capitulo 16

Taeyeon en mis pensamientos...
 

Una de las peores cosas que sucedieron aquella primera semana fue que la directora Poindexter interrogó a leo.

El miércoles, después de clase, leo no me dirigió la palabra. Parecía que me evitaba, y yo no tenía ni idea de por qué. Tampoco habló mucho durante la cena, pero más tarde, cuando mis padres veían la televisión, vino a mi cuarto, cerró la puerta y, sin sentarse o mirarme directamente, me confesó que la directora Poindexter le había llamado a su despacho aquella mañana. Dijo que le había preguntado, con muy poca delicadeza, sobre taeyeon y sobre mí, y sobre otras chicas: si yo tenía más amigas que amigos, si alguna vez me había visto tocar a una chica, especialmente a taeyeon…, cosas así.

Aún sin mirarme, leo me dijo que había respondido que no a todas las preguntas sobre chicas y que no lo sabía a las preguntas sobre chicos; en otras palabras, se las había apañado para cubrirme las espaldas sin mentir abiertamente.

Los dos guardamos silencio después de eso, pero él finalmente consiguió mirarme: estaba asustado, dolido, avergonzado y tenía mil preguntas, y recuerdo haber pensado: «Este es mi hermano pequeño, que ha confiado en mí desde siempre». Supe que no podría mentirle del mismo modo que había hecho con mis padres.

Él habló:

—tiff, yo le diré lo mismo a la Poindexter si me pregunta algo más, pero una vez vi que taeyeon y tú os dabais la mano, y es verdad que os tirabais un montón de tiempo juntas en la casa de las profesoras. Así que… ¿es verdad o no es verdad?

Le dije que sí e intenté explicárselo. Cuando acabé, guardó silencio durante un rato largo, y después me preguntó:

—¿Y de verdad crees que tienes que ser así?

En ese momento me tocó a mí callar unos instantes, pero al cabo de un minuto, respondí:

—Creo que soy así, sin más.

leo asintió con tristeza, pero sin ningún tipo de desdén. Me abrazó y se fue.

 

Esa noche, le oí llorar en su habitación.

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Luego estaba taeyeon; el dolor que había visto en su rostro. Nunca me habló de ello. Recuerdo que se saltó las clases y vino a Brooklyn la tarde del día que vi a Sally en la Foster. Ni siquiera avisó antes, porque temía que le prohibiera venir. Mi madre había salido a comprar y, cuando abrí la puerta y vi a taeyeon allí, solo pude abrazarla y aferrarme a ella, especialmente porque el dolor persistía en su mirada. No quería ni pensar en cómo habría tenido que sentarle que la profesora Baxter irrumpiera en la habitación y la pillara como lo hizo, y que tanto ella como Sally la hubieran tratado como si fuera una puta.

—TIFF, Tiffany, ¿estás bien? —me preguntó mientras me acariciaba el pelo.

—Eso creo… ¿Y tú? —respondí.

—Bueno, nadie sabe con seguridad que soy lesbiana excepto tú y las profesoras Stevenson y Widmer —dijo con suavidad, y me acarició la cara—. Sally y la profesora Baxter me dan igual. No sufro las consecuencias de nada. Tal vez debería decírselo a mis padres… No sé, ojalá pudiera compartir esta carga contigo.

—Yo me alegro de que no sea así —dije yo—. Y me alegro de que no se lo hayas contado a tus padres.

—tiff… No dejes que esto cambie las cosas entre nosotras. No lo hará, ¿verdad?

—Por supuesto que no —respondí.

Pero me equivocaba. Seis meses sin escribirle no es un cambio, es un cambio de narices.

 

Por lo tanto, le mentí a taeyeon. Además de todo, también le mentí a taeyeon.

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El viernes por la tarde, más o menos a la hora en que la asamblea iba a comenzar en la Foster, mi madre tuvo que arrastrarme para que saliera de casa y fuera al Museo de Brooklyn. No sería capaz de describir nada de lo que vimos. Ya no se trataba de que me interesara la asamblea; no me importaba, al menos no mucho. Pero sí que me importaba mi discurso. Aunque me había puesto muy nerviosa la idea de recitarlo, lo había escrito a medias con taeyeon, así que en parte también era suyo.

