capitulo 14

Taeyeon en mis pensamientos...
 

Cuando el pomo de la puerta empezó a repiquetear, taeyeon y yo nos quedamos heladas y nos aferramos la una a la otra.

No he sido capaz de olvidar la mirada de taeyeon en aquel momento, y es lo único suyo que me gustaría poder olvidar: el miedo, el horror y el dolor que ocupaban lo que antes había sido fascinación, amor y paz.

—No es ninguna de las dos —susurré al mirar el reloj de la mesita de noche, que indicaba las seis y media. Las profesoras Stevenson y Widmer me habían dicho que llegarían a casa sobre las ocho.

—A lo mejor, si no hacemos ruido… —susurró taeyeon, que seguía agarrada a mí. Estaba temblando, y yo también.

—Abrid la puerta —ordenó una potente voz femenina—. Abrid inmediatamente, o llamaré a la policía.

Sentí como si mis piernas y mis brazos fueran de plomo. De algún modo conseguí besar a taeyeon, alejarme de ella y coger mi ropa.

Ella se sentó en la cama y se tapó con la sábana. Yo pensé que los gatitos tenían ese aspecto cuando están asustados pero intentan ser valientes al mismo tiempo.

—Quédate aquí —dije—. Yo soy la encargada de darles de comer a los gatos, es normal que yo esté en la casa. —Tiré de mis vaqueros e intenté abrocharme la camisa; no había tiempo de ponerse nada más.

El pomo de la puerta volvió a repiquetear y sonaron más golpes.

—Un momento —dije con tanta calma como pude—. Enseguida voy.

—tiff, yo también voy —insistió taeyeon—. No puedes ir sola.

—¿No ves que será aún peor si vas tú también? — respondí con un susurro agresivo mientras la apartaba de mí. Su rostro me partía el corazón—. Ya voy —repetí en voz alta.

taeyeon me cogió la mano y la apretó.

—Tienes razón —dijo—, pero ten cuidado. Y… ¿tiff? Antes también tenías razón. No hubiera ido directa a casa a contárselo a mis padres.

Intenté sonreírle y después corrí abajo descalza, mientras intentaba arreglarme el pelo por el camino y trataba de no tropezar con los yelmos-cacerola que seguían en el suelo.

Encendí la luz, abrí la puerta solo una rendija y dije:

—¿Sí? —Intenté que sonara despreocupado, pero la voz me temblaba tanto que estoy segura de que soné tan aterrada como me sentía.

En los escalones estaba la profesora Baxter y, detrás de ella, Sally miraba con los ojos como platos mis pies descalzos y mi camisa mal abrochada.

Durante un instante, creo que solo nos miramos sin decir nada. Después, la profesora Baxter se sujetó al marco de la puerta y exclamó:

—¡Cielo santo, tiff! ¿Estás bien?

Y entró directamente en la casa, dejándome atrás. Echó un vistazo rápido a las dos habitaciones y luego seguramente vio la luz del pasillo de la planta superior, que por supuesto ni taeyeon ni yo habíamos tenido la calma suficiente para apagar. Se dirigió a las escaleras. Yo traté de interponerme, sin intentar fingir siquiera un poco de educación, pero ella me apartó.

Fue horrible; una pesadilla absurda y espantosa. En cuanto la profesora Baxter llegó a las escaleras, comprendí que taeyeon se había levantado a pesar de todo y recé por que se hubiera escondido en un armario o algo.

—¡No se puede subir ahí! —grité para prevenir a taeyeon. No obstante, en ese momento Sally señaló a lo alto de las escaleras y dijo con voz ahogada:

—Qué… ¿Quién es esa?

Miré hacia arriba y vi cómo taeyeon, muy blanca, con las piernas al aire, descalza y vistiendo solo su chaqueta de leñador, corría para intentar esconderse en el segundo dormitorio, según deduje. Pero era demasiado tarde.

—¡Quieta! —gritó la profesora Baxter—. ¿Quién…? ¿Quién eres tú? ¿tiffany…?

—U… una amiga mía —tartamudeé—. No pasa nada, profesora Baxter. Hemos… hemos estado cuidado los gatos de las profesoras Stevenson y Widmer durante las vacaciones, hemos…

Pero la profesora Baxter, que tenía la misma expresión de un ángel vengador, ya había subido la mitad de las escaleras.

