los ojos se me llenaron de lágrimas al escucharla, aunque la canción estaba en alemán y no entendí nada; hizo que quisiera darle a taeyeon todo lo que yo era, para siempre.

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—¡Claro que era esa la canción que quería dedicarte! —me dijo al día siguiente en el Jardín Botánico cuando le pregunté por la pieza de Schubert.

A nuestra espalda había colinas de narcisos y nubes de flores de cerezo, y olía a flores por todas partes.

 

taeyeon volvió a cantarme la canción de Schubert, esta vez en inglés.

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«Mi canción suplicante suavemente se dirige a través de la noche hasta ti.

Te espero en el bosque silencioso.

Amada, ven a mí».

—Se llama Ständchen —explicó al terminar—. Significa serenata. —Y después—: Te he echado mucho de menos, tiff, con tantos ensayos.

Una pareja de ancianos vino hacia nosotras; la mujer llevaba una bolsa de tela y el hombre llevaba el trípode pequeño de una cámara. Iban cogidos de las manos que tenían libres y, cuando se hubieron marchado, taeyeon y yo nos cogimos de la mano también.

Dimos un largo paseo, de la mano cuando no había nadie y, alguna vez, también cuando pasaba gente, porque a nadie parecía importarle y la posibilidad de encontrarnos con alguien a quien pudiera extrañarle (nuestra familia o gente de nuestros institutos) nos parecía muy remota. A veces, taeyeon me decía los nombres de las flores por las que pasábamos, y a veces yo hacía intentos de adivinar sus nombres. Me equivocaba a propósito.

—Tulipán —dije una vez ante un narciso. taeyeon soltó su risa maravillosa, así que probé de nuevo al pasar por un terreno de florecitas blancas—. ¿Roble?

—Ella volvió a reír, esta vez con más ganas.

Terminamos en el Jardín Japonés, la parte más bonita del lugar y especialmente en primavera, cuando casi todos los árboles están en flor. Nos sentamos bajo un árbol que se encontraba al lado opuesto del lago desde la entrada y charlamos; cogimos las flores que bajaban flotando, casi rozándonos, y nos las ofrecimos.

Recuerdo que hablamos un poco sobre Sally y lo solícita que se había vuelto, y le conté a taeyeon la reunión extraordinaria del consejo y cómo la profesora Baxter y la directora habían cantado la canción de la Foster. Y hablamos sobre el recital y sobre que había sido el último de taeyeon con su instituto. Eso nos llevó a un tema que habíamos evitado hasta ahora: la graduación y el verano. taeyeon iba a acudir a un campamento de música en

California; yo lo sabía desde hace tiempo, pero creo que ninguna de las dos asimilamos de verdad hasta aquel día que a partir del 24 de junio, el día que Annie se marcharía al campamento, nos separaríamos seguramente hasta Navidad. Eso asumiendo que las dos volviéramos a casa desde la universidad.

Hasta que no llegaron las cartas de aceptación, la universidad nos parecía tan lejana en el futuro que no podía afectarnos; como la vejez, tal vez. Pero ahora era como si, al tener que enfrentarnos a ello, quisiéramos volver atrás y pensárnoslo todo de nuevo: nos sentíamos arrastradas por decisiones que habíamos tomado incluso antes de conocernos y, de repente, el hecho de haber sido aceptadas no nos parecía un triunfo tan grande como el día anterior, cuando nos acabábamos de enterar.

Estábamos sentadas muy juntas mientras hablábamos de eso, y después nos quedamos muy calladas. Sin embargo, tras unos minutos, nos miramos y… no sé cómo explicar esto, de verdad, pero en cuanto nuestros ojos se encontraron, supe que no quería seguir sentada en público con taeyeon mientras simulábamos ser solo amigas. Y supe que ella tampoco quería. Y las dos supimos que ya no teníamos el problema de no querer lo mismo al mismo tiempo y de estar asustadas.

—No hay ningún sitio, ¿verdad? —dijo taeyeon, o al menos eso creo. Si habló, seguramente yo le respondí que no, pero no estoy segura de si llegamos a pronunciar siquiera las palabras.

Permanecimos sentadas un rato más, taeyeon con la cabeza apoyada en mi hombro, hasta que un grupo de gente llegó a nuestra orilla del lago. Entonces simplemente seguimos sentadas sin poder tocarnos.

Esa noche, después de que taeyeon y yo hubiéramos caminado durante todo el día por no hacer otra cosa, estuve dando vueltas en la cama sin poder dormir mientras pensaba en ella… y (esto me da vergüenza, pero creo que es importante) de repente fue como si algo explotara dentro de mí y ella estuviera realmente allí conmigo. Entonces no sabía que una persona pudiera experimentar esa especie de explosión ual solo con pensamientos, y me asusté. Me levanté y di vueltas por mi habitación durante un rato para tranquilizarme. No dejaba de preguntarme si esto le habría sucedido alguna vez a otra persona, y si le pasaba a todo el mundo o solo a la gente que era homoual. Entonces dejé de dar vueltas y el pensamiento me caló como una bomba, mucho más de lo que nunca había permitido: «Estás enamorada de una chica, tiffany hwang, y eso significa que probablemente eres homoual. Pero no tienes ni idea de lo que eso implica».

 

Fui al piso de abajo y busqué la palabra HOMOUALIDAD en la enciclopedia de mi padre, pero no encontré mucha información sobre todas las cosas que sentía. No obstante, lo que más me impresionó fue que la palabra «amor» no aparecía en ningún sitio del artículo, y mira que era largo. Eso me enfureció; era como si quien hubiera escrito aquello no fuera consciente de que los homouales también se amaban. Ojalá los redactores de la enciclopedia hablaran conmigo, pensé mientras volvía a la cama; yo podría contarles algo sobre el amor.

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taeyeon me abrazó y me besó cuando se lo conté. Estábamos en su habitación; yo había ido a su casa a cenar aquel domingo.

—Las enciclopedias no sirven —me dijo, y sacó de su armario la ajada copia de un libro que era obviamente de segunda mano.

Según la cubierta, se llamaba Patience y Sarah, escrito por Isabel Miller.

—Lo tengo desde hace un par de semanas —dijo taeyeon, como disculpándose—. Quería regalártelo, pero… bueno, no estaba segura de cómo te lo ibas a tomar.

—¡De cómo me lo iba a tomar! —exclamé, ofendida—. ¿Y qué creías? No soy un ogro.

—Es que seguías sin parecer segura —dijo taeyeon en voz baja, dándose la vuelta—. Te lo iba a enseñar algún día, de verdad. Ay, tiff, no te enfades, por favor. Es un libro maravilloso. Léetelo, ¿vale?

Me leí el libro y taeyeon se lo releyó, y nos ayudó a hablar de la única parte de nosotras que hasta la fecha no habíamos conseguido abordar. La semana siguiente leímos otros libros también, y quisimos que nos tragara la tierra al sacarlos de la biblioteca. También compramos, aterradas, un par de revistas y periódicos que se anunciaban como para homouales. Yo sentí que descubría partes de mí misma en las personas homouales sobre las que leía. Poco a poco me sentí más tranquila en mi interior, más completa y segura de mí misma; y, por el aspecto que tenía taeyeon cuando hablábamos de ello, supe que ella también se sentía así.

 

Y cuando llegó el primer día de las vacaciones de primavera y taeyeon vino conmigo a darles de comer a los gatos de las profesoras Stevenson y Widmer, nos dimos cuenta de repente de que sí que teníamos un sitio al que ir.

 

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