—El discurso ha estado bien, tiff —me contó leo cuando mi madre y yo volvimos a casa sobre las seis y media—. Sally no lo ha dado tan bien como lo habrías hecho tú, pero no estuvo mal. Han venido dos periodistas y uno de ellos lo elogió. También le dijo a la Poindexter que seguro que servirá para recaudar un montón de dinero. Y no creo que Sally lo haya cambiado mucho.

Después de darle las gracias, me metí en mi habitación con un portazo.

 

El sábado recibí una carta de la directora Poindexter donde me informaba que la vista de los administradores se celebraría la tarde del siguiente martes, el 27 de abril.

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A veces pienso que la vista de los administradores fue todavía peor que cuando la profesora Baxter nos pilló. Otras veces no estoy tan segura.

El Salón parecía distinto aquel martes por la noche con la presencia de los administradores, quizá porque había caído la noche. La vista tenía que ser a esa hora porque los administradores trabajaban durante el día.

Las únicas personas a las que conocía allí eran la directora Poindexter, la profesora Baxter y, por supuesto, las profesoras Stevenson y Widmer. Ellas habían venido con su abogada, una mujer bastante alta que llevaba un vestido gris con un broche de un pájaro en el cuello. No sé por qué me fijé en el broche, pero no dejé de mirarlo durante casi todo el tiempo que mis padres y yo esperamos para entrar.

Mis padres no habían llamado a un abogado. Creo que les habría dado vergüenza. Mi madre dijo que no creía que necesitáramos uno, porque, después de todo, yo no había hecho nada, ¿no? Mi padre solo desvió la mirada cuando ella dijo eso. Tras la vista, dijo que llamaría a un abogado si los administradores decidían expulsarme definitivamente o incluir algo en mi expediente.

Mientras esperábamos, quise ir a hablar con las profesoras Stevenson y Widmer, pero mi padre no me lo permitió. Se disculpó, pero me dijo que no creía que fuera buena idea. Eso sí: tanto él como mi madre sonrieron a las profesoras, y después todos guardamos un tenso silencio mientras esperábamos en el pasillo. Las profesoras y su abogada estaban sentadas en el banco de madera. La directora Poindexter y la profesora Baxter ya estaban dentro.

Tenía la sensación de encontrarme en medio de unas arenas movedizas, cuando sabes que no podrás salir, especialmente si te agitas. También me parecía como si observara uno de mis propios sueños: yo estaba en la vista, pero al mismo tiempo no estaba; decía cosas y oía las voces de los demás, pero era como si todo sucediese a una gran distancia. Lo único que me parecía real era un solo pensamiento atascado en mi cabeza: «Todos están aquí, tiesos como palos, juzgándonos a taeyeon y a mí; las acusadas somos taeyeon y yo. Y nuestro crimen, lo que hemos hecho y les parece mal, solo ha sido enamorarnos».

—Tranquila —me dijo mi padre cuando por fin nos llamaron y entramos en el Salón. Las profesoras Stevenson y Widmer hicieron ademán de seguirnos, pero la mujer que nos había llamado les hizo un gesto para que se sentaran de nuevo.

Supongo que yo tenía un aspecto bastante sumiso al entrar al Salón junto a mis padres. Sé que no he estado más asustada en mi vida. Mi madre me había obligado a ponerme un vestido y había intentado domar mi pelo con acondicionador, cosa que nunca había usado hasta entonces, así que ni mi propio olor me resultaba familiar (o el olor de mi pelo, por lo menos). Las profesoras Stevenson y Widmer también llevaban vestidos, pero ellas solían vestirlos normalmente, o al menos no huían de las faldas como yo. Pero entonces pensé que era como si las tres intentáramos demostrar que éramos mujeres porque llevábamos vestidos. ¡Qué ridiculez!

Mientras caminaba, toqué el anillo de Annie con la esperanza de que me diera suerte e intenté recordar los versos de Invictus. La primera persona a la que reconocí fue la profesora Baxter: tenía un aspecto muy solemne y recto allí sentada, como si la acabaran de canonizar. Se encontraba casi al final de uno de los lados de la misma mesa larga que habían usado en la vista del consejo estudiantil.