—¡Baje ahora mismo! —grité fuera de mí, asustada de que fuera a pegarle a taeyeon, llevada por su furia vengadora.

taeyeon se había dado cuenta de que la habían visto. Estaba encogida en lo alto de las escaleras sin saber bien qué hacer, pero la profesora Baxter la dejó atrás y entró en el dormitorio principal.

taeyeon bajó las escaleras, se puso a mi lado y me dio la mano. Me fijé en que Sally observaba nuestras manos, pero comprendí que eso ya importaba más bien poco.

Las tres nos quedamos quietas mientras escuchábamos cómo la profesora Baxter se movía a zancadas de un lado a otro, fisgoneando.

—Dios mío, Dios mío —la escuchamos gemir al pasar de un dormitorio al otro.

Indefensa, miré a taeyeon.

Sally seguía con los ojos fijos en nosotras.

—Fui… fui a tu casa —dijo por fin, como en medio de un sueño—. Creía que estabas enferma o algo así. Como no viniste a la reunión de esta mañana…

—Oh, Dios —dije. Había olvidado por completo la tercera reunión del comité, en la que tenía que ensayar mi discurso.

—leo me dijo que estabas aquí —continuó Sally—, pero llamé a la puerta, llamé por teléfono, incluso grité…

—Y no te oímos —terminó taeyeon de forma innecesaria.

—… Y, como nadie respondía, pero parecía que había luz en la planta de arriba, me entró miedo de que hubiera ladrones o de que te hubiera pasado algo. No sabía qué hacer, y entonces me acordé de que la profesora Baxter vivía aquí cerca, así que la busqué en el directorio y estaba en casa. Me dijo que mejor lo comprobábamos antes de llamar a la policía, así que llamamos a la puerta las dos y… y… tiff, tú y ella estabais… eso, ¿no? —dijo, con una mirada a taeyeon.

—Oh, por el amor de Dios, Sally —creo que dije.

Entonces, la profesora Baxter bajó y Sally lo empeoró todo mucho más al echarse a llorar y gemir:

—Oh, tiff, tiff, tú y yo éramos amigas y… y tú… —Por un momento temí encontrarme a algún joven ahí arriba —susurró la profesora Baxter, a la que vimos temblar mientras rodeaba a Sally con un abrazo maternal—. Pero lo que he encontrado… Cielos. Es mucho, mucho peor, aunque tendría que haberlo sabido —gimió, y se secó la frente con el pañuelo—. Debí darme cuenta desde el principio.

Sacudió la cabeza con violencia, como para desprenderse de algo desagradable, y luego volvió a hablar con más firmeza.

—Casi desearía haberme encontrado a algún joven —dijo—. Sally, estamos en mitad de Sodoma y Gomorra. —Me miró con creciente aversión—. Debemos enfrentarnos a la realidad. En esta casa conviven la fealdad, el pecado y la autoindulgencia, tal y como he temido desde hace mucho tiempo. Y pensar que la presidenta del consejo estudiantil es… es… —dijo, mirándome como si fuera un sapo.

Yo estaba tan enfadada y desesperada en ese momento que simplemente la miré, ignorando a Sally, y dije:

—¿Lesbiana? ¿Y qué c…? —Me detuve justo a tiempo—. ¿Y qué le importa?

En ese momento, oí que las profesoras Stevenson y Widmer subían los escalones y dejaban sus maletas en la puerta con un golpe, mientras se preguntaban en voz alta, pero sin alarmarse aún, por qué estaban encendidas las luces. Entonces se dieron cuenta de que la puerta no estaba cerrada y, mientras nosotras permanecíamos dentro sin movernos, la profesora Widmer dijo:

—Creo que deberíamos llamar a la policía, Isabelle.

La profesora Stevenson respondió:

—No digas tonterías. tiff la habrá dejado abierta sin querer. A lo mejor todavía está aquí. Después de todo, llegamos temprano. —Después exclamó—: ¿tiff?

Y la profesora Baxter respondió:

—Creo que no querrán llamar a la policía, señora Stevenson. Soy Miranda Baxter.

Las dos entraron. La profesora Stevenson estuvo a punto de soltar su maleta. La profesora Widmer, que de repente estaba muy pálida, dejó caer la suya.

—Buenas noches, señora Baxter —dijo la profesora Stevenson fríamente mientras miraba a su alrededor—. Sally, tiff… —Dirigió una mirada interrogante a Annie.

La profesora Baxter sorbió por la nariz y llevó a Sally hasta la puerta.