Los administradores ocupaban ambos lados de la mesa y también tenían un aspecto bastante solemne, pero no tan pío, y había una silla vacía para mí frente a la profesora Baxter, con un par de sillas para mis padres detrás. Me acordé del susurro de Sally cuando entramos en esa misma habitación el otoño anterior: «Es como un juicio de la tele». Esta vez me lo parecía aún más. Annie se referiría a ello después como «la Inquisición».

La directora Poindexter, que tenía un cuaderno amarillo, estaba sentada bajo el retrato de Letitia Foster y presidía la mesa. La profesora Baxter estaba sentada a su derecha. Al otro extremo de la mesa, frente a la directora, se sentaba un hombre grueso de pelo cano y unas gafas que le quedaban apretadas y se le hundían en la carne. Me dijo que era el señor Turner, y que él presidía la junta de administración. Sé que también había una tal señora Foster, que era pariente lejana de Letitia. Era muy anciana y no dijo nada; no estoy muy segura de que en realidad no estuviera medio sorda. También había una mujer pelirroja y muy pálida: creo que era la más joven, aunque tenía aspecto de ser de mediana edad. Fue la única que me sonrió cuando entramos. Junto a ella se sentaba un hombre que llevaba una chaqueta de pana deportiva verde y un jersey de cuello alto. Además de ellos, había otras dos personas, pero no me quedé con su aspecto.

La vista empezó.

El señor Turner le pidió a la profesora Baxter que describiera, con sus propias palabras, lo que había visto, y me pidió a mí que prestara mucha atención. Ella dijo algo como:

—Claro, por supuesto, pero… Ay, Dios… Usted entenderá que me resulta muy difícil hablar de cosas así.

La mujer pelirroja dijo con tono seco:

—Pues si mal no recuerdo, fue usted quien registró la queja original con la directora Poindexter.

Eso hizo que me cayera bien de inmediato. Después, mientras la directora Poindexter se ponía las gafas para mirar sus notas, la profesora Baxter, la misma que usaba pañuelitos de encaje y decía que todo el mundo debería tener fe en los demás; la profesora Baxter, que siempre decía que todo el mundo es necesario y que el Señor nos había creado a todos, relató de una forma increíblemente escabrosa lo que había visto.

Fue horrible. Nos hizo parecer monstruos en lugar de dos personas enamoradas. Eso fue lo peor, otra cosa que jamás seré capaz de olvidar, aunque me gustaría: era como si todo el mundo diera por hecho que todo aquello no tenía nada que ver con el amor, que se trataba solo de «una indulgencia ante los apetitos carnales» (creo que la profesora Baxter lo dijo exactamente con aquellas palabras).

También dijo que yo estaba «medio desnuda» cuando le abrí la puerta, y que taeyeon se había escabullido «de forma culpable» del dormitorio, «cubierta solo con una camisa roja y negra» (su chaqueta de leñador, que, por supuesto, le quedaba tan holgada como un abrigo).

—¿Qué más vio? —preguntó el señor Turner. La directora Poindexter miró sonriendo a la profesora Baxter por encima de sus gafas.

—Bueno —respondió la profesora Baxter—; evidentemente, decidí realizar una búsqueda debido a las sospechas que albergaba desde hacía mucho tiempo sobre las dos profesoras. Me entristeció tener que hacerlo, pero sin duda no tenía opción. No tenía ni idea de si habría otros… jóvenes de… tendencias similares en algún otro lugar de la casa, así que subí al piso de arriba. Debo decir que el lugar en general estaba hecho un sindiós.

Entendí entonces que con el «sindiós» se refería a los paraguas y las cacerolas. Una parte de mí quiso echarse a reír ante la otra ridiculez («jóvenes de tendencias similares»), que sonaba tan absurda como decir «personas de tendencias judías»: «yo soy de tendencias lésbicas». Pero no tenía gracia; ni siquiera después, cuando intenté contárselo a taeyeon, la tenía.

—Señora Baxter, le pedimos que por favor limite sus comentarios a lo que tenga relación con las dos jóvenes únicamente —dijo el señor Turner, lo que me pareció bastante justo.

La directora Poindexter se inclinó a susurrarle algo a la profesora Baxter, mientras señalaba con un gesto su cuaderno. La profesora Baxter dijo entonces, entre tartamudeos:

—Eh, sí… tiff, al abrir la puerta… parecía muy alterada. Se sujetaba la camisa para que le cubriera el… el pecho, y claramente no llevaba nada debajo, y estaba sonrojada. Y más tarde no dejó de mirar a la otra chica… ¿Cómo se llamaba?

La directora Poindexter se quitó las gafas y me miró, y a mí se me secó la boca por completo. Yo me había prometido no mencionar el nombre de taeyeon porque la junta de administración no tenía nada que ver con ella, y mis padres habían estado de acuerdo. Mi padre se inclinó hacia mí, pero la mujer pelirroja dijo de inmediato:

—No tenemos por qué saber nada de la otra chica, ya que no es estudiante de la Foster.

—Bueno —prosiguió la profesora Baxter—, el caso es que tiff no dejaba de mirarla, y la pobre Sally Jarrell dijo algo como «oh, Dios mío», cosa que no me extraña. Para ella tuvo que ser terriblemente impactante, sobre todo porque tiff y ella son amigas y porque ella se encuentra en una relación estable con un joven…

—Señora Baxter, por favor, limítese a los hechos, no a sus impresiones sobre ellos, o a las de otras personas —pidió el señor Turner, el cansancio patente en su voz.

La señora Baxter pareció ofenderse.

—tiffany corrió hacia las escaleras —continuó de forma algo dramática— y trató por la fuerza de impedirme subir, lo cual me indicó con seguridad que sucedía algo.

Casi salté de la silla, pero mi padre me puso la mano en el hombro.

—Ya te llegará el turno para hablar, tiff. Mantén la calma —me susurró.

La profesora Baxter siguió a lo suyo.

—Por supuesto, como sabía que era mi deber destapar de una vez por todas lo que son esas dos mujeres (aunque en ese momento todavía era solo una sospecha), yo subí y… Y, bueno, el resto tiene más relación con las mujeres que con las chicas, aunque no sé por qué hemos de llamar mujeres a esa clase de gente.

La profesora Baxter volvió a sentarse, sin sonreír, pero con autosuficiencia, como si estuviera segura de que nadie podría estar en desacuerdo con ella. No obstante, el señor Turner parecía asqueado, y la mujer pelirroja miraba a la profesora Baxter como si fuera un bicho que quisiera aplastar con el tacón. La directora Poindexter mostraba una sonrisa desagradable. Dijo:

—Me gustaría añadir que agradezco profundamente el valor que ha tenido la profesora Baxter de informarme sobre este asunto tan espantoso. Por supuesto, yo misma no he dudado en…

El hombre de la chaqueta de pana se inclinó hacia delante. Tenía el bolígrafo preparado sobre otro cuaderno amarillo.

—Profesora Baxter —dijo, ignorando a la directora—, ¿estoy en lo cierto al deducir que usted estaba más preocupada por las mujeres que por las chicas? ¿Por confirmar esas…? —Consultó su cuaderno—. ¿«Sospechas que albergaba desde hacía mucho tiempo» sobre las dos profesoras?

El señor Turner pareció incomodarse, pero no dijo nada.

—Como ya he comentado —dijo la profesora Baxter—, llevaba años notando algo fuera de lo corriente entre esas dos mujeres, sospechando que mantenían una relación… triste y contra natura. Dos chicas jóvenes, una de ellas alumna de la Foster, estaban cometiendo… bueno, inmoralidades en su casa… —En ese momento, casi volví a saltar—. Y vi cómo una de ellas literalmente salía corriendo del dormitorio medio desnuda, así que asumí que tal vez habría más jóvenes, puede que estudiantes de la Foster, usando la casa con propósitos obscenos, y estaba segura que con el beneplácito de las señoras Stevenson y Widmer. Pensé que era mi deber aclararlo.

La directora Poindexter asintió con la cabeza enfáticamente.

La mujer pelirroja hizo un comentario sardónico en voz baja que sonó como «una orgía total», pero no estoy segura de que dijera exactamente eso.

—Y cuando subí al piso de arriba —dijo la profesora Baxter—, me encontré la cama totalmente deshecha y al mismo tiempo reparé por casualidad en los libros que mencioné en la queja… Esos libros horrorosos y obscenos…

—Señora Baxter —dijo la mujer pelirroja—, ¿vio usted que las dos chicas se tocaran de forma ual?