—Isabelle Stevenson y Katherine Widmer —dijo como si fuera un juez a punto de dictar sentencia, o como si imitara a la directora Poindexter: había dejado de ser pez piloto para convertirse en ballena ella misma—, desde hace mucho he temido que la relación entre ustedes fuera… es inmoral y antinatural. No nos avergonzaré a todas dando detalles, pero somos vecinas y desde hace tiempo he tenido claro que en casa ustedes tienen mucha más cercanía que en la Foster. Naturalmente, esperaba equivocarme… Oh, lo deseaba muchísimo… y me decía a mí misma que, siempre que esto no afectara a los estudiantes, yo sería caritativa y mantendría la calma, que no sería yo quien tirase la primera piedra…

Recuerdo que, en ese momento, la profesora Stevenson echó un vistazo breve e irónico a la profesora Widmer y dijo:

—Bien hecho, Miranda. Qué considerada.

—Pero ahora… Vengo aquí y me encuentro a estas dos jovencitas prácticamente… in flagrante delicto, al tener permiso para venir a dar de comer a los gatos y, obviamente, dada su elección de material de lectura (no pienso llamarlo literatura), con todo el permiso del mundo para utilizar su casa para sus… sus encuentros amorosos. Un lugar donde… —La profesora Baxter sacó el pañuelo y se secó la frente; vi que sudaba y que tal vez era consciente de estar diciendo cosas terribles, pero que se veía en la obligación de decirlas de todas formas—. Donde ceder y solazarse ante… ante impulsos

antinaturales…

—Creo que ya es suficiente, Miranda —dijo la profesora Stevenson con una mirada centelleante.

—Tranquila, Isa —creo que dijo la profesora Widmer, y apoyó la mano en el brazo de la profesora Stevenson.

—Escuche —dije con una voz que me pareció inmediatamente demasiado alta—, yo me ofrecí a dar de comer a sus gatos. Ellas ni siquiera me lo pidieron. Ellas ni siquiera conocen… —Me di cuenta justo a tiempo de que tal vez fuera buena idea no utilizar el nombre de taeyeon—… a mi amiga. Yo no sabía…

—tiff —interrumpió la profesora Stevenson, y menos mal, porque creo que con la confusión que sentía, había estado a punto de decir que no sabía que las profesoras Stevenson y Widmer eran amantes—. tiff, creo que cuanto menos se diga, mejor.

No habló de una forma especialmente amable, y yo me sentí peor que cuando solo nos habían pillado Sally y la profesora Baxter.

—Muy bien, Miranda —dijo la profesora Stevenson con voz tensa, como un león encadenado—. ¿Le importaría contarnos rápidamente, antes de marcharse, qué hacía usted aquí?

Y entonces la profesora Baxter les explicó lo de Sally, que seguía mirándonos a taeyeon y a mí como si tuviéramos cinco cabezas cada una como mínimo y fuéramos monstruos primigenios.

—Y esta pobre chiquilla —gimoteó la profesora Baxter, casi asfixiando a Sally en su abrazo protector—, esta chiquilla buena y arrepentida que ha dado tanto de sí misma y de su tiempo a la causa de la Foster durante los últimos meses; esta chiquilla que puede haber perdido el norte en el pasado un par de veces y haber sido insensata, pero que es, gracias al Señor todopoderoso, normal, y que siente el amor normal de una jovencita hacia otro joven… Esta chiquilla se ha visto metida aquí, en esta… esta fealdad, este nido de…

—Pero no hay nada de fealdad aquí —protesté enfadada—. Esto no es feo, es…

La profesora Baxter me cortó con una mirada y se dirigió a Sally:

—Querida, ahora ya sabes por qué tiff no fue lo suficientemente buena amiga para informar sobre tu desafortunado error el pasado otoño. Mucho me temo que la inmoralidad en un aspecto lleva a la inmoralidad en otros. Es una lección que todos podemos aprender…

—¡Por el amor de Dios! —saltó la profesora Stevenson, perdiendo los nervios por fin—. Miranda, no pienso quedarme aquí y dejar que…

La profesora Widmer abrió la puerta principal rápidamente.

—Creo que debería marcharse, Miranda —dijo con tranquilidad—. Tú también, Sally.

—¡Por supuesto que Sally se va! —dijo la profesora Baxter mientras la empujaba delante de ella—. Y si les queda algo de decencia, espero que manden a casa a esas dos también. A tiff y a su… su amiga. — Mostró una sonrisa tensa—. Tengo entendido que son menores de edad.

Quise pegarle por la forma en que dijo «amiga».

—¿Por qué no va a asegurarse, Miranda? —dijo la profesora Stevenson entre dientes.