—Bueno, se dieron la mano mientras yo estaba… — dijo la profesora Baxter.

—He dicho de forma ual. De forma abierta e irrefutablemente ual. No me parece que el hecho de que se dieran la mano sea relevante, sobre todo al encontrarse en una situación de tanto estrés.

—Bueno… —dijo la profesora Baxter, con una mirada incómoda a la directora Poindexter—. Eh, bueno, puede que de una forma tan abierta e irrefutable no, pero lo que habían hecho estaba clarísimo. Como he mencionado, la cama estaba deshecha, y había…

—Ya veo —la cortó la mujer pelirroja—. Gracias.

—¿Alguna otra pregunta para la señora Baxter? — preguntó el señor Turner con una mirada a los miembros de la junta.

La directora Poindexter gruñó, sin dirigirnos ni una mirada a mí o a mis padres:

—Me gustaría recordarle a la junta que la señora Baxter ha sido empleada de este centro durante diez años, y que cuenta con un expediente impecable.

—Las señoras Stevenson y Widmer también llevan quince años en el centro, ¿no es así? —preguntó la mujer pelirroja.

—Las señoras Stevenson y Widmer, especialmente la señora Stevenson, se han vuelto cada vez más permisivas con el paso de los años. De hecho, la señora Stevenson… —dijo la directora.

—Disculpe —dijo el señor Turner—, pero en este momento no hablamos de ellas.

Después se volvió hacia mí, creo que con un intento de sonrisa tranquilizadora en las comisuras de los labios.

—tiffany —me dijo, y noté un peso enorme en el estómago. «Alma inconquistable», intenté decirme a mí misma. «Si bien he sangrado, jamás me he postrado». Volví a tocar el anillo de taeyeon y tomé aire para tranquilizarme. Nada de eso funcionó—. O tiff, más bien. Muchas gracias por venir. Sé que esto te será difícil y seguramente vergonzoso. Sin embargo, preferiríamos que hablaras tú en lugar de tus padres; aunque, por supuesto, ellos pueden ayudarte y, si en algún momento decides que no quieres seguir adelante sin asesoramiento legal, pospondremos la vista hasta que lo obtengas.

Yo me sentí muy confusa, sobre todo por los nervios, y creo que mi padre lo percibió, porque acercó su silla a la mía y dijo:

—Señor, ¿me permite que le explique a mi hija que eso significa que, si ella o nosotros queremos un abogado, la vista se interrumpirá hasta que lo consigamos?

El señor Turner sonrió y dijo:

—Por supuesto, señor Whang. Le agradezco que lo haya hecho de una forma tan eficiente. Intentaré utilizar un lenguaje más… llano.

Me sentí muy tonta entonces, lo cual no ayudó.

—tiff —dijo la mujer pelirroja—, nos gustaría oír tu versión de lo que ocurrió a partir del momento en que la señora Baxter llamó a la puerta. ¿Nos la cuentas?

No sabía por dónde empezar, así que me humedecí los labios, me aclaré la garganta e hice lo que suele hacer la gente cuando intenta ganar tiempo. No quería mentir más, pero tampoco quería contarles todo. Al final me di cuenta de que no me habían preguntado por lo que había pasado antes de que llegara la profesora Baxter, así que me relajé un poco.

Les dije que todo había sucedido más o menos como había contado la profesora Baxter, con la salvedad de que ella había empezado a subir antes de ver a taeyeon y yo no creía haberle «impedido subir por la fuerza», aunque había intentado detenerla. No obstante, cuanto más hablaba, más obvio me parecía que omitía mucha información, y también tenía la impresión, cada vez más agudizada, de que iba a dar igual lo que contara. La directora Poindexter y la profesora Baxter desaprobaban lo que éramos taeyeon y yo tanto como lo que habíamos hecho. En cuanto me di cuenta de eso, pensé que todo había acabado.

—tiff —dijo el señor Turner con delicadeza—, la señora Baxter ha mencionado que parecías no llevar… eh… mucha ropa. ¿Es eso cierto?