—También son personas —apuntó la profesora Widmer—. Personas que, como mínimo, tienen derecho a contar su parte de la historia. A alguien que por lo menos intente escucharla.

Miré de soslayo a taeyeon, que estaba en la esquina junto a las escaleras y trataba de esconderse dentro de su chaqueta de leñador. Era de lana y recuerdo haber tenido el irrelevante pensamiento de que seguramente le picaría la piel, pero taeyeon no parecía darse cuenta. Tampoco tenía pinta de creer merecerse un interlocutor amigable, igual que yo. No dejaba de pensar en los yelmos-cacerola, en la cama… ¿Cómo íbamos a contarles lo de la cama?

—Supongo que son conscientes —dijo la profesora Baxter mientras cruzaba la puerta que la profesora Widmer mantenía abierta para ella y para Sally— de que es mi deber informar sobre este incidente a la directora Poindexter.

—Desde luego —respondió con frialdad la profesora Stevenson.

Después, se marcharon. La puerta se cerró y la profesora Widmer, que había mantenido tan bien el tipo, se tambaleó y se apoyó sobre la puerta para mantener el equilibrio. La profesora Stevenson le puso una mano en el hombro y dijo:

—Ya, ya, Kat. Hemos pasado por cosas peores.

Entonces se giró hacia mí.

Tuve el impulso de tocarla, o de al menos hacer el ademán; durante un instante absurdo, hasta tuve el impulso de arrojarme a sus pies y suplicar su perdón. Quería que estallara, que perdiera los nervios y me gritara como había hecho una vez en el estudio cuando alguien escondió el dibujo de un alumno no muy popular y luego derramó pintura negra encima «por accidente». Sin embargo, no lo hizo. Se limitó a mirarnos sombríamente por turno a taeyeon  y a mí, hasta que dijo:

—Bueno, para empezar, preséntanos, ¿no, tiff?

—Isabelle, por favor —dijo la profesora Widmer—. Vamos a…

—Katherine —dijo la profesora Stevenson—, tenemos entre manos, entre otras muchas cosas, una traición bastante grave a nuestra confianza. Da igual lo atractivo que haya sido el motivo —prosiguió mientras su mirada sobre mí se endurecía—. Y creo que ahora sabes que tanto la profesora Widmer como yo podemos entenderlo, pero eso no es excusa para el uso que tu amiga y tú habéis dado a esta casa. No es excusa para nada.

—No, profesora Stevenson —respondí, hecha polvo—. Sé que no es excusa. Yo… lo siento mucho.

—Yo también lo siento —dijo taeyeon, que salió del rincón de las escaleras—. Las dos lo sentimos. Ha sido horrible por nuestra parte, horroroso. Especialmente… especialmente sabiendo que… que ustedes también son como nosotras… Es decir…

Me di cuenta de que no encontraba las palabras; deseé desesperadamente ayudarla, pero no era capaz de pensar.

—No sois ni un ápice como nosotras —dijo la profesora Stevenson mientras recogía una cacerola—. Que yo sepa, nosotras, ni en nuestros peores momentos, jamás traicionamos la confianza de nadie de esta forma. De una forma que ha permitido que… que alguien como Miranda Baxter se crea con derecho a… —Cuando se dio la vuelta, observé que apretaba los puños y me di cuenta, horrorizada, de que trataba de contener las lágrimas.

La profesora Widmer le tocó el brazo.

—Venga ya, Isabelle —dijo con una suavidad impresionante—. ¿Con diecisiete años? —Se volvió hacia nosotras—. ¿Por qué no volvéis arriba y os vestís? Supongo que estabais arriba, ¿no?

Asentí a duras penas y la profesora Stevenson nos dio la espalda por completo. La profesora Widmer, sin embargo, siguió hablando con la misma amabilidad.

—Isabelle y yo bajaremos a la cocina a hacer chocolate caliente. Dadnos unos quince minutos y venid. Después tal vez podamos hablar de esto como seres humanos racionales.

Por un momento pensé que taeyeon se iba a lanzar a los brazos de la profesora Widmer. En lugar de eso, le tomó la mano y se la apretó. Ella nos empujó a taeyeon y a mí hacia las escaleras.

—Quince minutos —dijo—. Ven, Isa. Chocolate.

—¡Chocolate! —La profesora Stevenson pegó un grito mientras bajaban a la cocina y nosotras subíamos al tercer piso—. ¡Lo que me hace falta es whisky, maldita sea, no chocolate!

—En ese caso, cariño, a ti te pondré un whisky — respondió la profesora Widmer, y después ya no oímos nada más.

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