—Bueno… —empecé a decir, y noté que me

sonrojaba—. Sí, es verdad. Pero…

—¿Qué llevabas puesto, cariño? —preguntó la mujer pelirroja.

—Vaqueros y una camisa —dije.

—Como ha mencionado la profesora Baxter —dijo la directora Poindexter—, está claro que eso era lo único que llevaba.

—Señora Poindexter —dijo el señor Turner, enfadado—, esta chica ha dejado que la señora Baxter hablara sin interrumpirla. Creo que lo mínimo que podemos hacer es tener con ella la misma cortesía.

La directora soltó un gruñido, pero desgraciadamente su comentario había calado y vi cómo se hacían anotaciones.

—¿Y tu amiga? —preguntó la mujer pelirroja—. ¿Qué llevaba puesto ella?

—Una… una chaqueta de leñador —tartamudeé.

—¿Nada más? —preguntó el hombre de la chaqueta de pana, que parecía sorprendido.

Noté que se me tensaba la garganta y busqué a mi madre con desesperación. Creo que ella intentó sonreírme, pero eso fue mucho peor; fue horrible percibir el dolor en su rostro y saber, además, que intentaba ser valiente por mí.

No era capaz de hablar, así que asentí con la cabeza. Noté que mi padre se revolvía en su silla junto a mí, y pensé que en aquel momento se tenía que haber dado cuenta de que le había mentido, aunque mi madre todavía no hubiera llegado a ese punto o no quisiera llegar.

La directora Poindexter se levantó, caminó hasta el otro extremo de la mesa y le dijo algo al señor Turner.

Él sacudió la cabeza y ella le dijo otra cosa. Después, todos, excepto la profesora Baxter, que se mantuvo al margen, comenzaron a cuchichear. Mi madre dirigió una mirada llena de odio a la profesora Baxter, y mi padre me cogió la mano.

—Tranquila —susurró, aunque yo sabía lo que debía de estar pensando y cómo debía sentirse—. Tú solo recuerda que, pase lo que pase, no es el fin del mundo. —Sin embargo, mi madre y él se miraron y yo supe que para ellos más o menos lo era.

—tiff —dijo el señor Turner con suavidad—, me temo que debo preguntarte por qué tu amiga y tú no estabais vestidas por completo.

En ese momento, mi madre, que normalmente es muy tranquila, se puso en pie y exclamó:

—Oh, ¡por el amor de Dios! ¡Mi hija ya nos ha contado a su padre y a mí que no sucedió nada inapropiado! tiff es una chica sincera, absolutamente sincera. Jamás nos ha mentido. ¿Es que acaso no saben cómo son las adolescentes? Se lavan el pelo las unas a las otras, se cambian la ropa y cosas así. Podría haber un millón de razones por las que no llevaban mucha ropa, ¡un millón de razones!

—¡Las adolescentes no suelen probarse chaquetas de leñador, y nunca me ha parecido que su tiff le preste mucha atención a su pelo! —gritó la directora Poindexter, que se acercó a nuestro lado de la mesa—. De hecho, a menudo he pensado que su hija Eliza…

—¿Qué? —interrumpió mi madre a voz en grito también. Parecía estar a punto de pegar a la directora. Mi padre intentó sujetarla del brazo, pero ella le ignoró.

—¡Señoras, por favor! —dijo el señor Turner mientras se levantaba—. ¡Ya está bien! Somos conscientes de que esta conversación es muy delicada. Señora Poindexter, ya le he advertido de lo que iba a pasar si tratamos el tema de esta forma. En cualquier caso, no vamos a tolerar este tipo de comportamiento por parte de nadie.

Ambas se sentaron de nuevo, aún iracundas, y yo volví a quedarme sola ante la pregunta.

—tiff —dijo la directora Poindexter de mal humor—, responde a la pregunta. ¿Por qué no estabais vestidas del todo esa chica y tú?

Mire a mi padre y después al señor Turner. No sé de dónde lo saqué, pero dije:

—Creo que aquí debo decir que no quiero contestar sin un abogado presente.

—¿Me permiten que diga que esa respuesta en sí misma puede interpretarse como una admisión de culpabilidad? —dijo la directora Poindexter fríamente.

El señor Turner carraspeó enfadado, pero antes de que pudiera decir nada, la mujer pelirroja arrojó a un lado su lápiz.

—Todo esto es una inmensa tontería —dijo—, ¡por no calificarlo de cruel y malvado! Lo que haga esta chica en su tiempo libre con sus amigos no le incumbe más que a ella y a sus padres. A lo mejor me inquietaría si fuera su madre, pero, como administradora de este centro, tengo otras cosas de las que preocuparme.

Miró a la directora Poindexter y bajó un poco la voz.

—La verdad, señora Poindexter, es que esta… esta casi «venganza» suya me recuerda a un incidente de hace algunos años, el del chico y la chica del último curso. Estoy segura de que todos lo recuerdan. Puede que entonces tuviera algo de sentido que el centro se involucrara en el asunto, ya que, debido al estado de la chica, la situación iba a ser evidente para el resto de los estudiantes… pero no me parece que este sea el mismo caso, o que haya posibilidades de que este incidente llegue al público general, como usted parece temer, y que perjudique la campaña de recaudación de fondos. De hecho, me parece mucho más probable que el incidente adquiera notoriedad como resultado de esta vista ridícula y anacrónica que a causa del incidente en sí mismo. Lo único importante —dijo, con una mirada al resto de la junta y luego a la profesora Baxter y la directora Poindexter—, con campaña de recaudación de fondos o sin ella, es saber si la conducta de tiff ha afectado de forma adversa a otros estudiantes, o si se hizo algo incorrecto en horario escolar o en el terreno del centro. Obviamente, lo último no sucedió, y con respecto a lo primero… Ha sido muy desafortunado que Sally Jarrell se viera expuesta a algo que le ha impactado, pero ya no es una niña, igual que tiff, y creo que está muy claro que tiff no la hizo partícipe de su comportamiento voluntariamente. Hoy en día, la mayoría de la gente es bastante tolerante con respecto a la homoualidad, y aquí no ha habido ningún daño deliberado ni ningún intento de…

—Bueno, tenemos el caso de las profesoras —dijo la directora Poindexter, suave como la seda—. Su ejemplo, la clara influencia que los profesores tienen sobre los alumnos…

—Ese es un tema diferente —dijo la mujer pelirroja, enfadada—, y sin duda uno de mucha más importancia.

El señor Turner dijo:

—Creo que deberíamos confirmar si tiff quiere decir algo más y, luego, teniendo en cuenta que ha solicitado asesoramiento legal y que su presencia aquí es voluntaria, pasar el tema a la vista con las dos profesoras. Podemos volver a llamar a tiff otra vez en el futuro si es necesario, siempre que acepte responder a más preguntas.

La directora Poindexter apretó los labios y se retorció la cadena de las gafas muy airada.

—Estoy de acuerdo —dijo la mujer pelirroja—. Me disculpo por mi arrebato, señor Turner, pero todo esto me ha parecido tan… tan absolutamente innecesario que no he podido evitarlo. Simplemente, no me parece que tenga ninguna importancia lo que las dos chicas hicieran o dejaran de hacer. Lo más relevante es la influencia que las profesoras hayan podido tener sobre ellas y sobre los otros estudiantes de la Foster.

Creo que la miré fijamente, porque recuerdo que me dirigió una sonrisa avergonzada y como de disculpa. «¡Sí que tiene importancia!», quise gritar. Era como si la única persona de la junta en la que confiaba y que pensaba que me entendía me hubiera traicionado de repente. Sabía que intentaba ser justa con todo el mundo, no solo conmigo; pero Dios, cómo deseé levantarme y gritar: «¡Nadie nos ha influido! Las profesoras Stevenson y Widmer no han tenido absolutamente nada que ver. Lo hicimos todo por nuestra cuenta; ¡estamos enamoradas! ¿Es que nadie entiende eso? ¿Nadie en absoluto? Nos queremos, surgió así, ¡y ya está!».

Todas esas palabras me rondaban por la cabeza cuando el señor Turner me miró de nuevo y dijo:

—tiff, ¿te gustaría decir algo más?

Pero solo fui capaz de sacudir la cabeza y susurrar:

—No, señor.

 

Y mucho, mucho después, pensé en lo que taeyeon había dicho sobre las montañas y me sentí como si aún tuviera una cordillera entera por escalar.

 

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